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Libertinaje en la alta sociedad
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Tiempo de lectura: 16 minutos

Montreal. Alimentábamos suficientes fantasías. Con Elizabeth, finalmente habíamos decidido dar el paso hacia el del pluralismo. Después de una satisfactoria experiencia con otro hombre, un intruso en nuestra relación, habíamos decidido introducirnos en el mundo de la orgía, al extremo. Estábamos en una encrucijada, en un momento decisivo: mantenernos en nuestras relaciones actuales o intentar la búsqueda de nuevos cuerpos, nuevas sensaciones, siempre juntos, de la mano.

Esa era nuestra complicidad. Un eventual amante de una noche la había follado en nuestra casa y en mi presencia. Mientras duró el coito no nos quitamos los ojos de encima. Mis ojos azules, en sus ojos verdes. Amo a mi esposa. Ella era tan hermosa mientras se corría. El orgasmo la trasciende. Saca a relucir en ella una belleza única y sutil. El juego de miradas alcanzó su punto máximo cuando su amante la había penetrado por el culo, con una mano le tiraba de los cabellos y con la otra le introdujo dos (o tres) dedos en su vagina. Vi el fuego ardiendo en los ojos de mi amor. Gritó, se contorneó y se apoyó en mis rodillas. Una vez aliviada, su amante la liberó, había hecho el amor, largo y tiernamente, como nunca antes. Ya recuperada se sentó a mi lado en el sofá y se inclinó sobre mi pene. Descargué mi semen en su boca. Nos quedamos abrazados para preservar este frágil momento, pura complicidad. El esperma fluía, olía.

Era obvio que tal momento no podía permanecer sin continuación. Habíamos llegado a un nuevo nivel en nuestras relaciones sexuales. Nuestros orgasmos eran cada vez más intensos, habíamos enterrado mucho de nuestros complejos. ¡Era como una droga, necesitábamos algo más fuerte! Luego se estableció una especie de ritual: contándonos nuestras fantasías. Sumisiones, humillaciones, sodomía, juegos de cuerdas, roles, hablamos entre nosotros, y uno como el otro trataba de mostrarse a la altura de las expectativas del otro. Éramos amantes en la cama. El tema de la pluralidad aparecía de vez en cuando sobre la mesa. Elizabeth quería verme que la follaban otra vez. Esa idea la excitaba. Me moría por verla ensuciada por hombres para después poder abrázala, límpiala, bésala, acariciarla, amarla.

El siguiente paso sería la orgía. Evitamos los clubes, que juzgábamos, sin realmente saber mucho, como demasiados superficiales. Queríamos algo privado, más íntimo. El único y verdadero problema de todo esto es que no sabíamos a dónde ir. La situación se desbloqueó una noche. Elizabeth regresó a casa después de tres días de viaje por razones de trabajo; era directora-ejecutiva en una empresa de telecomunicaciones. Yo esperándola, deseándola, comiéndole las nalgas, chupándole los pechos… Llegó triunfante de su viaje a Winnipeg.

"¡Encontré algo!"

"¿Encontraste qué?"

"Cosas increíbles, ¡te van a encantar, mi amor!"

Sacaba las prendas de su valija mientras me decía.

"Un «colaborador» de nuestra sucursal en Winnipeg me dio datos valiosos. En los momentos libres me acompañó en el hotel. Buen amante, ¿sabes?

Ella de cómo la sedujo. Elizabeth es hermosa, lo entiendo, yo hubiera hecho lo mismo. Ella se reía diciéndome eso:

"Era un chico guapo e irresistible. De todos modos, está casado… eso es un poco cerdo, ¿no? ¿Te follarías a la esposa de otro tú?"

"Si tú lo hiciste, yo también"

Puso su ropa sucia en la lavadora. No me pude resistir. Su historia no me interesaba en ese momento, la cogí en la pieza donde está la máquina, el tambor vibrante cubrió nuestros gemidos. Los dos queríamos el orgasmo que llegó rápidamente.

Más tarde, antes de la comida, me dijo:

"Sabes lo que te estaba diciendo antes. Este tipo… Tiene una casa en las afueras y organiza «fiestas» algunos fines de semana. Tiene mucho dinero, un lindo auto… Me dice que a sus reuniones solo asisten personas de la high society, políticos, industriales, profesionales."

"¿Fiestas?"

“Bueno, finas fiestas, orgías qué… Me dio su tarjeta y si me interesa que le mande un WhatsApp y me invitará a la próxima… ¡incluyéndote a ti, me dijo!"

