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Los pies de mi crush madura
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Hace 4 años rentaba un departamento en un edificio, yo vivía en el primer piso y Verito vivía con su hijo en el departamento que está justo arriba del mío. La primera vez que la vi pensé que ella tenía unos 32 o 33 años y no me pareció raro que tuviera un hijo como de unos 7, lo que sí me extrañó es que nunca la vi con un vato por lo que pensé que era mamá soltera.

Verito mide aprox. 1.65 m. de estatura pero con unas caderas maravillosas, morenita, ojos grandes, cabello negro y lacio, siempre vestida entallada y calzado abierto.

Yo salía a las 7:30 a.m. para ir al trabajo justo a la hora que ella también, bañada en su fragancia sensual y con un maquillaje discreto pero que la hacía ver muy linda. Todas las mañanas bajaba apresuradamente las escaleras y se subía a su auto, algunas veces la saludaba cuando nos encontrábamos en las escaleras o en el estacionamiento pero no me respondía, era una chica muy difícil de conquistar. Yo me conformaba con salir todos los días del edificio detrás de ella y tratar de grabarme sus curvas en la mente, pero sobre todo esos hermosos pies delgados y morenitos que me enloquecían, siempre arreglados y decorados, cada semana tenía un esmalte distinto. Nunca le había visto los pies completamente desnudos por eso era una obsesión ir corriendo a la ventana cada que escuchaba que alguien salía de su departamento.

Pasaban los días y yo salía tras de ella tratando de decirle "buenos días" para empezar una conversación, pero sólo tenía unos minutos de ventaja antes de que se subiera rápidamente a su auto, así fue durante poco más de un año.

Un día estaba practicando con mi guitarra eléctrica y de pronto alguien tocó el timbre; dejé la guitarra, abrí la puerta y ¡oh sorpresa! Era Verito, hermosa vestida como nunca la vi: llevaba un pijama blanco un poco holgado, blusa de tirantes y esos hermosos pies completamente desnudos y descalzos. Mi obsesión con mirarle los pies pronto me metió en una escena incómoda, pues al abrir la puerta y mirarla, automáticamente mi vista se dirigió a sus pies y se quedó fija un par de segundos hasta que encogió los dedos en señal de incomodidad. Subí la mirada a sus ojos y la saludé, me encontré con su cara ruborizada de pena, quizás porque para ella no era aceptable ser vista así de sencilla. Me dijo:

—Buenas tardes vecino, un favor… ¿Puedes bajar un poco el volumen de tu amplificador? Mi hijo y yo estamos estudiando y no nos concentramos mucho…

—Claro, perdón por el escándalo—. Dije apenado mientras desconectaba la guitarra del amplificador.

Ella me agradeció y dio media vuelta hacia su departamento, casi desesperado pregunté que qué estaban estudiando. Ella volteó y dudó unos segundos si responder o no.

—Matemáticas… operaciones con fracciones, para ser exactos, nada más no le entiende mi hijo.

Sin dudarlo me ofrecí a ayudarles diciéndole que soy ingeniero y que eso era algo insignificante para mí. Ella dudó un momento pero terminó aceptando mi oferta.

—Está bien, le diré que venga, aunque es un poco tímido.

—Si quieres puedo subir, si eso hace sentir mejor a tu chavito—. Sonrió y aceptó.

Subimos, abrió la puerta y ahí estaba el morrito, derrotado frente a su libro.

—Va en quinto de primaria y tiene examen… por cierto, me llamo Vero y él es Johan—. Dijo dándome su delicada mano.

—Angel, mucho gusto —respondí—. Hola Johan —dije dándole el puño al niño.

—Disculpa el desorden, llevamos toda la tarde estudiando que no he tenido tiempo de arreglar la casa.

—No te preocupes, mi departamento no está más arreglado.

Sonrió tímidamente, remarcando sus hermosos pómulos.

—¿Cuándo es el examen?—. Pregunté.

—En una semana —dijo mientras quitaba unas cosas de la mesa para hacerme espacio—. Siéntate aquí —dijo sonriendo, y me dio el libro y cuaderno de matemáticas.

Me senté y le eché una mirada a los ejercicios. Comenzamos la clase mientras aquel mujerón caminaba por todo el departamento ordenando cosas y preparando papeles, quizás para su trabajo, yo la veía descalza, con el cabello medio recogido y con ese pijama blanco que dejaba ver un cachetero cuando se agachaba. De tanto ir y venir terminó por descubrirme una vez más mirándola. Su cara se sonrojó y se metió a una habitación. Pasó más de una hora ahí dentro. Johan y yo seguimos estudiando.

Terminamos el tema correspondiente a división y multiplicación de fracciones, Johan dijo:

—Mami ya acabamos, ¿Puedo jugar la play?

Verito salió de la habitación.

—¿Ya terminaron?, ¿Sí entendiste?—. Le preguntó al morrito.

—Sí mami, Angel sí sabe explicar.

—¿Aaah yo no sé explicar?—. Respondió Verito riéndose y yo con ella.

—Bueno, creo que me despido, avanzamos mucho, si quieres que le vuelva a explicar con gusto vengo de nuevo—. Dije mientras caminaba hacia la puerta.

—Muchas gracias de verdad, no imaginé que fueras inge.

—Pues ya ves, cuando necesites ayuda con mate… con mucho gusto—. Dije abriendo la puerta.

—¿No quieres comer algo…?—. Dijo sonriendo.

—S s sí, ¿por qué no? jajaja—. Respondí nervioso.

Me senté en el sillón para jugar con Johan mientras Vero calentaba la comida.

