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Los hermanos divorciados, la transexual
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Pablo es un joven, mejor dicho era joven, ha madurado, que vivía en nuestro bloque. Lo he visto crecer desde niño. Viendo sus formas cada vez mas amaneradas, mas femeninas, era delgado y muy muy guapo, pronto le dio por lo emo y se dejó el pelo largo lo que le hacía más sexi. De ahí a iniciar su transformación fue solo un paso.

Mientras todo eso pasaba yo había vuelto a vivir con mi hermana en el viejo piso de nuestros padres. La había perdido de vista unos años mientras vivía con mi ex esposa. Pero al volver al piso me la encontré más bella que nunca.

Ella seguía vistiendo tan putita o más que cuando era una jovencita de diez y seis años. Sólo que ahora ya era toda una preciosa mujer.

O yo andaba muy cachondo o me parecía que incluso más sexi, más mujer, que sus pantalones y faldas eran cada año mas cortos. Y o le habían crecido las tetas o sus escotes las lucían aún mejor. Las hormonas le estaban haciendo un efecto fantástico.

Le gustaba exhibirse y la ropa que tenía era toda una declaración de principios, los de una mujer sexi con confianza en ella misma. De lejos cuando la veía por el barrio me había llamado la atención.

Así estaba la situación, yo tenía mis ligues, amigas con derecho a roce e incluso algún chico había caído en mis brazos y nos habíamos divertido mucho juntos.

Por cierto mi hermana al igual que yo tampoco hacía mucha discriminación en sus parejas y más de una vez había visto salir de su habitación por las mañanas alguna joven guapa con cara de haber pasado una noche divertida.

En ese agosto se derretían hasta los bordillos de la calle. Mi hermana había salido de fin de semana a la costa con su último ligue, un chico de buen ver bastante más joven que ella. A juzgar por el tamaño de los bikinis que se había llevado pensaba pasar el mayor tiempo posible desnuda.

Volvamos a la joven y sexi vecinita, entrabamos juntos al portal. Yo volvía de la piscina de hacer unos largos a ver si me refrescaba. Llegaba con el pelo mojado pero suponía que no era el agua de la piscina sino sudor del paseo de vuelta. Un pantalón de deporte muy reducido y una camiseta de tirantes.

Ella llevaba un ligero vestido veraniego de tirantes. Le quedaba como un guante. Un escote precioso y la falda lo suficientemente corta como para lucir sus bonitos muslos casi hasta las pétreas nalgas.

Le eché un buen vistazo y ella no se asustó porque mis ojos recorrieran su anatomía. Debía estar acostumbrada a las miradas de admiración. La saludé amablemente y ella me respondió como siempre había sido simpática.

– ¡Hola! ¿subes?

– Si gracias.

– Hacia mucho que no te veía.

– Tanto que pensaba que no vivías aquí. ¿No estabas casado?

– Divorciado, por eso he vuelto. Es más barato vivir en casa de los padres.

– Por eso yo no me voy. Mi madre me cuida mucho.

La pregunté por sus padres interesándome por su estado y me contó que también estaban de viaje huyendo del calor de la ciudad. Son cariñosos y muy buenas personas, siempre me habían caído muy bien. Al comentarle que yo también estaba solo le ofrecí a que se pasara y que podíamos pedir unas pizzas y comer juntos.

– ¿Que tal tus padres?

– De vacaciones en la costa.

– ¿Y tú te has quedado estudiando?

– Tampoco es que me gustara ir con ellos. Eso no sería muy divertido. Así que esta era otra opción.

– Lógico, para una chica joven y guapa. Por cierto las últimas veces que hablamos todavía ibas de chico. ¿Como te llamas ahora?

– Gracias por eso. Sonia, encantada. ¿Entonces estás solo?

– Un placer Sonia. Encantado de conocerte. Vivo con mi hermana, que también ha vuelto, pero como tus padres está de viaje. Vente a comer conmigo. Podemos pedir pizza y ponernos al día.

– Vale. No voy a hacer nada esta tarde. Y siempre está bien que un caballero le invite a una a comer.

