El género amor filial no es mi favorito, y reconozco que comencé a incursionar en él cuando me percaté de que era, de lejos, la categoría más popular. Sin embargo, siempre hago alguna trampa. Por ejemplo, no suelo escribir sobre hijos y madres. Primero, porque al hacerlo no puedo evitar pensar en mi madre, cosa que me hace revolver el estómago (no lo tomen a mal quienes disfrutan de estas fantasías, no los estoy juzgando) y segundo, porque me resulta sumamente complicado escribir una trama que haga verosímil un encuentro sexual entre madre e hijo. Otros autores se animan a hacerlo, y debo decir que en la inmensa mayoría de los casos, son textos malísimos, que van directo a la escena sexual sin ningún contexto creíble.
Por otra parte la relación entre hermanos no me espanta tanto, aunque tampoco me fascina. La trampa que suelo hacer en mis relatos consiste en que la relación filial sea entre hijos con madrastras, que se conocen ya siendo el hijastro un poco grande. De esta manera es fácil justificar la atracción sexual que pueda generarse, al menos por parte de uno de ellos. Sin embargo, que la atracción sea mutua, y más aún, que ambos decidan dar el paso decisivo a concretar ese pseudoincesto, es mucho más difícil (Al menos para mi, que soy un autor muy quisquilloso). Por supuesto, ya sé que en la realidad existen casos de incestos, pero no tuve el placer de conversar con alguien que haya participado de estas aventuras, y por ende, no tengo buena materia prima para realizar ese tipo de textos.
Sin embargo he encontrado una solución a mi predicamento. En principio, sólo me ocuparía de una de las partes: el muchacho joven, el adolescente que siempre fantaseó con su tía lejana, el chico que tuvo la mala suerte de conocer a su madrastra cuando ya sentía atracción por los culos femeninos… y en lo que respecta al otro género, no me preocuparía por comprender como es que se sintió atraída a una relación de este tipo, sino que la obligaría a someterse a esa situación, aun cuando no quisiese hacerlo.
Cuando tomé está decisión con respecto a mi proceso creativo, todo se tornó deliciosamente divertido, porque el género no consentido sí que me gusta mucho, y de hecho, es mi favorito. Es así como en “Madres sacrificadas 1” un grupo de hombres chantajea a una mujer, amenazándola, con llevar a su hijo a la cárcel, ya que tenían pruebas de un delito que el muchacho cometió. La mujer, luego de un debate interno, accede a reunirse con los chantajistas. Los susodichos la obligan a vendarse los ojos, y luego la violan a su gusto, bajo la promesa de no delatar a su hijastro. Y todo ese martirio sólo para descubrir que era el propio hijastro quien estaba detrás de todo el chantaje, y por supuesto, era uno de los que la estaban violando. Delicioso ¿No?
Luego, en “apostando a mamá en un partido de póker" fui más lejos, y estuve cerca de dejar de lado la famosa verosimilitud que siempre busco en mis escritos, si es que no lo hice.
La historia iba así: Recurrí otra vez al vínculo hijastro/madrastra. Esta vez el protagonista es un adicto al juego, que viendo que tenía una excelente mano, pero sin dinero para igualar la apuesta, no tiene mejor idea que ofrecer a su oponente una noche de sexo con su madrastra. Lo dice medio en broma, pero el otro se lo toma en serio, y le gana la apuesta, y junto con sus amigos lo obligan a pagar. ¿Y cómo meter a la madrastra en este embrollo demencial? Muy fácil. El muchacho le daría una dosis potente de clonazepam, y los otros aprovecharían mientras duerme profundamente para violarla. En efecto, así sucedió, y el muchacho vio, a través de la mirilla, como ultrajaban a su madrastra, y cuando todos acabaron, dejándola con sus esfínteres dilatados, llena de semen, y todavía medio inconsciente, el muchacho se decide a ser parte de la violación, y ahí nomás se la coge. Creo que fue el relato más morboso que escribí, y me encantó hacerlo.
Luego, rememorando a una tía política que vi sólo una vez en mi vida,, cuando era chico, escribí “La sumisión de tía Viviana". Acá nuevamente pongo al protagonista como a un villano. En esta ocasión el muchacho descubre una droga que somete a las personas a la voluntad de quien le habla, y decide usarla con su tía, a quien siempre deseó con locura. Por supuesto, la cosa le sale a la perfección, y durante varias horas convierte a su tía en su esclava sexual.
