Lucía no podía creerse lo que estaba pasando. Sentada entre un taxi entre dos tíos que había conocido esa misma noche. En principio, no había nada de especial salvo por el hecho de que uno de ellos la estaba masturbando en el coche. Suponía que la apertura del vestido que dejaba al descubierto una de sus piernas tenía sus desventajas o sus ventajas, según como se viera. Marc, a su derecha, le había metido dos dedos dentro de su tanga y de ella y movía la mano en círculos. Los mantenía dentro mientras con la palma frotaba su clítoris. Había curvado sus dedos y encontrado el bulto de su punto G.
Estaba totalmente excitada. Si seguía así iba a correrse antes de llegar al hotel. Raúl, a su izquierda, le acariciaba el torso por encima de la ropa. Subiendo hasta rozar la parte inferior de su pecho y volvía a bajarlo hasta el principio de su muslo. Lucía se mordía los labios para no gemir y trataba de mantener una cara impasible. Pero el taxista parecía estar dándose cuenta de todo. Sus ojos se cruzaban durante instantes en el retrovisor y no sabía si era para comprobar el tráfico o para ver como los dos jóvenes musculados de atrás la llevaban al borde del orgasmo.
En un semáforo en rojo, juraría que el conductor se acariciaba la entrepierna. Precisamente donde estaban sus dos manos en el regazo de sus compañeros de viaje. Sus dos miembros se destacaban en los pantalones de sus trajes y Lucía perfilaba de arriba abajo las formas aprisionadas. El de Marc era de un tamaño considerable pero el de Raúl era inmenso. Como si engañaran a alguien, o al menos al taxista, los dos intercambiaban comentarios y le preguntaban a ella si se lo había pasado bien esa noche. Escuchándoles sin ver sus manos nadie, menos Lucía, podría suponer que la fiesta todavía no había empezado.
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Unas horas antes Marc y Raúl entraron junto en el salón del hotel donde se celebraba la boda de Samuel, un camarero de los locales donde trabajaban como seguridad para la empresa del tío de Marc. Habían pasado cinco meses desde que compartieran a la milf Diana gracias a una App de infidelidades. Desde entonces los dos habían dado un paso más en su amistad. Ni a Raúl, de 23 años, ni a Marc, de 20 les faltaban las oportunidades para ligar. Su trabajo les obligaba a estar en forma, crossfit y artes marciales mixtas, y además les daba acceso un gran número de mujeres desinhibas en las discotecas donde controlaban la entrada y que nadie se desmadrase.
Para Marc no era suficiente y estaba enganchado a toda clase de App y foros de contacto.
En esos meses habían participado en más de un trío del diablo, dos hombres y una mujer, o se habían follado a dos mujeres juntos e intercambiado parejas antes de terminar. De hecho, asistir a la boda les hacía especial gracia. Samuel era un petimetre de 35 años que había llevado la moda de metrosexual un paso más allá. Pero le interesaba llevarse bien con los que podían evitar que le partieran la cara en el bar, aunque tampoco es que se dieran mucho esas situaciones. A pesar de la diferencia de edad, pensaba que les caía bien y había decidido invitar a los dos amigos. A fin de cuentas eran los más presentables de toda la seguridad y el tío de Marc tenía intereses en el local, lo que tampoco venía mal. Samuel había estudiado administración de empresas y el único empleo que había encontrado era de camarero.
Su novia de la facultad, Andrea, había tenido más suerte y trabajaba en una consultora de marketing. La gracia estaba en que Raúl y Marc se la habían follado en su despedida de soltera. Andrea la había celebrado en la discoteca donde trabajaba Samuel, en su noche libre, no era plan de coincidir con su novio. Les hacían precio. Al final de la noche, solo quedaba Andrea y una de sus amigas. Marc se ofreció a que las acompañaran a casa en su coche. Andrea y su amiga estaban bastantes buenas, sin llegar a ser pibones, pero lo compensaron con su entusiasmo. La casa de la amiga se convirtió en la escena de una pequeña orgía aquella noche. Así que Marc y Raúl no podían hacer más que aguantarse las ganas de descojonarse cuando, antes de sentarse a cenar, saludaron a los novios. El pobre Samuel agradecido de que hubieran ido y Andrea con miedo a que soltaran algo. La amiga que también había participado se limitó a ignorarles toda la noche.
