Todo empezó hace unos meses, tengo 21 años y aun me queda un tiempo en la universidad. Desgraciadamente, mi padre perdió su empleo y me vi en la necesidad de encontrar uno yo para no tener que dejar la escuela.
Después de varias semanas, vi que estaban contratando en una Ferretería que está muy cerca de la universidad, así que pasé a dejar una solicitud y al día siguiente me llamaron para hacer una entrevista.
Quien me entrevisto fue la esposa de el que ahora es mi jefe, me dijo brevemente que mi trabajo seria en la parte de la venta, me habló del horario y comentó específicamente que debía llevar cierto tipo de ropa.
Yo soy bonita, no me considero una Miss Universo, pero tengo lo mío. El único pero que podría ponerme o la que podría decir que es mi mayor inseguridad, es el sobre peso que tengo. Aunque, aun así tengo esa grasa bien distribuida, podría decirse.
En fin, por esa misma inseguridad, siempre trato de vestir holgada y no llevo maquillaje, así que supongo que eso le dio algo de confianza a la esposa de mi jefe para decir que si a la contratación.
Durante las primeras semanas todo iba muy normal.
No tuve que gastar nada de dinero en comida porque me invitaba. Además que ni siquiera estaba todo el tiempo en el lugar, ya que se la pasaba en el taller, haciendo envíos y todas esas cosas mientras yo solo me quedaba en el frente de la tienda.
Aquí se hacen inventarios todos los días con un software, semanales se checa con el inventario manual y una vez al mes se revisa todo lo de la bodega.
Entonces, es en un día de inventario mensual donde todo sucedió. Era un sábado y ese día todos salen a las 3 de la tarde, pero me dijo que si podía quedarme a hacer algunas horas extras junto con los otros compañeros, a lo que accedí pues ese dinero me ayudaría a comprarme algo extra.
Y como es costumbre en esos lugares, pidieron algo de comer y se compraron algunas cervezas para beber cuando fuimos terminando. A demás, era día de paga, por lo que todos estábamos muy contentos.
Entre que mis compañeros estaban echando relajo, escuche que hablaban sobre un tipo que ya no trabajaba ahí y no pude evitar preguntar por qué. Así fue como me enteré que la esposa de mi jefe lo había engañado con uno de ellos, el cual renunció cuando fue descubierto.
Cuando dieron las 9 nos empezó a pagar y todos se fueron medio borrachos, yo quede al final porque quise pasar al baño, ya que aunque la universidad me queda cerca, mi casa estaba al menos a una hora de camino y con la cerveza que traía encima, sabía que a cada rato me iban a dar ganas de orinar.
Cuando salí del baño, solo estábamos el jefe y yo. De repente me preguntó si podía quedarme una hora más porque acababa de recordar que le hacía falta contar unas cosas. Un poco sorprendida le dije que si, pero solo una hora porque ya era tarde. -No te preocupes, yo te llevo a tu casa.- Respondió.
Fuimos a la bodega y me pidió que subiera a la escalera para sacar una caja que estaba arriba de un estante. La verdad es que si estaba algo mareada, por lo que casi me caigo al subir y solo sentí como el me agarró del trasero y se río. Contamos lo que tenía la caja y la subí. Pero, al bajar él se puso detrás de mí y pude sentir su pene erecto.
-Me gustas mucho, Mar.- Me dijo tomando mi cintura y pegándose más a mí.
-Usted está casado.- Respondí, pero la verdad es que en ese momento sentí como mis pezones se volvían tan duros como rocas al oler su aliento con olor a cerveza en mi cuello y su pene duro que parecía que se saldría del pantalón.
Suspiró muy fuerte. -No te hagas como si no escuchaste lo que sucedió, no lo quiero recordar. Pero, creo que es más que claro que las condiciones de mi matrimonio no son las mejores. A demás, yo sé que también te gusto.- Me dijo mientras empezó a rozar mis pezones ya por debajo de la playera.
En ese instante solo pude sentir como un líquido espeso salía de mi vagina y llenaba de humedad mi ropa interior. Empecé a lamerme los labios y como si fuera un animal en celo, levanté mis nalgas buscando sentir mas placer.
De un solo jalón me volteó y comenzamos a besarnos como si todas esas semanas fuera lo único que estuviéramos esperando, empezó a bajar por mi cuello, levantó mi playera con todo y el top que llevaba, encontrándose con mis tetas grandes y gordas, coronadas con unos pezones duros que empezó a chupar como si nunca hubiera visto unos.
Yo me sentía tan húmeda y excitada, por mi mente solo pasaba que me la metiera ahí mismo. Pero él tenía otros planes.
Me agarró de las nalgas como si pesara menos que una pluma y me sentó arriba de una mesa que se utiliza para colocar las cajas y contar. Yo solo gemía y gemía sin control, pues el alcohol y lo increíble del momento me tenían muy caliente. Mi jefe si me parecía un hombre atractivo, pero en ningún momento me imagine que lo vería así.
