Verlo de nuevo, 4 años más tarde con una hermosa mujer de la mano sólo provocó en mí un anhelo inexplicable de querer probarlo de una vez por todas, hasta el punto de no mediar ningún tipo de consecuencia.
Hacía una semana exactamente que había llegado a la ciudad y la sensación de sus brazos rodeando mi cuerpo para fundirme con él en un abrazo fue lo único que había obtenido hasta el momento, el día en que fuimos con Eric a buscar al aeropuerto a M y a su chica.
Si pensaba en la acompañante de Martis me sentía una sucia, por querer cogerme a su chico. ¿Estaría arriesgando demasiado por un polvo con mi mejor amigo?
–Cir, amor, ¿puedes venir aquí? –me llamó Eric desde el sofá.
Caminé hacia allí y me subí sobre él, sintiendo de repente como su manos apretaban fuerte mi culo y me atraía más hacia sus caderas. Tomé su rostro entre mis manos y lo observé, no quería presumir pero sí que había elegido a un hombre sexy, lo único que faltaba aquí era que supiera encenderme. Pequeño detalle, ¿no?
–Martis me dijo que nos espera en su nueva casa, ya pudieron organizar el lugar y quieren ofrecer una cena a sus amigos junto con Caitlyn. Así que, ya sabes preciosa… –me dio un corto beso en la boca– ponte tan hermosa como sólo tú sabes hacerlo y nos vamos.
–Está bien amor, te diré de antemano que llevará un tiempo todo esto –le dije, soltando una risa.
Él asintió y volvió a apretar mis nalgas con sus manos, acercándose a mi rostro para besarme profundamente, envolviendo sus labios a los míos y rozando su suave y húmeda lengua con mi lengua. Cerré mis ojos y Martis apareció en mi cabeza.
Solté un pequeño gemido al sentir como el miembro de Martis comenzaba a ponerse duro a medida que el beso iba haciéndose más profundo. Cuando la ropa comenzó a molestar me alzó en brazos, me prendí a sus caderas con mis piernas, y rodeé su cuello con mis brazos, él caminó hacia alguna dirección, no presté atención porque seguía disfrutando del movimiento sincrónico y progresivo de nuestras lenguas, nuestros labios cada vez se humedecían más, oí como abría la llave de la ducha y comenzó a caer agua tibia sobre nosotros con ropa y todo, allí el me soltó, y abrí mis ojos. Miré a Eric a los ojos y volví a la realidad, no era Martis. Esto iba a volverme loca en serio.
–Eric, lo siento… no –de repente mis ganas se esfumaron.
Él me miró, sus ojos se clavaron en mí, en un rápido movimiento me jaló del pelo con una de sus manos y con la otra me giró hasta quedar de espaldas contra él.
–Circe, lo siento, sí… –gimió cerca de mi oído.
Un calor hizo arder y palpitar mi sexo entero. Mi siguiente movimiento fue bajar mi pantaloncillo y Eric se encargó de correr la delgada tela de mi tanga para meterme su miembro erecto primeramente asomando la cabeza de su verga en mi vagina, abriendo mis paredes lentamente, y volviendo a salir, para comenzar a hacer el mismo viaje hacia mi interior pero esta vez llegando hasta el tope.
–Mierda Eric, qué rico se siente así de duro. –solté en un gemido.
Jaló aún más fuerte de mi cabello y comenzó con una serie de embestidas contra mi culo, mientras las gotas de lluvia caían y el aire se condensaba más y más. –estoy cansado de oír su nombre en tus sueños… –susurró a mí oído, en tanto soltaba mi cabello y aferraba su brazo alrededor de mi cintura.
Nuestros cuerpos parecían encajar de manera simétrica, sentía que cada embestida era un reclamo por haberme oído decir el nombre de Martis. Mi vagina se contraía apretándolo más fuerte y tuve que apoyar las palmas de mis manos contra la pared porque sentía que mi cabeza se estamparía contra ella en cualquier momento. Eric iba acelerando sus movimientos y oía su respiración entrecortada sobre mi oído, –te dejaré bien cogida para que no vayas con tantas ganas a verle, mi amor –su voz ronca me hizo temblar.