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Durante el coctel antes de la cena, Lucía no dejaba de preguntarse qué hacía en la boda. Ella y Andrea eran muy amigas desde la facultad. Habían mantenido el contacto todos estos años, a pesar de que Lucía había regresado a su ciudad natal. Un puesto de empleo en la empresa de un amigo de sus padres y la diferencia de nivel de vida la habían convencido. Pero las visitas se hacían cada vez más esporádicas y las llamadas menos frecuentes. Sin embargo, la invitación era una buena excusa para regresar a la ciudad donde había estudiado y pasar unos días en la playa en unas semi vacaciones.
El problema es que su novio la había dejado una semana antes. Fue un jarro de agua fría. El plan era hacer el viajes juntos; la idea de ir a la playa sola no la asustaba, pero una boda donde conocía solo a la novia no la hacía mucha gracia. Al final, le había dado vergüenza cancelar a última hora con todo el viaje contratado. Pero todavía le duraba el enfado por la ruptura. El motivo había sido que Lucía se había negado a hacer un trío con otra mujer. No se consideraba puritana. Durante su vida había tenido varios novios y nunca se había cortado con ninguno. Es verdad que nunca un rollo de una sola noche, pero le encantaba dar placer oral. Y con su última pareja había descubierto el sexo anal. Pero el sexo con más de una persona no le apetecía y menos con otra mujer. Tenía claro que no tenía inclinaciones bisexuales.
El plan era cumplir hasta la cena y volver al hotel lo más pronto posible. Quizás ponerse una peli de porno para ellas, chico-chica, y masturbarse antes de dormirse. Cuando el coctel terminó consultó la lista para ver donde la habían sentado. Le costó un poco porque la habían puesto en la mesa de los recortes, la más alejada de los novios, y donde se sentaban los invitados que no formaban ningún grupo. Cuando encontró su mesa vio que solo quedaba un sitio libre entre dos hombres. Bueno, para ella, a sus 35 años, más bien muchachos. No era muy buena en adivinar la edad pero diría que entre 18 y 20 años.
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Marc le hizo una señal con la cabeza a Raúl y una media sonrisa. Al sentarse en la mesa habían decidido dejar un sitio entre ellos. No conocían a nadie, así que esperaban obligarse a hablar con alguien si no estaban juntos. A través del salón se acercaba Lucía. La habían estado fichando durante el coctel. Sola apoyada en una columna y con pinta de aburrida. No era preciosa de cara aunque tampoco era fea. Llevaba el pelo recogido en un moño y un maquillaje discreto la hacía guapa. Pero su cuerpo era de infarto. Embutido en un vestido estilo japonés que la cubría hasta un cuello alto. Pero era ajustado y definían unos pechos perfectos, redondos y en su sitio, habría que verlos sin sujetador. No eran muy grandes pero la cintura era estrecha y el estar escondidos bajo tela los hacía destacar. A veces es mejor insinuar que enseñar. Completaba el conjunto un culo de antonomasia, respingón y circular, del tamaño justo para las proporciones y unas piernas largas, una de las cuales podían ver a través de una raja en el vestido a medio muslo.
Durante la cena, una vez superada las presentaciones y la incomodidad de los recién conocidos, la situación se relajó. Marc y Raúl eran agradables y no dejaban de lanzarles piropos e insinuaciones veladas. Lucía se sentía halagada y en parte excitada. Se había enterado de que estaban en la veintena temprana pero les llevaba 15 años y los veía como niños. Según avanzaba la conversación, vio que quizás habían vivido más que ella.
Al final de la cena todos los invitados se fueron a la zona de baile y barra libre. Los tres prefirieron seguir hablando en la mesa. Marc trajo un par de cubatas para ellos. Lucía no estaba acostumbrada a beber y se limitó a un gin tonic con más tónica que ginebra. Marc y Raúl cada vez estaban más valientes. Entre risas pasaban las manos por sus brazos o casualmente la acariciaban en un muslo para retirarla antes de que pudiera decir nada. Con cada roce, Lucía sentía un escalofrío en la espalda. Por primera vez se dio cuenta que eran muy atractivos. Los dos vestidos con trajes grises, sin corbata y con camisas que dejaban adivinar sus cuerpos bien definidos. Al final, decidió contarles por qué había roto con su novio.
– Quiero decir, no sé por qué necesitaba a otra chica en la cama. La verdad es que no le negaba nada o casi nada.
Marc sonrió. Lucía se había dado cuenta que Raúl era el tímido de los dos y que esperaba a a que Marc tomara la decisiones de por dónde ir en la conversación. Marc posó una mano en su rodilla y esta vez la dejó ahí.
– Podías haber hecho un trato.
– ¿Un trato?
– Sí, ya sabes, un trío con dos chicas para él, un trío con dos chicos para ti.
