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M. (parte 3. Final)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Martis

¿Me arrepentiré de esto?

La razón de haberme ido lejos un tiempo estaba frente a mí. La mujer de mi amigo, mi amiga. A la cual le tenía tantas ganas que ya no sabía de qué forma acercarme sin que se notara demasiado. La causa por la cual volví también, de nuevo al país, a la ciudad.

Me observaba con sus hermosos ojos de gata, color ámbar, alejándose un poco de mí hasta que su espalda se topó contra la pared. Sus labios estaban entreabiertos, dejando escapar un profundo suspiro, podía jurar que su piel se había erizado al oírme decir eso. Pero no replicó palabra alguna.

Luego de mirarla de arriba hacia abajo y extasiarme con lo bien que le quedaba ese vestido, mostrando su provocador escote, y la abertura que dejaba expuesta su pierna derecha hasta la altura de su cadera, revelando su hermosa piel dorada por el sol, que me hizo preguntarme toda la noche si traía pantys o no; no hizo más que enfurecerme de deseo.

Estaba en mi despacho, en mí casa, había mucha gente y entre ellas Caitlyn, mi futura esposa, dando vueltas por ahí. ¿Qué hacía aquí con Circe? Vamos, no podía hacerme el desentendido, en primer lugar, desde que le dije que viniera hasta aquí supe lo que quería hacer con ella. Más sabiendo que Eric está todo alterado por mi culpa, me genera morbo probar a mi querida y sexy amiga. No mentiría.

***

Circe

Cerré mis ojos y se me escapó un gemido, que él cubrió atrayendo sus labios a los míos, de repente palpé con mi boca un sabor a dulce y alcohol; sintiendo también la tibieza y humedad perfectas de sus labios. Sus manos comenzaban a ejercer un poco más de presión atrayéndome aún más hacia él, a medida que nuestras lenguas se exploraban y el beso se tornaba más mojado y profundo. Tenía un poder sobre mí, que no podía explicar, nuestras lenguas jugaban y danzaban al compás, entendían cada movimiento. Lo oía gemir profundo cuando se alejaba para llevar algo de aire a sus pulmones.

Se llevó sus manos hacia su cinturón, desprendiéndolo en un segundo, junto con su cremallera. Y por primera vez pude hacer algo que durante mucho tiempo imaginé. Metí mi mano por debajo de su bóxer tomando por primera vez su gruesa y dura verga.

-Ohh, mierda… arrodíllate -gimió cerca de mi oído.

Su tono dominante me encendió tanto que no dudé en colocarme sobre mis rodillas, frente a él, mi rostro quedaba a la altura justa para permitirme poder ver y conocer de una vez su verga. Tantas veces la había imaginado, observado por encima de sus pantalones, pero nunca pensé ver tal cosa.

La tomé entre mis manos y decidí dejar caer un suave beso con mis labios húmedos, mientras volvía mi mirada hacia Martis. Sus ojos eran color fuego en ese instante. El contacto con la piel suave de su verga se sentía tan bien, era momento de llevarme todo ese pedazo a mi boca para saborearlo de una buena vez, y no me privé de nada. Paseé con mi lengua desde la punta de su verga hacia su base, una y otra vez, sosteniéndola con una de mis manos, y con otra agarrando la cadera de M, procedí a introducirla en mi boca, jugando con la intensidad de mis labios al apretar su grueso y venoso miembro.

El juego de metérmela y sacármela, llevarla hasta el fondo de mi garganta, aguantando un lapso hasta no poder más y sacarla nuevamente, hizo que mis ojos soltaran algunas lágrimas, su verga estaba bien mojada, fruto de mis bruscos movimientos, tenía tantas ganas que enloquecía haciendo que prácticamente Martis comenzara a mover sus caderas cogiéndome la boca.

Oír sus roncos gemidos provocaba en mí apretar cada vez más mis piernas, podía sentir como empezaba a mojarme y esa viscosidad corriendo por mi piel. Juraba que ya estaba preparadísima para sentir su verga de una puta vez.

En ese momento volví a mirar a Martis a los ojos. Cargaba tanto deseo en su mirada que me sentía desnuda aunque no lo estuviera, cada fibra de mi piel ardía de ganas. Me puse de pie nuevamente y él se acercó, con sus dedos pulgares secó mis lágrimas, mordió mi labio inferior y comenzó a introducir nuevamente su lengua en mi boca, sus manos bajaron desde mi cintura hasta mis nalgas, donde su afirmaron y me pegó contra él. Su boca desprendía un elixir que me volvía loca, el beso tomaba más y más fuerza, aprovechaba para seguir frotando su verga con mis manos, lo cual le provocaba soltar gemidos, mientras gruñía mi nombre por lo bajo.

-Circe… d-desde que te vi llegar quise saber si realmente tenías algo puesto o no. -sentenció.

Me alejé un poco de él para apoyar mi espalda contra la pared, por su parte Martis se arrodilló frente a mí, haciendo a un lado la tela de mi vestido que se interponía entre su boca y mis labios vaginales. Por favor, ¡hazlo ya!, pensaba. Regó la piel suave de mi pubis con pequeños besos que me provocaron pequeñas descargas en todo el cuerpo, fue bajando con sus besos, presionando un poco cada vez más con sus labios, mi clítoris casi sobresalía por lo excitada que estaba, no podía disimular tanta calentura, podría jurar que caían gotas de mi fluido.

Martis colocó su cara perfectamente entre mis piernas y de repente sentí su húmeda y suave lengua dar una profunda lamida desde mi vagina hacia mi clítoris, donde se detuvo para presionarlo suavemente. Sentía mis piernas temblar y trataba de aguantarme los gemidos, en otra situación y lugar estaría gritando de placer.

