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Los secretos de mi sobrina
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Desde que me divorcié, todas las temporadas me reservo una semana para ir a la casa de mi hermana, en Córdoba, una provincia que se destaca por sus hermosos paisajes, su aire puro y la belleza de sus mujeres. Yo soy cordobés de nacimiento, pero la ginecología me mudó a Buenos Aires y sólo regresé a mi provincia después de la separación.

Esa semana era siempre la esperaba durante todo el verano para relajar de verdad, sin los chicos y sin mi ex pidiéndome cosas todo el tiempo. Si no fuera porque no me gustaría para nada perder el contacto directo con mis hijos, me hubiese vuelto para poner mi consultorio de ginecología para allá, lejos de todo y cerca de mis afectos y de mi infancia.

Mi hermana estaba juntada hacía diez años con su pareja, que tenía una hija de un matrimonio anterior, y además tuvieron a las mellizas hace tres años. Nuria, así se llama la hija de mi cuñado me conoció cuando tenía 12 años y recién volví a verla el verano pasado, ya con 22 y convertida en una hembra monumental.

Nuria es grandota por su descendencia alemana y tiene unas caderas anchas que le marcan un culo espectacular y redondo. También tiene tetas grandes, ya desde que era chicha se notaba que le iban a crecer a full. Cuando mi cuñado se separó de su ex, Nuria prefirió quedarse en la Argentina y no irse a vivir a Alemania. Pero mantenía el contacto con su madre y viajaba siempre que podía a visitarla.

Para no invadir la intimidad de la familia de mi hermana, siempre elegía alguna de las semanas en la que Nuria se iba de vacaciones con su madre a Alemania, pero este año coincidimos porque decidió no viajar para poder adelantar sus estudios de arquitectura para poder viajar más tiempo una vez recibida.

La casa de mi hermana en Córdoba era ideal para mi tranquilidad porque me mandaban siempre a la habitación que estaba detrás de la pileta. Que mi hermana utiliza de consultorio para sus pacientes. Y cuando llegué el impacto fue total.

Mientras mi hermana me llevaba para la habitación a guardar las cosas, me encontré con Nuria tirada al borde de la pileta con una diminuta tanga que apenas le cubría el culo con una tirita color flúo. La pendeja estaba con los auriculares al taco así que no escuchó cuando mi hermana habló.

“Nuria, llegó el tío Raúl, no sé si te acordás de él”. Nuria se levantó rápido, tenía el bretel desabrochado y no pudo taparse bien las tetas porque con una de sus manos corrió el auricular para que su mamá le repitiera.

“Que llegó el tío Raúl”, le gritó cuando ya no hacía falta. Yo no podía dejar de espiarle el culo, no había dejado las cosas en mi cuarto que esta rubia de 22 años me la había puesto dura con su culo al aire, apenitas decorado con las gotitas del chapuzón que seguramente se había dado un rato antes.

Cuando me vio me dio la sensación de que se puso un poco más tímida. Se abrochó como pudo el diminuto bikini que apenas le tapaba la zona de los pezones de sus enormes tetas. Se incorporó y noté que era apenas un poco más alta que yo y me dio un abrazo tierno.

“Hola tío, tantos años, qué lindas que te quedan esas canas. Estás intacto para cumplir 55”. Me dijo con gran sensatez porque dos días más tarde llegaría mi cumpleaños y por eso había elegido pasarlo en familia y en mi tierra.

Nuria olía a bronceador y destilaba calor por sus poros. No sé por qué, pero también me pareció notar que algo la había mojado mi presencia. Yo me tapé la erección con la chaqueta y me dejé abrazar por Nuria que me dio un beso con sus labios en la mejilla y eso me la endureció un poco más. Pensé que iba a estar difícil la temporada de pileta porque ese culo me la iba a poner al palo siempre.

A diferencia de los otros viajes, este ya tenía esa adrenalina que es indispensable para que sean divertidos. Una pendeja tan sensual, con un cuerpo escultural y nada menos que al hablarme me dijera Tío, me provocaba erecciones permanentes y eso también es saludable en vacaciones.

El culo de esta pendeja me la había puesto tiesa. Así que, con la excusa del cansancio del viaje, me pegué un baño gratificante y me hice una regia paja para para calmar un poco la calentura. La imagen de ese cuerpazo apenas tapado por una rajita en el culo me había puesto a mil.

