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La visita conyugal de Sofía Marian (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Tenía varias semanas que Sofía Marian no me visitaba en el departamento como era costumbre en nuestra clandestina y tóxica relación. Por fin, después de varias semanas de no vernos por compromisos laborales y de salud, según ella. Quedamos en que pasaría a mi departamento un fin de semana próximo en el que ella descansaría, por lo que yo emocionado por verla y con las ganas que le traía a esa güera hermosa, me guarde para nuestro próximo encuentro y poder continuar dándole lecciones de como coger a aquella hermosa chica de piel blanca como la porcelana.

Fui por ella en el lugar acordado, entre la multitud de la gran ciudad veo que viene caminando, muy arreglada y sensual, su cabellera rubia suelta hacen que la identifique inmediatamente entre el mar de gente, de la mano de ella viene su hijo, un pequeño de unos 4 años de edad, mi primera impresión no lo voy a negar, fue un poco de desilusión ya que mi idea de pasar con ella esa tarde haciéndole el amor no se veía viable, parecía que no se iba a poder concretar una tarde de placer y sexo a su lado, después de tantas semanas sin vernos traía el tanque lleno. Por otra parte me agradaba la idea de poder compartir con el niño ya que deseaba que me viera como el padre que se supone que no cumplía su función y eso me daba más puntos con ella.

Al identificarnos a lo lejos los dos sonreímos, yo de gusto de volverla a tener entre mis brazos y ella pícaramente como tratando de no delatar su doble vida. Nos saludamos como siempre en la calle con aquel misterio de su parte, beso en mejilla de amigos, el hola como estas ya abordando inmediatamente el auto. En el transcurso del viaje al departamento, platicamos de lo que habíamos hecho en ese tiempo, reproches y reclamos de una y otra parte. Me comentó que esa tarde no había podido dejar al niño con su madre porque se habían peleado, como tratando de justificar que esa tarde no íbamos a poder tener una tarde sexual como siempre lo hacíamos cuando llegaba a mi departamento, le hice saber que no importaba que me agrada poder compartir con ambos.

Por fin llegamos al departamento y yo me desvivía por estar al lado de ella, entre abrazos y besos a esa hermosa mujer. Mientras al niño también lo trataba de complacer para que no se sintiera a disgusto en nuestra zona de confort, ya que fuera de ese departamento era complicado demostrar mi sentir hacia ella por las distancias que guardaba fuera de esas cuatro paredes, su cuidado paranoico como si la siguieran en todo momento.

Mientras dejábamos al niño viendo la TV nos dirigimos hacia el pasillo de las recámaras donde ella insistía en seguir discutiendo y culpándome a mi de que no nos viéramos más seguido, recriminando que quizás ya no me acordaba de ella porque andaba con alguna otra “amiguita”. La verdad es que aunque hubiera otra persona ocasional no podía sacarme de la cabeza aquella hermosa mujer, aun con su toxicidad, deseaba estar entre sus piernas. Y precisamente en ese momento que teníamos no podía estar desperdiciando entre tantos reclamos, así que la acorrale en el pasillo tratando de convencerla de que había que disfrutar ese día, poniéndose dura y complicada ella y mi amiguito juguetón.

La besaba y recargaba mi cuerpo contra el suyo teniéndola contra la pared, acariciaba su cuerpo bajo sus prendas tratando de ablandar su carácter, poco a poco fue cediendo mientras había metido manos entre su pantalón y blusa, recorrido su cuerpo mientras la besaba ardientemente, ella aun poniendo poca resistencia y con sus reclamos ya débiles, fue cediendo ante mis caricias.

Cuando mi mano recorrió su cintura por la parte de frente de su pubis pude comprobar que venía preparada para nuestro encuentro, llevaba puesta una tanga de encaje que le había obsequiado la última vez que la nos vimos, ella no era adepta a usar ese tipo de prendas, pero al parecer iba preparada para esa “visita conyugal”, ella quería continuar con las lecciones de sexo que le daba a mi tímida y misteriosa alumna.

Mi mano dentro de su prenda íntima acariciaba su blanco y bien cuidado monte de venus, mis dedos acariciaban los bordes de su panocha, sentí la humedad que ya emanaba como consecuencia de mis besos y caricias, ella ya solo se limitaba a gemir en silencio por la presencia del niño en la sala. Se trataba de mover y cerrar las piernas como para evitar mi contacto más íntimo, mientras mis dedos trataban de abarcar lo mejor que pudieran de ese rico bollito, sus labios de color rojo carmín entre abiertos solo mostraban sus dos dientes superiores al momento de exhalar su cachonderia oculta, mientras yo continuaba con mis caricias y besos por donde pudiera.