– ¿Dos tíos?, creo que no sabría ni por dónde empezar.
Marc acentuó su sonrisa y subió la mano por su pierna, hasta que estaba casi en su entrepierna. La zona estaba casi vacía y la mesa les ocultaba de miradas indiscretas. A Lucía se le escapó un gemido ahogado casi inaudible. Con la mano libre cogió la de Lucía y la posó sobre su pantalón. No estaba dura pero lo que sentía ya superaba a la de su novio. Ahora se le escapó un joder mientras abría los ojos con sorpresa.
– Eso no es nada. Prueba la de Raúl.
Lucía miró a Raúl directamente a los ojos. Sí definitivamente estaba muy bueno, recién afeitado y con pelo corto peinado con cera. Jugaba con su papel callado acentuado y de rasgos duros. Sin perder contacto visual posó su otra mano en la bragueta. No es tan grande como la de Marc pero tampoco es para tanto, intuyó a través de la tela. Raúl la cogió por la muñeca y la hizo moverla sobre su entrepierna de arriba abajo. Raúl respiraba lascivamente y sonrío al ver la expresión de sorpresa que apareció en la cara de Lucía cuando su polla se puso totalmente dura y se dibujó en el pantalón. Casi le llegaba a la rodilla. Marc volvió a intervenir.
– Si no sabes lo que hacer, siempre podemos enseñarte.
Lucía dudó un momento. ¿Realmente iba a follar con dos veinteañeros a la vez? La cara de excitación de Raúl hacía que quisiera besarle. Así que la duda duró un solo momento, pero decidió mantener el control, al menos del espacio.
– Vamos a mi hotel.
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El taxi aparcó delante del hotel y se recompusieron como pudieron. Lucía pasó por la recepción sin levantar la vista del suelo. Marc y Raúl la seguían un par de metros como si fueran unos huéspedes más. La pantomima duró solo hasta que entraron en el ascensor. Una vez que se cerró la puerta y comenzó a subir Raúl se situó detrás de ella. La sujetó por la cintura y juntó sus dos cuerpos. Lucía notaba el enorme bulto de su pantalón. Raúl comenzó a mover sus caderas con sus manos de tal manera que su polla encerrada en la tela recorría su trasero de arriba abajo. Lucía giró la cara y atrajo con su lengua los labios de Raúl. Se enzarzaron a un beso a boca abierta, con mucha saliva y sus dos lenguas peleando entre ellas.
Marc se acercó por delante y levantó sus pechos con las manos a la vez que restregaba su pelvis contra la de ella.
– Joder, que buena estás. Qué bien lo vamos a pasar.
Llegaron a su planta y Marc se separó de ella para dejarla pasar. Raúl no lo hizo y dieron unos pasos incómodos hasta su habitación. Cuando se inclinó para abrir la puerta con la dichosa tarjeta, necesitó un par de intentos para acertar. Si ya le costaba normalmente, más con un tío restregándose contra ella como un perro en celo contra una pierna.
Su habitación no era nada del otro mundo. Una habitación normal de 4 estrellas con una enorme cama y dos mesillas, una mesa en una pared y un sillón. Lo mejor era el baño con una bañera y una amplia ducha de plato independientes. Lucía los empujó hacia la habitación y les pidió un momento para arreglarse en el baño.
Una vez dentro, se quitó el vestido y el tanga para orinar. Cuando terminó abrió el grifo del bidé y cogió el gel de melocotón que siempre llevaba consigo a todos los viajes. Se enjabonó la pelvis y el culo y se enjuagó. Miró dubitativa el vestido y el tanga. No se atrevía a salir totalmente desnuda. Giró en el espejo mientras se giraba y admiraba su cuerpo. Había comenzado a depilarse completamente a petición de su exnovio. En su juventud se había tatuado una parra de olivo que le recorría la cintura por delante y le encantaba lo sexy que quedaba.
Se giró para mirar su culo por encima de su hombro. Definitivamente era uno de sus mejores perfiles. Se abrió las nalgas. Le ponía nerviosa la más que posible opción de anal esa noche. El tamaño de lo que le esperaba distaba mucho de lo que había experimentado con su novio. Tenía problemas para ir al baño cada vez que viajaba. Esa tarde se había aplicado un mini enema de viaje para evitar situaciones incómodas en la boda, así que en ese aspecto se sentía confiada.
