Conocí a Layla en mi segundo semestre en la universidad y aunque ella no era estudiante, vivía en los apartamentos donde me había cambiado, pues realmente nunca me gustó compartir habitación con nadie más y es que soy partidario de la higiene y el orden y mi compañero de habitación era un tanto desordenado y también a mi me gusta mi privacidad.
Layla vivía en el piso superior y desde la primera vez que la vi me llamó la atención. Es ese tipo de chica que viste sensualmente. Tenía una sensual figura y una carita angelical con unos preciosos ojos azules. Siempre me dio la idea que trabajaba de bailarina erótica o era de esas chicas que se dicen llamar edecanes en un negocio clandestino para no ser evidente la prostitución de la alta clase. Realmente era muy hermosa, a cualquier hombre le llamaba la atención de cómo lucía, pues su trasero y sus curvas realmente eran divinas. Algunas veces la vi en la piscina luciendo un pequeño bikini que lo demás lo dejaba a uno a la imaginación. Era una chica simplemente hermosa.
Algunas veces me sonrió y me saludó de cortesía, pero nunca hicimos plática cuando nos cruzábamos en los pasillos o en la alberca del complejo de apartamentos. La plática llegó cuando estábamos en la lavandería, pues al igual que ella había notado que los viernes al mediodía, era cuando menos ocupado estaba. En cierta ocasión me hizo saber que la secadora que usaba estaba ya disponible. La vi salir con su cesta y tan pronto metía mi ropa a la secadora divisé que había olvidado una prenda interior. Era un bikini diminuto a rayas de tonos azules, del cual me lo quedé simplemente para luego hacer volar mi imaginación.
No sé si lo hacía adrede, pero en otra ocasión pasó lo mismo y esa vez había dejado una tanga de color fucsia, la cual también me la quedé, pues esta vez me di cuenta hasta que se había secado mi ropa. Por estos días hablábamos poco… era una distanciada amistad, si es que se le podría llamar amistad, la verdad que la comunicación era breve y me tomaba el tiempo para poderla admirar desde la distancia, pues Layla se miraba divina en sus pantalones deportivos ceñidos a su cuerpo o con esos pantalones cortos, que realmente eran cortos casi mostrando las curvas de sus nalgas. A muchos de los machos que vivíamos ahí nos volvía locos.
No recuerdo precisamente el tiempo que pasó, pero una madrugada me despertaron los jadeos y gemidos de Layla. Podía escuchar el golpeteo de una cama que llevaba ese ritmo de un vaivén de una tremenda cogida. Me puse a imaginar la follada que le estaban dando a Layla y saqué sus calzoncitos olvidados para imaginar el culo que este tipo con suerte se estaba cogiendo. Esto ocurrió en varias ocasiones y siempre a estas horas de la madrugada. No me la pajeaba pues nunca me ha gustado la autosatisfacción y también por estos tiempos, tenía la suerte de tener varias chicas con quien desahogar estas presiones y prefería guardar las fuerzas para estas chicas, que simplemente pajeármela. Aquello me excitaba, pero solo elevaba la presión para buscar a una chica en la universidad y dejarle ir un par de palos.
La verdad nunca la vi subir o bajar del apartamento acompañada de nadie. Las pocas veces que la vi salir siempre iba bien maquillada, seductoramente vestida y es por eso por lo que siempre me dio la idea que trabajaba como edecán o chica de compañía. Si hubiese estado seguro de ello quizá le hubiera preguntado su precio, pero nunca tuve el valor. En esos días ella tenía 22 años, pero su carita angelical le ponía con un rostro juvenil de una chica de menor de edad. Supe su edad porque equivocadamente alguien llegó con un ramo de rosas y un globo de cumpleaños con el número 22, el cual terminó dejando en mi apartamento, pues Layla no atendió la puerta en esa tarde.
Todo cambió con un temblor o terremoto que nos sorprendió también en la madrugada, la cual dejó congelada a Layla del pánico, pues era la única que no salió a las primeras de su apartamento. Todos nos recordamos de ella y fui yo quien subió y asistió a Layla a bajar del segundo piso de los apartamentos. Estaba en solo una bata y su sala parecía un caos, pues un estante de un gabinete se vino abajo con los platos y cristalería y como no encontraba zapatos, no podía salir para no herirse en los cristales rotos. Yo la cargué y le puse de pie ya a la salida de su apartamento y luego le llevé una cobija mía, pues ese día era un día fresco en el área de la bahía de San Francisco.