Se estaba riendo cuando me dijo eso…

Pasó una semana, retomamos nuestros juegos íntimos. El ritual estaba bien establecido. Elizabeth salió varias veces al mes por su trabajo, cuando regresaba, me volvía loco con ella. Mientras nos contábamos nuestras fantasías me recordó que esta oportunidad era inmejorable para ingresar en el mundo del libertinaje. Me admitió, mirando hacia abajo, que le gustaría. Ella me juro no había estado allí, pero que su pretendiente le había mostrado algunas fotos. Fue a buscarlas a su móvil para mostrarme dichas imágenes.

Efectivamente, era otro mundo. Pequeños grupos estaban ocupados en una casa de estilo más bien barroco, muy erótico. Había mucha gente. Unos días de reflexión y diálogo venció toda resistencia. Elizabeth vino contra mí, con su celular, en nuestra cama. Ambos escribimos el mensaje, febrilmente. La respuesta llegó 10 minutos después: una fecha, un lugar:

“Querida Elizabeth, me alegro de que finalmente hayas cedido a tus deseos, no tuve ninguna duda de que te vería de nuevo. Estoy tratando de reservarte una habitación… ¿vienes con tu esposo, verdad?"

Hicimos el amor. Orgásmico.

Un mes después el avión hacia Winnipeg, una vez allí nos dirigimos al hotel. Una nota nos esperaba en la habitación: con el lugar bien detallado del encuentro e indicaciones sobre la vestimenta a usar. Pasamos la tarde holgazaneando en la cama, pensando en la noche, en acurrucarnos uno contra el otro abrazándonos. Los dos estábamos emocionados. Conscientes de que poníamos en peligro nuestro amor. Sin embargo, esta pequeña prueba de riesgo nos excitaba.

A las 17:00, Alicia aprovechó la gran bañera para darse un baño caliente, dedicó un largo rato al cuidado de su cuerpo, y en la preparación del mismo para agradar. Se depiló todo el vello no deseado y al abordar el tema de su pubis, surgió un debate: dudaba en afeitarse toda, lo que probablemente sería más cómodo para ella. Finalmente lo hizo así.

Se perfumó, se maquilló. Hizo una elección discreta, valorizando su rostro.

"Creo que es un poco demasiado soso allí, ¿qué te parece mi amor?"

"Eres hermosa así, cariño…"

"¡Esta noche prefiero ser tu puta! ¡Así es mejor… me da un perfil de zorra!"

La beso en el cuello. Está más hermosa que nunca. Vuelve al baño, entonces regresa con una bolsa:

"¡Sorpresa! ¿Te encanta?, llevo un conjunto super sexy."

Dim-ups, corsés, tangas… todo en negro, con motivos bordados. Sus pechos se destacan, no sé dónde encontró eso, el escote como a mi me gusta…

"Mmmm, quedémonos, te hago el amor aquí toda la noche, ¡eres demasiado hermosa!"

"Demasiado tarde para dar marcha atrás, nos esperan." ella responde riendo.

"¿Dón hiciste esas compras?"

"Esto lo encontré en New York mientras hacía tiempo para ir a una reunión"

Me deslizo detrás de ella y paso mi mano debajo de su tanga. Me sorprende lo suave que se siente. Paso un dedo a través de su raja que demuestra que está excitada.

"Déjame terminar, vamos a llegar tarde"

Se pone un collar de perlas y un vestido de noche negro, muy bonito, con el corte perfecto para volverme loco. Tiene un marcado fashion style para vestirse. Leo en sus ojos que es mi amante y reconozco el fuego en sus ojos. Rápidamente me puse mi traje negro con una camisa blanca. Se requiere vestimenta adecuada. Ya es la hora. Mi corazón late a 100 por hora, tengo escalofríos y un nudo en el estómago, pienso en las fotos que me mostró del lugar.

Un taxi nos espera abajo, 1h30 de viaje. Llegamos a una propiedad grande, en el medio se asienta una gran mansión de dos plantas, bastante antigua al parecer pero magníficamente mantenida. Llamamos, un hombre viene a abrir.

"Elizabeth, me alegro de verte, ¡entra!"

Son las 21:00 h, Barry, el «colaborador» de Elizabeth nos da la bienvenida. Su esposa también viene a recibirnos. Una mujer de 35 años, con un cuerpo filiforme.

"Bienvenidos. Vamos a tener una noche muy agradable, vais a ver".