Al final optó por ponerse el tanga de encaje negro. La ponía cien que la terminaran de desvestir. Y el conjunto de lencería negro que había escogido resaltaba sus tetas y su trasero. De nuevo pensó que los había comprado pensado en su novio pero que se jodiera. Al final salió de la habitación. Marc y Raúl estaban sentados y aplaudieron socarronamente. Se levantaron y pidieron un rato en el baño para ellos mismos. Lucía se tumbó en la cama. Desde el baño le llegó el sonido de la cisterna y de agua correr. Aunque le había extrañado que medio la ignorasen también agradecía la higiene.
Finalmente los dos salieron del baño. La entrepierna de Lucía le dio otra descarga. Los dos habían descartado toda su ropa y salían totalmente erectos. Su mirada comenzó en sus torsos con pectorales y abdominales marcados y ese triángulo inguinal que volvía loca a cualquier mujer. Marc mantenía un vello corto en el pecho, casi una sombra. Raúl estaba totalmente depilado. Ninguno de los dos tenía rastro de pelo púbico. Había algo condenadamente erótico en ver andar hacia ella a dos hombres desnudos y empalmados. Marc ya era más grande que cualquiera que hubiera visto. Pero Raúl era obscenamente enorme. Los dos se pararon frente a ella apuntándola directamente. Marc la cogió de la mano y la levantó para colocarla entre los dos, como en el ascensor pero ellos sin ropa y ella en sujetador y braguitas.
Raúl a su espalda comenzó besarle en el cuello por la izquierda y Marc enfrente, por la derecha. Sus cuerpos la comprimían y notaba sus miembros contra ella. Los dos pares de manos la recorrían de arriba, abajo. Raúl desabrochó su sujetador pero quedó sujeto por el pecho de Marc y la proximidad de sus cuerpos le impedía sacar los tirantes de sus brazos. Lucía no paraba de gemir y consiguió separarles un poco para lograr acceso. El sujetador cayó al suelo. Alcanzó sus pollas y comenzó a disfrutar de su grosor bombeando con sus manos invertidas.
Tuvo que soltarles cuando empezaron a bajar por su cuerpo, uno al frente y otro por la espalda, recorriéndola con sus lenguas. Marc se detuvo un momento para mordisquear uno de sus pezones, causándole un nuevo escalofrío. Finalmente llegaron a donde querían. Los dos estaban de rodillas. Parecía que la estuvieran adorando. Raúl comenzó a masajear en círculos su trasero.
– Este culo no es normal, colega.- exclamó Raúl mientras enganchaba los hilos del tanga y se lo bajaba por las piernas hasta los tobillos. Lucía levantó un pie y luego el otro. Raúl descartó la última prenda innecesaria ya.
Marc le hizo apartar las piernas y acercó la cara a su coño. La punta de su lengua la recorrió de arriba abajo. Se detuvo en su clítoris, inflamado a estas alturas, y empezó a jugar con él círculos. Lo succionó levemente y volvió a bajar. Para disgusto de Lucía se apartó un momento para hablar con Raúl. Su cara brillaba con los fluidos de Lucía.
– Tienes que probarla tío. Sabe a melocotón.- Volvió a dedicarle sus atenciones silueteando sus labios inferiores para regresar a su clítoris. Empezó a alternar sus lamidas y a penetrarla con su lengua para hurgar en su interior totalmente empapado a estas alturas.
Lucía sintió como Raúl apartaba sus nalgas y exclamó un grito de sorpresa intercalada en su respiración marcada por el placer cuando sintió la lengua en su ano. Nunca le habían hecho un beso negro. Raúl lo rodeó antes de meter también su lengua dentro. La sensación era increíble. Dos hombres lamiéndola como si fuera la cosa más deliciosa que hubieran probado. Además la excitaba tenerlos a los dos dedicados completamente a ella sola. Sus manos buscaron sus cabezas y les acarició el pelo. Sus caderas parecían moverse por su cuenta para acompañar sus bocas. Cuando estaba al límite, Marc se apartó y se puso en pie. La cogió de la nuca y le dio un largo beso húmedo de saliva y líquidos vaginales. La mano de Marc bajó para jugar con su clítoris mientras Raúl seguía devorando su agujero de atrás. Lucía quería el alivio del orgasmo pero Marc controlaba el paso perfectamente.
– Pongámosla en la cama.
Raúl se apartó y Marc la empujó para que cayera cuán larga era en la cama. La cogió de las piernas y tiró de ella hasta que su culo estaba justo en el borde. Sin soltarla las levantó para que estuviera tumbada en el colchón y con las piernas en uve mirando al techo. Totalmente expuesta.
– Sujétala.- Le pidió Marc a Raúl.- Que pueda verlo.