Noté que ya no estaba descalza. Traía puestos unos Converse y calcetines. Esto me entristeció un poco pero pronto me animé con su compañía.

Los tres en la mesa hablamos mucho y reímos. Johan se levantó de la mesa y salió a jugar con los niños de la calle. Me levanté y llevé los platos sucios al fregadero para lavarlos.

—¡No no no! déjalos, después los lavo—. Dijo Vero apartándome del fregadero.

—No, como crees, rápido los lavo.

—¡Que no, déjalos!

—OK jajaja… bueno, creo ahora sí ya me voy…

—¿Ya te tienes que ir?, ¿Alguien te espera…?

—Ummm no precisamente, pero creo que ya te querrás poner cómoda para descansar.

—No, todavía es algo temprano—. Dijo mientras ella iba a la cocina, regresó con un par de cervezas. Nos sentamos en el sofá a charlar y beber.

—Entonces cuéntame, ¿En qué trabajas, a qué te dedicas, qué te gusta…? jajaja

—… trabajo en Faurecia, en el área de calidad… ummm me gusta el metal y tocar la guitarra como viste hace rato jajaja.

—A mí también me gusta el metal y el rock aunque no se note por cómo me visto pero es por el trabajo… trabajo en contraloría municipal.

—No pensé que te gustara el metal.

—No pensé que fueras inge., creí que eras contador o algo así —respondió riéndose—. ¿Cuántos años crees que tengo…?

—Uhmmm… unos… 32, 33…

—Nah ah, tengo 36.

—No te creo.

—En serio.

—Pues no se te ven.

—¿Tú cuántos tienes?

—27.

—Tú sí te ves de 30 y algo —respondió riéndose muy coqueta.

—Jajaja sí, me lo han dicho.

Seguimos bebiendo y pronto entramos en confianza y hablábamos como los más entrañables amigos.

Después de 4 cervezas vi como ella se ponía más cómoda y se derretía sensualmente en el sofá, se quitó los Converse y subió los pies dejándolos muy cerca de mí. Me estaba volviendo loco por tocarlos pero no me atrevía. Pronto noté que con sus manos se sobaba las plantas y los dedos mientras platicaba, así que interrumpí su charla abruptamente para preguntarle si le dolían los pies.

—Sí, es un pedo andar con tacones todo el día, de lunes a viernes—. Respondió más suelta por alcohol.

No dudé ni un segundo y comencé a sobar yo también, ella me miró un poco asustada pero le dije:

—Tranquila, tengo una amiga que es kinesióloga y me enseñó algunas cosas, se cómo ayudarte.

Era una total mentira pero no podía desaprovechar el momento. Me recorrí hasta el final del sofá y puse sus pies en mi regazo, le quité los calcetines y comencé a sobar y acariciar cada hermoso dedo, sintiendo su textura suave y tersa, después amasé sus talones suavemente y cuando la sentí más relajada comencé a hundir las yemas de mis dedos en sus plantas.

Estaba excitado con esos ricos pies en mis manos que no había percibo su rostro. La miré y estaba extasiada con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el recarga brazos del sofá. Seguí masajeando sus plantas y escuché un leve gemido escapar de su boca. Seguí el masaje, puse sus pies en mi pecho y ya sin control sobre mis deseos olí cada rincón y porción de piel de sus pies. Me perdí completamente y comencé a frotarlos en mi cara, supongo que mi barba le hacía sentir cosquillas pues sus dedos se engarruñaban y eso me excitaba más. Ya no tenía freno y sin pensar en ninguna consecuencia los comencé a besar del talón hasta los dedos. Aquí Verito se comenzó a sentir muy extraña pues en algún momento abrió los ojos y puso rígidas las piernas dificultando que las acercara a mi rostro.

Nos miramos fijamente a los ojos, yo sabía que no había vuelta atrás; si daba un paso más podría ser para bien o para mal. Ella no me quitó la mirada de encima en señal de aprobación y yo me enfoqué en halar nuevamente sus pies hacia mí para besarlos mientras nos mirábamos fijamente.

Ya sin miedo alguno saqué mi lengua y lamí sus plantas, ella se resistió un poco, por pena supongo, pero la miré fijamente y le pedí que cerrara los ojos. Ella lo hizo y yo me comí cada centímetro de pie; me metí cada dedo a la boca, lamía y besaba sus plantas con lujuria mientras ella se retorcía de placer hasta que de pronto su respiración se comenzó a sentir agitada; arqueó su espalda hacia atrás mientras se apretaba los senos, sus piernas se sintieron rígidas y sus pies se contrajeron, todo acompañado de un gemido sensual lleno de descanso. Disfruté mucho esa escena.

Cuando el éxtasis bajó abrió los ojos y se encontró con mi mirada risueña, se veía apenada al principio pero después también sonrió, me dio un beso en los labios y se puso de pie. Me agradeció lo que había pasado y me pidió que fuera un caballero y lo mantuviera en secreto, yo le dije que no se preocupara que esto quedaba entre ella y yo, sonrió y me dio un beso más largo y apasionado. Me dijo:

—El próximo fin de semana Johan se va con su papá, si quieres podemos hacer otras cositas…

—Claro preciosa—. Y le di un beso en la comisura de los labios.

Me acompañó, ya fuera del departamento me dijo escondiendo su cuerpo detrás de la puerta y asomando sólo una cara pícara.

—Entonces te veo el viernes.

Cerró la puerta y me fui feliz.

Lo que el pasó el fin de semana fue el comienzo de una hermosa "amistad", con encuentros prohibidos y complicidades, que aún siguen y que sólo ella y yo sabemos.

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