Barry mira el trasero de Elizabeth. Me pongo un poco celoso, se está aferrando a eso. Su esposa me detalla el buffet. Entramos en el gran salón. Hay alrededor de unas veinte parejas. Barry nos presenta a la asamblea, pero su anuncio cae en la indiferencia general. Se han formado pequeños grupos. Se instala el buffet en la parte de atrás de la sala, nos serviremos una bebida. Elizabeth se vuelve hacia mí, la abrazo.

"Te amo" me dice.

La sala empieza a vaciarse gradualmente. Barry viene a vernos.

"Todos han llegado, la fiesta comenzará pronto".

Al ver que Elizabeth y yo estamos un poco separados del resto, nos propone juntarnos con otras 2 parejas. Es una buena oportunidad para conocernos. Barry nos explica que todas las habitaciones de la casa son accesibles excepto una: su oficina cerrada. Por lo tanto, tenemos derecho a visitar todos los rincones del edificio. Elizabeth obviamente está más cómoda que yo. Pasamos por todas las habitaciones de la planta baja. Durante el recorrido vimos pequeños grupos conversando sobre diversos temas. En una gran habitación, con música de fondo, dos mujeres inician un baile muy erótico. La noche y la bebida comienzan a hacer efecto.

Vamos a la planta alta. Entonces Barry supone que no debe haber mucha gente. Descubrimos que los pasillos son bastante laberínticos. Barry va de habitación en habitación. Al abrir una puerta, se encuentra con una pareja en completa acción. Les susurra el motivo de nuestra presencia, después del acuerdo de los participantes entramos en la habitación. Una mujer yace con los ojos vendados, un hombre la folla brutalmente mientras que otro, probablemente su marido, está cómodamente instalado en un sillón y observa la escena tomando un trago.

Abandonamos esa pieza y finalmente llegamos a las últimas habitaciones de la casa. Éstas no están abiertas, nos explica, sólo durante sus fiestas de desenfreno. Hay un "calabozo" y descubro lo que es un glory hole. Nos vamos.

Elizabeth está en todos on fire, puedo verla. Antes de volver a la planta baja, agarro a Elizabeth por el brazo y la abrazo. Nos besamos. Pone su mano en mi paquete y sonríe.

"¡No durarás mucho!"

¡Traicionado por mi erección! Ella me conoce. Estoy demasiado excitado.

"¡Dame un pequeño regalo entonces ya que me voy a correr rápido!"

"¿A mí?, ¡no te voy a hacer nada! Pero te encontraré una boca para eso"

Tiene los ojos vidriosos, debe de estar al borde del orgasmo intelectual, eso no no me sorprendería. Se me hace un nudo en la garganta, la emoción me retuerce el estómago y me estira el pene. Bajamos. Los grupos se dispersan. Elizabeth me lleva a la habitación donde la música estaba ardiendo. A ella le gusta la música, le gusta bailar. Sé que este baile es para mí. Me siento en un sofá y la observo bailar. También bailan otras parejas, mujeres solteras, hombres al acecho. Las parejas no parecen existir. ¿Quién esta con quien…?

Elizabeth cierra los ojos, se para en medio de la habitación y disfruta que yo la mire. Una pareja se sienta a mi lado en el sofá y empiezan a acariciarse. Los ignoro, pero después de unos minutos me doy cuenta de que la mujer está chupando al hombre, su sexo apenas salía de los pantalones. Se detiene por un momento cruzándose con mi mirada, se saca el pene de la boca y me sonríe. Puede ser una invitación… ¿para chuparme también?, respondo con una sonrisa y ella reanuda su tarea, el hombre gruñe, con los ojos desenfocados. Miro hacia donde estaba Elizabeth, muy pegada a otra mujer. Muy hermosa, cabello negro y corto, formas perfectas. Le susurra algo al oído, las dos mujeres se vuelven hacia mí. Se acercan.

"Hola, soy Sabrina"

"Eehh… Hola. Yo soy Ralph. Encantado de conocerte."

Elizabeth muestra una gran sonrisa y un aire de desafío.

"Voy a buscar algo para tomar y me uniré a ustedes". Dijo Elizabeth.

"Ralph, ¿te gustaría ir a un lugar más tranquilo?". Sabrina estira su brazo y me levanta del sofá. La sigo, ella sostiene mi brazo. Toma el pasillo y se detiene en la primera puerta, por el mobiliario parece una especie de tocador con bancos, sillas y varios cojines.

