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Lineth y su titulación
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Para Lineth en su último año de la carrera, todo cambió. A pesar de poner todo de su parte. Le costaba un mundo entender las clases de psicología de la educación. Su profesor Mario, un tipo regordete entrado en años, era una pesadilla. Llenaba dos parciales reprobados y un tercero sería perder la oportunidad de titularse.

—Señorita Lineth, a mis cincuenta y cinco años no me explico como usted terminó aquí. ¿Cómo terminó preparatoria siquiera? —le encantaba estar en medio de una clase para humillar a sus alumnos.

—Pues a mis veintidós, ¿no sé como usted puede dar clases de algo que desconoce?

Cada clase era una batalla, eran pocos los que alcanzaban apenas un seis de calificación. Había logrado que varios de sus compañeros perdieran su beca. Era como un placer para él. Estaban a una semana de su examen y todos estaban resignados a un examen extraordinario. Menos Lineth. No llevaba un historial de excelencia para perderlo por un viejo frustrado.

—¿Estudiaste? —Se preguntaban uno a otro con los nervios a tope.

—Pues sí, pero con este pinche viejo. Tienes que adivinar lo que está pensando.

Por fin dio comienzo el examen, eran cosas y términos que nunca vieron en clases. Una vil trampa para reprobarlos. Lineth estaba desesperada. Solo había puesto su nombre en el inicio. Así corrieron los minutos y la hora. Todos salieron echando humo por el enojo. El profesor salió sonriente.

—Voy a dar un curso de recuperación en mi casa. Cuesta dos mil. Digo… si se quieren titular.

—¡Hijo de puta! —Le gritó un compañero.

—¡Yo también te quiero hijo!

Mil cosas le daban vuelta en la cabeza, no podía reprobar. Era imposible. No veía otra opción que ir al “curso”.

Increíblemente, Lineth fue la única que llegó ese día a aquel conjunto de edificios. Antes se pasó a una entrevista de trabajo, algo temporal vendiendo seguros. Por lo cual se puso un vestido rojo. Corto y ajustado. Obviamente se veía espectacularmente bien. Ella tiene una figura bien torneada desde muy joven. Los años solo le han ido mejorando, sus piernas engrosaron y por tanto sus nalgas. Arrancaban suspiros por donde quiera que iba. Y con esos rasgos finos, era imposible no voltearla a ver. Toco en interfón y escucho la voz de su profesor.

—¿Quien? —Dijo con esa voz rasposa que tanto le irritaba.

—Yo, Lineth. Vengo al…

—¡Al curso si ja ja ja! Ya bajo niña.

Un minuto después El profesor Mario le daba el paso en unas escaleras angostas.

—Espero no te moleste, estoy en el tercer piso. Adelante, por favor.

—Gracias —Ella subió cada escalón sintiendo la mirada pesada de su profesor. Así como su respiración. Le parecía repugnante.

El primer pago, aunque fuera por obra divina era verla subir. No perdía detalle del movimiento de esas nalgas hermosas y redondas. Dejaba que subiera un poco más para poder ver lo más que pudiera bajo ese vestido.

—Mire que no es tan tonta, llegó usted sola hasta acá.

—…

Aún no subían y ya estaba con sus comentarios sarcásticos. Y con un bulto en su pantalón. Tenía años sin pareja y lo más cercano que tenía era pasar al pizarrón a Lineth, grababa esos momentos y el meneo de su culo para masturbarse por las noches frente al computador. Incluso la seguía en sus redes sociales. Ahora ese culo hermoso estaba a centímetros de su nariz.

—Ahí, en la puerta roja.

—¿La que está abierta? —Preguntó con afán de romper el hielo.

—Usted debería estar en la Nasa y no estudiando psicología señorita, claro que la que está abierta.

—¿Quién más vino?

—Está usted que es lo que debe importarle. ¿O sus compañeros le van a ayudar en el examen?

—¿Solo vine yo? —se sintió decepcionada y angustiada.

—¿Se quiere titular?

—Si…

—Pues con usted basta.

Al entrar vio el lugar tal como lo esperaba, muebles viejos. Un gato, libros botados por todos lados. Se sentó en la pequeña sala, pero de inmediato él la levantó.

—Señorita, ese lugar es para ver la televisión. ¿Viene a ver la televisión?

