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Las aventuras de L: Cómo he acabado aquí (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Muy buenas a todo el que quiera leerme,  creo que lo propio sería presentarme en primer lugar, aunque dado que lo que van a leer a continuación son confesiones personales voy a dar la mínima información personal más allá de una descripción física y una forma de la cual podáis referiros a mí.

Podéis llamarme L, soy una chica aún menor de 30 años, aunque ya pasé los 25, nunca me he considerado demasiado atractiva, del montón y da gracias, aunque nunca he tenido demasiado problema para atraer a chicos, aunque en general a los erróneos. No soy demasiado alta, más o menos 1,60, mis ojos son marrones, mi cabello color castaño claro en ocasiones virando hacia el rubio, mi piel es clara y dado que gran parte de mi vida he sido un poco rellenita desde que empecé a desarrollarme siempre he tenido un cuerpo con curvas, mi pecho es generoso y según siempre se me ha dicho tengo unos labios apetecibles con un lunar juguetón justo sobre mi labio superior.

Mi motivo de compartir esto es que nunca he sido demasiado afortunada en el tema del amor, de aquí a un tiempo relativamente cercano he asistido a terapia y se me ha recomendado recoger de cierta manera mi historia con las relaciones, en concreto las sexuales, ya que parecen ser el principal de mis problemas. No sé cuánto me llevará esto ni si lo terminaré, mi intención es realizar, en una serie de entradas, un recorrido de todas mis historias con mis parejas sexuales.

Me gustan mucho tanto la lectura como la escritura así que quiero plantear esto también como si fuera una suerte de novela, por llamarlo de alguna manera. Así que, aunque todo lo que va a haber aquí es real quiero darle cierta estructura narrativa, por así decirlo.

Siempre he pensado que una historia debe comenzar desde el principio, por lo que me ha llevado mucho tiempo decidir qué podíamos considerar como “el principio”, al final he decidido plantearlo empezando por el punto de inflexión que me ha conducido a esto y a partir de ahí retroceder unos años para narrar toda mi vida con las relaciones.

¿Y qué es lo que desencadenó que yo esté aquí, cuál fue ese punto de inflexión os preguntáis? Si habéis aguantado hasta aquí no os hare esperar, aquí lo tenéis.

Todo sucedió a mediados del año pasado, en mitad del confinamiento, yo me encontraba viviendo en un piso compartido con mi hermana y por aquel entonces tenía pareja, lo llamaremos A. Un chico maravilloso, muy guapo y atractivo, súper atento conmigo, hacía que yo me sintiese querida y siempre fue muy cumplidor conmigo en el tema del dormitorio. Habíamos logrado, además organizarnos para poder vernos y expresar nuestro amor, ya que él seguía trabajando incluso durante el encierro. Todo parecía ir medianamente bien dentro de las circunstancias, la relación con mi hermana siempre ha sido buena así que el encierro no se me estaba haciendo particularmente duro.

Pero si todo hubiese sido perfecto y no hubiese habido ningún problema yo no estaría aquí ahora y ese problema vino en forma de mi vecino, a quien me referiré por J, un chico de mi edificio un poco mayor que yo y con el que tenía buena relación. El chico es atractivo no, lo siguiente, muy guapo, piel bronceada, ojos verdes, pelo negro que parece que siempre está en perfecto estado y un cuerpazo perfectamente cuidado de gimnasio y luego esta su personalidad, es majo y tal, pero tiene un puntito de chulito y malote que siempre han sido mi perdición, mi punto débil son los malotes. Desde que llegue al edificio siempre habíamos tenido muy buen rollo, confianza y hasta flirteo, pero nunca sospeche que pudiera pasar de ahí.

Todo sucedió un día que yo salí a hacer la compra sola ya que mi hermana era la que había hecho la escapadita de turno para estar con el respectivo y estaba bastante hecha a la idea de que iba a tener una velada solitaria ese día, no podía estar más equivocada. Lucía una camiseta de tirantes de color negro bastante escotada, como era de tejido grueso decidí no llevar sujetador, tras tanto tiempo sin usarlo me molestaba una barbaridad, una falda holgada de color blanco que me llegaba más o menos hasta las rodillas, unas braguitas normalitas de color lila y unas sandalias para ir con los pies al aire, ya llegaba la primavera y se empezaba a notar el buen tiempo así que, aunque fueran unos momentos necesitaba sentir el sol en mi piel.

