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Le fui infiel a mi novia mientras estaba internado (2)
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Andrea podía notar la lujuria en los ojos de Adrián y eso la volvía completamente loca de placer. Sentía su flujo saliendo libremente de su vagina sin pedir permiso, recorriendo su muslo interior como serpientes que abrasaban su piel y mostraban lo caliente que estaba.

Aquel joven la contemplaba allí de pie, desnuda de la cintura para abajo, con la verga completamente erecta, venosa, viscosa y vigorosa.

Estaba de ese modo por ella, por su cuerpo, al que tantos hombres habían criticado a lo largo de sus 33 años de vida.

Por un momento se vio reflejada en el muchacho, cuando era mas joven e inocente, cuando todavía no se había enfrentado a lo peor que los hombres podían ofrecer.

Quería abrazarlo y decirle que su novia no lo merecía, que no debería sentirse mal por ser el chico que era y que nunca nadie debería decirle lo contrario.

Pero sin embargo se tendría que conformar con ser suya, solamente por una noche, al menos le daría el mejor sexo de su vida, con toda la experiencia que había acumulado hasta esa edad.

Un nudo de rabia se formó en su estómago, al pensar en lo que Adrián le conto sobre su novia, pero sus labios formaron una sonrisa picarona, esa noche él era todo suyo.

Se acerco y llevo su delicada mano a la mejilla de Adrián.

“Acóstate en la cama boca arriba que te voy a mostrar algo que te va a encantar mi amor”

Él obedeció, como ella sabía que haría y se acomodó en la cama.

Andrea se subió a la cama y se colocó en cuclillas, sobre Adrián, agradeciendo las clases de yoga que venía tomando hacía ya dos años.

La tensión se palpaba en el aire, casi como si pudiera cortarse con la mano.

La vega erecta de Adrián apenas a escasos centímetros de distancia de su vagina depilada, un hilo de flujo semi transparente comenzó a caer directo en el glande de él, uniéndolos.

La tentación de tener una verga tan cerca y con solo un movimiento poder introducírsela, el morbo de que alguien pudiera descubrirlos en pleno acto sexual, producía en Andrea orgasmos mentales, llevándola a otro nivel de placer.

Una vez una amiga le dijo que para calentar a una mujer primero había que masturbarle el cerebro, pues ella ya estaba con un consolador encendido y a máxima potencia.

Fue bajando, poco a poco para calentar mas y mas a Adrián. Cuando llego a sentir contacto con su glande, comenzó a masturbarse pasando su vagina húmeda por todo su falo.

Quería dejar su aroma impregnado en su verga, dejar su huella. Pensar en que cada vez que la puta de su novia se lleve esa verga a la boca, estaría llena de su esencia.

Una mujer tiene que ser una dama en la calle y una puta en la cama, otro famoso dicho de otra de sus amigas.

Finalmente, y luego de torturarlo un poco, Andrea fue introduciéndose la verga, palmo por palmo, siempre permitiéndole ver todo el espectáculo.

La introdujo hasta la mitad, era mas que suficiente para lo que vendría.

“Te dije que te iba a mostrar algo que te iba a encantar y estas a punto de descubrirlo”

Con movimientos pélvicos aprendidos de tanta práctica, ella comenzó a cabalgar la verga de Adrián.

Subía y bajaba lo justo para que la verga no se saliera, primero con movimientos leves y luego aumentando la velocidad, alternado hacia adelante y atrás.

Pete vaginal lo había apodado uno de su ex, y ella se sentía orgullosa de ser buena llevándolo a la práctica.

“Me encanta, como succionas mi verga con tu concha, como si me la estuvieras chupando”

Estuvieron un buen rato disfrutando, hasta que los gemelos de Andrea comenzaron a dolerle.

“Quiero cogerte en cuatro, quiero ver tu culo hermoso mientras mi verga te hace el amor”

Andrea se levantó y se acomodó boca abajo, apoyando su cara en la almohada, era imposible negarse a nada que le pidiera.

Un aplauso fuerte se escuchó como eco, mas fuerte de lo que Adrián había planeado en un principio al nalguear a Andrea.

Le encanto recibir esa nalgada, pero mas le gusto que por fin él se estaba desinhibiendo.

Estaba sacando su lado más pervertido, probablemente oculto por una relación donde todo se le cuestionaba, y el sexo pasaba por algo monótono.

Adrián comenzó a taladrarle el culo con su generosa verga, primero con envestidas suaves y gentiles pasando a algo más salvaje.

Adrián se acercó a su cuello y comenzó a darle suaves besos de amante, lamerlo y susurrar cosas sucias a su oído.

Andrea pensó que con algo de entrenamiento podría volverlo todo un artista del sexo, convirtiéndose en un amante empedernido.

Los aplausos retumbaban en las paredes de la habitación, era casi imposible que no se oyeran con el silencio que había, Andrea lo sospechaba y el corazón le iba a mil, esperando que alguien entrara por la puerta a ver qué pasaba.

Sintió una mano fuerte tomar su cabeza y agarrar su cabello como se agarran las cuerdas de un caballo a la hora de cabalgarlo.

Eso hizo que otro orgasmo explotara entre sus piernas, haciéndolas temblar, cada vez sentía mas piel con aquel joven.

Era imposible contener tantos gemidos aun mordiendo la almohada lo mejor que podía, y se dijo que no los contendría más, gimiendo al ritmo de las embestidas.

Seguramente si tuviera un espejo en frente podría verse con una expresión completamente obscena y de placer.

“Quiero llenarte, dejarte todo mi semen adentro, aunque no se si es correcto”

“Quiero que me acabes adentro, pero quiero ver tu cara mientras vacías tus bolas dentro de mi concha caliente”

Andrea se dio vuelta y se sentó encima de Adrián, ambos quedaron sentados mirándose de frente. Mientras la verga de él la volvía a penetrar sin piedad, se besaban y jugaban con sus lenguas.

Andrea sintió los espasmos de la verga de Andrés previo a soltar su carga.

Lo tomo fuerte del pelo, sin dejar de mirarlo a los ojos, mientras sentía como su interior se iba llenando de un líquido caliente y viscoso, la lechita como le gustaba decirle ella de forma lujuriosa.

Se quedaron mirando durante unos segundos más, Andrea sabía bien que ahora él ya no la podría sacar de sus pensamientos.

Cada vez que hiciera el amor con su novia, la recordaría a ella, recordaría sus bolas chocando contra sus nalgas, recordaría su verga entrando y saliendo de su boca.

Pensaría en su piel y sus pechos erectos, y en como la hizo su mujer.

Cada vez que la besara, estaría besándola también a ella porque una buena puta deja su huella en la verga y el corazón de un hombre.

Andrea miro la hora, aún faltaba algo de tiempo para terminar su turno, se permitió acostarse a su lado y permanecer allí con el desnuda y abrazarlo.

Noto a lo lejos una puerta semiabierta, y a su compañera Carla, viendo todo con una mirada cómplice y una sonrisa en sus labios.

Sabía que su silencio le saldría caro, probablemente ya tuviera Carla en mente la forma en que se lo pagaría, sobre todo cuando noto la mano de ella jugando debajo de su pantalón.

Pero eso sería para otro día, ahora prefería disfrutar del poco tiempo que le quedaba con ese joven maravilloso, le acaricio el pelo hasta que noto como Adrián se quedó dormido.

Se vistió, se quitó el exceso de semen de su vagina y salió de la sala.

Al otro día cuando volvió al servicio, ya le habían dado el alta a Adrián y ella sabía bien que no lo volvería a ver de nuevo.

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