—No…

—Entonces venga —la llevó a una habitación que fungía como estudio. Con varios diplomas, con fotos viejísimas. Un escritorio con una silla de madera que obviamente ella no usaría y un pequeño banco. Como para un niño. Él lo señaló.

—Ahí señorita, ese es su lugar —Era como para un niño, no cabía ni la mitad de su trasero. Y esa era la intención.

Su profesor le explicaba, aún en un idioma que desconocía los temas. Ella asentía, pero no entendía nada. Más aún porque él estaba detrás hipnotizado mirándole las nalgas. Solo se acercaba a ella cuando se inclinaba a escribir. Para echar un vistazo a su escote.

—¿Está entendiendo?

—No del todo…

—Dios mío, esto va a ser más difícil de lo que pensaba —transcurrió la hora y ella se levantó.

—No vemos mañana, ¿venía de una fiesta que? —Le dijo señalando su vestido?

—Una entrevista de trabajo.

—¿Y ya le dieron su primer aumento? Por mi venga así a diario.

Al final de la semana estaba harta, no entendía un carajo. Sentía aquel banco cada vez más pequeño y la mirada de su profesor más pesada, pasó del vestido a los jeans, de los jeans a un pantalón deportivo. Siempre la misma rutina. Le miraba el culo ya con cierto descaro.

—Usted debió dedicarse al modelaje, edecán, que se yo. Porque de eso, tiene y de sobra talento —le miraba las nalgas sin reparo.

—Pues voy a ser psicóloga.

—No me diga, necesita pasar el último parcial con nueve mínimo. ¿Cree poder?

—Si…

—Bueno, le preparé un examen de lo aprendido esta semana. Tiene media hora.

El examen parecía escrito en mandarín, no entendía nada. Respondió lo que pudo y se lo entregó.

—Nos vemos el lunes.

—No lo va a calificar.

—Ya sé cuál es el resultado, si me equivoco le aviso.

El lunes, luego del ritual de las escaleras. El profesor sonriente le puso su examen en las manos. Con un dos encerrado en un círculo.

—Así nunca lo va a lograr. Tiene que poner en marcha un plan B o terminará de demostradora en un supermercado.

—¡ES QUE LAS PREGUNTAS SON DE COSAS QUE NO VIMOS!

—La vida es así, nada es seguro. Piense que debe hacer para aprobar el examen.

Diez minutos después regresó.

—Ya lo pensó —le dijo mirándole las nalgadas y tomándola de los hombros.

—¡Oiga! ¿Qué le pasa? —se levantó enfadada.

—Nada, usted decide.

—¿Que tengo que hacer?

—¿Tiene más vestidos como el del otro día?

—Si…

—Empecemos por ahí, vestido o faldas. Seguro le ayudarán a pensar mejor.

Al día siguiente, Lineth llegó con una minifalda. Le costó varios piropos y chiflidos en el camino. El ritual de la escalera fue diferente. Su profesor ya de manera descarada se agachaba para mirar. Podía mirar su ropa interior desde ese ángulo.

—Otra cosita, dígame Mario. Profesor es muy seco.

—Usted me dice señorita…

—Lineth, por favor…

Ahora que Lineth entendía el juego, si tenía que tirarse a aquel viejo para un diez, lo haría sin dudarlo.

—Ok, Mario. ¿De qué se trata hoy la clase?

—Mire, compré un pequeño pizarrón para reforzar las clases —Explíqueme lo que vimos la semana pasada.

Lineth, con los todos los colores en cara, escribía lo poco que había entendido. Sabía que importaba poco. Mario estaba embobado mirando aquellas nalgas.

—Mire, ya ve como si puede. Siéntese, vamos a ver otro tema.

—Lineth se acomodó como pudo, su mini se subió un poco, la vista de sus piernas lograría paralizar a cualquiera. Y ahí en el fondo, entre sus piernas lograba divisar su ropa interior. Él no se levantó del escritorio en todo el rato. Miraba fijamente sus piernas. Terminada la hora ella salió.

—Me gusto su falda, creo que ya entiende un poco más la psicología.

—¡Hasta mañana!

En la facultad, nadie se explicaba el porqué había decidido ir al curso.

—De todos modos te va reprobar el viejo cabrón.

—¿Dos mil? Yo ya pago colegiatura y perdí mi beca por su culpa. Ni loco le doy un centavo más.

Por la tarde ella en un short pequeño que mostraba el borde sus nalgas subió las escaleras.

