Laura está totalmente encendida. No piensa en otra cosa. Respira agitada, jadea, gime, aprieta sus dientes.
Quiere sentir esa polla que su mano está masturbando cada vez con más fuerza. Y se la dirige hacia el centro.
-Suéltala. Ella ya conoce el camino -le dice Juan en un susurro, con voz que denota también el placer que siente.
Laura obedece. Y se apoya con ambas manos en el dintel del banco de laboratorio, para echar su culo hacia atrás y separar más las piernas.
Ahí está. Ohhhh, sí. La siente como se abre paso entre sus muslos ardientes.
Juan le coloca las manos alrededor de su pelvis, y así le separa los labios de su sexo. Su polla, diestra, avanza firme, pero no la penetra. Se pasea erguida, altiva, potente, rozando sus labios vaginales y tocando con la punta del prepucio su clítoris hinchado.
Es una sensación nueva.
Siempre la prisa, la premura del momento de excitación. Le gusta sentir como la penetran con ímpetu, y como le llega hasta el fondo, sin detenerse. Pero Juan le está enseñando a desearla con todas sus fuerzas, mientras la siente como se regodea tocando su clítoris, con tanta sensibilidad que, no puede contenerse.
Y explota envuelta por un temblor en todo su cuerpo. Echa su cabeza hacia atrás, moviéndola a su vez a lado y lado. Aprieta sus dientes, gime, chilla, jadea…
-Ohhh, ahhhh. Me corro doctor, me corrooo. No pare por diosss no deje de hacerme esto.
Su voz suena entrecortada por los estertores que la convulsionan de la cabeza a los pies
-Eso es, putita golfa, atrevida, insolente. No aguantas nada. Si es que los jóvenes solo folláis como las bestias. Adentro de golpe y fuerte. Me vas a pedir que te folle, nenita, que te folle.
-Sí, doctor, ohhh, deme dos segundos que me recomponga- le responde Laura, mientras siente resbalar por el interior de sus muslos los jugos íntimos que han dejado totalmente lubricado su coño por dentro.
Los movimientos de vaivén de Juan son suaves, lentos, pero con un contacto pleno. Y la presión de sus manos sobre sus caderas la mantiene inmovilizada. Totalmente a su merced.
Y le gusta. Mucho.-Bueno, nena, arrodíllate- le dice ahora Juan, con voz seria y de dominio, al tiempo que retira su polla de ese lugar y se aleja ligeramente, para respaldarse en otra mesa que tiene detrás.
Laura se gira. Ahora le puede ver la cara. Está radiante, con una enorme sonrisa maliciosa dibujada en su rostro. Y con un dedo le señala el suelo, mientras con la otra mano se masturba lentamente. Otra vez le embriaga el olor de ese perfume que le hipnotiza
-De rodillas, puta, a mis pies. Y aprende.
Sin rechistar, obedece. Es una situación realmente sorprendente. Con su falda arrugada en la cintura, su niki medio ladeado, sus pechos libres aún cubiertos, y su peinado que ha dejado paso a la libertad de sus cabellos ondeando alrededor de su cara colorada, anhelante de todo lo que pasa por su mente.
-Quítate el niki. Quiero ver tus pechos.
-Sí, doctor. ¿Así está bien? -empieza a recuperarse del orgasmo y goza con la situación.
-Muy bien, Laura. Buena chica. Y ahora… abre la boca y saca la lengua.
Laura siempre ha sido una mujer de cierto carácter, sin llegar al dominio, le gusta después de un rato, tomar las riendas en el sexo. Pero hoy no, se siente dócil, sumisa. Y se aprovecha del contexto para vibrar con esas nuevas sensaciones.
Por un instante, por su cabeza pasa la imagen de encontrarse en la misma situación, pero con su pareja enfrente. Y se siente incómoda. Hasta le desciende la lívido. Vuelve al lugar. Y abre su boca, pasando su lengua por sus labios, como una niña golosa que pide su caramelo.
-Las manos atrás, cogidas en tu espalda, como una niña obediente.
Juan se acerca despacio, con su miembro firme sujeto en una mano. Y se lo acerca a los labios.
Laura quiere sentirla en su boca, y con la cabeza la busca. Pero Juan se hace de rogar, y se entretiene paseándola por sus labios, y golpeando con la punta sus mejillas.
-Quieta, zorra, sin prisas, que aquí mando yo. Todo esto vas a recordarlo siempre. Y cuando estés con cualquier pimpollo de esos que te rodean, les dirás que te follen así, que es como te gusta. Pero tendrás que cerrar los ojos y recordarme para correrte, nena.
Laura abre su boca del todo, y entonces la siente como Juan se la entra.
-No cierres la boca, no la toques, abre bien, más, más. Hasta que te duelan las mandíbulas.