Era tanto el pánico de Layla a otro temblor que por esos días terminó quedándose en mi apartamento que estaba en el primer piso. Y es de esta manera que me vuelvo más cercano con ella. Duerme en el sofá, que también se hace cama y se baña con las puertas abiertas y algunas veces le miraba solo con una toalla cubierta. Sube solo para tomar ropa, y regularmente me pide a mí que le acompañe. Creo que todos los demás hombres alrededor me tienen envidia, pero para su mala suerte, la mayoría son casados y yo estoy soltero viviendo a solas, y ahora acompañado de esta hermosa chica. Los primeros tres días fueron rutinarios, pero el fin de semana llegó y el viernes yo no tenía clases en la universidad y ella salía del apartamento cuando yo salía y regresaba cuando yo estaba ahí. Recuerdo que le pregunté por su trabajo y ella me dio una especie de respuesta misteriosa. -¡Es mejor que no sepas a que me dedico! -me dijo.
Tenía una pequeña maleta que regularmente llevaba y en cierta ocasión la abrió cuando yo estaba presente y tenía un paquete de billetes que podría calcular en varios miles. Problemas de dinero no tenía y sus hábitos de consumidora eran de los caros. Tenía un vehículo de lujo y su ropa era de diseñadores de renombre y al igual sus zapatos y bolsos. Y era por eso por lo que sospechaba que se dedicaba a la prostitución de la alta clase y su respuesta de esa manera me lo insinuaba.
Aquel viernes me invitó a desayunar a un restaurante y luego pasamos a traer un coñac cuyo costo era de unos cien dólares en los últimos años de los ochenta. En esa tarde nos tomamos algunos cuantos tragos mientras mirábamos televisión y quizá por el valor que me dieron los tragos, le hice saber que tenía dos de sus prendas íntimas que había dejado olvidadas en la secadora y que no se las había regresado por no hacerla sentir incomoda, pero la verdad que a mi me daba pena mencionarle o regresarlas. Me miró algo sorprendida y me pidió mirarlas.
-Si. – me dijo. -Esa tanga color fucsia me gustaba tanto, que la he buscado y buscado sin dar con ella… y mira, tú la tenías. -Luego me hacía un cuestionamiento un tanto pícaro e incómodo: -¿Y por qué te la has guardado y no te deshiciste de ella?
-¡No sé! Pensé quizá algún día poderla regresar.
-¿Te gustan las chicas en tanga? -me preguntó enseguida.
-Creo que a todos los hombres nos gustan. – le he contestado.
-¿Quieres verme en tanga?
-¿Quién no? -le he dicho.
-Espera. -me dijo, como si me fuese a ir.
Se levantó, buscó en la radio música y comenzó a hacerme un strip tease o baile mientras se desnudaba. Realmente no me lo podía creer. Esa chica que tanto me gustaba y la deseaba estaba ahí desvistiéndose ante mí. Llevaba una camisa de algodón de una marca deportiva reconocida, pantalones vaqueros bien ajustados a su hermoso cuerpo, cuando se removió la camisa quedó con un sostén color negro de una copa C. Ya la había visto en bikini en la piscina y conocía su abdomen plano, pero es una delicia verla que se desviste. Remueve su sostén y me lo lanza a mi rostro… huelo el perfume de su piel. Remueve sus zapatos tenis para poder remover lentamente y con pausas sus pantalones vaqueros. Baja el cierre y veo un bikini negro que contrasta con esa piel blanca. Se toma su tiempo para solo quedar con solo el bikini. Me dice que pasara al baño y que el espectáculo continúa.
Salió cubierta con una toalla solo mostrándome sus pechos con una areola clara y pezones medianos los cuales se miraban erectos. Poco a poco se deshace de la toalla y puedo ver que viste esa tanga fucsia que le he regresado. Se me acerca y me pone las nalgas en mi cara y las mueve con un ritmo muy sensual. También me sacude sus pechos en mi cara. Layla me sonríe con esa mirada bien maquillada y picara. Se sienta en mis piernas y puede sentir que me paquete esta tenso y me dice al oído: ¡Tu amiguito está despierto, se levantó! -Me gusta su perfume, me gusta esa coquetería erótica que muestra. Ella se siente muy confiada como si este fuese una rutina muy bien ensayada y es por eso por lo que siempre pensé que Layla a esto se dedicaba. Se sentó en mis piernas y me preguntó:
-¿Te gustó el strip tease?
-¡Me encantó! -le dije.
-¿Estas excitado?
-¿No se me nota? -le he dicho.
-¿Puedo verla?
