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Leche para cenar
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Hoy fue día de compras, desde unos días antes lo deseaba.

Hoy mi señor vendrá por mí y me consentirá, seré su nenita consentida, iremos a la zona de tiendas para elegir todo el ajuar para un evento que tendremos en unos días.

Ya me reservo una cita con mi estilista, pelo, uñas, piel y depilación incluida; cerca del próximo fin de semana pasaré un día entero en el spa consintiendo mis gustos y mi cuerpo.

Casi anhelo ese día como este, pero hoy es primero y yo estoy nerviosa esperando y mirando cada minuto por la ventana para poder verlo.

Siempre es puntual y sé que no aparecerá hasta dentro de cinco minutos aun así aquí estoy, como una niña en la mañana de navidad que no puede esperar a que se despierten sus padres y entonces abrir los regalos.

Desde temprano me desperté y fui directo al baño, me lavé el pelo y luego disfrute del jabón resbalando por mi cuerpo imaginando que era él quien me acariciaba suavemente, salí y pinté las uñas de mis pies a juego con las de las manos un azul plumbago con una uña de cada extremidad pintada de rosa, luego puse un poco de crema con aroma a jazmín él siempre huele mi piel y le encanta ese aroma.

Almorcé algo ligero, un poco de fruta, un café y un par de sándwich.

Elegí unos huaraches blancos y un pantalón de mezclilla, una blusa amarilla y una pequeña torera en blanco, mi bolsa también blanca. Por último pinté mis labios de rojo y agregue perfume en mi cuello, y en el interior de mis muñecas aun así cuando termine faltaban quince minutos para las diez.

He aprendido a ser eficiente con mi tiempo y estar lista cuando él lo requiere.

Aunque disfruto y amo de sus correctivos, no me gusta uno en especial, el que tiene que ver cuando no estoy a tiempo así que me esfuerzo por siempre ser puntual.

La sensación en mi vientre iba y venía, igual que siempre que lo voy a ver, es algo raro sentirse así después de tanto tiempo de relación sobre todo después de tantos momentos íntimos que hemos tenido muchos de ellos en los que el sexo ni siquiera ha estado presente, nunca pensé que se pudiera sentir una intimidad tan profunda sin sexo, gracias a él la conozco.

Cuando bajó del auto no pude evitar la sensación de calor recorrer mi interior, mirarlo en su traje azul índigo, un pequeño pañuelo blanco saliendo de la bolsa del saco, una camisa blanca impecable, impoluta, su barba arreglada y unos lentes oscuros que se quitó cuando bajó del auto para dejar al descubierto esa mirada oscura que provoca mis pensamientos más indecentes, sus zapatos café tabaco estaban tan limpios que pareciera los acabara de comprar.

Aunque existe un timbre en mi departamento tocó la puerta con sus nudillos, le gusta hacer las cosas con sus propias manos es algo que para mi fortuna y placer sabe utilizar muy bien.

Espere detrás de la puerta unos segundos respirando, tratando de sentir su esencia intentando imaginarlo impaciente del otro lado de la puerta.

Abrí la puerta sin hacerlo esperar demasiado, sé lo impaciente que es y lo que opina sobre la impuntualidad, abrí y pude tenerlo cerca tan cerca para poder por fin sentir la frescura de su perfume revuelto con un aroma salvaje que él desprende.

Sentí como me acaricio con su mirada, siempre lo hace cuando nos encontramos.

Vi sus ojos, en ellos se traslucen las ganas, la oscuridad de sus perversiones y por último me vi reflejada en sus iris, luego mis ojos se posaron en su boca, en esos labios libidinosos que saben llevarme al cielo.

Como siempre él tiene el control, lo primero que hizo fue comprobar que llevara puesta la pulsera, pasó su pulgar por encima de ella y dio un paso para atrás sus ojos recorrieron completamente mi anatomía sentí el examen visual vi como sus labios se curvaron en una sonrisa.

—¡Estás hermosa!

