Les vengo a traer el tercer relato, espero que los dos anteriores les hayan gustado.
Como siempre la iniciativa la tomé yo porque es común en mí el deseo continuo de sexo.
Venía de unos días muy enfermo y claro, cada día que pasaba se acumulaban esas ganas, confieso que no pensaba en eso porque en realidad me sentía muy mal.
Una noche acostados normal empecé a mirarle la cola, esa manzana tan rica, y no tardé mucho en sentir algo de excitación.
-me das un beso así me duermo bebé -le dije.
Ella aceptó y comenzamos con besos y besos, cada vez mis labios los hacía frotarse más en los suyos, sé qué le encantan esos besos más calentones.
Su mano que ya a esta altura sabrán, le encanta tocarme y que me moje. Y así sucedió los besos lo siguieron sus caricias en mí miembro y yo en su cola recorría toda su tanguita hasta dónde se le perdía en esas nalgas carnosas.
Lo único que lamento es no haber tenido preservativos esa noche, pero eso no nos paró.
Ella parada al lado de la cama se inclinó y comenzó a chupar como loca y fuerte con sus labios mi glande, sobre todo la cabeza y su mano tocando todo a lo largo.
Mi mano seguía tocando su cola y la deseaba tanto que mis dedos se abrieron lugar hasta su vagina y uno de ellos no paró e ingresó una y otra vez, ella al principio dijo un leve “no lo hagas”, pero no puso mucha fuerza en su reclamo.
Segundos después movía su cola más atrás para que mi mano entre más y más. Es obvio que le gusta sentir por varios lados ser penetrada.
Los hombres que lo hayan experimentado me entenderán que ver una mujer chupándote la pija y su colita parada gozando con mis caricias da un placer terrible.
Solo terminaré este relato corto con la frase que me dijo en esos momentos:
-Uy amor porque no tenés dos pijas.