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Las apariencias engañan (2)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Aún agitada se dio vuelta y se sentó en el sillón. Yo estaba arrodillado y me acomodé entre sus rodillas. Tenía su cara llena de gotitas de sudor. Sus pechos subían y bajaban con su respiración Los pezones marcados dentro de su top rosa me confirmaron que no tenía sujetador. El tanga entre sus piernas estaba también muy húmedo. Mi miembro seguía erecto. Yo también estaba levemente agitado. Aprovechando la apertura de mi boca introdujo en ella los dedos con los que se había tocado. Yo los lamí con los ojos cerrados, disfrutando por primera vez su sabor.

Después de un minuto acaricié con suavidad sus piernas y terminé de descalzarla y sacar su pantalón. Subí mis manos por su piel mientras besaba sus ingles, con mis labios acercándose sin prisa ni pausa hacia la tela satinada que cubría su sexo. Apenas le di un beso sobre la prenda cuando acarició mi rostro

-Pará bebé –me detuvo levantándome hacia su rostro– Todavía estoy sensible y el tanga mojado me irrita más –me besó con pasión.

-Entonces sacátelo –respondí antes de devolver el beso y buscar bajar su bombacha.

-¿No te gusta cómo me queda?

-Todo lo contrario, pero quiero verte también sin él puesto.

-Mmmm es que estoy tan cómoda y relajada –bajó su mirada a mis pantalones, de los que sobresalía mi palpitante miembro– Tenemos todo el fin de semana –me acarició el bulto sobre la ropa– no hay por qué apurarse.

Accedí a su pedido algo frustrado. La promesa que encerraban sus palabras me hizo tomarme las cosas con calma. Contra todo instinto no solo no me asustó, sino que me entusiasmó pasar el fin de semana con ella. Aun tremendamente excitado me senté a su lado y la besé con ternura. En ese momento me di cuenta que la punta de mi pene escapaba de mi ropa y sobresalía brillante. Me rozó llevándose la gota blanca que se había formado con la yema de su índice. La lamió mirándome a los ojos y me besó. El sabor de su lengua me resultó extraño, pero no desagradable.

-¿Fue cómo te lo habías imaginado? –preguntó de repente.

-Mejor –contesté sin dudarlo. Analía sonrió y volvió a besarme– a vos me pareció que te gustó bastante.

-Uff sí. Fue increíble bebé. Igual nunca imaginé que me comerías el culo. Nunca lo había hecho tampoco –miró nuevamente a mi entrepierna– no puedo creer que te haya calentado tanto.

-Me excita porque vos te excitas–llevó su mano hasta mi miembro y lo agarró con suavidad a través de mi ropa.

-Bajate el pantalón y los calzoncillos, que quiero verlo bien –Me paré despacio y bajé mi ropa hasta los tobillos. Mi pene se presentó en su máxima expresión– Guau –atinó a decir en cuanto lo vio– de saber lo que tenías escondido me habría tirado antes

Empezó a masturbarme despacio. Yo gemía ante cada jalada. Después acercó su boca y lo introdujo con lentitud. Sentía que iba a explotar en cualquier momento. Se la sacó viéndome a los ojos.

-Vamos a comer algo –dijo cuando la tuvo totalmente afuera– que como estás no me vas a aguantar ni cinco segundos.

Terminó de hablar y se paró para dirigirse a la cocina. Yo me acomodé la ropa y la seguí confundido. Estaba revisando la heladera. La rodeé con mis brazos y empecé a besarle el cuello, mientras apoyaba mi paquete entre sus nalgas.

-Mmmm Santi –se giró para verme– mantené esa actitud para dentro de un rato –me comió la boca con ansias y yo aproveché para agarrar sus tetas– andá poniendo la mesa mientras nos preparo algo –su cuerpo contradecía claramente a su boca y me acerqué a besarla de nuevo– Vas a tener que esperar un ratito más –me dijo empujándome y poniendo un dedo en mi pecho. Sus ojos brillaban y se mordía el labio inferior– te prometo que va a valer la pena.

Resignado, fui a hacer lo que me había pedido. Preparó unos ravioles con salsa y una ensalada. Se sentó a la mesa sin ponerse los pantalones. Saberla solo en tanga de la cintura para abajo sumado a sus pechos marcados en el top hicieron que mi calentura no bajara durante toda la cena. La conversación tampoco ayudó. En cuanto se sentó a la mesa me preguntó si me había gustado que eligiera la ropa interior que le había regalado y si había elegido esa prenda para verle más la cola. Su forma directa y desinhibida de hablar me intimidaba y apenas que pude responderle.

