Un poco de suerte y giros repentinos hicieron que la madre de mi novia se hiciera adicta a mi verga.
Nunca he tenido una visión clara del amor, siempre lo he sentido y expresado liberalmente a pesar de mi corta edad y de los tabúes de la ética, religión, filosofías y demases. En momentos de pasión, todo lo que está encadenado puede desencadenarse, y es justamente lo que pasó en esta historia.
Mi familia siempre fue bastante religiosa, mis padres solían ir a la iglesia todos los domingos, tanto era su devoción o como se diga, que casi que me obligaban asistir a misa. Gracias a ello, hoy en día, la iglesia y todo lo relacionado con ella me causa repudio y rechazo.
Lo único en ese entonces que me motivaba ir a ella, era una chica muy bonita que se llamaba Elena, la cual tenía unos ojos pardos grandes, abiertos y una mirada que sentías que te escaneaba prácticamente el alma, su pelo era largo color oscuro ceniza, su sonrisa era muy bonita, como si hubiese dejado de usar frenillos hace poco. Ella era una de las pocas jóvenes que iba a misa y a mí me hervía la sangre cuando la veía. Los botones de su blusa blanca se veían ajustados y eso que no se trataba de una persona de grandes pechos, más bien medianos y en cuanto a su trasero podría decir lo mismo. Me gustaba mirarla de arriba a abajo, me imaginaba como sería tenerla en mi cama besando sus labios carnosos y acariciando su piel morena. Siempre que la miraba trataba de hacerlo lo más discretamente posible, pero un día me descubrió.
Siempre después de misa se suelen dar charlas entre los asistentes, es como la sobremesa después del almuerzo. Bueno resulta que mis padres conocieron a los padres de Elena en una de estas charlas y para suerte mía se llevaron bien. Por lo que cada vez que nuestros padres iban a misa, se daba una charla eterna entre ellos y su devoción por "el señor". Gracias ello tuve la oportunidad de acercarme a Elena, que cada vez que terminaba la misa, se sentaba en el banquillo junto a un árbol a pasos de la iglesia.
Es increíble, pero la primera vez que sucedió esto no la fui a saludar, algo me detenía, quizás era el miedo al rechazo, o por esa vez que me había descubierto mirándola obscenamente. Sin más rodeos la segunda vez me le acerqué y para sorpresa mía me saludó sin ningún problema, como si ya me conociera. Y es que es verdad, llevábamos yendo a la misma iglesia desde que éramos pequeños y con el paso de los años yo sentía que se empezaba a manifestar una tensión sexual en el ambiente, cada vez que estábamos cerca. Para cuando esa tensión no daba para más, yo tenía 21 y ella 19 y fue justo en esos días, de cuando Elena se sentaba en esa banquilla cerca de la iglesia, cuando nuestra relación empezó a florecer. Empezamos a encontrar que teníamos cosas en común, nuestro gusto por la música, la discrepancia por la iglesia y… el sexo.
Pasaron muy pocos domingos para que la relación entre Elena y yo subiera de escalón. En algún momento le pregunté porqué es que casi siempre usaba la misma ropa para ir a la iglesia, ya que siempre vestía su blusa blanca y jeans azul claro. A lo que ella me respondía, a que se debía a que ni su madre ni su padre estaban interesados en comprarle ropa nueva. De cierta manera lo entendía pero después de un silencio me dijo:
"Y también porque nunca me dejas de mirar cuando las uso".
Y ahí fue en cuando no dudé y le di un beso, que se sintió eterno. Sentir su lengua mientras con una de mis manos tocaba su cadera y luego abdomen, era un sueño. Cada vez que nos besábamos mi mano exploraba una nueva parte de su cuerpo, hasta que nos detuvimos. Los dos estábamos demasiado excitados y nuestra temperatura era tanta que estábamos sudando, el día tampoco nos apoyaba en ese sentido. Después de eso quedamos en juntarnos el siguiente domingo, pero algo terrible pasó, la madre de Elena nos encontró besándonos cuando esta la llamaba para irse a casa.
Y ustedes se preguntarán, como es eso posible si tiene 19 años, puede irse a casa sola. Pues así son las familias fanáticas y conservadoras (no todas) y las hay peores.
Para cuando Elena se había ido yo ya tenía su número de hace unos días atrás así que empezamos a organizarnos y a salir, esta vez íbamos a lugares donde había poca gente y teníamos encuentros casuales en parques, llevábamos mantas y cualquier cosa que nos sirviera para ocultar que teníamos sexo. Muchas veces nos encontrábamos en posiciones extrañas cuando la gente pasaba. Lo bueno es que Elena no gemía fuerte, si había algo que me encantaba era mirar su cara cuando tenía un orgasmo, pasaba de ser una mujer tan pura de ir a una iglesia, a ser una verdadera puta adicta a mi semen. Nos amábamos mucho, nos encargábamos de cumplir todas nuestras fantasías sexuales.