Este se subió a la cama y se arrodilló sentado sobre sus piernas. Cogió la cabeza de Lucía y la colocó sobre su muslo para después cogerle los tobillos y mantenerlas en alto. Su polla descansaba en el hombro de Lucía. El mástil le rozaba la cara. El calor de la sangre acumulada en su mejilla era insoportable. No podía chuparla pero se giró y comenzó a recorrer con su lengua la parte que alcanzaba. También sabía a melocotón. Los dos debían haberse lavado con su gel.
Volvió a girar la cara con rapidez para ver las acciones de Marc. Se había sentado en la cama al lado de Lucía. Se inclinó y apoyó una mano en su bajo vientre, ejerciendo una ligera presión. Junto tres dedos de la otra y empezó a introducírselo en su rajita caliente. Los curvó dentro de ella y empezó a girarlos hasta que encontró ese bulto interior que guardaba todo el placer, el mítico punto g. Comenzó a follarla con la mano, con un ritmo lento al principio y acelerando según le marcaban los gemidos de Lucía. Aumentó la presión en su barriga ligeramente.
Lucía no podía hablar, solo incorporarse y mirar sorprendida a Marc que le devolvía la mirada con una sonrisa irónica. Ni siquiera podía gemir. Una sensación indescriptible comenzó a invadirla. Registró levemente, como de fondo, el sonido de chapoteo que Marc creaba en su coño con su mano. Un orgasmo multiplicado por diez comenzó a recorrerla su cuerpo mientras una necesidad de alivio la hacía convulsionar. Marc retiró la mano rápidamente y Lucía explotó con un grito.
Sus ojos se abrieron de sorpresa cuando una fuente de fluidos salió despedida de ella y alcanzó la mesa enfrente de la cama. Marc volvió a meterle tres dedos frenéticamente y la llevó hasta un segundo orgasmo explosivo. Esta vez no se retiró de dentro de ella. Sus fluidos se esparcieron por sus muslos y la mano de Marc. Se derrumbó sobre la pierna de Raúl que la soltó. Apoyó las piernas en el suelo y se abandonó. En unos minutos había tenido el doble de orgasmos que con sus novios. Bueno, en intensidad se multiplicaban por diez. Y ni siquiera había empezado con sus rabos.
Marc miró divertido a Raúl.
– Creo que te toca a ti ir primero ¿no?
Raúl se rio. Marc siempre hacía la misma broma. En realidad a Marc le encantaba mirar así que siempre empezaba él. Se levantó de la cama y ayudó a ponerse de pie también a Lucía. Ella se había convertido en un juguete en sus manos y tenía poco que decir. Raúl la dirigía y la hizo tumbarse en la cama. Lucía creía que quería follarla a lo perrito pero él la hizo yacer boca abajo con sus pechos pegados al colchón y los brazos hacia delante. Marc se acomodó en el sillón y comenzó a masturbarse lentamente.
Con la mejilla pegada a la sabana, Lucía solo podía verle de reojo. Sintió como le abría las piernas y se arrodillaba entre ellas en el sofá. Raúl solo podía pensar en ese culo. Con una mano separó las nalgas y con la otra recogió parte de la humedad que aún rebosaba de ella. A la vez abrió la boca y dejó caer una gran cantidad de saliva. Con ambos, lubricó el perineo y el borde interior del culo de Lucía. Cuando estuvo a su gusto colocó su miembro entre los glúteos y los apretó para que le apretaran por los dos lados. Comenzó a moverse y hacerse una cubana con su culo.
Lucía se estaba volviendo loca. Su cuerpo le pedía ser penetrada. Sentir la polla entre su culo y los huevos de Raúl chocando con sus labios hinchados era demasiado. Raúl pareció leerle el pensamiento. Se tumbó encima de ella, aplastándola contra la cama. Sentía su respiración en su mejilla. No podía moverse pero el torso de Raúl, caliente y pegajoso por el sudor, se sentía genial. Raúl levantó las caderas y su polla encontró la entrada a su vagina. Solo la punta ya hizo alucinar a Lucía. Raúl le metía un par de centímetros y paraba unos segundos, para continuar muy despacio.
– ¿Qué tal tío?
– Joder, joder, es muy estrecha tío.
– Coño Raúl, contigo todas son estrechas.