Me tomó de la cintura y me atrajo, con sus manos firmes en mis caderas, desaparecieron los nervios previos su lugar lo ocuparon la necesidad de sentirlo, de tocarlo, de disfrutarlo la espacio entre ambos se esfumó ahora su boca está tan cerca de la mía que puedo besarlo, sus ojos están fijos en mis labios y mi pecho pegado al suyo.

El beso fue mágico, inevitable pero corto muy corto yo quisiera quedarme todo el día en sus labios.

—Vamos mi niña es tarde.

Tomo mi mano y jalo de mí para que lo siguiera.

Como un caballero abrió la portezuela y me ayudó a subir, luego de subir por el otro lado nos pusimos en marcha hasta llegar a destino unos minutos después.

Fuimos caminando mirando a un lado y a otro buscando el atuendo perfecto, yo lo elegiría y él estaría de acuerdo, fue paciente al ir caminando de arriba para abajo, entrando en las tiendas a mi lado dando su opinión sobre lo que me probaba ayudando con el color.

Él insistía en un azul rey que está de moda pero que a mí no me convenció mucho.

Note como torcía el gesto y me preocupe un poco tal vez en otra ocasión me cobre la desobediencia.

El primero que llamó mi atención fue uno estraple negro con pequeñas bolitas marfil, pero no lo sentí cómodo, también descubrí otro negro lleno de brillo en la parte superior pero no me gustaba su caída sobre mi cuerpo. Fuimos avanzando por la infinidad de tiendas y mi frustración iba en aumento, no encontraba lo que buscaba él fue paciente en todo momento. En la penúltima tienda de la calle por fin lo encontré, un hermoso vestido color ciruela pegado a mi figura, la suavidad de la tela y la sonrisa con que Lenin me miraba me convencieron.

Compramos los tacones y accesorios que usaría ese día; unos sencillos pendientes y una gargantilla en forma de ramillete llena de piedras plateadas.

Como todo un caballero cargó las bolsas, hasta mi bolsa de mano, podía escuchar el tintineo de las llaves en su bolsa al caminar lo que me ponía nerviosa y al mismo tiempo me excitaba.

Las benditas llaves que abren el paraíso.

Me llevaba de la mano y de vez en vez rozaba la pulsera con sus dedos causando un pequeño temblor en mi vientre.

Ya íbamos de regreso al automóvil, lo más probable es que de regreso fuéramos a comer, me encanta ir al restaurante de mariscos cerca de la 68.

De camino al auto pasamos por una tienda de lencería, en cuanto vi las bragas me enamoré de ellas, pero fue su orden lo que provocó mi humedad. La que desató el infierno en mi vientre, esa sensación que se agolpo en mi entrepierna causando estragos en medio de tanta gente, la que provocó esa sensación en mi estómago y desató el caudal en mi entrepierna.

—"Quiero que vayas y compres las bragas que están en el maniquí"

Cuando salí de la tienda con las bragas en la bolsa me dijo:

—Ya te imaginé en ellas y estoy deseando quitarlas de tu cuerpo. ¿Cómo te imaginas que se te van a ver?

Ahora deseo con todas mis ganas el momento en que me las quite mientras aspira mi aroma, mientras me observa con su oscura mirada.

Me encanta ver el fuego en su mirada cuando me los empieza a bajar, sentir su barba raspar mientras aspira mi aroma, sentir la suavidad de su lengua cuando da el primer lengüetazo.

Mire sus ojos en ese momento, vi el deseo en ellos me deseaba en ese mismo momento en ese mismo lugar, siempre lo encuentro cuando me mira de esa manera. Pero no era el lugar ni el momento así que debía reprimir mis ganas para más tarde.

Dejó las diferentes bolsas —en su mayoría eran de papel con las distintas marcas de la ropa o de la tienda-, en la parte trasera del auto y luego subimos, ya era la hora de comer así que de regreso buscamos donde saciar el apetito llegamos a un pequeño restaurante de mariscos, era de un estilo rústico, unas tablas de bambú y algunas plantas de ornato eran parte de la fachada, dentro había mesas y equipales para recibir a los comensales al fondo una barra para pedir bebidas y la cocina más allá de la barra.

