Juan no suelta ese clítoris, y lo mantiene sujeto entre sus labios, sin apenas presionarlo. Y con la punta de su lengua, lo golpea hacia cada lado, para hacerle explotar en un nuevo orgasmo.
Laura chilla, aprieta los dientes, mueve la cabeza hacia los lados. Tiembla, se estremece. Coge aire y chilla más fuerte, más. Tanto que hasta le duele la garganta.
-ohhh, diosss, me corro, que gustooo, ohhh.
Juan aprovecha y separa los labios para recoger con su lengua todos los jugos que Laura desprende. El chapoteo de esta acción resuena en la estancia, mientras Laura respira agitada intentando recomponerse. Le acaricia con un dedo ese límite entre el coño y la entrada del culo, después de haberlo mojado con su saliva, y sonríe maliciosamente.
-Toca levantarse, nenita. Y te colocas a cuatro, apoyando tus brazos en la mesa, y las piernas bien separadas. Ha llegado el momento de penetrarte.
-¿No deberíamos tomar precauciones? -le pregunta Laura con hilillo de voz.
-Hasta en eso vas a tener suerte. Estoy operado de vasectomía desde que nació mi último hijo, ya ni me acuerdo. No hay nada como sentir piel con piel, carne con carne. ¿Tomas tú algo?
-No, siempre hemos usado preservativo, incluso en las otras relaciones que mantuve antes de tener pareja estable. Solamente una vez, la primera, que fue con un muchacho mayor que yo 6 años y supo contenerse hasta sacarla y soltarme toda la leche en mi estómago.
-Eso es un desperdicio. Nosotros tenemos leche para llenaros el coño. Y vosotras lo deseáis así. Y así lo haremos. ¿Verdad, putita?
-Lo que usted diga doctor, confío en su criterio.
Laura se coloca como Juan le ha indicado. Antes de agarrase a los lados de la mesa, se arregla el niki, cubriendo sus pechos, pero dejando que toda su cintura quede al aire. Quiere sentir como Juan le sujeta, le posee. Se adereza el cabello hacia un lado.
-Vamos nena, que me enfrío. Que ya no estoy tan joven como para tener aguante si no siento el calor de tu cuerpo.
En nada, Laura siente aquel miembro lubricado con los líquidos pre-seminales que fluyen de sus adentros, cerca de su entrada. Y poco a poco, muy lentamente, pero sin detenerse, Juan va entrando. Ambos están empapados, y la entrada es suave, pero intensa, porque Laura de forma inconsciente ha adaptado su dilatación al tamaño de la polla que está entrando.
Las manos de Juan, firmes en su cintura, le impiden moverse. Y cuando la tiene toda dentro, empieza el baile. Juan se mueve en el vaivén con destreza, cambiando el ritmo para sorprenderla. Acelera, entra y sale. Del fondo hasta estar toda al aire. Y de nuevo adentro, hasta sentir como los huevos le golpean en las nalgas. El ritmo es frenético y Juan aprovecha para golearle en la nalga derecha con la palma abierta.
-Ufff, vamos nena, cabalga. Ayuda tú también y cuando la sientas toda dentro, clávate hasta que te duela. Venga, más deprisa, vamosss!
Laura resopla, gime, suelta palabras indescriptibles. Se muerde la lengua. Y cuando cree que se va a correr… Juan detiene el ritmo. Acaricia sus nalgas, se agarra a sus muslos y entra despacio, lento, muy lento. Como una caricia hacia su sexo.
Laura suspira. –Ufff, que gusto. Sigue, no pares, quiero tu leche.
-La tendrás nena, como no la has sentido nunca, rozando tus paredes internas en una explosión sin medida que te salpicará entera.
-Así la quiero, doctor. Mi doctorcito caliente. Quiero irme marcada por su olor. Quiero sentirme suya: Para siempre.
Juan acelera de nuevo el ritmo. Sus manos corren ahora hacia los pechos de Laura que se balancean a cada embestida. Las introduce por debajo del niki, y palpa ambos pechos con lujuria.
-¿De quién son esas tetas tan lindas, putita? Dime.
-Suyas doctor, enteras para usted. Quiero su leche. Me corro otra vez, soy toda suya. Márqueme para siempre.
Juan esta vez no se detiene, y entre resoplidos empieza a agitarse a golpes, clavando toda su polla en ese coño joven y excitante.
-Toma, tómala toda. Así, bien marcada. Me perteneces.
-Ohhh, sí doctor, toda suya. Deme su leche. Así, así. Diosss que sensación que gusto. Ohhhh.
Juan se deja caer sobre el torso de Laura, y la abraza fraternalmente.
Permanecen así por un tiempo incalculable, hasta que Juan se reincorpora y, sacando su polla, se la pasea por las nalgas, dejando en su trayecto los residuos de su leche que aún quedaban en el tronco.
-Ni se te ocurra lavarte. Te vas a ir oliendo a mí. Para que todo aquel que te cruces, sepa de quién eres.
-Pero…
-Psch, calla y obedece.
Poco a poco, en silencio, Laura se coloca el tanga. Apenas le cubre, y ve con estupor como la leche resbala por sus muslos. Con una mirada viciosa, observa ese jugo, y con la yema de un dedo, lo recoge para llevarlo hasta su boca.
Lo chupa con énfasis, y le sonríe a Juan.
El coche se detiene en la esquina de su casa. Todo el camino, han ido en silencio. Ahora se miran, y se dan un beso cortés, educado. Un beso de protocolo médico.
-Toma esto. Mañana te lo pones cuando llegues al trabajo. Y no te lo quites para nada.
-Pero esto… es un vibrador de huevo. ¿Y?
-Y, nada, tendrás que averiguar quién lleva el mando cuando sientas que vibra masajeándote el clítoris, hasta que no puedas más. Procura aguantar, porque es una prueba de resistencia.
Este doctor Estébanez, tiene ideas para todo. ¿Y Laura?
Laura quiere jugar.