—Mire que con este calor, seguro está cómoda con esos shorts, ¿a usted no le da pena andar así por la calle? Tanto loco, no sé…

—¿Le molestan?

—¡Me encantan Lineth! Suba despacio que me sofoco.

Para el viernes y después de otro examen en el que se sentía perdida, tomó la decisión de enfrentarlo.

—Dígame, ¿qué quiere? No me espanto, pero sea claro.

—Así funciona la psicología. No puedes diagnosticar loco a alguien, primero debes hacer un par de pruebas. Estudio de campo. Y así será. Paciencia Lineth, usted no es algo que se pruebe y se olvide. Iremos despacio.

—Antes de que se vaya, el lunes tráigase tacones. Siento que servirá para esto que queremos lograr… ambos.

—¿Tacones?

—Los más altos que tenga, ya entenderá.

El lunes, llegó francamente dispuesta a mandar todo al demonio. El trayecto de las escaleras era más lento y difícil en tacones. Al subir, se quiso sentar. Pero él la mantuvo de pie.

—Quítese el vestido.

—¡¿Qué?!

—Que se quite el vestido, no voy a tocarla. Lo prometo.

Lineth con nervios y enojo, bajó el cierre de su vestido.

—Hey, las zapatillas se quedan. —Ella obedeció y se montó nuevamente en las zapatillas. Su cuerpo solo con ropa interior negra era bellísimo. Ahora podía ver cada centímetro de su piel, como se perdía esa tanga entre sus nalgas, como la curva de sus culo y el tamaño de sus caderas eran aún más grandes de lo que él veía a hurtadillas. Le dio un libro “la mojigata” del Márquez de Sade.

—¿Qué hago? —Preguntó, ante la miraba morbosa de su profesor.

—Léalo en voz alta —Él tomó el banco y a centímetros de sus nalgas. La escuchaba relatar aquella historia sobre el señor Serneval. No perdía detalle de ella, la novela la sabía de memoria. Luego la hizo leer otro texto del mismo índole sexual. A ella le gustaban los relatos. Pasaba horas fantaseando. Y después de un rato, había olvidado que estaba semidesnuda, siendo observada en el tercero de un apartamento.

—Se pasó por veinte minutos, veo que le gusto la lectura —Ella estaba cachonda, sentía la humedad entre sus piernas.

—Sí, ¿no sé en que ayude? pero me gusto —Se acercó y trató de besarlo, pero él la rechazó.

—Señorita Lineth, digamos que es todo por hoy. Mañana puede ponerse lo que quiera. Siempre y usando traiga lencería bonita.

Salió casi mentándole la madre, ni uno solo en la universidad se atrevería a rechazarla y este viejo… ¿que se creía?

Al día siguiente llegó con ropa holgada, plantas y una sudadera.

—¿Y las zapatillas?

—En mi mochila —subió tan rápido como pudo, lo dejó atrás por mucho y en cuanto entró, se quitó la sudadera. Una brasier rosa de encaje amoldaba la perfección sus tetas, al quitarse el pants. Su profesor casi muere del infarto. Un juego de lencería del mismo tono. Medias y una tanga de hilo dental que apenas dejaba poco para la imaginación.

—Usted aprende rápido —dijo mientras se acercaba sobando su verga sobre el pantalón.

—¿Le gusta?

—Lea esto —le puso en sus manos un escrito, donde los padres intercambiaban a sus hijas, contrataban putas y hacían de todo para su placer. Nuevamente el calor en su sexo se apoderó de ella. El profesor tenía ganas de sacarse ahí la verga y masturbarse. Pero se contuvo hasta el final.

En cuanto terminó el texto, se fue directo a buscar sus labios, a sobar aquel bulto. Pero él la detuvo. La colocó sobre sus piernas boca abajo. Como si fuera a nalguearla.

—Ahora lee esto…

—¿Más?

—Si… más

Sostuvo el libro entre sus manos, mientras su profesor daba pequeños golpes en sus nalgas.

—¡En voz alta!

—…el subió hasta la habitación y ayyy! —Una nalgada sonora sonó en la habitación.

—Sigue —obedeció mientras el propinaba nalgadas cada vez más fuertes. Sus nalgas iban enrojeciendo. Así mismo su excitación.

—Mmmm… la tomó en brazos y aaay!

Ella sentía la dureza de aquel miembro, Justo en su abdomen. Cada que quería cambiar de posición él la sujetaba y le daba una buen y más fuerte nalgada. Cuando terminó, él la dejó caer a un costado ella se acomodó mientras el sábado de su pantalón aquella verga increíblemente erecta para su edad.