–Sólo cógeme Eric… por favor… –le supliqué.
Y esas palabras parecieron desatar toda su furia. Tomó mis muñecas con su mano y las colocó en mi espalda, de un solo movimiento mi mejilla estaba apoyada contra la fría y húmeda pared de la ducha, mi culo quedó a su merced.
Pasó la cabeza de su verga por la entrada de mi agujerito jodiéndome un poco, haciendo algo de presión, meneé mis caderas y el apretó más fuertes mis muñecas con su mano, con la otra elevó un poco más mis nalgas y se abrió paso para entrar en mi vagina rebosante de humedad, podía sentir como mojaba poco a poco su gran verga, y como mi vagina volvía a amoldarse de nuevo a su miembro.
Me lo hizo lento, moviendo sus caderas a un ritmo que me enloquecía, sin soltarme las manos, con su mano libre acarició mi vientre y bajó con sus dedos hacia mi vulva, separando mis labios y encontrando mi clítoris hinchado de tanta calentura, comenzó a jodérmelo suavemente con sus dedos, haciendo movimientos circulares y presionando un poco, sin dejar de penetrarme a un ritmo suave pero consistente.
En un momento sentí que mis pies dejaban de tocar el piso y mi ritmo cardíaco se aceleraba cada vez más rápido, oía como nuestros cuerpos chocaban y sentía tanto placer mientras su mano me tocaba que no pude evitar correrme, mojando con mis fluidos toda su verga, desmoronándome entre sus brazos que seguían sosteniéndome, mientras sus embestidas volvían a recuperar más y más ritmo para unir su placer con el mío. Sentí las paredes de mi vagina latir mientras él explotaba de placer llenando todo mi interior.
Súbitamente mis pies volvieron al suelo, Eric me soltó, empujándome lejos de su cuerpo, quitándose de adentro mío. Lo miré sobre mi hombro apoyando mis manos sobre la pared para no caerme, y sus ojos parecían fulminarme. Soltó un chasquido y salió de la ducha con su ceño fruncido, parecía enojado. ¿Debía estarlo?
***
Transcurridas unas horas llegamos a casa de M, abrieron los portones del lugar una vez que confirmaron nuestra entrada, Eric iba manejando el auto en completo silencio, no me dirigió la palabra, mi mente era un lío y estaba a unos minutos de ver al dueño de mis tontas preocupaciones.
Ingresamos al lugar por un camino que nos llevaba hacia la casa, estacionamos a un lado y al pie de las escaleras de la entrada estaba él, de la mano con su chica. Bajé del auto al mismo tiempo que Eric, él se adelantó mientras yo cerraba la puerta, apresuré un poco mi paso para alcanzarlo queriendo agarrar su brazo, él me hizo una mueca que no supe descifrar y volvió su mirada hacia el frente. Fingí una sonrisa al acercarme a Caitlyn y Martis, quienes estaban conversando con otros recién llegados.
Traté de que el saludo fuera lo más seco posible porque sentía la mirada de Eric clavada en mí, expectante, al tanto de cada uno de mis movimientos.
Pasamos al gran hall, donde en una de las esquinas había una banda de jazz invitada por Caitlyn, la música, en combinación con la iluminación y la decoración del lugar generaban un ambiente cálido, había quizás alrededor de cuarenta personas, de las cuales sólo conocía a Martis, nunca había tenido mucho trato con Caitlyn, pero tampoco habíamos tenido tiempo de charlar. Y Eric tardó dos minutos en encontrar con quién hablar.
La gente se reunía alrededor de las diferentes mesas que ofrecían platos de los más variados. Por mi parte sentía un nudo en el estómago, estaba algo preocupada por lo que fuera que le estuviera pasando a Eric, vamos, es que tampoco soy tan jodida, no había hecho nada, otra cosa es el puro deseo.