Por ese tiempo solo usaba calzoncillos estilo bikini, pues varias chicas me habían dicho que se me miraba impresionante mi paquete. Layla me removió el cinto y luego me desabrochó el pantalón bajándome el cierre. Llevo hasta ahora las palabras que me dijo, pues creo que solo a ella le he escuchado esta expresión: ¡Pobrecita, está llorando! – Era obvio que había mojado ya mis calzoncillos, pues ver a esta chica vestida excita y ahora ya podrán imaginársela solo vistiendo una tanga. Hizo que me pusiera de pie y me bajó completamente el pantalón y me liberó la verga, la cual tenía un movimiento hacia arriba producto de la presión sanguínea de mi excitación. Layla la tomó en sus pequeñas manos y me dio su sorprendida apreciación:
-¡Tienes una hermosa verga! Realmente me gusta y se mira de antojo.
-¿Podría verte totalmente desnuda? -todavía llevaba la tanga.
-Te voy a dar el honor a que me quites la tanga.
Me bajé para poderle despojar de su prenda íntima y veo una conchita preciosa, totalmente depilada y de labios pequeños y de clítoris escondido. También ella había mojado su tanga, pues un hilo de sus jugos se extendió cuando la removía. Tenía un culo perfecto, con esa marca que le deja el bikini que usa. Pensé comenzar a darle un oral y ella así lo intuyo, pero me tomó de la mano y me dijo que primero nos diéramos una ducha. Se amarró su cabello rubio y nos introdujimos a la pileta del baño. Nos comimos a besos y entre enjabonarnos y restregarnos el uno al otro, ya removido el jabón nos dedicamos a comernos el uno al otro. Me di gusto mamando sus pechos, le mamé la conchita y el culo desde atrás, pues solo dobló su espalda para ofrecerme ese rico y perfecto trasero. Ella me devolvió el favor y se metió mi verga lo más que pudo, lo cual le provocaba un ahogamiento, pero que una y otra vez repetía. Me dio una rica mamada, lo cual extendió hasta darme una buena mamada en los huevos. Layla es buena para mamar y me pide que le deje ir mi descarga en su rostro mientras seguimos en el baño. Me da una especie de mamada y pajeada y me hace reventar y veo mi esperma en el lindo rostro de Layla. Me la chupa hasta que me la deja sin ninguna evidencia de esperma. Me limpia y nos vamos a mi cama.
No sé cuándo lo hizo, pues no me di cuenta, pero cuando me fui directo a su rica conchita, esta tenía un olor y sabor a fresa. Se había echado una crema comestible la cual consumí con placer hasta que descubrí ese sabor salado natural de su concha. Layla goza del placer oral y yo resbalo mi lengua por toda la extensión de su concha y hundo mi lengua en su vagina y le lengüeteo el clítoris de manera agresiva lo cual hace que gime y jadee con pasión. Recuerdo los gemidos que escuché en algunas madrugas cuando alguien más se la cogía. Se escucha ese chasquido de ese vibrar en el vaivén de su pelvis contra mi lengua. Me lo dice con una voz desesperante y erótica. Puedo ver ese brillo en sus ojos y veo que muerde sus labios de la ansiedad y el presentimiento que su orgasmo se acerca. Me lo dice gimiendo: -Tony, méteme la verga, siento que me voy a venir.
En posición del misionero le dejé ir cada centímetro de mi verga y tomé posición apoyándome con mis brazos y poder ver como mi verga entraba y salía de tan rico agujero. Yo paraba por algunos cuantos segundos, pero Layla seguía con el vaivén desesperado presintiendo el orgasmo. De repente me dijo: ¡Cógeme con todas tus fuerzas! ¡Dame con todas tus ganas que me vengo! – le taladré su conchita sin cesar por un par de minutos y Layla explotó con tremendo orgasmo que lo más probable mis vecinos pudieron escuchar el escándalo erótico de los jadeos de esta linda y hermosa mujer. No le solté sus tetas redondas de mi boca y así mamándole los pezones y con un taladreo menos violento llega de nuevo a su calma. Se ríe y solo me dice: -¡Coges divino!