Entramos en la habitación. No había nadie. Tanto mejor. Sabrina me hace sentar en una especie de banco y trae una silla para ella. Pasa su brazo por mi hombro, me acaricia la mejilla con la parte externa de la mano y me da un delicado beso en la comisura de mis labios. Apoya su cabeza en mi hombro mientras me acaricia la nuca. Se levante, trae un almohadón y se arrodilla sobre él entre mis piernas. Lentamente me baja los pantalones y agarrar mi polla. La mira, su lengua hace contacto con mi glande, sin dejar de mirarme a los ojos la engulle. Es romántica. Le acaricio el pelo, sus ojos expresan complacencia. Elizabeth se une a nosotros y se sienta a mi lado. Tres vasos y una botella.

"¿Cómo lograste convencerla?" Logré articular entre dos movimientos de succión.

"¿Por qué convencerla? Muy sencillo: le pregunté si quería conocerte y ella dijo que sí".

Sabrina se rio con mi polla en su boca. Ella lo retira para dárselo a Elizabeth.

Liz le acarició el mentón, después el pelo:

"No mi amor. Continúa. Después yo también voy a disfrutar de tu cuerpo, ¡hermosa mía!". ¡Oops! Sorprendido por la respuesta de mi esposa.

Elizabeth se apoyó contra mí. Ella también iba dar de sí misma. Empezamos a besarnos. Tres o cuatro movimientos más de Sabrina y me corrí. Mantuvo mi pene en su boca hasta que terminaron mis descargas. Después apoyó su frente en mi rodilla y dejó escapar mi sagrado líquido. Y así se quedó como absorta.

"¡La noche acaba de comenzar mi amor!" dijo mi esposa.

Elizabeth la tomó de los cabellos e hizo que la cabeza de Sabrina quedara mirando hacia el techo. La chica permaneció sumisa, sin reacción, con su boca abierta, la mirada extraviada. Ojos tristes. Lisa la tomó del mentó y sus miradas se enfrentaron. Escena estremecedora: Elizabeth dominante, imperativa, segura de sí misma, determinada a satisfacer sus deseos con la chica; Sabrina subordinada, rendida, dispuesta a obedecer lo que sea. Mi esposa se movió hacia adelante y metió su lengua en la boca de Sabrina, sin soltarla de los cabellos. La joven tenía unos pechos grandes, libres bajo el vestido. ¡Curvas y mucho encanto! Mi mujer la estaba besando, saboreando el momento, sacando y volviendo a meter la lengua en la boca de ella. Vi que un movimiento de escalofrío recorrió la columna de Elizabeth.

Otra pareja había entrado en la sala y disfrutaban del espectáculo, sentados en el banco de enfrente. La mujer estaba de espaldas por su hombre, que había pasado una mano entre sus piernas levantó su falda de color rojo oscuro, se deslizó en ella, a tientas en la intimidad de su compañera. Me levanté, con los pantalones a la altura de los tobillos, y serví champaña a mis dos amantes. La puerta permanecía abierta. Pequeños grupos pasaban riendo. Sabrina se sentó en el borde del banco y se levantó el vestido. Elizabeth lo besa por todas partes, frenéticamente, estaba como poseída. La chica no llevaba bragas, abrió las piernas y desafió a Elizabeth:

"Tómatelo con calma, haz que el momento dure bastante".

Sabrina agarra su bolso y toma un paquete de cigarrillos. Enciende uno, bebe uno sorbo de champán y echa la cabeza hacia atrás con un suspiro. Ella guía a Elizabeth, que queda atrapada entre sus piernas, lame, alterna, acaricia, acelera, frena, la penetra con un dedo. Está con los ojos entrecerrados, concentrados. Me paro detrás de Sabrina y le beso el cuello. Gimió.

El hombre que había entrado con otra mujer me llama.

"¿Le gusta mi esposa, señor?"

"Eh… si por supuesto"

Realmente era una mujer hermosa, sí: tinte berenjena, falda y bustier, muy delgada, pechos pequeños sostenidos por lencería. En ese momento parecía haber entrado en un trance orgásmico, reemplazó la mano de su esposo por la suya y se frotaba violentamente el sexo para obligarse a correrse. Elizabeth que había presenciado la escena me susurra al oído:

"Es muy hermosa, tú deberías acompañarlos" Una vez dicho esto Elizabeth se sumerge de nuevo en su trabajo, arrancando de la boca de Sabrina un gemido ronco y sordo.