Cuando nos sentamos en una mesa para dos él se quitó el saco del traje, pude notar la tela tensa en su camisa sobre sus hombros, era fácil notar sus músculos aún encima de la ropa, era fácil saber que sus brazos y su pecho son fuertes.

Los equipales estaban muy juntos pero él se acercó aún más a mí, sus piernas rodearon mis rodillas me atrapó con sus piernas me fascina cuando hace eso, una de sus manos se movió lentamente acariciando mi pierna.

Sus dedos rozaron mis muslos subiendo desde la rodilla ¡carajo! lo deseaba en ese mismo momento.

El joven mesero nos distrajo de nuestro pequeño instante de privacidad.

Se presentó como Paco nuestro mesero y nos dejó las cartas con el menú.

Dejó un guacamole, una salsa y unos totopos para ir abriendo el apetito.

Pedimos unas tostadas de ceviche; cebolla morada, aguacate, piña chile serrano acompañaban al pulpo que pedimos estaba delicioso una michelada para cada quién fue el complemento ideal.

Mientras nos trajeron la comida el guacamole y los totopos se acabaron.

Las tostadas llegaron junto con la segunda michelada estaban riquísimas.

Nos fuimos de ahí directo a mi departamento.

Abrí la puerta y pasé a mi casa, pero él se quedó en el marco de la puerta, me miraba.

Sus ojos se concentraban en mí.

Yo lo esperé expectante, me descubrí mordiendo mi labio interior deseando que se acercara.

Cerro la puerta detrás de él se abalanzó sobre mí, ya lo esperaba, yo lo deseaba.

El peso de su cuerpo me empujó contra la pared, su mano rozó mi mejilla y siguió hasta enredar sus dedos en mi cabello con un fuerte tirón levantó mi barbilla dejando al descubierto mi largo cuello el primer beso lo depositó en el hueco que se forma justo al inicio de la clavícula.

—¡Eres hermosa!

Beso lento cada centímetro, provocando una sensación de placer que se expandía por mi cuerpo, una sensación de picor que se intensificó en la punta de mis senos y un fuerte calor que se apoderó de mi entrepierna, cuando por fin llego a mi boca mis labios lo esperaban con ansia con un suspiro que escapó cuando sus labios tocaron los míos, me beso lento primero y con más intensidad después. Sus labios abrieron los míos, lo dejé hacerlo. Hizo suya mi boca y la disfruto a placer mientras yo me entregaba de igual manera a saborear su lengua, sus labios, su calor.

Con su mano libre tomó mi mano luego beso dulcemente mi muñeca, hizo un camino de besos sobre la palma de mi mano y cada uno de mis dedos hasta las yemas, introdujo uno a uno mis dedos en su boca, sus caricias eran suaves y se replicaban en otras partes de mi cuerpo luego puso su mano en uno de mis pechos lo tanteo como tantas veces lo ha hecho, primero acariciando el contorno luego una suave caricia sobre el pezón, un suave movimiento que me cortó la respiración, que sentí en mis entrañas, bajo por la línea de mi cuerpo, tomó mi trasero y me pegó más a él mientras su rodilla derecha se metía entre mis piernas, yo no podía pensar en otra cosa que no fuera ese duro musculo pegado, presionando y palpitando de una manera deliciosa contra mi parte más íntima.

Me sentí humedecer gota a gota, poco a poco cómo lo hace el rocío matutino en los pétalos de las flores.

Mis labios llovieron ante sus caricias.

Mis manos se morían por tocarlo parece que me lee el pensamiento.

—Tocame

No me negué, mis manos cobraron vida propia y comenzaron por sus anchos hombros bajaron por su espalda y tocaron sus duras nalgas.

Hacían ese mismo recorrido una y otra vez mientras su boca y la mía se encontraban y reconocían.