Las temperaturas en Córdoba son altas en el verano, así que prácticamente andábamos todos en traje de baño y apenas nos poníamos una remera encima para almorzar o cenar. Nuria se la pasaba buena parte de la tarde estudiando en su dormitorio y recién aparecía a la tardecita para darse un chapuzón en la pileta y escuchar música con sus auriculares. Era una mujer silenciosa, eso la hacía un poco más deseable, destilaba sensualidad en cada movimiento y tenía un cuerpazo escultural. No teníamos mucho diálogo, salvo algunas intervenciones casuales durante los momentos familiares.

“Yo tendría que ir al ginecólogo alguna vez. Pero como no tengo ni novio por ahora no hace falta”, dijo una noche luego de que mi hermana le contara que yo era un profesional prestigioso en Buenos Aires.

“Siempre es conveniente hacerse chequeos, sobre todo si empezás a tu edad que cualquier cosa que no esté bien la agarrás a tiempo”, respondí por cortesía, pero sin dejar de imaginar lo lindo que sería inspeccionar esa conchita joven.

“Acá hay un montón de excelentes ginecólogos o ginecólogas que te puedo recomendar”. Insistí como para que notara que no había sido un dato menor su inquietud ginecológica y que yo estaba dispuesto a darle una mano.

La imagen de Nuria con las piernas abiertas en la camilla de mi consultorio me empezó a perturbar más y más. Hacía un calor insoportable y no me podía dormir, un poco porque había tomado mucho y otro poco porque seguía caliente. Me tiré en una de las reposeras con los auriculares y la música clásica al mango. Y me quedé dormido.

Había tomado mucho y mezclado y estaba confundido. Sentí la voz de Nuria que me decía algo de Tío, pero no reaccioné. No sé cuánto tiempo había pasado pero al cabo de un rato sentí una sensación inconfundible que me despabiló enseguida y me dejó sin palabras.

Nuria estaba prendida a mi pija que asomaba erecta e hinchada por el orificio del calzoncillo. Fingí seguir dormido para darle a esa pendeja su merecida leche. Se había inclinado en la reposera y podía ver como se la comía hasta la raíz mientras gemía y me succionaba el glande con sus labios carnosos. Con su lengua recorría todo el tronco hasta llegar a los huevos. Gemía como una perra y su culo era un espectáculo. Yo seguía fingiendo la inconsciencia de la borrachera y sin movimiento o aviso alguno le descargué toda la leche en la boca cuando la tenía metida hasta los huevos.

Nuria tosió con la descarga esperma tibia, pero empezó a succionarla con desesperación. Gemía y se tocaba, pero no quería dejar rastros. Siguió chupándola hasta que vio que no quedaba ningún resto de esperma. Y yo amagué una respiración más profunda, como las de los que están dormidos para no tener que dar ni recibir explicaciones. Y lo sobreactué con un par de ronquidos más profundos. Ella acomodó mi miembro dentro del calzoncillo, le dio un besito por encima y se fue casi en puntas de pie, como tratando de no hacer ruido. Mi sobrina tenía un secreto que no sabía que yo sabía. Y eso iba a jugar en mi favor.

Ese domingo, previo a mi cumpleaños, mi hermana y su marido se habían ido a pasar el día a lo de unos amigos así que la casa quedó enteramente libre para mis intenciones con Nuria. Seguía haciendo un calor insoportable así que la pileta, donde esa pendeja se había puesto caliente y me había comido sin mi consentimiento la pija, podría ser un gran lugar para intentar una revancha. Y no hizo falta que pensara en ningún plan para acercarme a Nuria porque a la media hora de que se fue mi hermana, apareció en la pileta con un bikini que apenas le tapaba el culo y las tetas y un bronceador en la mano.

“Tío, ¿me podrías ayudar con la crema que mamá se fue y no llego en la espalda?”, me preguntó sin darme mucha opción a la respuesta porque se acostó boca abajo en la reposera y se desabrochó el nudo de la parte de arriba para dejar al descubierto toda la espalda. Mi pija reaccionó al instante y mi erección, imposible de disimular. En algún punto ella había abusado de mi inconsciencia, así que putita era y le gustaba la pija.

Tenía una piel suave y se corrió el pelo por encima de los hombros para dejarlos al descubierto. Estaba un poco nervioso por la situación. Pero caliente con esa pendeja. Le pasé el bronceador como con descuido. Como quien no está muy interesado en la situación, froté más fuerte en la parte de la cintura y me detuve justo antes del culo. Tenía ganas de apretárselo, comérselo, era perfecto, la tirita dejaba asomar una concha también con labios carnosos y depilados a ambos costados del bikini.

Para hacer que la crema desapareciera en su fiel la frotaba con firmeza en la zona del cuello y los omóplatos y eso le gustaba porque le erizaba la piel. Oprimía las yemas de mis dedos para que sintiera mis manos en su espalda y en la cintura. Nuria era toda juventud. Tenía bien marcados los músculos de la espalda, las gotas de crema caían hacia el hueco que dejaba entre su cintura y el comienzo de sus pronunciadas y perfectas nalgas.

