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Las dos primeras veces es culpa de ella, la tercera es tuya
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Hay varios dichos populares que reflejan el estado de la persona que se duele como un todo. Me viene a la memoria uno que reza “Cuando uno anda de culo hasta las bolas arrastra”. Pareciera que la afectividad, herida profundamente, adquiere la capacidad de retorcer los intestinos, atenazar el corazón, secar la boca, humedecer los ojos, hacer arder el estómago, dificultar la respiración y otras múltiples sensaciones desagradables.

El humano es el eterno solicitante de nuevas oportunidades cuando algo le sale mal o comete un error, y creo que de esto nadie se salva por lo cual, la posibilidad de enmendar un yerro, debiera estar al alcance de todos.

Tenía 28 años cuando conocí a Julia con 20 de edad. Quedé prendado de esta mujercita preciosa, muy femenina y con el recato de quien, sabiendo lo que es y lo que tiene, no necesita exhibir ni resaltar su aspecto para resultar muy atrayente. Al tercer año de conocimiento y noviazgo nos casamos, habiendo cumplido hace poco el séptimo aniversario de nuestra boda. Me llamo Pedro, soy ingeniero informático y llevo ocho años en una empresa a cargo del mantenimiento de su sistema.

Dos años atrás mi señora quedó sin trabajo porque el negocio dónde se desempeñaba cerró. Aprovechando mi trato cordial con gente de recursos humanos de la empresa les pedí que si se producía alguna vacante tuvieran en cuenta a mi mujer. Al tiempo ella pudo ingresar y acordamos, ellos y nosotros, mantener en reserva la relación matrimonial para evitar comentarios maliciosos. Y así se cumplió.

Parte de mi trabajo consiste en controlar el funcionamiento de las cámaras de seguridad que se monitorean desde un local, de acceso restringido, ubicado en planta baja. El lugar de trabajo de Julia es un salón con varias mesas para ocho o diez empleados y un cubículo cerrado ocupado por el jefe del sector. Dos meses atrás estaba mirando la pantalla que controla ese espacio cuando veo al jefe salir de su despacho y dirigirse al escritorio que está al costado del de mi mujer. Si bien hablaba con quien ocupaba ese lugar su mirada estaba dirigida hacia mi esposa, y por lo que se podía ver, ella no ignoraba eso, ya que retirando su silla hacia atrás giró en dirección hacia el observador y llevando el ruedo de su vestido hasta las rodillas separó levemente las piernas, volviendo a la normalidad cuando el beneficiado por el espectáculo se mordió el labio inferior.

Desde luego que dentro de mí todo se desarregló. Buscando quizá disminuir mi dolor me dije que probablemente era un simple coqueteo.

Si bien no tengo horarios fijos porque debo estar disponible todo el tiempo, a partir de lo visto, incrementé la frecuencia y duración de mi presencia dentro del horario laboral sin que Julia lo supiera. Uno de esos días desde el centro de monitoreo observo que el galán se acerca a la mesa de la galanteada cruzando pocas palabras. Ahí tomé el teléfono y la llamé, observándola en pantalla.

– “Hola Julia, justo tengo que ir a la empresa, te busco y tomamos un café?”

– “Qué lástima, ahora no puedo porque tengo una reunión con Jorge.”

– “Algo me estoy perdiendo, quién es Jorge.”

– “Pedro, es mi jefe. No me digas que no lo sabías.”

– “La verdad es que no. No conozco el nombre de todos los que trabajan allí. Otra vez será.”

Por supuesto seguí mi vigilancia pues permaneció en su asiento aunque habiendo tomado cartera y chaqueta. Al ver que su superior salía en dirección al ascensor ella se levantó entrando juntos a la cabina. Evidentemente pensaban salir, así que dejé mi puesto de vigilancia y me aposté frente a la puerta por donde debían aparecer. Pocos segundos pasaron hasta que nos encontramos frente a frente, él tomándola de la cintura para hacerla salir pero sin soltarla después.

Siguiendo la vieja costumbre no dimos muestras de conocernos pero su repentina palidez la puso en evidencia. Tomé el ascensor a cualquier piso, entré en cualquier oficina y me senté en cualquier lado simulando trabajar en mi portátil. No habían pasado cinco minutos cuando sonó el celular.

– “Hola Julia.”

– “Quería decirte que se aplazó la reunión y estoy lista para un café.”

– “Qué lástima, ahora no puedo porque estoy viendo un equipo que está en dificultades. No sé la hora en que llegaré a casa.”

Ni yo pedí explicaciones ni ella me las dio

Primera oportunidad concedida.

En los diez días siguientes nada sucedió que indicara continuación de lo visto. Ello me llevó a pensar que un oportuno arrepentimiento volvería las cosas a su cauce habitual así que mi hosquedad cedió paso a un lento incremento de la intimidad.