Entre tanto frenesí, yo lo rodeaba con mis piernas tratando de pegarlo lo mas que podía. Entonces él tomó los leggings que llevaba, junto con la ropa interior y los tiró en un solo movimiento.
Así, en cuestión de minutos yo estaba encima de una mesa, completamente desnuda y con las piernas abiertas mientras él se detenía a olerme.
Primero, pasó dos dedos desde el inicio de mi monte de Venus hacia abajo, como si hiciera esa mano en forma de pistola, solo que al llegar a mi húmeda vagina, en lugar de disparar, los metió. Comencé a retorcerme de placer mientras el hacía un movimiento con ellos que hacía que sintiera que en cualquier momento iba a venirme.
En lugar de dejarme hacerlo, paró y me miró un segundo, luego lamió sus dedos y en su rostro se reflejaba un placer, como si fuera lo mejor que había probado. -Hace décadas que no me he comido una tan joven. Te molesta si me tomo mi tiempo?-. Solo pude mover la cabeza diciendo que no.
Lo siguiente que vi fue como metía su cara entre mis piernas, lamiendo de arriba a abajo. Yo estaba luchando por no gemir muy fuerte, pero no podía, aquello era tan delicioso. Solo podía sentir como chorros y chorros espesos salían de mi vagina, mientras su lengua se movía dentro de mi.
Empecé a tomar su cabeza y hundirla más y más, diciéndole en donde exactamente me estaba volviendo loca. Hasta que llegué a ese punto en el que no pude más y solté un orgasmo lleno de placer y gemidos.
La mesa chorreaba, yo estaba sudada y mis piernas no podían dejar de temblar. Literalmente mi vista se había nublado y cuando pude respirar correctamente, solo vi como se ponía un condón y me jalaba para bajarme, poniéndome ahora con el pecho sobre la mesa.
-Lo planeaste todo, verdad?- Le dije mientras seguía respirando agitada.
-Eso importa?- Dijo riendo un poco y tomando mi cuello mientras besaba mi espalda.
Ni siquiera pude responder cuando sentí como tomó mi cabello, como si tuviera una coleta y lo jaló hacia abajo, soltando yo un gemido de dolor y excitación.
-Lo único que me importa en este momento es por fin poderte meter la verga y convertirte en mi zorra personal.- De nuevo no me dejó ni responder porque inmediatamente sentí como se metió en mi.
La sensación es indescriptible, podía sentir como palpitaba y se deslizaba en toda esa humedad que no dejaba de salir de mi.
Por primera vez escuché como gemía y a cada gemido mío el respondía jalando más mi cabello, nalgueándome y en ocasiones poniendo su mano en mi cuello, no tan fuerte, pero si lo suficiente para yo sintiera más y más placer.
-¿Eres mía?- Me preguntaba – ¿Eres mi puta ahora?
-Si- respondía yo con la voz entre cortada.
-Quiero que me veas a los ojos y me lo digas-. Dijo, sacándola de golpe y volviendo a subirme a la mesa dejándome completamente abierta de piernas. -¿Vas a dejar que te coja cada que yo quiera, verdad?-. Decía con su verga en la mano poniéndola en la entrada de mi vagina y empezando a meterla otra vez.
-Serás mía!- Alzó la voz mientras me jalaba del cabello y la dejaba ir hasta el fondo de mi.
Yo no paraba de asentir y gritar que si a cada pregunta que me hacía, pues por alguna razón entre más rudo se ponía, más me excitaba. Era tanto lo que sentía que en ese momento empecé a tocarme y terminé en un orgasmo que me hizo perder el control de mi cuerpo, chorreando más y más.
Casi al mismo tiempo el dio un suspiro muy largo, gimiendo y me di cuenta que también había terminado.
Tardamos unos minutos en recuperarnos y cuando nos dimos cuenta, eran casi las 11 de la noche. Llevábamos casi 2 horas haciéndolo.
Me bajé de la mesa con un poco de vergüenza, tome mi ropa y me cambié lo más rápido que pude. Si hubo un silencio incómodo, que el rompió dándome un beso diciéndome: ''Dijiste que si''.
Ese día llegué tarde a mi casa, adolorida y cansada. Por suerte al día siguiente fue de descanso.
El pago de las horas extras fue sorprendentemente bueno. Ha pasado algo de tiempo y el trabajo es más divertido que nunca, de repente nos metemos al baño y lo hacemos rápido.
Me encanta hacer el inventario.
Mi jefe hizo algunos cambios al uniforme, así que cada que no va su esposa puedo llevar falda, u omitir la ropa interior. Hemos visitado otros lugares fuera del trabajo bastante lindos.
El único problema que tengo ahora es que mi hermano se enteró y está muy molesto. Esa es otra historia que si quieren se las contaré después.
¿Debería seguir trabajando ahí? ¿Estoy mal por ser parte de la venganza de mi jefe?