—Pídemelo…

—Por favor ya no aguanto.

—¿Dime que quieres? —desde dentro de su corazón ella pronunció algo que jamás imaginó.

—¡Déjame mamarte la verga, por favor!

Le tomó la cabeza y la dirección o hasta que sus labios absorbieron su verga, de lo demás ella se encargó. Ensalivó cada pedazo y se daba tiempo de mirar aquella cara extasiada.

—¡Así te imagine a diario! Como mi puta, chúpame la verga Lineth es tuya.

—Mmmm mmm si siiaaaagh! Soyggg tu putaaaagh!

El profesor le tomaba de la cabeza para hacerla ir más adentro, su garganta sentía eso. Cuando podía, tomaba aire, su saliva escurría hasta el piso.

Ella sentía como su profesor se agitaba por la excitación, al mismo tiempo la sujetaba con más fuerza. Incluso sintió como bombeaba agraves de su verga esos chorros de semen que ahora pasaban por su garganta. Aún sujeta, no tuvo más opción que seguir succionando. El semen pasó por su boca, lo sintió en su lengua. Le gustó sentirse usada, una puta de lo más bajo.

—¿Repíteme que eres?

—Soy tu puta.

—Ahora sí que tienes un chance de titularte, mañana, si puedes llega temprano.

—¿ya? —Preguntó aun esperando que el reaccionara de otra manera, que la poseyera ahí en el piso. Pero él se levantó y esperó a que se vistiera.

—Nos vemos mañana putita —Le dio un beso de piquito y la dejó salir—ahora ella contaba las horas para verlo.

Al día siguiente llegó una hora antes, mientras subía él le tocaba el culo, los leggings que eligió hacían que ese culo se viera delicioso. Cuando subieron ella sacó sus zapatillas.

—No no, hoy no las ocupamos.

—Pero…

—Ven. Acomódate aquí —señaló el sillón, ella se sentó.

—Boca abajo, pásame tus manos por atrás de la espalda y relájate.

Le amarró las manos, luego bajo sus leggings y la levantó hasta que pudo ver sus nalgas arriba. Sacó de su bolsa una bala vibradora que hundió en su panocha, luego la encendió mediante un control remoto en cuanto vio los primeros espasmos de Lineth comenzó a chupar aquella panocha, llenado hasta su culo. La vibración y esa lengua estaban logrando un gran orgasmo. Cuando sintío que venía, aflojó las piernas y se relajó. Pero cuando terminó, Mario comenzó a frotar su clítoris como loco. Entre más se estremecía, más aumentaba la velocidad.

—haaaa! Huuuu! Yaaa! Haaa!

—Déjalo salir putita, déjalo…

Unos chorros salieron mojando el piso y espantando al gato, su primer squirt era inolvidablemente delicioso.

—Cógeme! Ya cógeme! Méteme la verga! —Imploraba levantando el culo, en los planes de Mario estaba tenerla así dos días más, pero no podía decirle que no a tremendo culo. Sacó la bala y se la colocó en el culo, mientras su verga la metió de un tajo, Lineth estaba a tope.

—¡Faltan las palabras mágicas!

—¡Soy tu perra! ¡Soy tu putita! Mmmm siii!

Ayudado del nudo en sus muñecas, Mario la jalaba contra él, las enormes y deliciosas nalgas de Lineth rebotaban contra él, mientras ella pedía más y él no aguantaba más.

Sintió como inevitablemente aquel acto milagroso llegaba a su fin, su semen bombeaba dentro de aquella estudiante a la que deseaba desde hace tanto. Mientras los gemidos de placer lo hacían ponerlos ojos en blanco aferrado a esas nalgas dirás y apretadas. Ni pagando conseguiría un culo así de delicioso.

—¡Perdón, ya no aguantaba! —dijo por primera vez con un tono de condescendencia.

—¿Perdón por qué? Estuvo delicioso… —ni su mejor sexo se comparaba a ese juego con aquel viejo, el sentirse utilizada, sucia, perra, puta. Le gustaba tanto que seguía moviendo el culo en suaves círculos, sintiendo como aquella verga se ponía flácida y al mismo tiempo el semen comenzaba a resbalar por sus piernas.

—Señorita, creo que se acerca a su graduación —El profesor seguía palmeando aquel culo a su merced.