“Listo”, le avisé antes de quitar las manos. Seguía nervioso y caliente. Y tenía la pija hinchada y latiendo debajo de mi short. “Gracias Tío, se nota que esas manos saben. Son muy suaves”, me dijo mientras se volvía a atar el corpiño y sus dos enormes globos se bamboleaban con una telita que apenas le cubría los pezones.

El día había empezado bien con una impresionante chupada de pija. Pero no quería incomodarla con ningún comentario, así que me fui a la heladera a buscar unas cervezas y me tiré a tomar sol con ella. Era un espectáculo verla tirarse en la pileta, se ponía en puntitas de pie y el orto se le paraba más aún. Se inclinaba hasta que parecía que el propio peso de las tetas la metía de cabeza en la piscina.

Yo me tomé varias birras, estaba medio borrachito mirando y deseando que ese bomboncito rubio tomara la iniciativa. Me pidió mi celular y me avisó que se iba al pueblo a comprar cosas porque mi hermana seguía sin dar señales y no había nada para la cena.

“Cualquier cosa te escribo”, me dijo con su celular en la mano. Nuria se agachó de tal forma que sus dos enormes tetas quedaron casi a centímetros de mi cara. No pude dejar de mirarlas. Y ella lo notó. Se las hubiera chupado todas pero me contuve. “Decime el número tío, así te agendo”. Me recordó todavía con los dos pechos casi pegados a mi cara. “Dale ahí te paso”, y le repetí el número para que lo guardara. “Cualquier cosa te mando un whatsapp”. Me dijo y se incorporó con sus tetas casi al aire.

Mi hermana avisó que llegaría tarde o que se quedarían a dormir allá si es que tomaban mucho en la cena. Que ya tenían todo para el asado de mi cumpleaños “Avisale a Nuria, que no responde nunca”, me pidió antes de cortar la breve llamada.

Yo estaba medio picado por las birra y al palo por esta pendeja porque sabía que se me iba a dar. Me adelanté y le mandé un mensaje

“Me avisaron que no vienen a comer tus viejos así que no te preocupes con la cena. Traete unas cervezas. Yo me arreglo con cualquier cosa para comer, lo que a vos te guste está bien”, le escribí escuetamente, no esperando respuesta alguna.

Pero al rato me sorprendió otra vez.

“Hola tío, perfecto” decía el primer mensaje.

“Con respecto a lo que a mi me guste… te cuento un secreto: “me encantan tus canas, me excitan. Y pensarte pasando tu lengua por todos mis orificios y mis pechos me tiene como loca. Muero por coger con vos y sentirte adentro. Y que me digas todas las chanchadas que se te ocurran para hacerme mojar cada vez más y que me chorreen por las piernas mucho líquido de mi interior”.

Me puso al palo. Mal. “Tengo otro secreto: me encanta tu pija parada. No sabes cómo me la comería otra vez. Y que me la des en la garganta. Es algo que me enloquece y me tiene caliente desde anoche. Quiero que me domines y ser tu putita. Me vas a comer toda? Hasta hace unos meses tenía 21 así que soy una nena, una pendeja que quiere que vos te la cojas y le des la sacudida de su vida”.

Empecé a tocarme, seguía tomando cerveza en la pileta leyendo sus mensajes calientes. “A los jovatos como vos me gusta montármelos y que me agarren la cola fuerte hasta dejarme los cachetes colorados. Es como que me desespera… Y que me pasen la lengua por el ano me de ayuda para predisponer mi cuerpo y que se abra esa puerta, a lo mejor con vos se abre”…

Mi pija estaba a punto de explotar pero evite hacerme una paja por miedo a que Nuria regresara y no se me volviera a parar. No respondí nada.

“Me ponen cachonda los maduros como vos tío, que hace latir la conchita saber que sos ginecólogo y con esas manos podes hacer enloquecer a cualquiera. Pero necesito sentir tu pene en mi boca, en mi concha, en mi cola. Me encanta que seas jobato. Es lo que más me excita”.

Y me mandó una foto de sus labios de la vagina bien abiertos, chorreando un líquido viscoso. “Me pusiste putita, tío, te la mando para que estés bien al palo y me rompas la colita… Y me cojas por la cola en diferentes posiciones me encanta cambiar de posición cuando me cogen por la cola. Sentada encima. De frente, de espalda arriba. Boca abajo, y que besen el cuello los bombos mientras me rompen la cola… De costado pero por la cola también me encanta… Creo que me gusta más el sexo anal que en la vaginal”

El calor estaba insoportable, yo me di una ducha con agua fría para bajar un poco la calentura pero me puse un bóxer en lugar de la malla para que sacar la pija fuera mucho más fácil y no se me apretara contra el sujetador.