Lo que me ocurría con M era algo de hacía tiempo, un mero deseo que al no concretarse no cesaba, pero también sabía que era algo imposible, no podía atravesar esos límites, ¿o sí? Me sorprendía qué tan moralista podría ser de vez en cuando.
Refunfuñando por lo bajo decidí ir hacia el rincón más tranquilo del lugar a tomar asiento un momento. En camino hacia el lugar agarré una copa que ofreció uno de los camareros, y una vez sentada me dediqué a tomar el vino de esa copa, mientras observaba a la banda de jazz dando su show.
–Hola Circe, ¿puedo? –oí una voz femenina con acento francés
–Cait, claro que sí… –asentí, ella se sentó al otro lado de la mesa.
–Martis ha estado muy nervioso estos días queriendo que todo salga perfecto, –me comentó, sonriendo.
–No puedo esperar menos de él, tiene algo que… –frené en seco y traté de aclarar mi garganta– bueno, es un–una persona que sabe lo que hace. –le devolví la sonrisa.
–A veces no puedo creer el hombre que tengo a mi lado –presumió, tenía cómo hacerlo, pensé.
–Es muy gentil… sí… –respondí.
Nuestras miradas se alejaron cuando vimos llegar a la persona de la cuál estábamos hablando. –Hermosa, estaba buscándote… –miró en dirección a Cait y se acercó a ella para darle un beso en la boca. Al alejarse de ella dirigió su mirada hacia mí.
–Cir, puedo jurar que no te había visto, lo siento –sonrió de lado– Eric está esperándote en el despacho. Me dijo que te avisara si te veía.
–¿Sucede algo? –lo miré aún más extrañada.
–No lo sé cielo, quizá tiene algo preparado para ti. –dijo en tono burlón, soltando una risita.
Caitlyn lo miró y le dio un suave golpe en su brazo, luego me miró a mí y sonrió.
–Qué ocurrente es tu marido Cait, imagino que no se aburrirán nunca –solté, mirando desafiante a Martis.– si me disculpan, deseo averiguar cuál es la sorpresa. –sonreí nuevamente en dirección a Cait.
Me alejé de ellos para ir en busca de Eric, fue algo difícil encontrar el despacho en una casa tan grande y llena de puertas por todos lados. Estuve varios minutos recorriendo los pasillos, hasta que entré en lo que parecía ser el despacho de Martis. Cerré la puerta luego de entrar y caminé en dirección a la biblioteca, delante de ella había un gran diván.
Claramente allí no estaba Eric, pensé. Realmente estaba algo preocupada por lo sucedido, aunque en el fondo sabía que era una estupidez. ¿Qué debía hacer? No había pasado nada, no entendía cómo… ¿disculparme por un sueño? Ay, por favor, qué pendejadas. ¿Qué le pasaba a Eric? Lamentándome en mis pensamientos terminé por soltar una sonrisa.
–Dicen que cada día te vuelves un poco más loca tú. –oí en un tono burlón.
Alcé mi vista arqueando una de mis cejas, y hallé a Martis mirándome desafiante. –Idiota, hace años que no te veo y decides mostrarme que sigues siendo el mismo. –solté.
Se le escapó leve carcajada.
–Costumbre querida Circe, no es tan fácil encontrar con quién reír… hablando de eso, ¿qué le está pasando a Eric? –inquirió, en un tono curioso.
–Oye, la que necesita saber qué pasa con Eric soy yo, ¿por qué él no está aquí?
–Porque se fue cielo, quería hablarlo contigo en privado. Lo noté raro. –soltó.
–¿Cómo que se fue? –dios mío, ¿en serio? Que idiota, pensé.– ¿Sabes? Estoy un poco desconcertada…
–No entiendo qué pasará entre ustedes Circe, pero si no quieres hablar de eso está bien –miré a Martis a los ojos y decidí soltarle todo.
–Me llevó entre sus brazos a la ducha con todo y ropa nos metimos ahí.
–¿Y…?