Cada movimiento de sus labios junto a su lengua provocaba que mis caderas lo buscaran. Sentía sus chasquidos mientras su lengua hacía un viaje por todo mi sexo, acercó dos de sus dedos a la abertura de mi vagina moviéndolos lentamente en círculos y presionando suavemente para entrar, y cuando estuvieron bien lubricados, los metió.

-Oh, sí, sí Martis -gemí.

-Me gustaría saber qué tan húmedo y apretado se siente aquí… -habló mirándome.

Para luego volver a su labor, su lengua comenzó a jugar con mi clítoris mientras que sus dedos se movían lentamente, al mismo compás, haciendo movimientos circulares. Sentía tanto placer que agarré a Martis del cabello para hundir su cara aún más entre mis piernas. Quería todo, quería sentir todo el placer que este hijo de puta tenía para dar. Lo anhelé tanto, sentía entre una mezcla de culpa y a la vez satisfacción de tenerlo arrodillado frente a mí, comiéndome el coño.

-No sabes todo el tiempo que estuve deseando sentirte así… -volvió a mirarme, sus labios brillaban producto de la humedad de mi sexo, yo me derretía con cada palabra.

Repentinamente me alzó en sus brazos y me ensartó su verga, mientras mis piernas rodeaban sus caderas.

-Joder Martis -lloriqueé.

-Oh mierda… tan apretada y mojada como te imaginé -su voz sonaba grave, como si sus palabras vinieran de lo profundo de su ser.

Se aferró con sus manos a mis nalgas y repoyando mi espalda contra la pared comenzó con sus movimientos, se movía lento, permitiéndome sentir cada centímetro de su vigoroso miembro. Escondió su cara en mi cuello para besarme, morderme y chuparme, lentamente al principio y luego más fuerte a medida que sus caderas iban tomando ritmo. Ay por dios, ¿cómo explicar el sabor de lo que no debería ser probado?

-Estás tan rica como imagine… -murmuraba a mi oído.

Sentía todo su miembro entrar y salir, mientras los fluidos de mi vagina corrían a su alrededor, haciendo que la penetración fuera suave. Por mi parte mis caderas se hincaban contra él, sentía un fuego recorrer desde mi bajo vientre hasta el resto de mi cuerpo. Mi piel ardía de placer, tenía a Martis cogiéndome, estaba en sus brazos y me estaba jodiendo tan rico.

Volvió su mirada a mí y no pude evitar querer comer nuevamente sus labios, estaban rosados e hinchados, perfectos para darles una mordida. Me acerqué a su boca para morder su labio inferior y nuevamente comenzar a explorar su boca con mi lengua, su sabor me provocaba mojarme más.

Cuando nos faltó el aire nos alejamos y volvía a abrir mis ojos. Martis sacó su miembro de adentro mío de repente y sentí un gran vacío. Me bajó de encima de él y mis pies tocaron el suelo. Sin mediar palabras me giró para ponerme de espaldas a él, hizo a un lado mi vestido con una de sus manos y con otra sostuvo mis dos manos cruzadas contra la pared, agarrándome fuerte, en un punto en que sentía un breve dolor que sólo me excitaba más.

Mi culo redondo quedó al aire y miré por encima de mi hombro para encontrarlo deleitándose con la vista. Eso provocó sensaciones en mi cuerpo que me hicieron estremecer. Me hacía sentir tan deseada.

Con su mano libre tomó su verga para volver a introducirla adentro mío, estaba tan empapada que entró de una sola vez, hasta el fondo. Lo que provocó que ambos gimiéramos de placer. Uf, qué rico se sentía esto.

Sus caderas comenzaron a moverse hacia adelante y atrás, y yo moví las mías al mismo ritmo para sentir bien hasta el fondo de mi ser el impacto. El sexo se tornó cada vez más salvaje, apretaba mis piernas y podía sentir que casi iba a correrme sin necesidad de tocarme. Sus movimientos eran secos y persistentes. Acercó su rostro a mi hombro, lo oía suspirar, gemir, gruñir, maldecir.

Nuestros cuerpos comenzaban a desprender sudor. Era todo tan placentero, tan prohibido, que quería más. Quería todo. Sentí su mano afirmarse a mi cadera mientras su verga salía y entraba de adentro de mi vagina, se oía el chasquido de nuestros cuerpo al chocar por lo mojada que estaba el área.

-Voy a venirme en cualquier momento Cir… -murmuró.

Yo solo asentí. Las penetraciones fueron cada vez más duras, al punto de que mis sentidos estaban puestos sólo en lo que mi sexo sentía, era un polvo tan rico que no podía evitar querer llegar al clímax. Apreté tan fuerte mis piernas como pude, el roce mismo entre mis piernas me provocó sentir cada vez más placer, hasta empezar a perder poco a poco mi cabeza, y entregarme a los dulces espasmos del orgasmo.

El apriete de mi vagina contra el miembro de Martis hizo que él no pudiera parar de cogerme y joderme hasta que su mundo se desmoronó dentro mío. Llenando de semen mi interior, la cabeza de su verga se expandió hasta explotar de placer. Él soltó un gran gemido ronco y me tomó por el pelo, inmovilizándome, mientras sus caderas daban los últimos golpes para dejar depositado todo su semen dentro de mí.

De repente una sensación de culpa me invadió, era la primera vez que engañaba a Eric, y lo hacía con la persona que él sospechaba, M.

Mi querido M.

Algún día sabrán si esto ha de seguir o si aquí se encontraron el principio y el fin.

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