Nuria estacionó el auto y vino directo para el sector de la pileta y antes que de que me dijera nada la atraje con mis brazos y quedó acostaba arriba a mío con las tetas de un lado y el culo del otro.

Mi erección era tremenda, ella rozó la pija varias veces con el brazo hasta que le apreté uno de los cachetes y le pegué una fuerte nalgada. Ella dio un gemido fuerte y sensual. Le dio otra un poco más fuerte y le quedó bien colorada. “Te gusta putita no? ahora vas a ver lo que es que te coja tu tío”, le dije mientras le di una nalgada más fuerte y con la otra le pellizque uno de los pezones.

“Haceme lo que quieras tío, soy tu sobrina puta”.

De los pelos la puse frente a mi pija. “Cométela hasta que te diga” y la hundí con fuerza desde la nuca. Nuria trataba de zafarse pero se la hundía un poco más. Me acosté en la reposera y la giré como para que su concha quedara arriba de mi cara y le hundí la lengua hasta donde pude. Con las dos manos le metía dedos en el culo. Los alternaba entre el culo y la concha para que estuvieran más húmedos y no su ano apretado no se resintiera. La reacción era instantánea. Apoyaba las yemas cerca de su orificio y ella empujaba para que el dedo se deslizara hacia adentro. Hacía presión también contra mi cara. “Mordeme el clítoris, que me duela”, me pedía y se retorcía como una yegua.

Tenía una voz dulce y sus gemidos eran excitantes. Gritaba y pedía. “Tío, haceme gozar y se fue acomodando de tal manera que mi miembro quedó apoyado en su culo. De un empujón la dejé clavada en mi pija. Lo tenía dilatado pero mi verga es ancha cuando está bien al palo y quedó inmóvil. “Ay, Ay, enterrala más, hacé sufrir a tu sobrinita puta” y con un meneo de su cintura se la clavó hasta que los huevos rozaron con su vagina.

Mi pija se perdió en su culo y ella se inclinó para adelante agarrándose de mis tobillos y en cuclillas para que mi pija se le enterrara más y más en su culo. Yo le apretaba las nalgas y se las abría para que la penetración fuera más profunda. “Tío rómpeme el culo, hasta que me duela”. Me imploró mientras se chupaba las tetas y se mordía los pezones gritando y gimiendo mientras subía y bajaba por mi verga. Cabalgaba arriba de mi pija hasta que sentía que sus huevos le rozaban el clítoris y empezaba a frotarse más y más con la pija hasta el fondo.

Sentí como llegaba al orgasmo porque el chorro de su conchita hirviendo me llegó casi hasta los pies y porque se retorcía y se apretaba más y más contra mi pelvis para enterrarse un poco más la pija en ese culo perfecto y redondo, todo colorado por las palmadas que le había dado.

Nuria se había relajado un poco pero mi verga seguía muy hinchada y caliente. Así que la puse en cuatro y volví a enterrársela hasta el fondo. “Abrite las nalgas así te entra más”, le pedí y quedó con las dos tetas aplastando la colchoneta de la reposera como el día en que la conocí.

Nuria se abría todo lo que podía las nalgas y me decía que la cogiera más fuerte. “Tío tenés una pija hermosa, enterrala más”, y se estiraba los cachetes con los dedos para que su culo se abriera más y más.

“Llenalo de leche, déjame las piernas chorreando con tu lechita, dale Tío hace feliz a tu sobrinita puta”, me decía con voz sensual y gimiendo ante cada una de mis embestidas.

No pude aguantar mucho más, ella seguía abriéndose las nalgas con sus dos manos y pidiéndome que la embistiera con fuerza. La hundí lo más que pude la verga y descargué toda mi calentura acumulada con un orgasmo que duró una eternidad. Me temblaban las piernas mientras sentía que mi miembro seguía escupiendo leche en ese exquisito, joven y prohibido culo. Veía mi esperma chorreando en las piernas de mi sobrina, que seguía masturbándose y retorciéndose con pequeños chorritos de sus jugos ardientes.

Se incorporó apenas y se metió la pija en la boca que ya estaba más blanda pero chorreando mi leche y sus jugos.

“Es muy rica tu leche tío, pero la otra noche cuando estabas borracho, te la tomé toda, que ese sea siempre nuestro secreto de familia”.

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