–Me desnudó, me jaló del cabello y me puso de espaldas a él… –solté
Mi voz se iba agravando un poco más al recordar cada sensación, volvía a correr el deseo en mí, tragué saliva, recordando lo salvaje que había sido eso. Los ojos de Martis parecían expectantes de pronto, como con ganas de saber más.
–¿Y qué más pasó?
–Lo que te contaré ahora te involucra y en parte me avergüenza…
–¿A mí? –soltó, elevando sus cejas, sorprendido. Yo solo asentí.
–Me susurró al oído que está cansado de oírme decir tu nombre entre sueños. –dije, en un hilo de voz. Sentí como un fuego subía por mi rostro y ruborizaba mis mejillas.
Martis se acercó a mí hasta que sólo nos separaba el diván. Yo posé mi mirada en los libros que había en esos estantes de la biblioteca frente a mí.
–Vamos, a que tienes sueños húmedos conmigo traviesa. –soltó con una risa un poco ronca, burlándose, justo como pensé que iba a suceder.
–No lo sé Martis, –decidí volver mi rostro hacia él– hay cosas que no se pueden borrar. Pero no perdería tanto por ti, ni te ilusiones. –repliqué a su burla, él me miró seriamente, apretando sus mandíbulas, y poco a poco se dibujó en su rostro una sonrisa lasciva.
–Apuesto lo que sea a que piensas en mí cuando él está cogiéndote duro. –su voz estaba cargada de no sé, ¿deseo tal vez?
–Ni en tus mejores sueños. –traté de no sonar titubeante, pero tuve que juntar mis piernas y mantenerlas apretadas.
Sus ojos claros me miraron de arriba abajo, yo traía puesto un vestido sin mangas, que dejaba al descubierto mis hombros y mi espalda, la tela se ajustaba tanto a mi cuerpo que remarcaba mi figura, y tenía un corte que permitía mostrar una de mis piernas hasta la altura de donde se supone debería pasar la tela de mi tanga. Luego de recorrer todo mi cuerpo con su mirada se acercó al diván y se recostó plácidamente en él, observándome desde ese ángulo, yo seguía de pie, alejada de él.
–Estoy bromeando, ahora no entiendo por qué una escena tan estúpida. Qué chico te has conseguido. –volvió a picarme.
–Ya Martis, odio cuando te pones en ese papel. No diré nada de tu nueva chica, y realmente les deseo lo mejor. Sólo no seas tan idiota, estoy contándote algo que me preocupa, ¿sí? No estoy para que me juzgues. –me aireé.
–Bueno, lo siento por ser parte de algo que no pedí, se ve que han cambiado algunas cosas en este tiempo. –rezongó.
–Oh, claro. Si recuerdo muy bien por qué te fuiste. O aún te crees el cuento de que iba demasiado ebria y no recuerdo mucho. –de repente algo se revolvió en mí.
Sentí que esas palabras prendían fuego mi pecho mientras las soltaba una por una. Sí recordaba como sus manos jugaron por mi cuerpo, por encima de la ropa; nunca olvidaría lo bien que se sintió el calor de su mano paseando por mi cintura, amenazando todo el tiempo con ir más hacia abajo.
Lo miré fijamente esperando alguna reacción y se formó una mueca en su rostro. Sentía los latidos de mi corazón acelerarse un poco.
–Bien, no quiero oír nada de ti, ¿sí? Sólo espero que el recuerdo de esa noche te torture tanto como a mí. –me hice a un lado y caminé hacia la salida del lugar.
Oía sus pasos tras de mí, hasta que me alcanzó tomándome del brazo.
–Ven… –susurró, y me acercó hacia su cuerpo, rodeando mi cintura con sus brazos fibrosos.
Nos miramos a los ojos, sus bonitos ojos verdes se habían tornado de un color gris. Su respiración se mezclaba con la mía, soltó mi cintura y atrajo sus dos manos hacia mi rostro, tomándome para acercarme más a él, al punto de que sus labios casi podían rosar con los míos.
–Volví para acabar con esto de una buena vez. –susurró, muy cerca de mis labios.