En ese momento me encontré a J bajando de la azotea hacia su apartamento, como es un chico muy deportista nos pidió permiso para subir a la azotea para poder hacer algo de ejercicio al sol y, dado que somos pocos vecinos, no nos pareció mal. En mi caso, desde una de las ventanas podía verlo incluso, y no os hacéis una idea de, estando lo bueno que está, lo caliente que me ponía. Estaba empapado en sudor de sus rutinas y demás, ese olor a hombre y su ropa ajustada me pusieron a mil. El caso fue que hubo el clásico saludo formal preguntado como estábamos y como iba todo y empezamos a hablar bastante más largo y tendido. Yo no soy tonta y noté perfectamente como me revisaba de arriba abajo, no paraba de mirar hacia mis pechos, cosa que me alagó, la verdad es que me gusta sentirme deseada. Como entre ambos hay muy buen rollo y feeling la conversación se estaba estirando como si de un chicle se tratase, supongo que con las limitaciones de contacto y demás, por lo menos hablar con alguien era mucho de agradecer.

Pasado un tiempo y dado que la conversación no tenía pinta de acabarse pronto acabamos acordando irnos al apartamento de uno de los dos para seguir hablando y ya de paso tomar algo para desconectar de toda la situación. El suyo fue el elegido ya que, por un lado, tenía bebida y por otro al vivir solo habría menos problemas. En ese momento, aunque estaba muy caliente diría que no había ninguna malicia en mis pensamientos de estar con él, pero he llegado a un punto en el que ni yo misma estoy segura.

Aunque era muy temprano, como media mañana, propuso empezar a beber del tirón. Yo, teniendo en cuenta, que no tenía mucho que hacer a lo largo del día tampoco me negué, así que comenzamos. El chaval aparte de todo es un encanto, tiene labia y sabe hacer que las conversaciones sean divertidas, así que todo fluía con mucha naturalidad, se perdía fácil la noción del tiempo y de lo que llevabas bebido. Es decir, que tras lo que serían más o menos dos horas de charla y varias copas, ya estábamos los dos bastante pasados de vueltas. Así que, como no podía ser de otra forma, la conversación se fue poniendo caliente y todo ese tonteo y coqueteo parecía constantemente a punto de pasar la línea. Cosa que, como os imaginareis, terminó pasando.

Había mucho alcohol en la ecuación y mi memoria está bastante difusa en según qué cosas, no puedo asegurar si fue uno u otro el que dio el paso o fue algo mutuo, pero entre laguna y laguna y con toda esa situación cuando quise darme cuenta nos estábamos besando. Y no estoy hablando de picos, me refiero a que le estaba comiendo la boca con toda mi pasión y el me correspondía.

Qué situación tan excitante era aquella, estábamos acarrados, pegados el uno al otro, había sudor en el ambiente, nuestros cuerpos húmedos aún vestidos restregándose el uno contra el otro mientras nuestras lenguas se buscaban. El aprovechaba para meterme mano, tocando mi entrepierna, mi trasero y mi pecho y lo hacía lo propio con su miembro aun por encima de la ropa. Aunque no tarde en notar su voluminosa erección.

Nuestras mutuas caricias no cesaban y aumentaban su ritmo e intensidad tornándose en una masturbación reciproca del uno al otro que desembocó en mi mano sacando su miembro de su pantalón de chándal, mostrando todo su glorioso esplendor. Tenía un tamaño envidiable y yo me moría de ganas de tenerlo en la boca así que no me demoré más, mi cabeza se agacho y comencé a practicarle una felación con toda la pasión que era capaz de mostrar. El por su parte acariciaba mi cabeza mientras se dejaba hacer haciéndome saber por sus gemidos el buen trabajo que yo estaba realizando. No sé cuánto tiempo estuve ahí abajo dándole placer con mi boca ya que dado mi estado de embriaguez reaccionaba muy lento a todo y a veces parecía que las cosas iban a toda velocidad, de modo en lo que a mí me pareció poco tiempo empecé a notar como su miembro se hinchaba y palpitaba para terminar deleitándome con una explosión de semen en mi boca culminándolo el con un gemido y jadeo a gran volumen y un pequeño gritito. Yo, por mi parte, no dejaba de hacerle sexo oral hasta que expulsó la última gota de hombría en mi boca, retirándome yo con cuidado de no ensuciar nada para así incorporarme con una de mis manos tapando mi boca para dedicarle una mirada llena de pasión mientras yo me tragaba todo su néctar.

Me sentía encendidísima, empapada en sudor, en parte por el calor y en parte por la excitación. El me miraba agotado por el placer que le había hecho sentir sin el más mínimo ápice de culpa en mi ser. En ese momento no había lugar para el lamento en mi mente, solo para el desenfreno.