-¿Se me ve cómo lo imaginabas?

-Mejor –mi respuesta la hizo sonreír

-Esa lengüita tuya siempre sabe que decir. Sin mencionar las maravillas de la que es capaz cuando no está hablando

-Uf Ani –contesté recordando lo que gozó con mi comida de ano– no sigas que voy a explotar sin que me toques

-Eso no podemos permitirlo –se paró y caminó seductora hacia mi– ¿hay alguna otra cosa que imaginaste estos días que me hacías? –completó después de sentarse en mis piernas

-La remera animal print que tenías el otro día hizo locuras con mi mente.

-Decime más –indicó mientras besaba mi cuello entre sonrisas.

-Ufff. Te imaginé arriba mío frotándote con mi pene –empezó a frotarse despacio– Yo desnudo ahhh y vos con toda tu ropa. Tus pechos apretados por la remera

-¿Así? –Preguntó levantando sus dos senos con sus manos– asentí con la cabeza. Ella tomó mi rostro y me besó

-Ajá. Veía tus pezones marcados y tus tetas moverse mientras te mecías. Era como si cogiéramos a través de la ropa.

Se paró y alejó la silla de la mesa. Después desabrochó y bajó mis pantalones. Volvió a colocarse en mis piernas, juntando sus geniales con los míos. Me besó acercando su pecho y rozándome con los pezones. Tuve que separarme para gemir. Llevó una mano a mi cuello y me rasguño suavemente. Con la otra mano acomodó mi miembro sobre su tanguita. Empezó a moverse despacio más preocupada por su equilibrio que por lo que estaba haciendo. Se paró en puntas de pie y colocó sus manos en mis hombros. Con la estabilidad lograda comenzó a hacer círculos sobre mi pene. La punta del mismo entraba y salía de su vagina a través de su ropa interior.

A medida que ganaba seguridad Analía se movía con mayor amplitud. La estimulación recibida por mi aparato era intensa, pero no me permitiría acabar. No sin incluir a toda mi pija. Sin embargo, no podía parar de gemir. Tenía la boca abierta en un jadeo infinito. En un momento llevó un pulgar a la comisura de mis labios y me besó.

Nuevamente acercó sus pezones hasta apenas acariciarme. La punta de mi miembro estaba envuelta en su bombacha y rozaba su clítoris.

Se separó sin soltar mi rostro. La miraba hacia arriba con mi boca entreabierta.

-Como previa está bien –dijo levantándose– Pero no se acerca ni un poco a coger de verdad

-Me lo había imaginado acostados –dije aún sin poder pensar con claridad.

-Está bien bebé –se sentó encima de mí dándome la espalda– podemos probarlo así después –Acomodó mi pene entre sus nalgas y acercó la silla a la mesa– ahora terminemos de comer.

Con la mente nublada por la calentura apenas que pude asentir. La cola de Analía se movía arriba y abajo sobre mi pene. Besé su cuello mientras le agarraba una teta. Mi mano libre buscó su vagina. Analía abrió sus piernas facilitándome el acceso y gimió cuando introduje dos dedos a través de la tela que la cubría. La mano sobre su seno lo masajeaba y apretaba con distintas intensidades. “Mmmm mucho mejor bebé” ronroneó ante mis caricias, haciéndome creer que se iba a entregar a la lujuria.

Para mi sorpresa y decepción agarró su tenedor y siguió comiendo, mientras no paraba de menear su cola. Después de morder de su plato tomó mis cubiertos y me ofreció del mío. Continuamos cenando sin dejar de tocarnos. Yo no podía más de la excitación. Quería apoyarla en la mesa y metérsela duro. Sin embargo, me limitaba a masturbarla mientras me daba de comer como a un niño. Los roces que nos propinábamos eran suficiente para no enfriarnos, pero no lo bastante intensos para acercarnos al límite.

-La mejor cena que tuve en años –dijo cuando acabó. Apenas pude asentir, debido al largo rato que la sangre llevaba concentrada fuera de mi cerebro– ¿Querés comerme la chochi? –preguntó mientras movía los platos y se sentaba sobre la mesa con las piernas abiertas.

