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Llamando a mi virginidad
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Tiempo de lectura: 7 minutos

¡Holis! Soy Karla Olmedo, y estoy en el tercer año de la preparatoria, con la emoción de saber que ya pronto pasaré a la universidad, con esa es suficiente información por el momento. Y bueno, se preguntarán qué cosas le pueden suceder a una chica de mi edad, y por eso procederé a relatarles mi historia.

Antes que nada y como sé no me pueden ver, me parece conveniente describirme, para que en sus mentes me puedan recrear: mido 1.60, sí, lo admito, soy algo bajita, pero todavía me falta crecer; mi cabello es corto, hasta los hombros y de un color negro azulado, realmente lo tengo muy cuidado; mi piel es morena clara, y algo que me encanta es ese cierto brillo que la hace ver especial; mis piernas son largas para mi estatura y torneadas, con muslos algo desarrollados, o sea pierna no falta; y para ser honesta, lo más destacado de mí es que soy, como dicen por ahí, gordibuena, ya que tengo caderas anchas, y eso hace juego con mis nalgas, que son grandes y redondas, fruto de una buena genética, porque el ejercicio no es lo mío; al igual que unas tetas 34C, nada despreciables, que yo sé que a más de una les daría envidia tener.

Volviendo a mi historia, mi vida es como la de que cualquier chica de mi edad, pero hay una cosa que aún me falta por experimentar, y que cada día necesito más: coger. Es importante confesar que perdí mi virginidad cuando caí de una bicicleta de niña, aunque para que no se vayan a burlar de mí, siempre digo que fue a los 15 años, con un chico del que estaba perdidamente enamorada.

Mis dos amigas más cercanas, Vanessa y Daria, insisten en que ya debo de tener más experiencias sexuales, para aprovechar ese culote que dicen que tengo, y sé que debe ser cierto, ya que cada vez que paso frente de mis compañeros en la escuela, o con los hombres en la calle, siento esas miradas que desvisten. Puede que tenga que ver la falda tan corta que uso como uniforme, que por mis curvas suele subirse de más; o aquellas calcetas negras que estilizan aún más mis piernas. A veces pienso que el uniforme me queda como el de una chica de anime, pero ni modo, es el oficial.

Por otro lado, propuestas para dejar de ser virgen he tenido muchas, pero no lo sé, aun no me animo a corresponder a alguna de ellas, puede que este alargando mucho mi historia, pero vamos, ustedes buscan algo para satisfacer sus más bajos instintos, y yo trato de escribir lo más detallado posible.

En fin, era un día de verano de 2019 para ser exacta, el cual transcurría sin novedad. Esa mañana en la última clase nos tocaba Física, y para variar, el profesor salió del salón a conseguir el proyector, y en ese breve receso mis amigas hablaban de lo maravillosos que eran sus novios en la cama: Vanessa decía que su novio tenía una verga de muy buen tamaño, como de 20 centímetros, y que estando erecta era una delicia pasarle la lengua por la cabeza y lamer el tronco, sin dudas ella disfrutaba chupar como paleta esa gran reata.

Por su parte, Daria contaba que su novio tenía una verga de 18 centímetros medidos por ella, y su vagina, que la hacía gemir como no teníamos idea, principalmente cuando se la metía de perrito, su posición favorita y con justa razón, y que de hecho le preocupaba que su mamá la fuera a regañar, porque cada que podía llevaba a su novio a su casa para hacer tarea. Cosas así y más les gusta hablar frente de mí.

Por mí parte, me gustaba imaginar que yo era cualquiera de ellas y que me tocaba gozar a sus respectivos novios, y para ser honesta no pocas veces he tenido que ir al baño a limpiar la humedad que en mi bikini provocan sus lujuriosas anécdotas. Y hablando de mis amigas, debo decir que cada una tiene lo suyo. Por ejemplo, Vanessa es una chica alta de 1.68, cabello castaño, y con un par de tetas que podrían enloquecer a cualquiera, malamente para ella no tiene nada de culo; y Daria es lo contrario, con su 1.55 es la más bajita, y a pesar que tiene un culo casi como el mío, sus tetas apenas y con relleno se notan.

Sé que luzco algo engreída y criticona, pero yo no envidio sus cuerpos, sino aquellas aventuras que tienen con sus novios, pienso que coger debe ser tan rico como cuentan. Y volviendo al momento aquel, eventualmente salió la pregunta incómoda:

Daria: ¡hey, Karla! ¿Sigues con nosotras u otra vez estas soñando despierta?