No soy el único autor que se preocupa por desarrollar la historia. Está Ulpidio Vega, por ejemplo, quien no se deja llevar por la ansiedad y espera el momento oportuno para llegar a la escena de sexo. Algunos quizá crean que hacer esperar al lector por más de cinco minutos puede ser perjudicial. Pero están equivocados. Si se redacta bien, con un texto atrapante y cargado de sensualidad, sin incurrir al sexo explícito de entrada, el lector quedará cautivado y disfrutará mucho más cuando se llegue al desenlace de la historia.
Sé que para muchos es difícil escribir correctamente, pero siempre se puede mejorar. Lean a otros autores, no necesariamente de los géneros que mencioné. Lean a Filosofoaullador que tiene un estilo poético muy bello, lean a Lib99 que tiene una saga fantástica y erótica inconclusa, lean a Lman13 que escribió pocos relatos, pero muy largos y bien escritos, lean a sanatore33 que sabe muy bien el arte del detalle minucioso y de calentar al lector sin siquiera mostrar una escena con penetración, y lean a Requiem, quien es uno de los mejores escritores de esta página, pero, por desgracia, muy poco prolífico.
Nombro a estos autores porque ya no publican y sus excelentes relatos quedaron sepultados bajo la avalancha de textos nuevos. A los escritores buenos que todavía publican ya los conocen, y no necesitan que se los presente.
Leer a escritores buenos es una buena herramienta para pulirse uno mismo como escritor.
Anteriormente mencioné que la mayoría de los textos de amor filial son malos, y poco verosímiles. Pero esto no es exclusivo del género. En esta página, y en la mayoría de este tipo, para bien y para mal, se publican relatos todos los días, y a casi cualquiera, sin muchas exigencias. Pero esa libertad de publicación no es excusa para que los autores se tiren a vagos y hagan el menor esfuerzo posible a la hora de trabajar su texto. Los lectores que se toman el tiempo de leernos, se merecen todo el respeto del mundo, y debemos mejorar por ellos.
Hay una idea equivocada, y no sólo en la literatura. Esta idea es que las obras de determinados géneros son de baja calidad, por el sólo hecho de pertenecer a ese género. Las películas hollywoodenses de acción son malas, sólo porque alcanza con un actor famoso y unos cuantos millones de dólares gastados en efectos especiales para que sea un éxito comercial. Las comedias románticas son malas porque sólo se necesita de una historia repetitiva, con escenas empalagosas matizadas con chistes poco originales, y un conflicto argumental berreta que engañe al espectador y lo “sorprenda” con un final feliz. De la misma manera, se cree que una novela o relato erótico sólo necesita de un tema morboso con escenas subidas de tono para tener éxito, y que puede dejar la calidad de lado. Pero todo esto es una gran mentira. Un género no es malo per sé. Y que muchas obras hayan tenido éxito comercial sin haberse preocupado por desarrollar una buena historia, y mostrar la evolución de los personajes, no significa que cualquiera que replique esta fórmula tendrá éxito, y mucho menos que la masividad de esa obra signifique el éxito artístico de la misma. Menos aún, en este tipo de páginas donde la masividad no se retribuye económicamente. Pueden escribir un cuento de amor filial con un título muy llamativo, y en principio tendrán muchos vistos, y algún que otro lector que no sabe diferenciar la ficción de la realidad les escribirá mensajes obscenos. Pero hay otro dato más importante que la cantidad de vistos, y es la puntuación. Si bien esta puntuación era muy dudosa tiempo atrás, hoy es más transparente, y habrán observado que los lectores castigan los malos escritos y premian a los buenos. Yo creo que la valoración es un parámetro mucho más razonable a tener en cuenta a la hora de escribir.
Dicho sea de paso. Esta página tiene un top de los relatos mejores valorados, pero desde hace un tiempo que se puso como condición que para entrar a dicho top es necesario tener por lo menos cincuenta votos. En su momento fue una buena idea, porque había muchos relatos que tenían excelentes puntuaciones, peto con muy pocos votos, lo que hacía injusto ponerlos en la cima del top. Sin embargo, hoy por hoy, llegar a los cincuenta votos es casi imposible, incluso para los relatos de amor filial. Yo creo que el mínimo debería bajar a por lo menos treinta votos, de esa manera sería más factible entrar al top y estimularía a los autores a esforzarse por hacer buenos escritos en lugar de sólo centrarse en llamar la atención. ¿Ustedes que opinan?
Quizá sea contradictorio que yo proponga esto, ya que desde hace un par de meses que estoy en el puesto uno del top. Pero yo mismo creo que tengo relatos mejores, que por desgracia, no llegaron a los cincuenta votos.
En fin. Esto es todo. Espero hacerme un tiempo en estos días para publicar algún relato. Saludos a todos.