Una vez hubo recuperado J el aliento se abalanzó sobre mi besándome y manoseándome con la misma fiereza de antes buscando entre mis piernas con sus juguetones dedos. No tardó en llegar a su meta y antes de darme cuenta me estaba masturbando, primero sobre mi ropa interior y posteriormente bajo ella. Para finalmente culminar quitándomela completamente y darme placer con su boca, así como yo había hecho con la mía. De modo que, igual que me pasó mientras yo le satisfacía a él, no debí esperar mucho tiempo hasta sentir que llegaba mi clímax, logrando que me retorciera del placer en un desenfreno de gemidos ahogados, risas y algún que otro grito. Ya sé que las comparaciones son odiosas, pero llevaba mucho tiempo sin que alguien me practicase un sexo oral tan efectivo y placentero. No se explicarlo, pero era como si ambos estuviésemos creados para ser los compañeros sexuales perfectos, entendíamos el cuerpo del otro a la perfección y de manera natural.

Tras eso vino un breve periodo de descanso y recuperación, conmigo tendida boca arriba en su sofá recuperando el aliento y el haciendo lo propio sentado cerca de mí. Sabíamos lo que venía ahora y ambos lo estábamos deseando. Prácticamente al unísono empezamos cada uno a despojarnos de nuestras respectivas prendas de ropa no sin el hacer un comentario al ver que no usaba sujetador y con mi respectiva risotada para continuar comentado lo perfecto que era mi cuerpo, cosa que me alagó aun teniendo en cuenta lo exagerada que era la afirmación a mi parecer. Una vez estuvimos ambos completamente desnudos procedimos al tan ansiado coito. Entre besos y caricias yo me tendí boca arriba en el sofá con las piernas abiertas completamente lista para recibirle y el hizo lo propio sobre mí, con un breve periodo de jugueteo en el que restregaba la punta de su herramienta contra la húmeda entrada de mi templo del placer. Sabía a lo que estaba jugando, quería que se lo pidiera así que decidí satisfacerlo, le lancé la más viciosa de mis miradas acompañada de un susurro con mi voz más sensual que rezaba un “follame”, lo cual pareció activar algo en su mente porque no tardo ni un segundo en penetrarme como si fuera un chico virgen deseando hacerlo en su primera vez, con agresividad y sin ningún miramiento.

Había pasado, estaba dentro de mí, sin nada que se interpusiera entre su piel y la mía, totalmente a pelo. En ese momento era evidente que no pensaba en todo lo que suponía ya que no tomo ningún tipo de anticonceptivo y dado lo caliente que andaba casi todo el día y lo fácil que era encenderme era más que evidente que en esos días debía de estar ovulando. Pero esto son confesiones así que quiero ser totalmente sincera, en ese momento no me importaba lo más mínimo, incluso lo prefería así. Él era un chico malo y yo quería ser mala con él. En todo el tiempo he estado dando vueltas a todo ese asunto y es la única explicación que encuentro a ni siguiera pedirle que se pusiera un preservativo, aunque sinceramente dudo mucho que se lo hubiera puesto.

Una vez dentro de mi comenzaron los movimientos, con bastante intensidad y salvajismo debo añadir. Me besaba, agarraba y mordía, de hecho, las marcas que dejo en mi pálida piel tardaron algunos días en esfumarse. Yo por mi parte lo correspondía con caricias, besos y acariciando ese musculoso pecho que tenía además de una pequeña técnica que tengo que me dicen los chicos que les encanta y es que soy capaz de apretar bastante las paredes de mi vagina de modo que les doy gran placer, lo cierto es que no se si yo lo haré de una forma en concreto, pero es algo que casi siempre me comentan. Todo era tan intenso… los besos, los mordiscos, como me comía las tetas, era todo un salvaje. Ambos completamente empapados en sudor, realmente no me quiero ni imaginar cómo debía de oler en el salón en ese momento, pero no se me ocurre ninguna forma en que esa situación podría haberme excitado más.

Durante ese desenfreno llegó mi segundo orgasmo, acompañado de un enorme temblor en mi cuerpo y grandes contracciones de mi vagina, lo cual provoco un descenso en el ritmo de J, probablemente porque fuera a correrse, aunque él me dijo que era para dejarme retomar el aliento. A veces creo que los chicos se piensan que soy tonta. Aunque tengo que reconocer que ese descenso en el ritmo fue agradecido. No solo me ayudo a recuperar el aliento, también hablamos un poco. Había tanta complicidad en nuestras palabras. No sé cómo lo hizo, pero durante esa conversación, llegué no solo a estar convencida de que debía estar ahí sino a pensar que lo que estaba haciendo estaba bien, que estábamos hechos el uno para el otro y que, ya que eso iba a pasar tarde o temprano, cuando antes pasara mejor para todos. Igual un poco tonta sí que soy.