Lucía estaba totalmente de acuerdo. Parecía que la estuviera partiendo en dos. Nunca se había sentido tan abierta. Raúl por fin estaba completamente dentro. Lucía podría jurar que le llegaba hasta el estómago. Raúl se quedó dentro de ella y empezó a mover sus caderas en círculos. Lucía no pudo más y tuvo un nuevo orgasmo, más tranquilo pero no podría soportar uno como los anteriores. Cuando terminó, Raúl salió hasta dejar solo la punta dentro, esperar unos segundos y volver a entrar. Combinaba embestidas pausadas para disfrutar del húmedo interior con otras en las que dejaba caer su peso de golpe.
Cuando sintió que sus huevos se empezaban a contraer, aceleró el ritmo. El moño de Lucía se había deshecho y apartó su melena de la espalda. Enterró la cara entres sus omoplatos y comenzó a lamer el sudor que cubría su espalda mientras abrazaba su piel con el aliento de sus gemidos. El cuarto orgasmo de Lucía la hizo apretar sus músculos interiores y le llevó al límite. Se incorporó y sacó su miembro. Sin tocarse, se derramó en cinco potentes y casi dolorosos espasmos y cubrió gran parte de la espalda de Lucía con su semen.
Raúl se derrumbó a su lado en la cama boca arriba. Lucía se incorporó sobre un codo y miró su cuerpo reluciente de sudor. Estaba exhausta pero no quería ni podía parar. Se fijó alucinada en que la polla de Raúl seguía enhiesta y apuntando al techo. La tenía totalmente hipnotizada. Decidió tomar el control. Con una mano le agarró la polla a Raúl y con suaves tirones hizo que se colocara justo en el centro de la cama. Ella se sentó a horcajadas sobre una de sus rodillas.
El pene de Raúl estaba resbaladizo por su propia humedad interior pero se inclinó y cubrió la punta con una generosa cantidad de saliva. Recorrió con su mano toda su longitud para extenderla y lubricar bien el trozo de carne. Con la otra mano, recogió parte de su leche de su espalda y la extendió en la entrada de su ano. Despacio y con ayuda de la lubricación, se metió un dedo y empezó a moverlo. Cuando su esfínter se iba acomodando a la intrusión añadía otro. Pronto tenía los cinco dígitos de en forma de cuña dentro de su trasero. Mientras frotaba su entrepierna en la rodilla de Raúl para unir dolor y placer sin dejar de pajearle.
Cuando estuvo satisfecha, se levantó y se dio la vuelta. Raúl admiró su espalda cubierta de líneas blancas y ese perfecto culo. Sus ojos trazaron la línea perfecta e imaginaria desde su capullo hasta la pelvis de Lucía. Está se acuclilló sobre él y mientras mantenía el equilibrio con una mano sobre su piernas llevó la otra hasta la polla de Raúl. Alineó su glande con su entrada trasera y empezó a bajar lentamente. A pesar de su preparación manual no era tarea fácil. Se inclinó un poco más hacia adelante y bajó la cabeza para tener una mejor visual. Deslizaba unos unos pocos centímetros y paraba. Dejaba que su esfínter se amoldara a su grosor y el dolor momentáneo se convirtiera en placer. Gruesas gotas de sudor resbalaban por su rostro a través de un maquillaje arruinado
– Hostia puta!. Se la ha metido entera.- Incluso Marc se sorprendió.
Lucía se tomó un momento. La polla de Raúl había desaparecido completamente. La posición no la permitía casi moverse y Raúl estaba claramente incómodo.
-Me la vas a partir.- La cogió de la cintura y tiró de ella hacia atrás.
Lucía se inclinó y giró los brazos apoyándose en los pectorales de Raúl. Levantó las rodillas y comenzó a subir para bajar y empalarse en su miembro. Marc apreció el espectáculo. El cuerpo inclinado en diagonal de Lucía con sus tetas en todo su esplendor. Raúl la acogió de los glúteos y empezó a ayudarla a marcar el ritmo. En ocasiones la mantenía parada en alto para culear él más rápido.
– Sí, cabrón, sí. pómpeme el culo, rómpemelo.- Lucía había pasado del dolor al más absoluto placer.
Marc decidió que ya no podía esperar más. Se subió de pie al colchón y empezó a refregar su rabo contra la boca de Lucía. La hizo tocar la armónica. La cabeza de Lucía se movía de izquierda a derecha acariciando de lado a lado el mástil de Marc con los labios. Cuando a los cinco minutos giró la cara, Marc aprovechó la oportunidad y se la metió en la boca. Sin embargo, en esa posición no podía dedicarse a la mamada.
– Raúl tío quédala quieta. Quiero follarme esta boquita.