Mucho antes de que nuestros padres lo supieran nosotros ya éramos novios y Elena les explico a los suyos de que el beso de aquella vez cuando su madre nos descubrió, no había sido casual y que sentía algo por mí.
Su madre lo aceptó, a lo que reaccioné contento porque no me lo esperaba, de hecho me esperaba una negativa y me emocioné cuando Elena me contó por Whatsapp, que su madre aprobaba nuestra relación.
Y así fue como conocí a Gloria, la madre de mi novia. Una mujer no más grande que mi novia (1.65), pero que lo tenía todo.
De verla en la iglesia a verla en un apretado pijama paseándose por su casa, cambio bastante mi perspectiva. Era una de esas milfs "gordibuenas". Todo lo que tenía mi novia, su madre lo tenía por dos, en resumen el doble de tamaño de sus pechos, un culo grande y parado. Pero la singularidad más grande que tenía, era su alegría e inocencia. Nunca me sentí intimidado por ella a pesar de que a veces se enojaba con su marido o con su hija enfrente de mí. Ella siempre me trató con respeto y no sabía que había metido un diablillo en su casa.
Y hablando de su casa, era bastante bonita, claro que era heredada por la familia de su marido, tenía dos pisos, abajo estaba el living y el dormitorio de mi novia y arriba estaba el dormitorio de la empleada y de los padres de Elena.
Pasó mucho tiempo, mi relación con Elena no podía ser mejor, tenía mucho apego a su familia, incluso me sentía uno de ellos, creo que a Elena le pasó lo mismo con la mía. Ya eran 2 años y me había enterado de todo. El árbol familiar, los viajes, hasta los dramas familiares. Habían cosas que me impactaban escuchar, Elena me solía contar anécdotas de sus padres, pero las que más me impactaban era cuando me contaba historias sobre Gloria.
– Cuando mi madre estuvo embarazada esperándome a mí, mi padre salía casi siempre de casa a trabajar para mantenernos. Un día mi madre me contó, que una tarde un vecino, supuesto amigo de la familia, estaba borracho y tocó el timbre de la casa, buscando a mi padre. Pero mi madre dijo que no se encontraba y que estaba trabajando. A pesar de eso el tipo insistió diciendo que podía esperar adentro. Mi madre, que era joven y aún más bonita e inocente en ese entonces lo dejó pasar, pensando en que se trataba de problemas de dinero entre mi padre y ese hombre. En un momento el sujeto pilló a mi madre desprevenida, la agarró fuertemente de los brazos y la guío al cuarto más cercano. Y pasó lo inevitable".
El vecino había violado a Gloria estando embarazada, Elena me detallaba cada detalle mientras yo escuchaba:
– Mi madre me contaba que sentía mucha vergüenza por contarme su historia, pero también sentía que era bueno para prevenir de que algo así me ocurriera, ella me decía:
– Cuando el tipo me llevó al cuarto simplemente cerré los ojos, sabía que no estaba en posición de hacer algo, te tenía a ti y no podía forzar mi cuerpo o escapar, por miedo a perderte. El hombre que me violó no perdió su tiempo, empezó a tocarme de arriba a abajo sin parar, me succionaba leche de mis pechos, mordía mis pezones y me besaba sin parar, era imposible que mi concha no se pusiera húmeda.
Durante mi embarazo estuve muy cachonda y tu padre siempre me fue infiel, así que no teníamos contacto alguno en la cama. Por lo que ese día, cuando el vecino entró a la casa, cada vez que me embestía poco a poco empezaba a disfrutarlo, hasta que finalmente después de varios minutos se corrió dentro. El tipo se fue eventualmente y a las pocas horas llegó tu padre, para ese entonces yo ya me había bañado y borrado rastro de todo lo ocurrido.
Quedé impactado con su historia, no sabía que decirle a Elena la vez que me la contó. Fue ahí donde algo hizo "click" en mí. Estaba sintiendo atracción por Gloria, aparte de su belleza, me estaba gustando su fortaleza, alegría e ingenuidad.
Con el pasar de los días esta atracción paso a ser más evidente, yo sabía que Gloría pasaba por una frustración sexual y que no tenía contacto con su marido, también sabía que alguien joven podía ser tentador para ella. Así que empecé ir días a casa de Elena cuando sabía que era más probable que encontrara a Gloria sola.
Traté de ser evidente. Cuando ella me sonreía yo le sonreía con una mirada más "picaresca", cuando ella movía su pelo estando cerca mío, no podía evitar que se me parara, su aroma era intenso y cada vez que nos encontrábamos solos había una tensión sexual más evidente.
Por mi parte, me entusiasmaba el hecho de tener sexo con la madre de mi novia y por otra, no podía creer que quizás mi futura suegra de 45 años pudiese ser una posible perra personal.