Una noche en que la excitación nos había dominado a Julia y a mí, cosa que se venía gestando desde la cena, hicimos una prolongada sesión previa de caricias y besos con una corrida de ella. Cuando su boca buscó mi pija me entregué al placer sin saber lo que me esperaba. No exagero diciendo que en lugar de una felación me hizo un tratamiento de extracción de esperma. La delicadeza de sus manos pasando el miembro por su cara, los besos amorosos desde el glande a los testículos ida y vuelta, labios y lengua concentrados en saborear la cabeza de un solo ojo, todo eso me produjo una corrida donde creí que largaba hasta el aire de los pulmones. Por supuesto que traté de corresponderle y su orgasmo fue escandaloso, pero estoy seguro que mi estimulación fue sensiblemente inferior a la de ella.

Cosa rara me repuse más rápido que otras veces. Al ver mi miembro de nuevo en condiciones adoptó su postura favorita, de espaldas, con las piernas en mis hombros y sus manos separando los labios. Teniendo el glande adentro me tomó de la cintura. Mirando cada uno a los ojos del otro, parecíamos esperar la señal para yo llenarla y ella sentirse llena. La bajada de sus párpados me indicó que había llegado el momento. De un solo golpe entré hasta el fondo sintiendo sus uñas clavarse en mi espalda. Los gemidos, indicándome el placer que sentía, dispararon el pausado movimiento de salir y entrar. En una de las entradas, habiendo llegado al final, continué con empujes como si pretendiera sobrepasar el límite de nuestras pelvis unidas. Y ahí la escuché

– “Así, así, jor… mi amor”

Quedé paralizado. De golpe ingresó a mi organismo la multitud de sensaciones espantosas, todas contenidas en un dolor generalizado que partiendo de la coronilla llegaba a la punta de los pies.

Por alguna causa, ciertamente milagrosa, me repuse de inmediato sin que mi cara reflejara nada. Empuje dos veces más y cuando mi pija, otrora erguida y altiva, era un pedacito de carne deforme y arrugado, que ni siquiera tapaba la entrada de la vagina, me levanté. Con parsimonia y evitando todo contacto quedé acostado boca arriba a su lado. Ella, en la misma postura que yo, sin mirarme y con voz temblorosa, apenas audible, nuevamente habló

– “Qué pasó.”

– “No sé, súbitamente sentí asco, náuseas y despareció la excitación.”

– “Será porque te dije mi amor?

– “Difícil, esa expresión no provoca malestar sino alegría y orgullo.”

– “Dejá que yo me encargo, empecemos de nuevo.”

– “Te agradezco pero no me toques. Me siento mal. Hasta que me reponga conviene que duermas en la pieza de huéspedes.”

– “¡Pero por qué te sentís tan mal!”

– “Ojalá lo supiera, porque así le pondría remedio”

El Jorge no nombrado era su jefe. A partir de ese momento nuestra intimidad se redujo al saludo diario.

Oportunidad concedida desperdiciada.

Esperé unos días para recién pensar el tema con algo de tranquilidad, y luego de barajar varias hipótesis, concluí que no había vuelta, que era ilusorio sanar las heridas. Llamé a alguien entendido.

A pesar de no ser lo usual logré que el abogado consiguiera hacer la entrega de la comunicación oficial de inicio del juicio de divorcio en el trabajo, coordinando día y horario aproximado, haciéndomelo saber con antelación.

El día indicado estuve buena parte de la mañana en la sala de control de cámaras y pude ver cuando en el mostrador de recepción le entregaban una hoja firmando otra en devolución. Por la palidez de su cara y las facciones desencajadas me imaginé el contenido. Estaba mirando el temblor de las manos al tomar el teléfono y llamar cuando sonó el mío, era ella.

– “Hola Julia.”

– “Dónde estás?”

– “Trabajando”

– “Voy para casa, necesito hablar urgente con vos. Podrás ir?

– “En una media hora estoy.”

En realidad en quince minutos podría haber llegado pero primero deseaba ver el encuentro con su galán. Tomó chaqueta, cartera y con paso rápido, llevando en la mano el papel recibido, se dirigió al cubículo de su jefe entrando sin detenerse en la puerta. Salieron a los dos minutos y siguiéndolos por cámara vi que salían en el auto de él.

Cuando llegué a casa la encontré sentada a la mesa del comedor, con la cabeza entre las manos, el papel delante y llorando. Sin decir una palabra me senté en frente.

– “Qué es esto?”

– “A ver, es la comunicación oficial del juzgado diciéndote que he iniciado juicio de divorcio.”

– “Por qué.”

– “Porque ya no te quiero.”

– “Cómo que ya no me querés. Nunca me dijiste nada y ahora, así de golpe, por medio de un papel judicial me entero?