Aún no había colgado el teléfono con la pizzería cuando la vecina llamó a la puerta con una ligera camiseta de tirantes. Un corto pantalón de deporte de lycra, muy ajustado marcando sus nalguitas respingonas y su bonita melena suelta. Yo me había quedado solo con las bermudas y descalzo.

– He traído las Colas.

– Genial, pasa. Deja las latas en la mesa y ponte cómoda. No tardará en llegar la comida.

Yo también me había puesto cómodo. Solo tenía puestas unas bermudas y bastante pequeñas además. Enfrente del sofá donde nos tomábamos los refrescos sobre un sillón estaba la última lavadora que habíamos puesto.

Mis ropas estaban mezcladas con la lencería y vestidos de mi hermana. A mi hermana le gusta vestir lo más zorrón que puede.

Nos fuimos poniendo al día. Desde que había vuelto a vivir en ese piso tras mi divorcio apenas me había cruzado con ella. Siempre me había caído bien tan educada y calladita, bueno, en esa época calladito.

Y además ahora me parecía muy guapa y sexi con esa camiseta que dejaba sus finos hombros y brazos al aire. Y donde sus pequeñas tetitas y duros pezones se marcaban.

Se quedó mirando un momento un body con liguero que estaba encima del montón de ropa. Yo se lo había visto puesto y sabía que era una prenda de encaje con muy poco encaje, que además era muy trasparente.

Dejaba la espalda de la portadora completamente desnuda incluido el culo, pues en esa parte era como un tanga. Por delante el escote bajaba entre los pechos hasta casi el pubis descubriendo el ombligo.

Me contó sobre sus estudios y algo sobre sus amigos pero no se explayó mucho en ese tema. Yo le hablé sobre mi divorcio aunque en ese momento no le dije que la verdadera razón de la separación había sido que mi ex me había pillado con un chico entre mis muslos comiéndome la polla en nuestro sofá.

Sus ojos volvían una y otra vez a la lencería de mi hermana. El body, un liguero, un par de tangas, miraba todo lo que podía desde su posición en el sofá.

Por fin llegaron las pizzas y no me preocupé de ponerme una camiseta para abrir la puerta al repartidor. Por cierto un chico casi tan guapo como mi invitada. Con ciertos celos pensé en ese momento que harían buena pareja.

No sé que imaginaria el chico de nosotros al vernos casi desnudos, un maduro con una joven transexual, mientras me entregaba la comida y le pagaba. Si eso de piensa mal y acertarás le daba una pista igual era por ahí hacia donde íbamos.

Mientras comíamos empezamos a mirarnos con deseo, yo había empezado antes a mirarla con lascivia. Una sensual gota de sudor resbalaba desde su fino cuello hasta perderse entre sus pechos. Estaba deseando dejarla desnuda y en ese momento apostaría a que esa idea no le desagradaba.

– Te has vuelto una chica muy interesante en estos años. Estás preciosa. Apenas te he reconocido abajo en el portal.

– He hecho lo posible y pienso seguir mejorando, aún me falta mucho camino. Me gustaría ponerme tetas. La talla de tu hermana me encanta por cierto.

– Para mí gusto estás sensacional así, muy sexi. Aunque a mí siempre han gustado los pechos no muy grandes. Pero es tu cuerpo y tú decides. Bueno mi hermana tiene una figura preciosa pero tú no tienes nada que envidiarle.

– Y por lo que veo ahí encima le gusta ir sexi y provocativa.

– Como a ti. Me encanta la ropa con la que te he visto estos días. Te queda genial.

– Eres demasiado amable. Aunque yo no tengo lencería como esa y me encanta. O igual es que quieres algo de mí.

Su sonrisa me decía que era posible que no le desagradara la idea. Además podía marcharse en cualquier momento, pero allí estaba sentada a mi lado con sus duras tetitas marcadas en la fina camiseta.

– ¿Yo? ¡Que va! ¿No soy demasiado mayor para ti?

Intenté bromear.

– Eso debería decidirlo yo. ¿No te parece?

Despacio nuestros rostros se fueron aproximando. Ella me besó. Lo deseaba pero quería que fuera ella la que diera ese paso.

– Siempre me has tratado muy bien, toda vuestra familia, a tus padres y tu hermana nunca os ha importado mi forma de ser.