Me levanto y voy hacia la mujer. La beso con ternura y sus ojos confirman la sugerencia de mi esposa.

"Ella es Cecile" dice su marido que había entrado con ella.

"Hola Cecilia, ¿cómo estás? Mi nombre es Ralph"

Cécile no responde. El hombre me invita a quedarme con ellos. El espectáculo es surrealista y provoca una erección de mi parte.

"Tranquilo Ralph. Me llamo Kovalchuk." Me estira la mano para saludarme. "¿Vives en Winnipeg?, tienes acento francés…"

"Vivimos en Montreal" y le señalo a mi esposa.

Gente de la alta sociedad inmersa en la lujuria. El hombre me hace un movimiento con la cabeza para que me ocupe de su mujer. Obedezco, me acerco a Cécile, paso mi pulgar por su labio, ella abre la boca pero no sus ojos. Ella espera que su esposo o yo la follemos según nuestros dictámenes. Su marido, con un movimiento de la mano, me invita a sumergir mi pene en ella. Cecilia parece concentrada.

"¡Ven a follarla, ella solo está esperando esto!… Toma su culo, su coño o su boca… haz lo que quieras".

Crudas palabras que contrastan con el fino estilo de este acomodado buen caballero. Me preparo y me sumerjo en ella. Cécile no reacciona, está empapada, completamente dilatada. ¡Notoriamente la joven evacuó demasiado jugo de amor! Un poco de ida y vuelta y empiezo a sentir su placer. Ofendido por su falta de reacción la empiezo a follar más frenéticamente, pero su marido me llama al orden, así ella no puede chupárselo bien, sacudida en todas direcciones por mis embestidas.

"¡Date la vuelta, perra, él te la va a meter por el culo!"

Nadie me pide mi opinión. Cumplo. Ella se pone a cuatro patas, sin soltar a su hombre, se la chupa, ahora con una verdadera furia. Él está cada vez más excitado al verme follar a su mujer. Apunto mi pene frente a su culo. Lo humedezco con sus propios fluidos, y la penetro, se desliza sola. Nunca había visto a Elizabeth tan mojada como esta mujer. Me vuelvo hacia mi esposa, para ver dónde está: ha invertido los papeles, mi mujer se contorsiona bajo las caricias orales de su amante soltando pequeños gritos. Liz es hermosa cuando se corre.

Estoy entre las nalgas de Cecile. Ella está más receptiva ahora. La limo fuerte, gime, gime, chilla bajo mis embates. Parece excitar a su marido que se corre en su boca. Ella no traga, medio ausente, baja su cabeza… el semen brota de su boca.

El hombre toma su copa de champán. Agarra del mentón de su amada, lo levanta en atrás y dejar correr el champán en su boca, en su cara. Cécile se echa a reír, una risa nerviosa, seguida de espasmos característicos de un orgasmo violento, se pone rígida, yo acelero el movimiento, provocando reacciones en cascada de mi pareja. Ella me ruega que pare: "Je t'en prie, québécois" [Por favor, quebequés]. Me retiro, ella se va rápidamente de la habitación.

"Ella siempre necesita una ducha en estos casos. Pero te puedo asegurar que has estado a la altura de nuestras expectativas. ¡Gracias!" me dijo su marido.

Por su parte, Elizabeth está sumergida entre unos cojines. Sabrina la deja, Elizabeth ni la mira cuando se va, ni una palabra. Ella me tiende la mano. Voy hacia ella. Recuperamos el aliento.

"La noche no ha terminado" Me dice.

Tomamos un profundo sorbo de champán. Beso a mi esposa. Un merecido descanso. Ella acaricia mi sexo.

"Te amo"

Hagamos un primer inventario. Llegamos hace más de una hora, un recorrido rápido acompañados por el dueño, Elizabeth negocia favores con una extraña, que me la chupa y se folla a mi media naranja en un banco de un tocador. Por mi parte, aproveché las nalgas acogedoras de Cécile, una fina burguesa, distinguida, de alto nivel social que se ha hundido en el libertinaje. Elizabeth está acostada en el banco, su cabeza en mis muslos. Acaricia mi polla.

"Hice bien en depilarme todo, es muy dulce, te da una buena polla"

Quedamos solos en la habitación. Lisa inclina la cabeza y me toma en la boca. Después de algunos ida y vuelta:

"¡Ajj! Tu polla huele al culo de la morena".

