Extrañaba a M, es decir, extrañaba juntarnos y reírnos, mirarlo a los ojos y sentir ese algo; sentir en mi piel el deseo de acercarme más a él.
Una vez, de tanto pensarlo lo soñé. Estábamos los dos en el pórtico de la casa, fumando un cigarro compartido. Era de noche, una noche de verano porque estábamos con ropas de esa estación, la luna resplandecía y teñía nuestros rostros de un color pálido, ya que su luz se filtraba por el lugar, que era un garaje abierto, sin puertas.
Recuerdo mirarlo fijamente a esos ojos claros, y sentir un escalofríos recorrer mi espalda. En mi mente quería escapar, lo tenía muy cerca, moví mis manos y toqué la pared detrás de mí, de pronto mi espalda dio contra esa pared y él se acercó más, sin dejar de mirarme ni un segundo, sus ojos eran un fuego intenso. El ambiente comenzó a tornarse pesado, y me repetí “algo va a pasar”. Nos inundó un silencio, que ni siquiera hoy puedo decir si fue incómodo, porque realmente estaba con todos mis sentidos puestos en tratar de averiguar qué quería él de mí.
Tiró el cigarrillo al suelo, yo miré el recorrido que hizo hasta llegar al piso mientras él lo pisaba para apagarlo. Lentamente volví mi vista hacia M, y sentí como mis piernas se juntaban, en tanto el entreabría sus labios, remojándolos con su lengua. Yo solamente mantenía presionada mi boca para que no se me escapara un gemido, mierda, había sido lo más sensual que había visto en mis cortos veintidós años y ni siquiera me había tocado.
Al comprender su gesto, miré directo a sus finos labios, y repasé en mi mente la situación. Estábamos los dos en el garaje de casa, cerca, muy cerca uno del otro. De repente volví a la realidad cuando sentí su mano tocar la piel de mi cintura, que dejaba notarse al traer puesto un top que no cubría enteramente mi cuerpo. Sus largos y gruesos dedos se tambalearon sobre mi cintura y me atrajo hacia su cuerpo. ¿Íbamos a besarnos? Mierda, se suponía que éramos amigos, y que esto nunca debía pasar.
Pero como en todo sueño, cuando quieres hablar y no puedes; no podía hablar, no podía reaccionar, solo sentir.
—Te quiero besar…
Susurró esas palabras muy cerca de mis labios, su respiración se mezclaba con la mía y yo no podía soportar más esas ganas que me prendían fuego por dentro. Lo siguiente que recuerdo, es que él sujetó fuerte mi cintura con sus brazos y me apegó más hacia su cuerpo, se escapó de mi boca un pequeño gemido, al notar lo excitado que estaba. “Mierda, bésame ya”, pensaba.
Coloqué mis manos en su cuello y finalmente miré a sus ojos, y entendí que esto era ese “algo” que sentía cada vez que nos juntábamos, mi piel se erizaba porque mi cuerpo entendía que lo deseaba, que nos deseábamos.
Sin mediar palabras, cerré mis ojos y relajé mi cuerpo, mis labios se entreabrieron y sentí la humedad de su boca encontrarse con la mía. De pronto sentí tanto placer que tuve que agarrarme de sus hombros para poder comenzar el recorrido de mis labios contra los suyos. Al principio fue suave, succionaba mi labio superior con su boca, su aliento a menta y cigarrillo se impregnaba en el ambiente. Mordí suavemente su labio y desaté todo su deseo, luego de esto comenzamos a jugar con nuestras lenguas, moviéndolas en una danza sensual.
Era todo tan real, M estaba besándome, M estaba dándome a entender que me deseaba tanto como yo a él, que se comportaba como un idiota solo para que yo no me diera cuenta de que le atraía.
Era un sueño.
Me desperté escuchando unos golpes en la puerta de mi habitación ¡Toc, toc! Seguido a esto oí la voz de alguien que acababa de sacudir mis pensamientos y mi cuerpo entero.
—Circe, ¿estás ahí? —el sonido de su voz suave y rasposa de pronto me calentó muchísimo más.
Traté de acomodar mi voz, con miedo de soltar un gemido involuntario, intentando no pensar en la humedad que había entre mis piernas.
—¿Qué quieres Martis? —traté de sonar enojada, al fin y al cabo me estaba despertando de un sueño bellísimo.
Acto seguido, él abrió la puerta, lo miré sentándome en la cama y las sábanas cayeron de mi cuerpo dejando mi torso al descubierto. Si no hubiera captado su mirada posarse en mis tetas no me habría dado cuenta de ello. Tragué saliva y en esos segundos que parecieron eternos subí la sábana volviendo a cubrir mi cuerpo.
—Lo… lo siento, siento lo de ehm… —su voz sonaba titubeante, mientras señalaba hacia mis senos, entendía que se disculpaba por haberme mirado así.
—Da igual, ¿por qué me despiertas a esta hora? ¿Qué te pasa? Hoy no tengo que ir a la oficina.