– “Así es. Quizá recuerdes, cuando el encuentro en la puerta del ascensor, te dije que soy celoso, y que es bueno que así sea porque significa que te quiero, y agregué, cuando me dé cuenta que tu quehacer no me importa significa haberte dejado de querer, y ese es el momento previo a pedir el divorcio. Simplemente eso sucedió.”

– “Y cuándo te diste cuenta?”

– “Después de tu fallida expresión ‘Así, así, Jorge, amor mío’ instalé una cámara en el despacho de tu jefe. Cuando vi las filmaciones sentí bronca, tristeza, impotencia y me saltaron las lágrimas. Y eso pasó porque estaba constatando la pérdida de algo que había sido mío y que mucho quería. Pensando haber digerido y aplacado el dolor volví a verlos hace unos días y sólo sentí asco. Paré la reproducción y llamé al abogado. Vení te voy a dos o tres:

“Estás entrando urgida de abrazarte con él. Te hace señas de cerrar la puerta y poner pasador mientras se sienta y saca su pija. Ni siquiera te deja besarlo pues tomándote del cuello guía tu cabeza para alojarte el miembro en la boca. Después de conseguido su placer vuelve a la tarea interrumpida. Tampoco te despide con un beso, probablemente porque no le gusta el sabor de su semen.”

“Aquí se hace patente que eras irrecuperable para mí. Después de cerrar ceremoniosamente la puerta, verificar que las cortinas impiden cualquier observación desde afuera, estás parada frente a él, como un empleado esperando instrucciones de su jefe, que permanece sentado. Cuando te pregunta si hiciste según lo ordenado, asentís con la cabeza, no sea que alguien esté escuchando. Levantando la falda mostrás que ninguna prenda cubre esa zona, y para evidenciar la excitación que te domina le señalás el hilo de flujo que baja por el muslo. Como si fuera una obra ensayada te das vuelta arrodillándote sobre la alfombra, rodillas separadas, cabeza y hombro derecho apoyados en el piso para permitirte que las manos se ocupen de separar las nalgas. Ahora sí vemos al hombre ponerse majestuosamente de pie, sacar su miembro y ubicarse detrás de la hembra que se ofrece. Sin preparación la sodomiza pareciendo gozar de las lágrimas que muestran el dolor provocado. La crispación de la cara del macho sugiere que tu recto ha recibido su ración de esperma, con lo cual da por terminada la reunión volviendo a lo suyo.

Este hace suponer algún acuerdo previo. Ninguno dice una palabra, él tiene desocupado el escritorio, entrás, cerrás con llave la puerta, después de arremangarte la falda en la cintura te ponés de espaldas sobre la mesa, llevás las rodillas a tus hombros, con la mano derecha corres a un costado la bombacha mientras la izquierda abre los labios para que su pija penetre de un solo envión hasta el fondo. Se ve que ibas muy caliente porque el encuentro dura poco. La contracción de los músculos faciales, la cabeza tirada hacia atrás estirando al máximo el cuello y la súbita convulsión de todo el cuerpo evidencian tu orgasmo. Casi de inmediato comienzan los temblores en él, que luego de un fuerte empuje queda rígido. Es notable no solo la ausencia de palabras sino también de caricias. Finalizado el trámite el macho guarda lo suyo y la hembra previo alisar su falda sale llena de semen, probablemente deslizándose hasta el tobillo.

– “Querés ver los otros?

– “No, podrías habérmelo dicho antes”

– “Ese sentido de lealtad lo aprendí de vos, que en ningún momento te arrepentiste del engaño. Quiero advertirte que entre hoy y mañana voy a concluir con todas aquellas cosas que eran fruto de esta relación, tarjetas, cuentas, etc. Naturalmente, cuanto antes te vayas de aquí mucho mejor.

Al día siguiente, un rato antes del horario de entrada, empleando un servicio de cadetería, envié para ser dejado en el mostrador de ingreso de la empresa unos cien discos compactos con todos los cortos videos protagonizados por los amantes. La idea era dejarlos simulando ser alguna propaganda de juegos para adultos. Para asegurarme el resultado, después de encargar el envío, fui al lugar de entrega para confirmar que fuera recibido y en cierto modo impulsar la consulta. Cuando el guardia de seguridad acepto la recepción tomé uno de los CD para ver su contenido.

– “Me prestás la máquina para ver de qué se trata?, puede que sea interesante”

Cuando abrí el primer archivo la exclamación de asombro del guardia fue bien audible, sobre todo cuando reconoció a los intervinientes. La noticia corrió como fuego, en dos horas era raro encontrar alguien que no lo hubiera visto y se dio el resultado esperado. Al día siguiente los dos protagonistas ya no trabajaban allí. Relación concluida, ahora a olvidar.

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