A Elizabeth realmente no le gusta chuparme después de la sodomía, lo olvidé. Su cara está como congelada, con una especie de melancolía. El momento es seguido por una intensa vergüenza. Pero, ¿qué es lo que estamos haciendo allí? Podríamos irnos de inmediato. El abrazo que sigue es un momento mágico de complicidad. Es exactamente lo que queríamos. Pero… no nos movemos.

"¿Te fue bien con Sabrina? No sabía que te atraían las mujeres."

"Yo tampoco lo sabía. No estuvo mal"

Elizabeth huele a sexo. Su perfume ahora está cubierto por el olor de la saliva y los fluidos del amor. El momento se prolonga. Sin fuerzas, sin ganas, estamos bien aquí. El hermoso vestido negro de Elizabeth está empapado de humedad. Comienzan a aparecer manchas blancas.

“Tendremos que tomar un taxi para llegar al hotel. Mis pantalones tienen una larga mancha blanquecina. Elizabeth rueda sobre su espalda, su cabeza todavía en mi regazo, me mira a los ojos.

"Quiero continuar."

"Okey"

Nos besamos, su olor a zorra me excita, mi erección no se debilita. Entra una pareja a la pieza. Se besan, se acarician, se tocan, como si fuera un momento que llevaban mucho tiempo esperando. Los observamos. Una verdadera película porno en vivo. La mujer, una pequeña morena gordita se vuelve hacia la pared y arquea la espalda. El hombre solo desabrocha la bragueta de sus pantalones y, tómalo, así, en seco. No nos han visto, están demasiado ocupados. El hombre literalmente desgarra a su compañera, que grita de placer sin freno. Otra pareja los mira desde el pasillo

"¡Vamos, ven!" Elizabeth me tira del brazo. Su paso no es muy seguro, está un poco en otra parte. Parece que ella había estado esperando esto durante mucho tiempo. Camina como una borracha, con el vestido sucio. Sus arreglos matutinos son solo un recuerdo, su cabello enmarañado.

"¡Es el momento del Satya Loka! ¡Es el momento del Satya Loka!" Alguien pasó por los pasillos anunciando en voz alta haciendo sonar una campana, Talán talán, talán talán. "¡Todos al salón principal! ¡Todos al salón principal! ¡Es el momento del Satya Loka!"

Nos miramos con Elizabeth. Le pregunto a una pareja que pasaba en el pasillo. "¿Qué es eso? ¡De qué se trata?"

"El Satya Loka, vamos, no te demores, ya empieza." Me respondió una mujer. No entendí nada, es como si me hubiera hablado en zulú. Elizabeth me muestra a través de su celular que Satya Loka es un término del hinduismo que describe el plano más elevado de la conciencia y lo más alto de los reinos celestiales.

Bien, como todos los demás nos trasladamos al amplio salón principal. Había desplazado el mobiliario hacia los costados. Solo quedó en el centro una lujosa y mullida alfombra. En el medio de la alfombra estaba Barry elegantemente vestido. Todos los demás se acomodaron (nos acomodamos) alrededor de él manteniendo una distancia 3 o 4 metros.

"Damas, caballeros, nuevamente les agradezco vuestra presencia. Espero que todos estén disfrutando de esta hermosa noche. Llegó lo que todos esperamos: ¡Es el momento del Staya Loka!" Dijo Barry.

Algunos aplaudieron, otros dijeron "¡Bravo!" Todo el mundo estaba eufórico con esa cosa del Staya Loka.

"¡Comencemos!" anunció Barry. "Por favor, invitamos a nuestro amigo ¡Glen Barber!"

Otra vez aplausos y "¡Bravo!". ¿Glen Barber? Ni idea de quien era. Pero no estaba entre los presentes en el salón. Después de unos segundos por una de las puertas que comunican al recinto apareció un hombre de cerca de 60 años, muy bien vestido, con una corbata de moño color café. Buen físico, alto, quizás con algunos kilos de más, con calvicie, solo tenía cabellos por encima de las orejas y en la nuca. Notoriamente una persona importante de la alta sociedad de Winnipeg, todos ansiosos por saludarlo y decirle unas palabras.

Se paró junto a Barry. Se dieron la mano muy sonrientes.

"Ahora llamaremos a la diosa Rati" dijo Barry.

Siguiendo el ejemplo de mi esposa busqué rápidamente en internet: Rati – diosa del amor y del deseo sexual, de extrema belleza. Su nombre viene del sánscrito y significa disfrutar, deleitar de todo tipo de placer físico.