Hasta que al fin llegó el día, en el que toda la familia estaba fuera menos Gloria. Ese día había hablado con Elena por Whatsapp y le había preguntado si estaría en casa, a lo que me dijo que no y que regresaría muy tarde porque estaba en la casa de su mejor amiga.
Asumiendo que el padre estaría en otro lugar siéndole infiel a Gloria, fui a su casa inventando una excusa de que Elena me dijo que la esperara allí.
– ¡Aster que lindo estás, ¿esperas a Elena? -Me preguntó Gloria.
A lo que respondí sí, bastante cortante. Ella me preguntaba si pasaba algo malo y yo le decía que no. Que necesitaba hablar con ella a solas.
Sin más ella me guio al living, donde hablamos de cosas muy banales. Incluso hablamos de la fidelidad y cuál era la visión de la iglesia acerca de ella. Fue ahí cuando la conversación se tornó algo incomoda, hubo un silencio y dejamos de hablar, hasta que todo cambió, cuando le dije que se veía hermosa mientras me la comía con la mirada. Ella se percató y solo sonrió mientras sus mejillas se tornaban rojas.
– Gloria no sabes cuánto te deseo. – Le dije con la voz algo entrecortada.
– Lo sé. – Me dijo mientras sonreía.
La abracé y fundí mi cabeza en sus pechos mientras olía su aroma de perfume de frutas. Seguido a eso nos empezamos a tocar y besar desenfrenadamente, mientras las ropas caían una por una, haciendo camino hacía el cuarto de Elena.
Desnuda Gloria se dejó caer en la cama y al fin pude admirar su desnudo cuerpo, esos pechos tan grandes al fin los podía tocar, a pesar de tener manos grandes, sus senos superaban más de lo que podía agarrar con una mano.
Tomé la iniciativa y lo primero que hice fue hacerle un oral, metiendo mi lengua lo más profundo posible. Estoy seguro que fue el mejor oral de su vida, porque después de unos minutos me rogó que se la metiera.
Ver a la madre de mi novia tan vulnerable, lo único que hizo fue excitarme más de lo normal. Por lo que con tan solo 10 minutos de embestirla duramente y sin parar me corrí dentro sin poder evitarlo. Sus gemidos eran canto para mis oídos, de verdad amaba a esa mujer. Su interior se sentía tan apretado y rico que sentía que la satisfacción de hacerle el amor valía el doble de hacérselo a su hija.
Elena tenía mucho que aprender de su madre, en tan solo minutos Gloria hizo que me corriera y lo único que hizo fue presionar su concha con toda la fuerza posible para exprimir la verga de su nuevo amante.
Después de haberme corrido por primera vez en su vagina, ambos quedamos exhaustos, caí a su lado y ella no paraba de decir que me amaba y que fue lo mejor que había hecho en años. Empezamos a besarnos hasta que de nuevo se me paró. Tenía ganas de que se me pusiera encima y sin decirle nada ella lo hizo, como si estuviéramos conectados. Solo quería sentir su peso encima de mí. Quería morir de un orgasmo y ella también, simplemente lo sabía, por la forma en que movía sus anchas caderas. Sentir sus glúteos rebotando en mis piernas y mis pelotas húmedas mientras nuestros jugos y sudor recorría nuestros cuerpos, no tenía precio. Para cuando ya estábamos por llegar nuevamente, apreté sus enormes senos con toda mi fuerza mientras la embestía. Ya no podía aguantar más, la perra sucia me gritaba:
– ¡Házmelo como a Elenita hijo de puta! – Me decía, mientras sus ojos se desorbitaban.
Después de eso, me corrí inevitablemente por segunda vez, esta vez había durado 20 minutos. Mi pene me dolía, estaba muy irritado sin embargo lo único que pensaba, es que quería hacerlo una y otra vez más con esa gran puta que tenía al lado.
No le di descanso, después de haber terminado en su concha, seguí usando los dedos para forzar más sus orgasmos, Gloria se retorcía y sus ojos se tornaban blancos. Me decía que parara, pero para mí era imposible. A ella le tambaleaba todo el cuerpo, solo bastaba con que le tocara un pezón para que se retorciera y gimiera. Mirando como sufría y orgasmeaba a la vez, se me paró de nuevo, pero esta vez la puse en cuatro. Y esos 15 minutos fueron los mejores de mi vida cada vez que se la clavaba hasta el fondo ella gritaba, estaba demasiado sensible y sus gemidos se convirtieron en gritos entre cortados por orgasmos continuos. Dentro de mí sentía solo placer y plenitud de saber que al igual que yo, ella estaba pasando uno de los mejores días de su vida.
Saqué mi pene justo antes de correrme y la agarré del pelo dirigiendo su boca a mi miembro, me corrí mientras su lengua me succionaba y lamía cada gota de semen hasta tragárselo todo.
Sinceramente nunca pensé que una ama de casa que asistía a iglesias, podía ser una perra tan hecha y derecha.
Gracias Gloria