—¿Usted cree profe? —Aún con las manos atadas, levantaba su culo. Podría estar así toda la tarde.

Cuando por fin se vistió, el profesor le pidió que al día siguiente viniera con el vestido de la primera vez. Obviamente ella estaba dispuesta a lo que sea por él.

Al día siguiente, como lo pidió su profesor. Ella vestía aquel vestido.

—Ahora sube muy despacio —le dijo mientras acomodaba su teléfono, la cámara encendida y apuntando detrás de ella, justó en sus nalgas.

—¡Pervertido! —Le dijo de manera coqueta y subió un poco su vestido. Ahora podía asomarse su tampa entre esos glúteos inflados a presión.

—¡Es solo investigación de campo!

—¡Seguro!

Cuando llegaron al departamento, ella levantó su vertido para dejarle ver aquel culo que lo enloquecía. Él, prevenido había tomado una pastilla azul 15 minutos antes y el efecto comenzaba a sentirse entre sus piernas. Mientras veía como ella se despojaba del vestido y se empinaba sobre el sillón. Él sacaba una cinta elástica, sin pedírselo ella puso sus manos en la espalda. Atada levantó su culo, esperando ser penetrada. Pero el profesor primero bebió de sus jugos.

—Vamos a ver que tienes ahí —Su cabeza se hundió entre sus nalgas y chupó como loco por unos minutos.

—Siiii! Que rica legua… mámamela! —Ella estaba mojada, dispuesta a ser utilizada.

—Ven acá —Metió su verga de la misma manera, ella agradeció con un gran gemido.

—Siiii cógeme!

Además de la pastilla mágica, el retardante que embarró en su verga impediría que el encuentro fuera tan fugaz. Con ritmo entraba y salía de aquel hermoso bombón a su disposición. Le dio vuelta y la sentó en el borde del sillón. Así podía besas sus pechos y aquellos labios que sabía, podría llenar con lo que sea. Sus pezones duros recibían su saliva. Su vagina aquella verga que parecía insaciable.

Nuevamente le dio vuelta, él quedó acostado con ella encima.

—¡Mueve tu culote!

—Mmmm siii!

Se acomodó, comenzó a menear sus nalgas y el placer de sentir esas nalgas rebotando en él, lo tenían extasiado. Entre más se movía, más se ponía cachonda y con las manos atadas tras su espalda se dejó ir contra él, besaba su cuello, chupaba su pecho velludo y canoso. El olor de aquel viejo le gustaba más de lo que hubiera imaginado.

—Aaaah! Aaaa!

—¿Te gusta?

—Que delicioso sentir tu nalgas cayendo en mi aaah!

—¡Que rica verga! ¡Me gusta!

Luego de un rato, por fin la levantó y la llevó a su posición preferida. Nuevamente empinada, su profesor apuntó en otra dirección.

—¡Quiero probar tu culo!

—¡¿Mi culo?!

—Te lo quiero romper —aunque ya lo había probado, le dolía cada vez. Aun así solo tenía una respuesta.

—¡Rómpele el culo a tu putita! —Apretó los dientes, los puños y soltó un grito de dolor. Ya instalado en la parte trasera, después de ver como sugería entraba lentamente. Embistió con furia. Una y otra vez.

—Aaaay! Aaaay! Aaaaay! —Los gritos de Lineth se escuchaban en todo el edificio. Le dolía, pero estaba encantada de ser utilizada.

—¡Eso puta! —el profesor se aferraba a su cintura. Incluso el gato se fue espantado por tanto ruido. Ahora estaba listo para terminar. Su semen estaba en la cola de Lineth, que seguía gimiendo como loca. La desató y ambos se besaron y acariciaron por un rato más.

Llegó el día del examen, todos sus compañeros se encomendaban a santos, sabían causa pérdida el siquiera presentarlo. Incluso Lineth estaba nerviosa.

—Si encuentro a alguien volteando para copiar, les suspendo el examen a todos.

Repartió los exámenes de forma pausada y mirando su cronómetro le dijo:

—Tienen una hora.

Cuando Lineth vio su examen, se sorprendió. Una sola pregunta aparecía en aquellas hojas.

“¿Que eres?”

En la segunda y tercera lo mismo.

“¿Que eres?”

La respuesta fue sencilla y sabía que un diez sería suficiente para ella.

“¡SOY TU PUTA!”

@MmamaceandoO

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