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Laura, mi perrita preferida
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El lunes iba de camino al colegio y no, no soy estudiante, soy profesor. Es un colegio bastante grande y con muchos problemas, pero me agrada enseñar, aunque no les miento, muchas veces he querido dejar todo tirado y ventarles la madre a mis estudiantes y decirles lo fastidiosos que son y lo poco que me interesan, pero esto no va al caso ahora.

Estaba pasando lista y me di cuenta que faltaba una de mis estudiantes; Laura, ya había perdido unos años del colegio y siempre me traía problemas, era ya su último año, aunque debo decir que para su edad, que son 19 años, ya debería estar en sus primeros semestres de universidad pero su indisciplina y falta de responsabilidad no la han dejado graduar.

A segunda hora tocaron al salón, por la ventalla de la puerta vi que era ella, así que salí

-¿Qué haces llegando a esta hora Laura? Una hora tarde ¿en qué piensas? –le dije regañándola mientras ella solo me ignoraba, se notaba, miraba hacia el piso y levantaba sus cejas, mientras chupaba un bom bom que traía y con su otra mano se tomaba del cabello en círculos– mírame! –le dije y ella levantó su cara, no sé qué me sucedió, pero me quedé sin palabras, solo abrí mis ojos más de lo común y sentí unas ganas tremendas de morderle sus labios que los traía rojos por la cereza de su bom bom.

-¿Me decías profe? –Me dijo mientras chupaba el bom bom y lo introducía en su boca –no se moleste conmigo, es más, debería castigarme– guiñó su ojo, no sé qué significaba eso, pero hizo que me sintiera nervioso y con ganas tremendas de cogérmela.

-Está bien Laura, nos vemos después de clases, ya sabes cómo es esto, te espero en el salón de castigo.

-Si profe -se fue dando de saltos hacia el salón, tenía dos colitas en su cabeza, una a cada lado y su falda era muy corta, más de lo permitido.

Pasaron las horas y solo quería que llegara la hora de castigo, mas estudiantes se habían ganado ir allí este día, pero no quería que nadie fuera, nadie más que Laura claro. Así que miraba el reloj a toda hora.

-¿Muchas ganas de salir? –me dijo Laura mientras se reía con sus amigas.

-Saquen una hoja, quiz sorpresa –les dije a todos mientras refunfuñaban– ah y agradezcan a su amiga Laura, que solo sabe llegar tarde y no hacer nada durante las clases, es grosera y necesita que la enderecen pronto –le dije y ella me miraba a matarme, su rostro cambió completamente, me ignoraba y cuando lograba verla a los ojos fruncía el ceño y me esquivaba con rapidez, solo me reía.

-De que se ríe señor –me dijo con voz como cuando una niña pequeña no obtiene lo que quiere.

-De nada, solo que veo que ahora más son sus ganas de salir que las mías o no?…

-Basta de charlas y comiencen a escribir las preguntas del quiz.

Terminó la hora escolar y fui a tomar agua, comí algo y luego al salón de castigo, entré y ella no había llegado aún, que raro –dije en mi cabeza mientras esperaba.

-hola profe, me esperaba –oí su voz y enseguida se me paró mi pene, me quedé sentado para que ella no lo notara.

-sigue y siéntate, como siempre llegando tarde.

-¿estás como estresado profe? ¿Quieres que te un masaje?

-solo siéntate y no me hagas repetirlo más –le dije ya molesto, sus ganas de molestarme o provocarme para conseguir no sé qué, me molestaban y tenían nervioso.

Por lo general la hora de castigo es solo aquedarse una hora sentado reflexionando sobre lo que había hecho y así llevábamos un rato, en silencio.

-¿sabe por qué llego tarde profe?

-porque te acuestas muy tarde hablando con tu noviecito y trasnochas y por las mañanas no logras levantarte a tiempo?

-jajá –ella comenzó a reírse– ¿celosito profe, acaso quieres que trasnoche hablando contigo?

-déjate de estupideces Laura, dime ¿por qué es que llegas tarde?

-para en la hora de castigo verlo más tiempo profe -no sabía si me molestaba, si quería sacarme de quicio.

-Laura por favor, silencio si es que no vas a hablar con seriedad.

-es verdad profe, alguna veces me quedo, pero siempre hay más gente, excepto hoy ¿no le da gusto verme acá solita para usted?

-¿cómo así que para mí? –le dije mientras me levanté y me acerqué a su asiento, yo soy bastante alto, así que su rostro quedaba justo en frente de mi pene, que ya se veía un bulto por lo que ella había dicho.