Vanessa: yo no me voy a quedar conforme hasta que nos cuentes la verdad. Ya neta, ¿cómo fue tu primera vez? Porque ni siquiera nos has dicho el nombre del sujeto ese, así que cada vez dudo más de tu historia.

Karla: ¡Eh!, pues ya se las he contado antes, no hay nada más, lo juro. Mejor explícate más, ¿qué tal dices que se siente cuando te entra?

Como recordarán me desvirgué al caer de una bicicleta, así que rápidamente cambié de tema, como suelo hacerlo, y vaya que me alegró que el profesor regresara al aula justo en ese momento, y más aún porque no hubo proyector, y como es algo flojo decidió que nos dejaría ir temprano por tal motivo.

El resto del día fue irrelevante, y ya para terminarlo, esa noche tomé mi baño de rutina: me quite las bragas, o más bien mi tanguita rosa de encaje, que estaba bien metida entre mis pompas; y el sostén del mismo conjunto, que parece que quería estallar, por mis prominentes atributos. Esa noche en particular me sentía caliente, por lo explícitas que fueron mis amigas, traje todo el día en mente sus historias.

Me encantó la sensación de libertad en mi cuerpo, tocar mis tetas y jugar un poco con ellas, haciendo pequeñas caricias, y en algunas ocasiones tocar mi clítoris, ya que aún no me animo a bajar más allá, todo esto mientras imaginaba como Vanessa lamía esa reata toda tiesa, saboreando los jugos que le sacaba; o como Daria se ponía a gatas y con esas nalgas que tiene recibía la verga de su novio completita. No me explico cómo es que me pone cachonda imaginarlas a ellas también. Creo que cada vez me vuelvo más depravada por culpa de estas pendejas jajaja.

Al salir de la ducha, noté que eran las 11 de la noche, así que tomé mi pijama de verano: un diminuto short de color rosa que me marcaba todo: a pesar de ser elástico, enmarcaba mis labios vaginales y mi gran trasero; y una camisetita en la cual se dibujaban mis pezones al ser tan transparente. Para conciliar el sueño, decidí poner algo de música, tomé mi celular y antes de abrir la App del círculo verde, me di cuenta que tenía un nuevo mensaje en la App del teléfono verde, sin duda era un poco extraño, porque no tenía el número registrado, y por la hora. Sin embargo, por mera curiosidad decidí abrirlo y decía lo siguiente:

Desconocido: mi amor discúlpame, sé que la regué en no contestar tus llamadas, pero estaba ocupado. Isabel, te juro que no vuelve a pasar, bebé.

Y en cuanto vi eso pensé «qué tonto, ¿cómo va a confundir un número?». El mensaje se prestaba para bromear un rato, así que le seguí el juego, y le respondí:

Karla: no, ni creas que te lo voy a perdonar, sabes que no me gusta que seas así conmigo.

Desconocido: es obvio que estás enojada, pero ya se te pasará. O mejor dime, ¿qué puedo hacer para que me perdones?

Ante esto, me quedé pensando qué hacer. Diez minutos después, decidí que seguiría contestando sus mensajes, ya luego le aclararía que no era la chica que él buscaba. En ese rato siguió mandando mensajes, a los cuales contesté con emojis, hasta que fue cambiando el sentido del chat y mencionó que él tenía ganas de verme, y eventualmente pasó lo que tenía que pasar: empezó a hacerme propuestas indecorosas.

Con todo y que se sumó mi calentura del día con lo del chat, honestamente decidí seguirle pues según yo todo lo tenía bajo control. Total, solo lo bloqueaba y ya, de ser necesario. De repente sonó mi celular, no sabía qué hacer, así que cancelé la llamada, y volvió a sonar y ahí fue cuando pensé «contesta, ya estás en esto», así que le hablé con la voz más sensual posible, pues quería reírme un rato:

Karla: Hola.

Desconocido: ¡hola mi niña hermosa!, no sabes cómo te he extrañado.

Karla: ¿Tantas ganas tienes de verme?

Desconocido: Claro que sí, nada más vieras qué caliente me pones cuando haces esa voz, si tan solo pudieras sentir cómo la tengo de gorda ahora.

«¿Es en serio? Qué onda con este tipo», me dije, pero ingenuamente y riendo para mis adentros, se me ocurrió una idea tonta:

Karla: ¿con que la traes parada ya, eh? ¿Y si mejor me mandas fotito para ver si es cierto?