No se la saqué y de esa manera continué con un mete y saca semi lento y donde ella comenzó a corresponder al golpe de mi embate. Cinco minutos después estaba nuevamente con ese movimiento de caderas violento y tomé posición para taladrarle con mas violencia su vagina. Solo miraba sus ojos aclararse y sus labios fruncirse del gozo que sentía. Pude sentir como su vagina se contraía nuevamente… esos espasmos que me apretaban instintivamente mi verga. Pude ver sudor en su frente y de nuevo esa sonrisa de satisfacción. Me pidió que se quería venir encima de mi… me montó de frente y miraba ese movimiento rítmico de sus caderas y como se movían sus tetas al compás de esta danza sexual. Es lindo ver el rostro de esta chica que, si no me hubiese hecho acabar minutos antes, con ver esa bonita cara y cogiéndome, ya me hubiera hecho correr fácilmente. Pero otra vez, es ella quien me anuncia que se viene. Sacude con violencia su pelvis y yo le respondo con unos embates que con los minutos me anuncia que se corre otra vez. Esta vez no aguanto y tan pronto siento sus contracciones que me aprietan la verga, me corro en ese agujero divino.
Ha hecho que me canse, pero quiero probar su culo y no sé si está disponible para follarlo, pero antes ya me ha permitido que lo explore con mi lengua y de nuevo lo intento. Tan pronto nos limpiamos, me dirijo a sus nalgas, las cuales beso delicadamente hasta llegar al orificio de su ano. Lo masajeo con mi lengua y me dice que le estoy volviendo loca. Me dice de nuevo que cojo divino, que parezco un hombre de experiencia, pero me agrada su pregunta, pues más parece una oferta: ¿Te quieres follar este culito? – Ni lo pensé dos veces para contestarle: ¡Me encantaría! -le dije y ella tan solo dijo: ¡Es tuyo Tony! Yo también quiero sentir tu verga en mi trasero.
La verdad que creo que esta es la primera vez que me cogía un culo con una chica de experiencia, pues a todas las demás chicas que les había follado el culo, eran chicas contemporáneas que habíamos llegado hasta el sexo anal por pura casualidad, pero sin experiencia. Layla, después de un breve oral se metió centímetro a centímetro toda mi verga en posición de perrito. Al principio fue un vaivén lento, pero luego fue adquiriendo los embates de una película cruda del porno. Le taladré el culo a placer y no sé si se masturbaba con esos embates violentos, pero me anuncio el primero, segunda y tercera corrida en esa posición. Luego me montó a la inversa, dejándome ver como mi verga se hundía en ese culo rico y rojizo que tiene. Sus movimientos son sexuales, se nota que esta chica sabía coger y que el sexo anal era parte de su rutina y quizá de sus servicios. En esa posición se corre otra vez y yo vuelvo a tocar el cielo con mi tercera corrida.
Esa tarde me fui seis veces y Layla no sé cuántas, pues perdí su cuenta. Para las nueve de la noche ya estábamos agotados. Probamos diversas posiciones, pero la que más le gusta a Layla es la del perrito o en cuatro. Ya sea que le estén dando por la conchita o el culo, esta chica goza cada orgasmo y los logra siempre y cuando su amante sea constante con sus embestidas. Y de eso me halagó esta chica. Me dijo que, a pesar de mi edad, pues ella sabía que tenía 19, tenía un vigor y que le admiraba que no fuese un eyaculador precoz. La verdad que ese día fue la primera vez que me comía un culo y me lo cogía como siempre lo quise hacer. Layla con sus 22 años tenía ya esa experiencia y siempre he pensado que su profesión era esa, la de una puta de la alta clase.
Estuvo en mi apartamento por diez días y dos de esos días cogimos a nuestro antojo. Adoptó como señal de encuentros sexuales el dejar su tanga fucsia colgada en el pasador de la puerta. Quizá tuvimos unos seis o siete cogidas de esa magnitud, pero sé que ella vivía de coger y yo tenía a otras chicas con quien coger y poco a poco se fueron quedando como un bonito recuerdo. Recuerdo que un día que llevaba a la chica de turno a mi apartamento, Layla me había dejado la misma tanga colgada en la puerta. La tomé con asombro, pues Jacky la había ya visto, y esta chica a quien me cogía de vez en cuando solo me dijo: Es una insinuación, alguien de por aquí te está lanzando sus calzones.
Layla fue una bonita experiencia y no la volví a ver desde que me moví de los apartamentos un año más tarde. Aun llevo sus gemidos, sus jadeos… el recuerdo de esos labios cuando se fruncían al experimentar un orgasmo… recuerdo el aroma de su piel y esa bonita conchita con un trasero descomunal. Era una chica sexi, provocadora… simplemente hermosa. Recuerdo que en uno de esos encuentros sexuales me dijo: Sabes Tony, eres un chico muy guapo y tienes una verga divina… Sé que puedes traer a tu cama a quien tú quieras… no sé si te lo han dicho, pero creo que alguien más que yo te lo va a decir: Tienes una carita bonita, que de solo pensar que la pija de esa carita bonita me está cogiendo, me provocas un orgasmo.