-si profe, que estoy acá solita para usted, para que me castigue, mire que necesito enderezarme y solo usted puede hacerlo y haré lo que tenga que hacer para ser más responsable, si usted me ayuda claro –me dijo y no me miraba a mí, miraba mi entrepierna, me estaba volviendo loco, no sabía si me equivocaba o ella en serio me estaba coqueteando.

-y que propones –no sé ni que decía, pero le dije eso esperando a ver si era ella quien me lo decía primero, yo no podía decirlo, si me equivocaba estaba perdido.

-pues… -se levantó, al levantarse su bolso repleto de cuadernos se cayó, ella se agachó sin arrodillarse, tan solo bajó el tronco quedando sus piernas estirabas, su falda corta se subió más y traía un hilo muy pequeño, pude verle ese culo tan grande y redondo que tiene, solo pasaba saliva.

-te ayudo -le dije mientras pasaba saliva.

-no profe, ya casi termino, ¿le gusta lo que ve? –al decirlo volteó su cara y me miró– si gusta puede tocar, pero recuerde que debe castigarme primero.

No sabía qué hacer, estaba muy caliente, así que me acerqué a ella, me agaché y mordí su nalga tan fuerte que gritó.

-¡ayyy ayyy profe! pero que está haciendo, me duele –sus gritos sonaban más a gemidos.

-castigándote Laurita o no querías esto.

Ella solo me miraba y seguía agachada, así que la empujé hacia mi escritorio, sus senos quedaron apoyados en él y sus nalgas quedaron al aire, subí más su falda.

-agárrate bien del escritorio -Le dije mientras caminaba y traía una de mis reglas.

-¿qué me vas a hacer mi profe? ¿Me castigarás?

Me acerqué a ella y puse la regla en ese gran culo, estaba fría, así que al tocarla ella saltó un poco, sus nalgas vibraron.

-que rica estas Laurita, a quien le pertenecen esas nalgas dime.

-a mi novio profe.

-respuesta equivocada –y le di dos reglazos tan fuerte que gritó de dolor–cállate o nos oirán.

-pero me dolió profe.

-entonces responde correctamente, de quien son esas nalgas.

-tuyas mi profe, solo tuyas, te las entrego y haz lo que quieras con ella.

-así me gusta perrita –no sé cómo lo dije o por qué, pero decirle así hizo que me excitara más.

-¡siii, tu perrita! eso seré, necesitaré un collar mi profe -me dijo mientras sacaba su lengua y disfrutaba que le acariciara sus nalgas después de esos reglazos.

-te compraré uno y te pasearé en los castigos desnuda por el salón, y serás la perra más fiel, me lamerás cuando te diga. Ahora dime, con cuántos hombres has estado perrita.

-con uno no más profe, con mi novio -me dijo y yo le daba unos reglazos a su culo.

-¿ah? ¿Por qué? Pensé que solo querías estar conmigo -le daba más reglazos y ella los disfrutaba.

-¡dame más duro profe, los merezco por perra! corrígeme, golpéame más, solo debo decir algo, he intentado estar con mi novio, pero no hemos podido, me da miedo.

-pero que dices perrita, te da miedo y mira cómo te tengo.

-es que no sé qué me sucede mi profe, pero te veo y solo quiero entregarme a ti –lo dijo levantándose de la mesa, se acostó boca arriba y abrió sus piernas tanto que pude ver uno de sus labios salirse del hilo–cómeme, esto es para ti, lo deseas mi profe.

-no terminó de hablar y corrí su hilo hacia un lado y comencé a chupar y lamer esa vagina que ya goteaba– mmm pero te gustó el castigo, mira que mojada estás –ella solo gemía y yo movía mi lengua de abajo hacia arriba y cada que mi lengua tocaba su clítoris, ella saltaba, sus cuerpo se movía.

-¡así así mi profe! así por favor, mas mas, quiero más –sus gemidos eran más fuertes, se notaba su desespero porque buscaba de dónde agarrarse en mi escritorio y al no encontrar apoyo, llevaba sus manos a mi cabeza y me empujaba más, como queriendo meter toda mi cabeza en su conchita deliciosa

Yo estaba enloqueciendo, lamía hasta mas no poder, era una delicia, olía delicioso, era rosadita y bien depiladita, sentía como sus jugos bajaban por su vagina y me los tomaba, eran una delicia, sacudía toda mi cabeza como un loco haciendo que mi lengua rozara su vagina y ella saltaba de emoción y pegaba gritos que me hacía excitar más.

-Es hora perrita.

-Hora de que profe –me dijo mirándome con cara de asustada.

-De que sientas una verga dentro tuyo –ella no sabía que decir, solo pasó saliva y con su cabeza asintió moviéndola de arriba abajo varias veces, se veía asustada, pero se mordía el labio, sus ojos estaban muy abiertos, como impactada o asombrada de hasta donde habíamos llegado.