– Tu forma de ser es maravillosa. No tenía que importarnos nada.

Seguimos besándonos, las pizzas olvidadas en la mesa. Mi lengua buscaba la suya y ella me la dio junto con su saliva. La cogí de la cintura y la subí a caballito sobre mis muslos. Frente a mí su cabeza quedaba algo más alta que la mía.

Me clavaba la sin hueso hasta la garganta, sus babas entraban en mi boca. Tenía cogidas sus preciosas nalgas en mis manos solo tapadas por la lycra de sus mallas cortas.

Gemía en mi boca. El beso se hacía más y más lascivo. Las lenguas jugaban fuera de las bocas dejando que la saliva cayera sobre mi pecho desnudo.

– ¡Como besas!

– Contigo es fácil dejarme llevar.

No podía apartar las manos de su cuerpo acariciando cada centímetro de su exótica anatomía. Y empecé a desnudarla sin prisa descubriendo la piel que pensaba besar y lamer. La camiseta salió por encima de su cabeza sin problema.

Me incliné a besar sus pechitos y lamer sus pezones. Pasé la lengua por sus depiladas y suaves axilas sin notar ningún sabor a sudor. Pero haciendole algunas cosquillas.

Los dos jadeábamos de deseo. Ella tampoco paraba quieta y sus manitas sobaban mi torso y pellizcaba mis pezones. Pasó a lamer mi cuello y mi hombro. Metía la puntita de la lengua en mi oído, juguetona.

– ¿Crees que tu hermana me dejaría algo de su lencería? Ese body por ejemplo. ¿Crees que me sentaría bien?

– Te quedaría genial y no creo que le importara. Lo único que me reprocharía sería el no habértelo dejado ella y verte con sus prendas puestas. Seguro que eso le encantaría. Y algo más.

– Otro día puedo hacerlo con ella, o con los dos. Ese algo más.

Si que había salido juguetona la niña.

– Así que le das a los dos palos. Esta vez le he ganado por la mano.

– Muy seguro estás de eso. ¿No podíamos haber jugado ya juntas?

– Conociendo a mi hermana no me extrañaría. Pero eso no me lo imaginaba de ti.

– ¿Y los dos? ¿Quieres que mi hermana y yo follemos?

– ¿No me digas que teniendo a ese pibón en casa no has tenido tentaciones?

Por más morbo que me diera el querer contarle todo, lo de mis aventuras con chicos y el "dormir" con mi hermana de forma habitual cuando no teníamos otros ligues. No era el momento para explayarme. Así que lo dejé ahí.

– Pues claro que he tenido tentaciones.

Para entonces ya le había quitado la camiseta acariciando los costados de su torso según la iba subiendo. Sus tetitas quedaron a mi vista y al alcance de mi lengua. Gemía y suspiraba. Yo deseaba ver más.

Más de lo que notaba pétreo apoyado contra mi duro nabo. Movía la cadera con suavidad incrementando el roce.

No dejaba de lamer mi cuello, mis orejas y yo pude deslizar las manos dentro de su pantaloncito. Agarré sus duras nalgas con fuerza, amasándolas.

– ¡quítamelo!

– Recuérdame que no me vaya sin haberme probado el body.

– Cielo, yo mismo te buscaré las medias para verte con eso puesto. Y si me dejas hasta te haré fotos.

Se puso de pie frente a mí y bajé la escasa prenda por sus largos muslos. La polla dura, no muy grande, recta y bonita saltó frente a mí rostro. Una de las más bonitas que había visto hasta la fecha.

Así que aproveché para inclinarme un poco y besar el glande. Retiré el pellejo que la cubría y pasé la lengua por todo el nabo, bajé por el tronco hasta los huevos. Los chupé y lamí, hasta los metí en la boca.

– Yo tampoco sabía que se te diera tan bien jugar a dos bandas. Si sigues así me correré.

– ¿Y eso sería un problema? Dámelo todo en la lengua. Y por cierto ya te lo contaré todo de mis aventuras.

– ¡Me corro!