"¡Sííí!" a coro gritaron todos.

Barry giró 360 grados, miró a todos los que estábamos a su alrededor, extendió su brazo derecho y con su dedo índice señaló a Elizabeth. Los que estaban cerca de nosotros nos saludaban, la tocaban, la felicitaban, felicitaban a mí también. Ella sin demora y sin titubear se dirigió a los dos hombres en el centro del salón.

Glen la tomó de sus manos, después la agarró del mentón, pasó su pulgar por sus labios e introdujo en su boca sus dedos índice y mayor. Ella quedó embelesada le chupó los dedos a Glen. Parecía fascinada. Él sacó los dedos de su boca y de inmediato Barry, desde atrás, puso sus manos en los hombros de mi esposa. La masajeó en los hombros y en el cuello, ella se contorsionaba; evidentemente super excitada. Entre los dos hombres comenzaron lentamente a sacarle sus medias, la tanga y desabrochando el vestido le sacaron el soutien. Solo quedó con su vestido negro.

En el «público» un silencio sepulcral. Todos con la atención fija en esas tres personas.

Ahora es Elizabeth quien comienza a desvestir a los dos hombres, por turnos, le saca una prenda a Barry y otra a Glen y así sucesivamente. Llegó el momento de sacarle el slip a Glen, lo hizo caminando a su alrededor y con un dedo se lo bajó hasta que la prenda cayó al suelo. Salió a relucir un pene normal ya en plena erección. Ella se arrodilló frente a él, acarició su pene con sus mejillas, después con sus labios, más tarde con la punta de su lengua, y lo ocultó totalmente en su boca, así quedaron unos segundos sin moverse.

Mi esposa sacó el pene de su boca y giró quedando de espalda a Glen. De rodillas. Barry trajo dos cojines y los puso en las rodillas de Lisa. De esa forma su pelvis iba a quedar algunos centímetros por encima de la de los dos hombres. Glen que ya tenía su miembro lubricado por la muy breve estadía en la boca de Liz, también se arrodillo de espaldas a ella.

¡Oh sorpresa! Nunca había visto eso: Elizabeth extiende sus brazos horizontalmente hacia sus costados. Parece una cruz humana. Las palmas hacia arriba. Glen comienza a tocarle con sus pulgares y con la punta de su sexo su orificio anal. Cuando considera que ella ya está receptible, pasa su brazo izquierdo por delante de su cintura y dirige su pene a la entrada de su culo. La penetra. Mientras tanto Barry apoya sus manos en los hombros de ella para que mantenga el equilibrio. Glen empuja un poco más. Elizabeth emite un grito lastimero y de placer. Silencio total en los demás asistentes.

Ella mantiene los brazos extendidos horizontalmente. Parece un ritual… es un ritual.

Glen inicia una serie de saca y entra en el tubo de Lisa. Apenas deja adentro su glande e inmediatamente introduce todo su miembro cada vez más profundo. Los alaridos de ella son patéticos y excitantes para los tres que están en el centro de la pieza y notoriamente para los espectadores, yo entre ellos.

En la concurrencia comienzan a verse hombres que sacan sus penes de sus pantalones para masturbarse, mujeres que se llevan sus manos a sus entrepiernas, hombres que meten sus manos por debajo de las faldas de las mujeres, mujeres que acaricias los bultos de los hombres que están a su lado. Pero todos… todos… todos, con la vista fija en Elizabeth, Glen y Barry.

Finalmente Glen introduce totalmente su miembro en el culo de Elizabeth y así lo mantiene durante varios segundos. Mi esposa emite un leve gemido, sus brazos extendidos ya no los mantiene muy firmes. Glen hace una seña con su cabeza a Barry y éste clava, de una, su polla en el coño de Liz. Ella emite un «¡ugghh!» Pierde fuerza, pierde equilibrio, sus brazos extendidos se caen. Los hombres inician un armónico y sincronizado vaivén en ella.

Entre el público una mujer emite un gemido. Barry se detiene manteniendo su pene dentro de Lisa, mira hacia donde había venido el gemido:

"¡Silencio!" Y continua junto a Glen taladrando rítmicamente a mi mujer.

Sabrina que estaba muy cerca de mí estira la mano en un gesto para que me acerque a ella. Pone su brazo sobre mi hombro, me susurra al oído: "Tranquilo". Su mano empieza a acariciar mi pene a través del pantalón. Muy pocas caricias fueron suficientes para venirme en seco vestido, en mi ropa interior y en mi pantalón. Apoyé mi boca en su hombro para no emitir ningún sonido. Ella se dio cuenta: "Tranquilo amor". Me tomó tiernamente de la cabeza. "Estás conmigo".