Le solté la camisa del uniforme, quería ver sus tetas saltar de arriba abajo con cada embestida que le diera.

-¡que ricas tetas tienes Laurita! –le dije mientras la tomaba con mis manos y las apretaba, con mis dedos rodeé sus pezones y los pellizcaba.

-mmmm si, que delicia profe.

No aguanté y llevé mi boca a sus pezones y comencé a morderlos fuerte, tanto que ella comenzó a gritar que no, que me detuviera, pero eso solo hacía eco en mi cabeza y hacía que los chupara y mordiera más.

Tomé sus manos fuertes y puse una en cada una de sus piernas.

-ábrelas más y mantenlas así, ¿entendiste perrita? –ella solo asintió con la cabeza.

Que sumisa era, que rica era.

Puse la punta de mi verga en su vagina y ella abrió los ojos y respiró fuerte, sintió que era una gran cabeza la que rozaba su conchita, comencé a entrar lentamente y mientras mi verga entraba en su estrecha vagina, su boca se abría como si mi verga fuera a salir por ella de lo profundo que la sentía, ella miraba mi verga y me miraba a mí, con sus manos apretaba fuerte sus piernas, tanto que las aruñaba.

-¡mírame! –le dije gritando, en cuanto me miró le di una embestida tan fuerte que el escritorio se movió, mis pelotas chocaron con su gran culo haciéndolo sonar, ella se soltó de las piernas y fue como si se desvaneciera de la estocada que le había dado, la tenía empalada con mi verga, la tomé de las caderas y la acerqué a mí.

-¿Esto es lo que quería mi perrita? –le dije dándole una cachetada para traerla de vuelta, se veía que estaba ida, sus ojos adormecidos de placer y su cabeza tambaleando por todos lados.

Comencé a darle más duro y rápido, sin piedad, para que recordara como era tener un macho dentro de ella que le diera placer, de lo ida que estaba podía manejarla a mi antojo, así que la levanté y la empujé hacia la pared donde estaba el tablero.

-Eso perrita, borra lo que está en el tablero con tus grandes tetas –ella a este punto obedecía cualquier cosa.

La puse contra la pared, mi mano en su cabeza aplastándola contra la pared, sus labios retorcidos y su lengua intentando humedecerlos, su mirada perdida intentando buscarme, me acerqué a ella quedando mi pecho en su espalda, con mi brazo la rodeé tapándole las tetas y con mi otra puse mi verga directo en su ano, ella sacudía su cabeza.

-¡No mi profe, por el culo no por favor! –lo dijo casi susurrando.

-Solo ábrelo para mí –le dije y llevó sus manos a su culo y una mano en cada nalga lo abrieron para mi.

Puse mi verga en su culo y metí solo un poco, sus manos se soltaron tan rápido de sus nalgas y golpearon el tablero.

-¡Ayy profe, me duele! –esta vez sí gritó– pero sigue por favor, cerraba sus ojos aguantando dolor y cuando lo metí más, su cabeza se elevó mirando al techo, abrió sus ojos y suspiró tan fuerte y gimió tan rico que me excitó más y a este punto no sabía cómo podía excitarme más, así que me acerqué a su nuca y mientras mi verga estaba en su culo, con mi boca le mordí su nuca, la lamía y mordía, ella me rodeó la cabeza con su brazo y aruñaba mi espalda y costillas como podía, era un dolor extremadamente delicioso.

-Más Laurita, hazlo más fuerte, aráñame más –le dije mientras llevaba mi mano a su vulva y la palpaba y sentía lo mojada que estaba.

Ella se agachó un poco y comenzó a empujarme hacia atrás con su culo, puso sus manos bien fuerte en el tablero y empujó más, yo como pude me detuve y noté que lo que quería era mi verga más adentro, así que empujé, sentí que la había partido en dos y ella comenzó a ir atrás y hacia adelante rápido y yo solo disfrutaba de aquella vista, sus tetas se sacudían y mis bolas golpeaban por debajo a su vulva de lo fuerte que nos sacudíamos y eso la excitaba más y a mí también.

-Quiero tu leche dentro de mí, dale leche a tu perrita –solo dijo eso y comencé a sentir una calentura en todo el cuerpo.

-Ahí viene perrita, ahí viene todita para ti –comencé a venirme y ella comenzó a gemir más fuerte, también comenzó a gotear, se oía en el piso como caía su orgasmo, la acerqué a mi abrazándola fuerte para penetrarla más duro y mientras me venía mordía su espalda, llevé una de mis manos a su cuello y la apretaba y ella solo disfrutaba, siendo la más perra de todas.

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