Se separó de mí, sus ojos despedían fuego, vi algo en su mirada; era hambre, hambre de mí y eso aflojó mis rodillas.

—Quítate la ropa, quiero descubrir la mujer que está debajo de toda esa tela.

—Soy tu nena.

Comencé con la torera y enseguida la blusa, luego moviendo mis pies saque un huarache para después lanzar el otro cerca de él.

Me gire para darle la espalda, sé que le gusta ver la curvatura de mis nalgas hasta los muslos, sé que disfruta ver mi espalda al juntarse con mis caderas así que me desabroche el pantalón dándole la espalda y fui bajando lentamente para dejar al descubierto primero mi trasero para posteriormente mis piernas.

—Hoy quiero usarte para mi placer

Es un amo y sabe como hacer que mi cuerpo se encienda con sencillas palabras. Yo estaba dispuesta a ser su juguete y darle placer ¿alguna vez te has sentido así? Ser usada como juguete y quedar satisfecha con eso, él lo logra en mí, algo que nunca pensé.

Pero también es un caballero y si un caballero no deja sola a una dama mientras se toma un trago, tampoco me iba dejar con hambre de él, de su cuerpo, de sus besos, de su hombría en lo más profundo de mi cuerpo.

Baje su pantalón en la tela de su calzón se marcaba su polla despertando, los baje mirando sus ojos, de nuevo me mire en su mirada. Sentí su aroma de hombre, fuerte como él, también un poco de sudor que en este caso me enloqueció, un poco de suavizante de sus ropas, no pude aguantar para llevarlo a mi boca.

Mi sexo brinco de ganas al escuchar su gruñido cuando lo introduje a mi boca, eso me hizo hervir por dentro y no pare.

Empecé a besar toda su extensión, a lamer, pasé mi lengua por cada vena marcada en su polla, tomé con mi boca sus testículos metiéndolos y succionando despacio de ellos.

Sus dedos se enredaron en mi cabello, acariciaba y sostenía mi cabeza pero me dejo llevar el control y el ritmo, acariciaba mi cabeza mientras le daba placer.

Quería consentirlo, él me había consentido todo el día y ahora yo quería hacerlo.

Me dejó ir hasta el final, sentí como se puso rígido, sentí sus piernas temblar mientras su espeso magma salía de lo más profundo de su ser en medio de sus gruñidos.

Luego de unos momentos en que me pareció que sus piernas no lo sostenían tomó mi mano y me ayudó a levantar me condujo al sofá más cercano y con un suave empujón me tiró de espaldas a él.

Sentí sus manos por mi cuerpo, acaricio mi espalda, mis nalgas fueron las preferidas.

Recorrió mis muslos hasta las pantorrillas, luego fue su lengua, esa pequeña parte de su boca me sabe tratar bien.

Sentí su nariz hundirse entre mis nalgas y su lengua jugueteando por mis pliegues me llevó al éxtasis de la misma forma que momentos antes yo había hecho con él.

Entonces sus dedos y su boca tomaron el control me llevó por un viaje de placer hasta que su cuerpo recuperó la dureza y pudo penetrar mi cuerpo ansioso de él.

—Te deseo, ya

—Sí

Sentí su peso sobre mi cuerpo.

Entró en mí fácilmente, yo lo esperaba, mi cuerpo lo deseaba, mis labios palpitaban por él y lo cobijaron con mi humedad y calidez.

De mi boca escapó un suspiro cuando sentí como me abría para él me llenó completamente y comenzó a moverse tranquilo conteniendo sus movimientos cuando yo lo que necesitaba era su descontrol sentir sus embestidas cada vez más fuertes, más profundas, más constantes…

Me lo concedió, su ritmo cambió y poco a poco el placer me inundó de nuevo.

Yo quería más, mucho más de él y él me lo dio, su cuerpo sudoroso cayó sobre mi espalda, sentí su corazón acelerado pegado a mí, su respiración estaba igual que la mía, descontrolada…

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