Así que seguí chupando y lamiendo la bonita polla hasta que dejó su semen en mi lengua. Estaba claro que le gustaba el morbo. Así que aún de pie delante de mí se inclinó a besarme y a compartir su jugo en un nuevo beso más lascivo que los anteriores.

Más lengua, saliva y su lefa cambiando de boca y resbalando por mi barbilla hasta mi torso. Abrió mis pantalones cortos y tiró de ellos con fuerza. Como no llevaba nada por debajo mi pene saltó apuntando al techo como el mástil de un drakkar.

– ¡Bonita polla!

– No tanto como la tuya y esta noche toda para ti.

– ¿Solo esta noche? ¡Ah! Si claro, que tu hermana también tiene derechos sobre ella.

– Si te portas bien con este vejete lo podrás comprobar.

– De vejete nada con lo que estoy viendo.

Se le quedó mirando unos segundos con una increíble expresión de lujuria que nunca había visto en sus bonitos rasgos. Para pasar a rodearlo con sus finos dedos en una suave caricia.

Estaba tan excitado y duro que no hacía falta nada más. Nada aparte de lubricante que aún sin saber si podía pasar algo con esa belleza había escondido un frasco entre los cojines del sofá. Hombre previsor vale por dos.

Sonrió con malicia al ver el pequeño bote en mi mano. Se giró y me ofreció su precioso culito.

– Ya que estás tan preparado, pónmelo tú.

Aquello era una verdadera tentación. Así que me incliné más para acariciarlo, mejor dicho adorarlo. Separar sus nalgas con las manos y pasar la lengua por todo el canal de las delicias.

Estaba claro que se había preparado en su casa antes de bajar. No estaba limpio, estaba prístino. Se hubiera podido comer sobre ese ano. Y eso fue lo que hice, clavar la húmeda en tan lindo agujero.

Ya no abría la boca más que para gemir y jadear. No necesitaba más para saber que lo estaba haciendo bien.

Recogió el lubricante del sofá y pasando una mano entre sus largos muslos dejó caer una buena cantidad en mi glande. La extendió por el tronco y hasta resbaló parte por los testículos.

– Toma.

Le cogí el frasco de la mano rozando sus dedos. Le puse una generosa cantidad en el ano extendiéndolo y clavando índice y medio para empezar a dilatarla. Durante un rato estuve jugando con el ano alternando lengua y dedos. Por algo era lubricante comestible.

Su jadeo y su sonrisa lasciva me indicaron que estaba preparada, pero yo quería ver su linda carita mientras me cabalgaba. La giré y tiré de su cadera hasta que volvió a subir sobre mis muslos.

– Quiero verte.

De inmediato nuestras manos fueron directas a los pechos del otro pellizcando los pezones. Mi rabo estaba tan duro que una vez enfocado al agujero no hizo falta más que ella fuera bajando la cadera despacio.

– Me encanta. Es perfecta para mi culo.

– Se ve que no soy el primero.

– Pero uno de los mejores. ¿No tendrás celos?

– Puede que un poco. ¿Quién no querría esta perfección entre los brazos?

Soltó una carcajada ante mi descarado alago.

Entraba suave pero firme y sin parar. Hasta que sus huevos se apoyaron en mi pubis. Soltó un suspiro en ese momento y paró unos segundos para notarla dentro. Y yo notarla apretada en su interior. Aquello era un horno.

– Espera, siéntela. No hay prisa.

Teniéndola ensartada volví a besarla antes de que se moviera. Me encantaba la forma en que su lengua juguetona buscaba hasta la última gota de saliva en mi boca.

Poco tardó en empezar a subir y bajar, despacio, sin prisa. Notando cada penetración en su interior. Sus duras nalgas se apoyaban en mis muslos y ante mí tenía su polla y huevos que acariciaba aunque no estaba tiesa.

Me llevé una de sus manos a la boca y lamí sus largos y finos dedos. Lascivo pasé la lengua entre ellos, por la palma y hasta la muñeca.

– ¿Quieres que te folle?

– Quiero que hagas todo lo que quieras. No te pienso negar nada. Pero mientras voy a saborear todo lo que pueda de tu piel.

Tal y como se movía sobre mi cadera no tardaría mucho en correrme y llenar ese adorable culito de lefa.