Laura hace un esfuerzo más. Está totalmente servil a las órdenes que le dicta. Y es que se siente totalmente poseída, a su merced. Y eso le enloquece.
Poco a poco, la polla llega al final de su boca, y le roza en la campanilla. Laura suelta un leve rechazo, como si se ahogase… y hace ademán de retroceder.
-Quieta, nena. Ni se te ocurra cerrar la boca. Ni tragues saliva, que te resbale por la comisura des labios y moje tus tetas calientes. Porque las tienes ardiendo ¿verdad?
Asiente levemente con la cabeza. Y eso hace que el prepucio de esa polla que tiene totalmente dentro de la boca, le masajee la campanilla. Y que la saliva fluya, cayendo con el movimiento, encima de sus pechos. Con tanto acierto, que siente resbalar ese hilillo por su seno, hasta rodear su pezón, para acabar goteando en el suelo.
-Lo ves como sabes hacerlo. Eso es, buena chica. Aprende. Venga, cierra los labios y chupa, lame, pero ni se te ocurra tragar saliva. Que te fluya, babea, como una putita babosa que es lo que eres.
Laura degusta con pasión ese miembro delicioso, y erecto. Como si se tratase del más exquisito manjar. Y es que para ella, ahora mismo, lo es. Mejor que el más puro caviar.
-Suelta tus manos y cógeme los muslos, y lame con más ímpetu, chupa, y pasea tu lengua húmeda por mis huevos. Despacio, sin prisa. Aprovecha todo su jugo que no todos los días te comes una polla como esta, pequeña. Venosa, erguida, firme.
Tiene toda la razón. Parece que lea sus pensamientos. Nunca había imaginado Laura sentir ese placer y esa excitación con un hombre que bien pudiera ser su padre.
Es de una dimensión inimaginable para ella lo que siente. Y le gusta, mucho. Y sigue y sigue, deseando que ese caramelo nunca se acabe. Su lengua moja la bolsa escrotal, y luego se separa para soplarle suave, y ver como se eriza la piel. Y oír como Juan resopla como un caballo en celo.
-Bueno, bueno. Ya está bien, nenita, que me vas a hacer correr. Y yo tengo mucho aguante, pero tú eres una muy buena zorrita enfermera.
-Sí, doctor, su enfermera, para lo que me ordene.
Se extraña hasta de sentirse a sí misma tan entrada en el papel de niña obediente. Pero es que le excita mucho, y hasta le divierte sentirse así, atrevida, mala, caprichosa con “su Doctor”.
-Venga, levanta, que ahora me toca a mí comerme ese manjar que tienes entre tus piernas. Espero que esté bien jugoso.
-Empapado y chorreante, dispuesto para su lengua, doctor. No deje ni un milímetro sin recorrer.
Juan le ayuda a subirse a un pequeño taburete que ha sacado de debajo del mostrador, y a sentarse encima del mismo. Le acompaña el cuerpo para que se tienda encima, apartando los instrumentos que por ahí estaban, y se aleja a buscar dos porta-sueros. Los nivela y le coloca una pierna encima de cada uno. Laura deja escapar una sonrisa. Parece que esté en la consulta del ginecólogo.
Juan toma una silla y se coloca entre sus piernas. Ahora siente su respirar muy cerca de su coño abierto. Y también sus manos, que se posan en las ingles y aún separan más sus carnes.
Con la punta de le lengua doblada, para que resulte más consistente, Juan empieza a darle golpecitos hacia los lados en ese clítoris generoso que se divisa erguido y empapado.
Laura, jadea. Y gime como respuesta a cada golpecito con un chillido contenido. Esa es una parte de ella que se sabe muy sensible, pero que le está dando el placer más intenso esa lengua experta.
Ahora Juan le acerca los labios de su boca, y lo succiona levemente, como una caricia. Lo está queriendo mamar, y esa sensación le estremece completamente.
Laura está saltando de lado a lado de esa línea imaginaria que separa el máximo placer del dolor. Y es exquisito, sublime.
Cuando cree que no va a aguantar más, Juan se retira, y le mira. Ella ladea su cabeza para intentar que sus miradas se crucen.
-Quiero correrme otra vez, doctor, no pare.
-mmmm no te oigo bien, nena, ¿qué quieres?
-Que no pare doctor. Que quiero volver a correrme. Una vez más, dos, tres, muchas, hasta que me desmaye.
-Si es que… te falta rodaje en estos menesteres Laura. Ya irás aprendiendo a sacarle partido a tu cuerpo. Porque tienes un cuerpo muy, pero que muy apetecible.
-Todo para usted, doctor Estébanez. Suyo.
Vaya, hasta ha recordado su apellido, ahora sí que está bien entrada en el papel de enfermera servil. Tratándole de usted, y llamándole por su apellido.
Que morbo, diosss.
Continuará…