Raúl detuvo con sus manos el culo de Lucía y comenzó a bombear sus caderas despacio, muy despacio. Marc sujetó a Lucía por la nuca y comenzó también a meterla y sacarla en su boca con golpes de cadera. Cada vez que se retiraba, goterones de saliva resbalaban de sus labios hasta su barbilla. Marc intentó entrar entero pero cuando llegó a la entrada de su garganta, Lucía hizo sonidos de arcadas. Una vez conocido el límite, Marc aceleró el ritmo. Lucía miraba hacia arriba a sus ojos mientras él se hacía una paja húmeda dentro de su boca. Aquello excitó a Marc y con un joderrr, salió de entre labios y puso sus huevos en la boca de Lucía sin soltarle la coronilla. Ella sacó la lengua y Marc volvió mover sus caderas para ayudarla a lamer sus pelotas. Mientras Marc comenzó a meneársela furiosamente apuntando al techo. Pronto estalló en un arco largo de semen que aterrizó en el suelo de la habitación, más allá de la cama. Los siguientes cayeron sobre las sabanas y en el hombro de Raúl.
– Coño, ten cuidado.
– Ya sabes, Raúl. Fuego amigo en el fragor de la batalla.- Marc se sentó en la cama y guio una de las manos de Lucía hasta su miembro semierecto. Lucía le pajeó a la par que las embestidas de la follada de Raúl. En unos segundos volvía a estar empalmado.
– Raúl, termina ya. Quiero metérsela yo.
– Espera joder. Si se la saco, no sé si podré entrar otra vez.
Lucía estaba cansada. A pesar de la sensación de lujuria con Raúl dentro de ella, no había alcanzado un nuevo orgasmo. Si los chicos empezaban a tomar turnos con ella, no sabía cuánto duraría su estamina. Podían tenerla un buen rato más como su muñeca hinchable. Llegados a ese punto, ya podía intentar algo que siempre la había interesado en las películas porno. Soltó a Marc y comenzó a acariciarse el clítoris. Lanzó una mirada sugerente a Marc mientras se humedecía los labios.
– No tienes por qué esperar.
Marc aceptó la invitación. Se puso de rodillas entre las piernas de Raúl y maniobró para enganchar las piernas de Lucía con sus brazos y levantarlas para dejarla totalmente expuesta. Raúl paró para dejar que Marc ocupara su coño. La polla de Marc comenzó a deslizarse lentamente. Lucía se mordía los labios. Cuando estuvo en su interior, saboreó la sensación de plenitud que le daba tener sus dos agujeros llenos de carne. Marc y Raúl se mantuvieron quietos. Era la tercera doble penetración que culminaban. Y nunca con Raúl en la retaguardia. El esfínter de Lucía se había vuelto mucho más estrecho. Marc podía sentir las paredes húmedas de Lucía comprimiendo su polla a la vez que sentía la de Raúl a través de la fina membrana que las separaba.
Marc empezó a moverse. Raúl lo intentó pero era complicado con esa pirámide sexual. Marc levantó algo del peso de Lucía y, tras un par de intentos cogieron el ritmo. Cuando uno salía, el otro entraba. En ocasiones coincidían los dos dentro y esperaban unos segundos para que los tres disfrutaran de la ocasión. Marc llevó la mano al hinchado clítoris de Lucía y aceleró sus empellones. Los dos empezaron follarla muy duro. De nuevo, el placer creció desde la pelvis de Lucía en un nuevo orgasmo. Los chicos ni se inmutaron. Continuaron reventando sus agujeros durante otros 10 minutos. Ninguno de los tres hablaba. Solo respiraban y jadeaban entre gemidos. De vez en cuando masajeaban sus pechos y pellizcaban sus pezones. Lucía acabó derrumbada sobre el cuerpo de Raúl. Tenía que parar.
– No puedo más, no puedo más. – susurró mientras besaba a Raúl con la cara vuelta- No `puedo más.
Lucía no lo entendió pero Raúl le gritó pepino a Marc y este paró de inmediato. Se retiraron y la levantaron con una delicadeza que contrarrestaba la dureza con que la habían follado antes. La tumbaron en la cama boca arriba y Raúl incluso la beso en la frente mientras acariciaba su pelo sudado. Los chicos habían pasado de ser sementales salidos a unos caballeros. Raúl se lo explicó.
– Es una larga historia. Pero pepino es como nuestra palabra de seguridad.- De rodillas cada uno a su lado acariciaban gentilmente sus pechos. Sus pollas duras palpitaban a escasos centímetros de su boca. Pensó en chupárselas pero le dolía la mandíbula de la felación de Marc. En realidad, todos sus agujeros la escocían de una manera deliciosa. Y Raúl acababa de estar en su ano. De nuevo, Raúl pareció entenderla. – ¿Podemos corrernos en tus tetas?