– Me corro. Cielo.

– Dale cariño. Préñame. Lléname de semen.

Y ya no pude controlarme más. Con gemidos de ambos llenando la habitación me derramé en su ano. No me conformé con eso, claro. Tiré de su cadera hasta ponerla sobre mi cara. Y volví a lamer sus huevos, su culo al completo, aderezado esta vez con mis jugos.

Tenía que hacerla gozar lo más posible, mostrarme el amante más caliente y morboso que había tenido hasta ese día. Y aun así pensaba que mi hermana podía haberme ganado hasta en eso, conociéndola.

Pero lo estaba disfrutando. Los dos estábamos gozando y es era la idea. ¿No? Su polla se había vuelto a poner firme con ese tratamiento. Y aunque deseaba tenerla dentro, en mi culo o boca decidí reservarla para más adelante.

Quería ver como quedaba ese pene firme dentro de la fina lencería de mi hermana. Me miró con cierta cara de desilusión cuando le alcance el body.

– Juguemos. Quiero ver tu polla dura en esta tela tan suave.

– Te seguiré el juego.

Me dijo sonriendo. Se lo puso lentamente, sensual, exhibiéndose. Le quedaba sensacional, es verdad que no rellenaba el escote tanto como las tetas de mi hermana. El rabo lo colocamos hacia arriba marcándose en el encaje de la prenda. Si lo hubiéramos puesto de lado, se hubiera salido.

Estaba preciosa. Le busqué unas medias para completar el atuendo. Sus largos muslos y torneadas pantorrillas, las piernas llegaban al suelo solo porque este estaba allí para pararlas.

– ¿Me dejas hacerte unas fotos?

– Claro, solo si me las pasas.

– Por supuesto. Me tendrás que dar tu número.

Saqué el móvil y ella posó para mí. Como era natural en ella se movía con sensualidad y las fotos parecían de modelo profesional. Se las pasé a su móvil según las hacía.

Los tangas y sujetadores trasparentes de mi hermana le quedaban tan bien como el body. Aunque hubo que rellenar las copas con algo.

Incluso un corsé que estilizaba su figura y reducía algo su cintura me permitió hacerle unas fotos preciosas con la polla al aire o sujeta por un reducido tanga. Y aquello no se bajaba.

Supongo que la excitación del juego y probarse aquellas prendas además de las caricias que le daba de vez en cuando a mi polla o mí cuerpo la mantenían dura.

– Veo que aún quieres follarme.

– Llevo mirándote el culito toda la tarde. Tengo muchas ganas de abrírtelo.

– No creas que vas a ser la primera.

– Lo imagino.

Yo también tenía muchas ganas, así que me puse a cuatro patas sobre el sofá y le alcancé el lubricante. Normalmente prefiero vernos las caras follando, pero estaba tan caliente que le ofrecí mi grupa. Ella aún llevaba puesto el corsé y el tanga. Se limitó a apartar este a un lado.

Desde luego se inclinó detrás de mí y enseguida noté su lengua clavada en mi culo. Me había preparado y estaba tan limpio por dentro y por fuera como ella. Se me escapó un gran suspiro.

– ¿Estás listo?

– Desde luego. ¡Fóllame!

– Lo estoy deseando.

Despacio fue entrando en mí. Clavándome su dura polla, follándome despacio pero firme. Jadeaba en cada embestida. Recibía oleadas de placer directamente en el cerebelo. Hasta que se corrió dentro de mí.

Como había hecho yo, se inclinó a hacerme un beso negro que me hizo ver las estrellas. Recogió el semen que rezumaba de mi ano en su lengua y se vino a buscar la mía en un nuevo beso lascivo y profundo.

Después de ese ajetreo descansamos un rato y nos dormimos. Fue una buena siesta con ella entre mis brazos con su duro culito pegado a mi pubis. Volvimos a follar al despertar y al fin se quedó a dormir conmigo esa noche.

Hemos repetido muchas veces. Es muy cómodo tener una belleza tan sexi y morbosa como esa en el mismo edificio. También hemos hecho tríos con mi hermana y sé que ellas dos también han follado juntas.

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