Y yo daba por hecho que no lo haría y todo acabaría aquí, porque creí notorio que yo no era la chica que buscaba. Sin embargo, la situación se me salió de las manos, ya que no pasó ni un minuto cuando me llegó la foto de su verga, y vaya que me impresionó: larga y gruesa, con venas marcadas, y una cabeza rosada y considerablemente ancha, como si de un hongo se tratara. Parecía de actor porno. No me lo creía. Luego siguió la charla:

Desconocido: listo mamita, ahora ves cómo me la pusiste solo con tu voz. ¿Sabes qué te quiero hacer? Te quiero poner de perrito, abrir ese gran culo, y dejártela ir toda.

Yo sonreía de manera estúpida y trataba de convencerme que todo seguía siendo un juego, pero solo era negación: mi cuerpo ya había reaccionado, mi panocha empezó a mojarse cada vez más, y se me hizo fácil tocar un poco mis senos, lo que provocó que mis pezones se pusieran más duros, si cabía. Tan entrada estaba que ya no dudé y me introduje el dedo medio en mi vagina, a la par que jugaba un poco con mi clítoris, mientras mordía mis labios.

Algo estaba pasando, mi mente inútilmente decía: «detente, es solo la llamada de un desconocido», pero mi cuerpo no me escuchaba, se encontraba extasiado de placer, tan es así que no supe cómo pero logré chupar mis pezones con la lengua. Mi piel se estremecía al pensar en esa jugosa verga, en imaginar cómo me haría gemir, en cómo podría mamarla en toda su extensión, viéndolo al rostro, para luego chupar sus huevos y consentir aquel palo hasta que se viniera en mi boca. Mientras tanto, me decía:

Desconocido: si la vas a querer adentro te va a costar: chúpame la verga, quiero sentir esos lindos labios besar mi cabeza, y esa lengua rosando mi tronco y huevos, lubrícamela para que te resbale toda, ándale. ¿Y qué ropa traes ahora mamita? Lo olvidé por completo.

Karla: ya no traigo nada puesto, papi.

Desconocido: ¿y qué tal ese cuerpecito tuyo? Dime cómo está.

Karla: igual que siempre. Mis tetas necesitan ser apretadas ya; y mis pezones están bien duritos, con ganas de sentir tu lengua recorrerlos; y mis nalgotas ya ansían sentir el roce de tu verga, tan es así que estoy tocándome en cuatro ahorita, ya lista para recibirte, me encantaría tenerte detrás de mí clavándome mientras me tomas de mis caderas. Estoy tan mojada mmm.

Desconocido: pinche culote que te cargas, ya quiero tenerlo enfrente para comerme ese chiquito y esa panocha tan ricos que tienes, nada más para ya pasar a lo principal y meterla hasta los huevos en todas los posiciones posibles, qué puñeta me estoy haciendo.

Todo iba de maravilla, teníamos esa sintonía, pero él insistía en que aceptara la videollamada, a lo que me negué rotundamente, ya que sí me veía sabría que no era la chica que él buscaba, y no estaba dispuesta a parar con esta fantasía que me tenía tan mojada. En un momento me sentí tan cachonda que pensé que mis dedos ya no lograban satisfacerme del todo, por lo que busqué entre mis cosas algo que me diera placer, y encontré un paquete de cepillos de dientes. Mismo que abrí para sacar uno de ellos, y tras ponerle un poco de saliva, comencé a deslizarlo por mi panocha, dando pequeños roces a mi clítoris, que ya se encontraba algo saltado, era una sensación que recorría mi cuerpo.

Introduje aquel instrumento con delicadeza y se hundió con la facilidad que solo los jugos de una panocha permiten, para luego comenzar a meterlo y sacarlo. Aquel chico solo podía oír mis gemidos, mientras él se la jalaba con las mismas ganas, tal vez pensando en aquella otra chica, y así fue hasta que ambos logramos terminar: él imaginando mi voluptuoso cuerpo, y yo pensando en esa reata tan jugosa. Y al finalizar él me dijo:

Desconocido: me has dado una de las mejores noches de mi vida, sé que no eres Isabel, ella definitivamente no tiene ese culote ni esos melones que te cargas, pero igual fue todo un placer haber estado contigo. Si quieres luego hablamos, o nos vemos…

Karla: ah, gracias…

Quedé atónita y no supe qué más decir, así que ignoré los demás mensajes. Resulta que mi foto de perfil era visible para todos, y la que tenía en esa ocasión era una de esas fotos que me tomé la última vez que fui a la playa, aquellas donde traía ese minúsculo bikini azul, cuya tanguita era devorada por mis pompas, y mis tetas apenas y se cubrían. Qué oso…

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