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Luisa la esposa de Carlos: Sexo anal en el carro
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Después de aquella aventura debajo de la escalera y que descubrimos los dos que nos atraíamos, le llamé un lunes después de ese viernes que nos reunimos los amigos.

Le comenté si podía salir a tomar un café y platicar, ella contesto que sí, que nos viéramos en un centro comercial, que está un poco solitario por las mañanas y en donde podíamos estar tranquilos.

Nos quedamos de ver a las 10:00 de la mañana en un lugar donde se podía sentar a tomar un café tranquilamente, ya que estaba acondicionado para que no se viera desde el exterior.

Yo estaba nervioso y un poco desesperado, ella llegó puntual y estaba vestida divina, traía una faldita corta a medio muslo con zapatillas y blusa holgada, debajo se apreciaba el sostén de licra y tenía el pelo recogido, estaba bellísima.

Yo me levanté y la saludé con un abrazo, sintiendo sus pechos voluminosos y su aroma dulce y agradable, nos dimos un beso entre la mejilla y los labios, volví a saborear esos labios tiernos y no me contuve, la tomé de la cintura y la besé, ella me tomó del cuello y nos fundimos en un beso apasionado y tierno, nos separamos y ella como si nada se sentó y comenzamos a platicar de lo que había sucedido.

Me comentó que varias veces me había cachado viéndole las piernas y sus senos, que cada vez que nos saludábamos de beso sentía el roce de mis labios con los suyos, yo apenado le dije que era verdad que con el tiempo me había atraído mucho y que más de alguna vez, logré verle sus piernas y sus pantis.

Ella se sonrojó y me dijo que estábamos a mano, ya que varias veces me veía mi verga por encima del pantalón y que algunas veces logró ver como se me marcaba en algunos tipos de pantalones, que una vez que fuimos a jugar fútbol con su marido, logró ver mi verga al estar sentado.

Así se nos pasó el tiempo, entre la plática y el café, contándonos nuestras anécdotas íntimas, que por cierto supe que su marido, mi amigo Carlos, le gustaba cogérsela por el culo, y que a ella le gustaba mamar la verga, que al principio no le gustaba, pero con el tiempo fue acoplándose y le comenzó a gustar.

Que una vez se la chupó en un cine viendo la película de La Bella y la Bestia. Pude conocer su lado íntimo.

En eso estábamos cuando nos percatamos que ya era tarde, que tenía que pasar por sus hijos a la escuela y tendría que regresar a hacer la comida, nos dirigimos al estacionamiento que está en el sótano del centro comercial, y estaba casi vacío, solo había como unos diez coches, ella lo había dejado detrás de unos pilares y la acompañé hasta su coche, ella lo abrió y nos abrazamos y nos besamos, la empecé a acariciar la espalda y ella me respondió, le besé su cuello, sus orejas y le comencé a acariciar su cuerpo.

En eso sentí como ella también me acarició mi verga encima del pantalón, y yo le agarré las tetas que tenían el pezón hinchado y parado.

Le levanté la faldita y le acaricié las nalgas, supe que traía una tanga, le amasé las nalgas y no pude más, me saqué la verga y ella la agarró con sus manos, me la acarició y se agachó, comenzó a mamármela, sentía muy rico y ella parecía que lo disfrutaba mucho, lograba escuchar los sonidos de la saliva y la succión que le hacía a mi verga.

L: ¡Oh, ¡Luisa, uhm, que rico!

Luisa: ¡Me encanta tu vergota!

En ese instante, me solté y abrí la puerta de atrás de su auto, la metí en la parte trasera y la acomodé en el sillón, me acosté a su lado y la empecé a besar, con una mano le acariciaba las tetas y con la otra comencé a sobarle su panochita.

Estaba muy mojada. Escurrían chorros de su flujo en su panochita… no se la había conocido antes, tenía arreglado el vello púbico, de triángulo y estaba suave.

Empecé a masturbarla y no dejaba de besarla y acariciarla, ella empezó gemir.

Luisa: ¡Si, así Luis, méteme tus dedos, ah!

L: ¡Luisa, que rica vagina, uhm!

Le metí dos dedos en su vagina que resbalaban suavemente, y empecé el mete saca son los dedos, ella gemía más y más, entonces metí un dedo por su culito y ella gimió más… Le estaba gustando y logre sentir como me apretó los dedos con su vagina y se le vino un orgasmo placentero.

Luisa: ¡Ah!! ¡Así mi amor, que rico, ah!

L: Si, ¡córrete amor!

En ese instante me levanté y me bajé los pantalones, le apunté mi verga en su vagina y de un solo golpe se la metí hasta el fondo.

Luisa: ¡Ah! Así que rica verga! mmm así muévete más!! Así que rico, ¡ah!

L: ¡Ah, nena, uhm, que rico aprietas!

La embestía fuerte, le besaba su boca y mordía sus ricas tetas, no me importaba ser un traidor, estaba gozando de lo lindo a la esposa de mi amigo Carlos.

Luisa: ¡Ah, si api, ah, me voy a venir, agh!

L: ¡Ah, que rico nena, ah!

Yo seguí cogiéndola y como aun no terminaba, aproveché para hacerla mía de todas partes. Así que se acomodó en el sillón de lado y lo aproveché para poner mi verga en la entrada de su culo, sus manos estaban apoyadas en el sillón y me dijo:

Luisa: ¡No por el culo no! ese está reservado para mi marido!

Pero yo estaba poseído por la calentura y solo recargué mi cuerpo en el suyo… y mi verga se metió poco a poco…

Luisa: ¡Mmm, ah, uhm!!

L: ¡Oh, Luisa!!! ¡Que rico culo, uhm!!

Empezó a pujar y pujar, mi verga entró rápidamente y comencé a cogérmela, con el vaivén del meter y saca, disfrutaba su hermoso culo.

Ella gemía, sentía su culo apretadito y no tarde mucho en que sintiera mi espasmo de una corrida tremenda. Por unos segundos pensé si podía terminar dentro de ella, me acordé que mi amigo (su esposo) si terminaba dentro, así que me vacié dentro de ella con chorros de semen.

L: ¡Ah, Luisa, ¡que rico culo!

Luisa: ¡Luis, uhm!!!

Cuando terminé, ella se acostó en el sillón y yo encima de ella, la besé suavemente y la acaricié, ella me miró y me dijo que era malo, que me había dicho que por ahí no, que esa noche tendría sexo con su marido y que a lo mejor puede enterarse que se la cogieron por el culo, le dije que no tuviera pendiente, que le dijera que estaba indispuesta y ya.

La ayudé a arreglarse su ropa y acomodarse la tanga, la abracé y la besé mucho, en verdad me estaba apasionando con Luisa, me atraía mucho y nos despedimos, no sin antes darnos un beso entre la mejilla y los labios.

Quedamos de volver a vernos, pero ahora la idea sería en un motel.

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