Lucía asintió y los dos empezaron a masturbarse rápidamente. Lucía les masajeó los huevos. Casi a la vez, sintió que se contraían en sus manos. Primero Marc empezó a soltar leche sobre ella, seguido muy cerca por Raúl. Los dos se apretaron los glandes para exprimir la última gota sobre ella. Se tumbaron con suspiros de alivio a su lado. Lucía extendió el blanco líquido caliente sobre sus senos para mezclarlos con su sudor. Por las rendijas de las cortinas, Lucía vio que empezaba a amanecer. Había sido la mejor noche de sexo de Lucía en toda su vida. La habitación se había impregnado de ese olor lujurioso que sigue al sexo.
– Creo que me voy a duchar.- Los chicos paseaban sus manos por sus muslos. Aún sin ganas de sexo, Lucía no quería despedirlos todavía.- ¿Os quedáis a dormir?
– Claro cariño.- dijo Raúl. Parecía más confiado tras el sexo.- Pero creo que deberíamos ducharnos antes.
Lucía volvió a deleitarse observando sus cuerpos. Sus entrepiernas entremezclaban restos de fluidos propios y de ella.
– ¿Los tres juntos?
– Sí claro. Hay que ahorrar agua.
Lucía juró que la polla de Raúl se había movido. Pero no estaba dispuesta a más aquella noche. Quizás sí en los días que le quedaban de vacaciones en la ciudad.
– De acuerdo. Pero sin tonterías, no creo que pueda con vuestros rabos más esta noche.
Entre risas los tres fueron al baño. En el suelo estaba la ropa que los tres habían descartado al principio. Tras calentar el agua, entraron en la ducha. Era amplia pero los tres entraban justos. No era posible moverse sin tocarse. Se besó bajo el agua caliente, primero con uno y luego con otro. Los chicos la enjabonaron y ella a ellos. No pasó mucho tiempo hasta que notó sus erecciones contra sus muslos. Al mirar hacia abajo y suspirar, Marc se rio.
– Cariño, somos humanos. Con ese cuerpo no hay quien se resista.
– Bueno, tampoco os vais a ir a la cama así. Apaga el agua.
Marc cerró el grifo y Lucía los agarró de las pollas y los sacó de la ducha. Su boca se había recuperado así que se puso de rodillas entre los dos y se las meneó. Con la cara hacia arriba les miró y empezó a lamerles. Usando mucha saliva, les recorría de la base, jugueteando con la punta de su lengua con sus testículos, hasta el capullo enrojecido por la sangre. Alternaba sus atenciones entre uno y otro. Con suaves tirones, les acercó hasta que sus glandes casi se tocaban. Las sostuvo a la altura de su boca. Sacó la lengua y empezó a pasarla de uno a otro rápidamente. Les separó de nuevo y empezó a chuparles con todas sus ganas. Cuando notaba que uno estaba a punto pasaba al siguiente. Los llevó al límite dos veces hasta que se corrieron por última vez. Raúl escogió su cara y Marc sus tetas de nuevo.
– Cabrones. Me voy a tener que duchar otra vez pero esta vez sola. – Dándoles cachetes en el culo les obligó a salir de la habitación.
Una vez sola Lucía se lavó los dientes, orinó y volvió a ducharse. Recogió el vestido del suelo y salió desnuda del baño. Los chicos habían intentado arreglar la habitación. Las sábanas manchadas por los fluidos de todos estaban medio escondidas en un rincón. Las habían utilizado para medio limpiar todo lo que se había derramado en el suelo. Habían vuelto a hacer la cama con sábanas de repuesto en el armario. Todos unos caballeros. Marc y Raúl se turnaron para ir al baño y finalmente los tres se echaron en la cama para dormir.
Marc se tumbó en un borde de la cama y enseguida se quedó dormida. Lucía se tumbó en medio y sonrió encantada cuando Raúl se situó al otro lado e hizo la cucharilla con ella. Pasó un brazo por debajo de la cabeza de Lucía para que ella descansara sobre su bíceps. Con el otro pasó por encima de su cintura y descansó su mano en su pecho. Su entrepierna flácida pero caliente se ajustó entre sus muslos y colocó su cara en el pelo de Lucía. Sentía su respiración en la nuca. Podían llamarla tonta por sentirse romántica tras una noche de sexo con dos extraños. Pero adoraba que la abrazaran tras follar. Los dos se quedaron dormidos.