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Le entregué el culo a mi mejor amigo
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hace un tiempo atrás tuve una discusión con mi pareja acerca de las intenciones que Diego, mi mejor amigo, tenía sobre mí.

Con él nos conocimos en el jardín de infantes.

Compartimos nuestra niñez, nuestra juventud, y adolescencia.

Cuando éramos pequeños jugábamos a los novios y nos besábamos con inocentes piquitos.

Con el paso del tiempo mi cuerpo comenzó a crecer y transformarse en cuerpo de mujer, Diego estuvo siempre a mi lado, cuidándome, notando mis cambios.

Si alguien rompía mi corazón, si alguien me lastimaba, Diego siempre me daba su hombro para llorar, su oído para escuchar y su cama, para dormir abrazados y secar mis lágrimas.

Somos mejores amigos y el sexo no era parte de nuestra relación.

Esa noche la discusión con mi pareja comenzó tratando de convencerlo por centésima vez que Diego era inofensivo, que no tenía ningún interés sexual hacia mí.

Discutimos mucho, nos dijimos cosas feas, mentiras que lastiman, palabras que son utilizadas en momentos de enojo, de gritos, cuando uno piensa solo en herir a su oponente.

Y como era de esperarse. Después de la discusión, llamé a Diego.

Le expliqué lo que había pasado, se ofreció para hablar con mi pareja, pero no me pareció el momento adecuado. Le pedí que viniera, que necesitaba verlo.

Mi novio, después de la discusión, se duchó, y como era su rutina de viernes por la noche, se recostó en el sillón a mirar su equipo de fútbol preferido, eso era como un bálsamo para él. Supongo que lo calmaba ver a varios hombres disputar una pelota durante 90 minutos. Nunca entendí el fútbol.

Aproveché su enojo y el partido, y me fui al encuentro con Diego.

Obviamente él no podía venir hasta mi casa y yo tampoco podía ir a la suya ya que su madre estaba de visitas y no tendríamos la privacidad para hablar.

Pasó por mí en su auto. Yo lo esperaba en la esquina. Fuimos hasta un parque alejado unas 30 cuadras de mi casa.

Era de noche, una noche de verano que invitaba a la charla y la buena compañía.

Diego es una persona hermosa, lo quiero mucho y él me quiere mucho a mí, nos cuidamos mutuamente, no ha tenido suerte en el amor, las mujeres que han compartido su vida nunca entendieron nuestra relación y celosas, se alejaban.

Diego tiene todo lo que yo buscaba en una pareja… pero es mi amigo.

Nunca tuvimos sexo.

Hasta esa noche.

Llegamos al parque, estaciono su auto.

Me ofreció un cigarrillo, lo encendió y solo me escuchó…

“Mariano es un boludo, cree que vos me tenés ganas. Dice que me miras las tetas, que cuando me abrazas me miras el culo. Que la amistad entre el hombre y la mujer no existe. Que no puede creer que todavía no me cogiste, que bla bla bla” yo hablaba sin parar.

Hablaba rápido y casi sin respirar, estaba ahogada con tantas palabras que en mi boca sonaban estúpidas, pero en mi cabeza empezaron a sentirse cada vez mejor.

Diego me escuchaba ”escupir” las palabras y me miraba fijo a los ojos mientras se le dibujaba una sonrisa libidinosa.

Cuando por fin respiré e hice silencio, con una voz sensual que nunca había usado hasta el momento, me preguntó “¿por qué crees que son ideas raras?”.

Mi cuerpo reaccionó a aquella situación, noté como se lubricaba mi vagina, centré mi mirada en su boca y en cómo movía sus labios al hablar, como si el tiempo se detuviera, su voz endulzaba mis oídos diciendo no sé qué y un impulso hizo que trepara sobre él, sujetando su hermoso rostro y mordí sus labios carnosos.

Que bien que besa!

El sabor de su boca era suave, dulce.

Su cuello perfumado, calentito.

Rápidamente tomé su pene, corrí mi tanga, lo introduje en mí y comencé a mover mis caderas, estaba muy excitada, mi amigo era hermoso y mi pareja estaba mirando fútbol.

Era infiel y eso me excitaba aún más.

Llegar a mi primer orgasmo fue casi inmediato.

Cuando quitó mi camisa, sentí sus labios sobre mis pechos, sus dientes en mis pezones y sus manos en mi culo, llegué al segundo orgasmo.

El placer era constante, sus jadeos se mezclaban con los míos, su pecho retumbaba de pasión, totalmente entregada a ese hombre y dispuesta a todo, le entregué mi culo, casi virgen.

Su gran pene, completamente dentro de mí se movía suavemente como con cuidado.

Y mientras nuestras bocas se juntaban en un beso, se unían nuestros gemidos, sus manos recorrían mi cuerpo en su totalidad, su pene cogía mi culo.

Siento dentro de mí la explosión de su eyaculación, como una erupción en mi culo y una electricidad invade mi cuerpo, me hace estremecer de placer hasta dejarme inerte, inmóvil por unos segundos y volver a convulsionar de placer.

Vuelve la paz.

Siento la relajación de su pecho contra el mío.

Vuelvo a mi asiento.

Prendo un cigarrillo y acomodo mi cabello.

Diego me besa y me pide que no discuta más por él, que no tiene sentido.

Volví a mi casa, mi pareja aun miraba fútbol.

Poco tiempo después, nos separamos.

Nunca supo lo de Diego, con quien seguimos siendo mejores amigos.

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