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Las clases particulares son especiales
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Era sábado, de esos de verano típico caluroso en la ciudad.

No tenía mucho ánimo para dar clases, pero debía hacerlo. Era mi obligación después de prometer ayudar a Laura a rendir Práctica Profesional, la materia que adeudaba en el último cuatrimestre de su carrera.

Para situarlos, Laura es estudiante universitaria y está a punto de recibirse de Contadora con un muy buen promedio de carrera.

Llegué a su casa y me recibió lista para estudiar.

Nos dirigimos al living, donde ya esperaba una mesa ratona repleta de libros y apuntes, entre los dos cuerpos del sillón.

Me ofreció algo de tomar y trajo unas gaseosas.

Enseguida nos dedicamos de lleno a la materia.

El silencio abarcaba todo el espacio de nuestra escena.

Fueron varias horas de estudio.

No recuerdo bien cómo llegamos a ese momento, donde las conversaciones se cruzan, se inspiran y se ponen un poco melosas.

Era el momento del recreo, ya hacía un rato largo.

Escuchábamos música mientras hablábamos.

Y en la intimidad de sabernos solos en la casa (toda su familia estaría el fin de semana en la quinta), empezamos a confesarnos.

Ella nombró un par de amigovios actuales, amoríos infortunados y situaciones de cierta comicidad sucedidos en torno a salidas con chicos.

Yo recordé historias pasadas también y ambos nos reímos.

De repente todo el ambiente cambió, se enrareció.

Flotaba esa típica situación de que “algo puede suceder”.

Y obviamente sucedió.

Sus pezones se marcaron en la remera ajustada que llevaba.

Incomprobable que esto haya sucedido por las conversaciones, pero tampoco podíamos descartarlo.

El tema del sexo se hacía frecuente en los diálogos.

Que posiciones, los tamaños, las formas, si me gustaban con mucho o poco busto.

La realidad es que una cosa llevó a la otra.

Se inclina levemente sobre el asiento donde estaba su cartera para buscar algo en su interior.

Desde el sillón, yo tenía una panorámica espectacular.

La falda corta enseguida se subió más de lo frecuente y dejo su esplendoroso culo al aire.

Obviamente mi mirada se clavó en él sin importar otra cosa; ella giró su cabeza, me miró y con una sonrisa pícara sonrió.

Pronto volvió a sus cosas, dejándome admirar ese espectáculo que tenía frente a mí.

Sabía que lo miraba, que me gustaba y que lo deseaba… y que pronto lo haría mío.

Afuera sonaba un tema de reggaetón, de esos que solo recitan sexo y música.

Entonces no dudó en mover su bum-bum levemente al ritmo de la música.

Era obvio que me lo estaba ofreciendo.

No dudé y metí una mano entre sus nalgas.

Ella solo atinó a decir que era incorrecto lo que estaba haciendo… y que si seguía con el manoseo no respondería de sí misma.

Le aclaro que no voy a dejar de hacerlo, obviamente atraído por ese formidable culo.

De pronto su diminuta bombacha está mojada.

Quiero que se saque todo, y se quede como vino al mundo.

Imagino su mojada vulva saboreada por mi lengua y su orificio anal penetrado por mi sexo cabrío.

Quiero penetrarla sin miramientos, hasta hacerla gozar sin límites.

Que sus orgasmos se repitan y mañana desee tenerme en su cama nuevamente.

Quiero vaciarme en ella haciéndola cada vez más mía.

La quiero gozar… y que ella siente goce hasta su final.

A esta altura mis manos recorrían todo su cuerpo, estacionando una de ellas en sus enormes montañas de carne que presumía como tetas.

La quería coger sin esperar más.

Nos besamos apasionadamente, haciendo que nuestras lenguas se agiten en la bravura de una batalla bucal.

Susurra que quería más.

Yo besé sus pezones y los mordisqueé también.

Ella gemía al tiempo que sostenía mi cabeza entre sus tetas.

Estaba abierta de piernas, montada en mí y me besaba y pedía entre susurros y gemidos, que besé sus tetas.

Mientras se refregaba sobre mis pantalones.

Mis manos se concentraron en sus nalgas y su húmeda vulva depilada.

Que rica estaba la estudiante.

Ella se encargó de sacar mi herramienta, que pedía a gritos una mamada.

La muy puta es una experta haciendo sexo oral.

Es tan rico como lo hace que pronto me vengo en su boca llenándosela.

Laura trata de no derramar ni una gota y se traga toda mi leche.

Mi mano se encuentra perdida en su vulva mojada, haciendo el trabajo para que goce profundamente.

Aprieto también sus pezones y ella delira.

Le digo lo buena que está, y que la quiero sentada sobre mi pija.

Continúa extasiada en su mundo, gozando con la paja que le hago.

Se mueve para atrás y adelante, haciendo que los dedos se deslicen, entren y salgan de su pequeño tesoro.

Aprovecho para acariciar su clítoris, y hacerla delirar.

Pronto se viene con fuertes espasmos, gemidos y sus muslos apretando mi mano.

La siento mucho más mojada que antes, y entonces aprovecho a lamer sus jugos ricos.

Ella deja que lo haga mientras comienza a relajarse.

Le pido que me la chupe otra vez y no quiere; me fastidia un poco, pero comprendo su cansancio.

Ya encontraré otro momento para disfrutar de su rica boca petera.

Yo tomo su remera y limpio mi instrumento, llenando la ropa con los restos de mi semen.

Toma la remera sucia, la mira y me da las gracias por el regalito que le di anteriormente.

Yo me visto rápido y vuelvo a mi asiento.

Ella en tetas, va por ropa limpia.

La tarde es larga.

Había mucho por estudiar… y muchas poses para seguir practicando mientras profundizábamos el sexo.

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vaganauta
vaganauta
No debe ser el sexo una situación de compromiso, a desgano o sin la pura necesidad de disfrutar en pareja, en grupo, solo o como cada momento nos permita hacerlo. No es el deseo de piel una prisión sino por el contrario, un motivo de liberación.

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