Tras nuestra “romántica”, por llamarla de alguna manera, conversación en ese periodo de calma en la que hasta me había atrevido en fantasear en un futuro con este chico, cuanto más lo pienso más cuenta me doy de lo tonta y manipulable que puedo llegar a ser, volvió le momento de acelerar el ritmo. Como si quisiera dejarme claro que esto era lo que era, como si a base de embestidas quisiera devolverme a la realidad, y vaya si lo hizo, orgasmo incluido. Finalmente, todo ese frenesí llegó a su fin con ambos teniendo un orgasmo simultaneo, yo volviendo a mis contracciones y el soltando, la que en sus propias palabras fue “la corrida más grande que recuerdo haber tenido” en mi interior. Y no sé si lo sería realmente pero no tengo palabras para describir la sensación que tuve mientras sentía como vaciaba en mi interior, incluso con la percepción entumecida que tenía por el alcohol me pareció demasiado.

Volvía a tocar tomarse un descanso de toda aquella pasión, él estaba recostado sobre mi agotado y yo había tenido el mejor sexo que había tenido en mucho, muchísimo tiempo. Sin adornos, sentí más placer con el que el que nunca había sentido con mi pareja de ese momento. Tras el descanso tocó volver a beber para recuperar un poco de energía y tras eso la sesión de sexo continuo en el dormitorio. No recuerdo ni cuantas veces llegaríamos a corrernos cada uno, al final acabamos los dos agotados y nos quedamos profundamente dormidos.

Y, como no podía ser de otra forma, llegó la mañana siguiente. Lo primero que sentí fue todo el malestar del exceso de alcohol del día anterior. Mi cerebro adormilado y resacoso estaba recomponiendo poco a poco el día anterior. Entonces me llegó, el bofetón de realidad, estaba desnuda en la cama de J, él también estaba desnudo, lo habíamos hecho, lo había hecho, había engañado a mi novio. No era la primera vez que era infiel a una pareja mía, pero esta vez lo sentí diferente, con A llevaba ya varios años saliendo, sentía que la cosa era muy en serio, teníamos planes… Y yo acababa de joderlo todo. Todo era un abanico de emociones. Era incapaz de moverme, no quería despertar a J para no tener que afrontar lo que habíamos hecho el día anterior. Y mi cabeza, dios mi cabeza… llevaba mucho tiempo sin sentirme tan mal, aparte de agotada, claro llevaba un montón de tiempo sin comer nada.

Finalmente, J se despertó, bastante más animado que yo cabe señalar. Y me ofreció tomar un desayuno, en el que hablamos de lo pasado la noche anterior. En esa charla quedó bien claro que las fantasías románticas que yo me hubiera montado en mi cabeza mientras lo hacíamos eran solo eso, fantasías, y que el hijo de puta me había liado para que me lo hiciera con él. Una vez nos despedimos él quiso dejar la puerta abierta para volver a hacerlo, yo en ese momento no quería ni pensar en ello. Estaba asustadísima, ¿qué iba a hacer? ¿Decírselo a A y joder nuestra relación o sería capaz de mantener el secreto? A parte de eso había otro problema, cabía la posibilidad de haber quedado embarazada tras las nulas medidas anticonceptivas que J y yo tomamos el día anterior. No me lo podía creer. Hacía muchos años que me había prometido a mí misma tener una seriedad casi religiosa con esas cosas, ni siquiera dejaba a A hacerlo sin condón, ¿por qué con J sí? Todo era un caos.

Pasaron los días y decidí mantener el secreto, mi hermana no había estado en casa en casa ese día así que no sabía que había pasado la noche fuera, lo único que tuve que justificar fue el ejército de llamadas perdidas que tenía tanto de mis padres como de mi novio, lo cual achaqué a encontrarme bastante mal del estómago y que me había acostado pronto el día anterior, lo cual con mi voz de resaca se convertía en una mentira totalmente creíble.

De momento voy a dejar las confesiones por aquí ya que esto se ha alargado un poco. Aún quedan cosas que contar de esta aventura que asumo quedaran todas dichas en la siguiente entrada para posteriormente arremeter con la historia de mi vida. Si queréis acompañarme en este viaje sois bienvenidos.

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