Los dos hombres del centro comienzan a acelerar sus movimientos cada vez más frenéticamente. Elizabeth apoya su espalda en el cuerpo de Glen, Barry toma sus pezones y se los retuerce. Ella grita todo tipo de sonidos, creo que está en un orgasmo continuo, se retuerce, se contorsiona. Glen emite como un aullido anunciando su eyaculación adentro de Liz, se mantiene quieto dejando que su miembro descargue todo su semen dentro de ella. Barry da tres cachetazos en las tetas, vuelve a retorcerle un pezón, ella exhalar un largo y fuerte grito. Glen evita que se desplome y Barry dispara toda su artillería en su coño.

Los tres permanecen acoplados. La gente mirando con admiración. Elizabeth mueve un poco su cabeza e intenta mover un brazo. Comienza a recuperarse lentamente. Glen se desacopla primero, después Barry, y Lisa clava su cabeza en la alfombra. Glen trae una silla con reposabrazos y la ayuda a sentarse en ella. Se funde con Elizabeth en un apasionado beso. Se retira. Barry se acerca con su verga embadurnada de los fluidos de Lisa y de los suyos; le pasa el miembro por las mejillas y los labios, pero ella está muy extenuada.

Los espectadores comienzan a comentar en voz baja, ahora sí se puede hablar: "¡Qué mujer!" – "¡Esto es de antología! – "¡Estuvo brillante!" – "¡Una obra maestra!" – "Señor, ¿usted es su esposo? "¡felicitaciones, realmente felicitaciones!"

Se desarmó la rueda que rodeaba a los tres del ritual. Unos iban a saludar y a felicitar a Elizabeth, otros me felicitaban a mí. Inmediatamente Glen se vistió lo mejor que pudo y se encaminó a la salida.

"Senador Barber, senador Barber, él" (señalándome a mí) "él es esposo de Elizabeth" dijo uno.

"¡Ahhh! Qué bien. Entonces tú eres Ralph, mucho gusto, senador Glen Barber. ¿Cómo estás?"

"Eeehh… sí. Soy Ralph (yo ya era famoso en Winnipeg). Igualmente un gusto. ¡Muy bien y usted senador?"

"Mi amigo, estoy con poco tiempo." Puso su mano en mi hombro. "Tienes que convencer a Elizabeth. Le hice una propuesta laboral. Es una excelente profesional. Ella te va a explicar en que consiste, pero te doy un pequeño adelanto: si gano las elecciones para Primer Ministro de Manitoba la quiero como Ministra de Economía. ¡Cuento contigo! Mucho gusto de haberte conocido. Je dois m'en aller [Tengo que irme]. À bientôt! [No vemos pronto]. Ah, escucha, hay una limusina esperándolos afuera para llevarlos al hotel."

Se acerca Anne, la esposa de Barry. Me agarra por el hombro:

"No hemos podido charlar nada Ralph. Espero que en vuestra próxima visita conversemos algo." Me dijo apoyando su pierna en mi pene.

"Eres muy hermosa Anne, Barry es un afortunado en tenerte como esposa."

Me sonrió y se dio vuelta a saludar a otros invitados.

Estamos de vuelta en Montreal. Yo no soy el de antes. Winnipeg parece ser un antes y después en mi forma de ver la vida, sobre todo en el aspecto sexual. Ahora no estoy tan seguro en aquella idea de introducirnos en el mundo de la orgía. Incluso me estoy cuestionando la conveniencia de haber traído a aquel tipo que se folló a Elizabeth en mi presencia.

Siento temores de que Elizabeth vaya a continuar a mi lado. Si nos mantenemos como hasta ahora, sería como no tenerla: ella no puede disimular su atracción por su «colaborador» Barry. Si acepta trabajar con Glen Barber, seguramente ganará mucho dinero y ganará prestigio, pero Glen se la follará cuando y cómo quiera. Y si se mantiene en su trabajo actual, cada tanto está obligada a viajar a Winnipeg…

Yo sabía que ésta era una prueba de riesgo. Parecía que no, pero sí: soy celoso. Los seres humanos somos posesivos. Lo novedoso, lo desconocido me traicionaron. Este tipo de relación no encaja con mi personalidad. Perdí.

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