-Si –contesté autómata, ebrio de excitación.

-Vení a comer tu postre entonces

A pesar de mis enormes deseos de introducirle otra parte de mi cuerpo me arrodillé a sus pies y acaricié sus piernas. Con cada caricia a sus muslos acercaba más mi rostro a su sexo. Cuando estaba a pocos milímetros le saqué la bombacha. Admiré un segundo sus húmedos labios antes de acercar mi lengua a lamerlos. La pasé de abajo a arriba recogiendo todo el jugo que podía. Tragué lo recolectado mientras me reubicaba en su parte inferior. Analía ronroneaba acariciando mi cabeza.

A medida que su excitación aumentaba también lo hacía la presión que ejercía. Unos instantes después ya no sacaba mi lengua de su interior. La besaba y recorría lo más que me era posible. Intercalaba lamidas con suaves succiones. Analía tenía una mano apoyada en la mesa, la otra revolviéndome el pelo, la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados. De su boca solo salían sonidos de placer.

“Ufff tu lengüita me vuelve loca” –dijo ya agarrándome la cabeza con sus dos manos. Estimulado por sus palabras le abrí su vagina con mis dos pulgares, llevando mi lengua más dentro suyo. Los gritos de Analía, junto al incremento de la fuerza ejercida me hicieron saber que iba por buen camino. Cada vez que rozaba su clítoris lo chupaba con delicadeza. Ante esto la chica de limpieza reaccionaba con intensos gemidos, con lo que centré mis atenciones en seguir lamiéndola ahí.

“Mmmm bebé, vas a hacer que me desmaye” –llegó a decirme entre jadeos. Sabiendo que estaba cerca redoble mis esfuerzos en satisfacerla. Con su concha bien abierta daba rápidos y constantes lengüetazos a su clítoris. Analía gemía cada vez más fuerte. “Pará o no voy a poder seguir” me dijo conteniendo su explosión. Llegado a ese punto solo me importaba su placer. Me separé unos centímetros para mirarla a la cara.

La boca entreabierta, la frente cubierta de transpiración y el deseo inocultable en sus ojos me convencieron que debía terminar el trabajo. Volví a lamerla de abajo a arriba y sin separarme empecé a sorber su clítoris. Al mismo tiempo metí un dedo y la penetraba con fuerza. Viendo mis intenciones se dejó llevar. Cuando sentí que estaba a punto mordí su clítoris y empecé a mover mi dedo dentro de ella. Tuvo el orgasmo más poderoso que ví en mi vida.

Mientras ella gritaba por su clímax yo seguía lamiendo o sorbiéndola. Me apretaba con tanta fuerza que por momentos me costaba respirar. “uf que rico bebé”, “seguí así mi vida” y “esa lengüita tuya puede visitarme cuando quiera” fueron algunas de las frases que balbuceó a medida que se iba consumiendo. Cuando aflojó su presión estaba ausente. Continué besando su entrepierna mientras se recuperaba. De a poco volvió a acariciarme el pelo. En ese entonces me paré para besarla. La tomé de la cintura y fui subiendo mis manos hasta sus pechos.

-Mmmm bebé estoy molida –dijo separándose somnolienta– Te avisé que no iba a poder seguir –se detuvo un segundo para mirarme: mis pantalones y calzoncillo por los tobillos, mi pene erecto y vibrando, mi respiración agitada– mañana sin falta, te lo prometo –concluyó apretando despacio mi aparato, lo que casi hace que me corra

Para ser sincero yo también estaba bastante agotado, con lo que no me opuse demasiado a su plan. Si bien tenía enormes ganas de acabar, quería hacerlo con ella, con lo que no me molestó esperar hasta el otro día. Recogimos la mesa y nos sentamos en el sofá a ver una película. Yo la abrazaba y cada tanto nos besábamos con cariño. Ella se quedó en top y bombacha, lo que hizo que mi calentura en ningún momento cesara.

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El otro yo
El otro yo
Hay un yo que es reservado, callado, tímido. Y está el otro yo. El que nadie conoce e invito a que conozcan a través de mis escritos Soy un escritor de relatos eróticos. Intento que mis escritos sean realistas y me gusta dar un marco a lo que creo. Mis historias suelen ser largas, con una primera parte de introducción y presentación de los personajes.

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