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Madre enamorada (3)
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Tras la lectura del escrito que mi hija Belén me había dedicado, y ya mitigados mis sollozos tras la misma; una sensación de soledad me sobrecogía. Por mi mente pasaba cada escena del día anterior. Nuestro paseo por la playa, las sonrisas emitidas durante la cena, nuestro paseo con la luna como testigo, y sobre todo, lo que ocurrió en el auto antes de volver a la casa…

Podía rememorar cada beso, caricia, palabra o gesto de aquel momento y me sentía turbada. Me preparé un café y tras degustarlo y tomar una ducha rápida decidí caminar por la playa. Necesitaba pensar y asimilar todo lo ocurrido. No hacía más que pensar en Belén, si estaría bien, si necesitaba un abrazo, si sufría por lo ocurrido, si pensaba en mí…

Mientras caminaba descalza por aquella hermosa cala de arena suave y sedosa, no hacía otra cosa que mirar mi teléfono móvil anhelando la posibilidad de un mensaje de mi amor. Algo que me hiciese sentirla cerca, algo que me permitiera olvidar aquella extraña sensación de vacío.

Me armé de valor y le envié un mensaje…

—Hola tesoro, ¿Cómo estás?… Sé que me pediste tiempo para reflexionar, pero la sola idea de que sufras y no estés aquí conmigo hace que me sienta extraña y culpable. Cuídate mucho mi cielo, sabes que te amo.

*****

Mi paseo por la playa termino unos minutos después de enviar el mensaje. Me puse a preparar mi comida y tras tenerla lista me puse a leer una revista de decoración.

A los pocos segundos de comenzar mi lectura, mi teléfono emitió el sonido propio de haber recibido un mensaje. ¡Presurosa me abalancé sobre mi móvil ante la posibilidad de que la emisora de dicho mensaje fuese Belén; y sí, era suyo!

—Hola Helena, estoy bien gracias por tu mensaje, necesitaba recibirlo y me encanto que te atrevieras a enviármelo; a pesar de que te dije que necesitaba estar sola para digerir todo lo ocurrido. No quiero que te sientas culpable, las dos somos adultas y fue consentido por ambas. Pero no me negaras que la situación es muy fuerte y fuera de lo convencional. Es esto lo que me hace necesitar tiempo para asimilarlo. Un fuerte abrazo mi Helena, yo también te amo.

Su mensaje me reconforto. Ya veía de otra manera todo lo ocurrido la noche anterior. Solo una cosa me seguía inquietando… Helena, ahora siempre se refería a mí con mi nombre, nunca como había hecho siempre; llamándome mamá.

Reconozco que me producía una enorme curiosidad saber el motivo y decidí preguntárselo en un nuevo mensaje…

—Gracias por tu mensaje cielo, me reconforto mucho. Hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza. ¿Por qué ahora te refieres a mí como Helena? Siempre me llamaste mama… Quisiera saberlo tesoro

Pasaron varios minutos, que me parecieron siglos, hasta que por fin mi teléfono sonó y una sonrisa de adolescente fue reflejada en mi rostro deseosa de leer el nuevo mensaje de mi amor…

—Después de lo que paso entre nosotras ya no puedo verte solo como una madre. Ahora también lo hago como mujer. La primera con la que tuve una relación sexual, pues siempre me considere hetero. Una mujer muy hermosa, elegante, culta y dulce que me hace tener sentimientos profundos y encontrados que necesito discernir. Ese es el motivo de llamarte Helena, mi dulce Helena.

Deposité el teléfono sobre la mesita del salón, recliné mi espalda sobre el sofá y abrí mis piernas ansiosa por masturbarme, pues estaba ardiendo de deseo. Metí mis dedos debajo de mis empapadas bragas blancas y acaricié mi hinchado clítoris; el cual rodeado de mi húmedo vello púbico me proporcionaba mis primeros jadeos. Mis pezones estaban tan duros que hasta el roce con la tela de mi vestido me producía dolor. Me imaginaba a Belén entre mis piernas, embrutecida con mis íntimos olores y fluidos; su lengua penetrándome con su habitual dulzura, para acabar recibiendo una lluvia mezcla de orina y fluidos propios de un orgasmo.

Absorta en mis lascivos deseos y pensamientos, mi vagina, ya con mis dedos dentro, comenzó a eyacular una cascada de jugos como nunca creí que fuese a experimentar. Mi cuerpo se arqueó, y era un reguero de espasmos a la par que mi boca exhalaba gritos de placer libres de ser escuchados por nadie; pues tenía como único testigo de mi depravado comportamiento al sonido de las olas del mar llegado de la cercana cala en la cual mi hija y yo habíamos paseado en tantas ocasiones.

Después de haberme corrido tres veces pensando en mi hija, y comprobar que mi sofá era un mar de humedades, me sentía satisfecha y feliz. Y puede que algo inconsciente también, pues producto de la misma sentí el deseo de enviar a mi hija una foto.

Quería enviarle una foto que describiese lo que había ocurrido instantes atrás. Y que era el resultado de la lectura de su último mensaje. Tras meditar unos instantes tomé el valor y me hice una foto de mi vagina húmeda y peluda, llena de fluidos y con los labios abiertos por mis dedos; mostrando la cavidad rosácea de mi chocho. La gran definición de la cámara de mi móvil permitía contemplar la imagen hasta el más mínimo detalle.

Después de comprobar el resultado de mi foto y tremendamente cachonda, se la envié a mi hija con el siguiente texto:

«Leí tu mensaje, mi amor y no pude contenerme. Te extraño tanto tesoro.»

Unos instantes después sentí la necesidad de añadir una frase y le envié otro mensaje…

«Como deseo que estuvieses aquí cielo, como hija y como mujer»

Seguidamente, me di una ducha con la esperanza de recibir un nuevo mensaje de mi Belén, pero no se produjo en el resto del día. Quise respetar su tiempo de reflexión y pase el resto de la jornada disfrutando de la lectura y mi música favoritas…

******

Un nuevo día comenzaba y al despertar de mi descanso mi hija fue mi primer pensamiento. Con la sonrisa y los nervios propios de la pubertad tomé mi móvil y ¡sí! Un nuevo mensaje de Belén enviado una hora antes permanecía inerte, esperando ser leído por mí. Contenía una foto de sus bragas verde claro. Se podía observar con nitidez la cara interna de las mismas, completamente llena de fluidos vaginales, propios de una gran excitación y disfrute. Estaban colocadas encima de la cama para ser fotografiadas. La foto iba acompañada del siguiente texto:

“Gracias por la foto de tu coñito mi dulce Helena. Me pasé la noche acariciándome como una gata en celo. Así están mis bragas cada vez que pienso en ti. Besos”

No pude, sino que cerrar mis piernas y correrme como una loca en el mismo instante de leer sus letras. Contemplar sus braguitas con las que tantas veces había bajado a desayunar, proporcionándome tan inolvidables momentos…

Continuará…

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