—Eric y tú, Caitlyn y yo vamos a pasar este fin de semana a las cabañas, bueno, digo, quizás Eric ya te lo haya dicho, pero te estoy avisando que te levantes porque, ehm, él me mandó, en media hora salimos.
—Ok, cuando salgas cierra la puerta, ¿sí? —me recosté de nuevo en la cama y me tapé hasta la cabeza.
Después de todo, sí había sentido algo de pudor a que me viera de esa manera. Mientras volvía a apoyar mi cabeza en la almohada oía como se cerraba la puerta. Al fin estaba sola en la habitación.
Entreabrí mis piernas mientras cerraba mis ojos, acaricié mis pechos con mis manos hasta que mis pezones reaccionaron al tacto, fui destapando mi cuerpo a medida que una de mis manos bajaba hacia mis piernas y se colocaba suavemente entre ellas, con mi dedo índice abrí mis pliegues y pude sentir cómo éste se deslizaba al contacto con la humedad que había allí, sentía mi clítoris súper erecto, jugaba pasando suavemente mi dedo por ahí y sólo pensé en Martis; en su mirada deseosa al verme desnuda, y realmente no supe si me lo estaba inventando, pero tocarme imaginándolo se sentía muy placentero.
Solté un gemido suave que me lo provocó pensar que mi mano era la suya, y seguí jodiendo mi clítoris hasta abrir un poco más mis piernas e introducirme lentamente dos de mis dedos todos mojados por mis propios fluidos.
—Mhm… —se me escapó otro gemido.
—Sigue… —oí una voz susurrando.
Dios, ¿debería abrir mis ojos o dejarme llevar? Era mi momento. Sabía que era él, no se fue en ningún momento de mi habitación. Estaría loca, corriendo un riesgo tan alto, sabiendo que Eric podría entrar en cualquier momento en la habitación, sinceramente me dio igual, toda la situación me calentaba aún más. Abrí mis ojos y seguí tocándome, mientras mis caderas se hincaban hacia mi mano para poder rozar mi clítoris. Clavé mis ojos en Martis, sus claros ojos parecían brillar de una forma que nunca había visto, no dejaba de mirarme fijo mientras yo me tocaba. Y yo no paraba de sollozar anhelando llegar al clímax, sentía que estaba muy cerca de hacerlo.
Lo vi apoyar su espalda contra la puerta para mirarme desde un mejor ángulo, se relamió los labios y los mordió suavemente mientras su mirada me devoraba lentamente, paseando por cada zona de mi cuerpo y volviendo hacia mis ojos, seguí haciendo movimientos en círculo sobre mi clítoris y sentí que podía tocar el cielo con mis manos, entre tanto solo susurré su nombre
—Martis…
Mi cuerpo se incendió por completo, sentí como los latidos de mi corazón palpitaban de igual manera y vigorosidad entre mis piernas, sentía que mi mirada se perdía en sus ojos. Espasmos de ese gran orgasmo aún movían mis piernas por inercia, alcé mi vista y lo vi acercarse a mí, se arrodilló al costado de la cama y sostuvo con su fuerte mano la mía, acercándola hacia su nariz.
—Mhm, qué bien hueles… —dijo mirándome a los ojos, acercó más mi mano hacia su rostro y lamió mis dedos suavemente con su lengua sedosa, me miraba con placer y lujuria, no pude evitar gemir de nuevo, sus ojos se tornaban cada vez más de un color oscuro.
No me pregunten qué hacía una persona que se suponía era mi amigo, probando de mi néctar. Era insólito y tan prohibido que parecía inimaginable. Y pesaba en mi mente la culpa de haber sentido tanto placer con sólo miradas.
—Martis… —volví a repetir su nombre como una idiota, sin poder decir nada más.
Él me sonrió y volvió a cubrir mi cuerpo con las sábanas. Una sonrisa pícara se le escapó y cuando se alejó de mí para ir en dirección a la puerta, volteó a verme y lo vi apretar sus mandíbulas, como masticando todo lo que había pasado, tratando de procesarlo. Me regaló una mirada lasciva y salió, cerrando la puerta tras de sí.
Estaba jodida.
***
Jodidamente dormida me había quedado prendada a ese sueño. Por un instante quise refunfuñar de saber que había sido sólo eso, pero luego me sentí aliviada. Pasé toda la mañana y parte de la tarde en la oficina y en ningún momento pude sacarme de la cabeza todo aquello.
Hacía exactamente 4 años que había visto a Martis por última vez. Aunque en mis sueños siempre se le daba por aparecer.
Manteníamos contacto y de hecho conocía a mi pareja y yo a la suya. Creía que todo esto de haberlo soñado venía a raíz de la noticia que había llegado a mí. Eric iría a recoger en unos días a Martis y a su novia al aeropuerto.
Y todo esto me traía sensaciones, recordaba muchas miradas de Martis, muchas caricias que rozaban la línea de lo prohibido, ¿durante cuánto tiempo se puede disimular tanto deseo? Quizás estaba a pocos días de averiguarlo.