Yo no aguantaba las ganas de poseerla después de la abstinencia en que me tenía Sofía Marian, sin miramientos y con el deseo a flor de piel, desabroche los botones de su pantalón y al mismo tiempo yo abrí mi pantalón con velocidad de ninja para que ella no pusiera objeción alguna, en ese momento a ambos se nos olvidó todo, mientras nos besamos y acariciamos recorriendo con mi boca el nacimiento de sus senos que a ella le gustaba mostrar discretamente. Baje un poco su pantalón y junto con su tanga, al mismo tiempo que ponía mi falo de piel canela y enrojecido de lo excitado que estaba, entre su blanca piel y sus labios vaginales color rosa, como si fuera un termómetro mi pene se posiciono entre sus labios, ambos órganos estaban ardiendo, indicio de que ella también estaba deseosa de tener mi pinga dentro de su blanca y caliente conchita de mi conejita (aun le digo así).

Hice intentos de meter mi verga en su bollito, un poco complicado por estar parados y casi vestidos, ella solo resoplaba y gemía levemente en mi oído al sentir la presencia de mi glande tratando de abrir los pliegues de su vagina. Diciendo solo algunas pocas palabras. Y mi verga como si fuera un ariete medieval intentando abrir las puertas bloqueadas por la poca cordura que le quedaba. Con voz melosa y casi en silencio me refutaba:

Sofia: Ahhh… ahhhh… nooo aqui nooo… ya ves como eres… No te importa lo que digo…

Sofia: Ahí está mi Kike… nos va a ver… ahhh.

Sofía: Que malo eres “cosita”…

Yo: Me pones así conejita, en verdad no puedo dejar de pensar en ti güera… No pidas que me detenga, no puedo ni quiero…Te extraño mucho.

Sofía: Si, seguro has de estar viendo a tus “amigas”…

Yo: No güerita, en serio que no, eres la única… tú eres mi dueña… y te quiero tener siempre así. (Mientras mis intentos por penetrar seguían y ya tenía la punta del glande abriendo sus labios vaginales, arrancándole más suspiros).

Sofia: Ahhh ahhhh… aquí no, aquí no “cosita”, no se puede aquí, mejor vámonos a la recamara…

Con la ropa medio colocada se dirigió a la recamara mientras yo guarde a mi cabezón todo jugoso por mis fluidos mezclados con los de la conchita de mi güera. Fui a ver que el niño siguiera entretenido con los juguetes y la TV y asegurar la puerta…

Me dirigí hacia la recamara donde ella ya se había quitado la ropa quedando solo con el conjunto negro de tanga y bra negros que contrastaban con su blanca piel, metiéndose entre las sábanas. Me quite la ropa lo más rápido que pude, mientras sus ojos verdes seguían mis pasos, dio unas palmadas a su lado de la cama para que me colocara a un lado de ella, camine con la verga bien parada, para esa ocasión tan esperada había conseguido un lubricante que tenía un efecto como si hirviera mi verga, el cual no dudé ni un minuto en untarme un poco en todo el tronco de mi ya ardiente falo con la intención de que también lo sintiera en su interior.

Entre en la cama para enfundarme dentro de las sábanas y para no enfriar los ánimos seguimos con nuestra sesión de besos y caricias, y me di a la tarea de quitarle el resto de sus prendas, de paso le unte un poco del lubricante en su panochita, ella era muy tímida y recatada en el aspecto sexual hasta que nos conocimos, recuerdo de la primera vez con ella, no tenía indicios de poder hacer algo por iniciativa propia, había sido como hacer el amor a una muñeca inflable sin movimientos propios, pero poco a poco y de acuerdo a lo experimentado conmigo ella iba dando muestras de lo poco o mucho que aprendía a mi lado. Al sentir el placer ofrecido por el lubricante me dice:

Sofía: Que me pusiste “cosita”. Tú y tus inventos, ¿no te basta como me tienes ya?, sabes que no sé nada de eso.

Yo: Disfruta vida mía, te va a encantar, lo compré pensando en ti.

Sofía: Si seguro ya lo usaste con alguna “amiguita”…

Casi ronroneando y con voz melosa me reclamaba ahí en la cama, de cómo la había convencido para estar nuevamente en la cama con ella desnuda y a punto de hacer el amor, cosa que no quise descubrir el secreto pero era obvio por los pequeños detalles que había notado, al usar esa pequeña prenda interior solo para visitarme y su humedad la delataban.

Sabía que solo era cuestión de encender la flama de aquel material casi frío como el hielo, para convertirla en mi amante deseosa de verga.

Ella frotaba mi falo delicadamente mientras yo acariciaba su panocha ya húmeda por sus fluidos y un poco de ayuda del lubricante. Me dediqué a besar sus tetas blancas y de buen tamaño, me encantaba saborear sus pechos blancos y al parecer a ella no le molestaba que yo mamara sus bubis, pasaba mi lengua alrededor de sus pezones color rosa. La acción estimulante del lubricante aunado con las caricias y besos hicieron que ya no guardáramos más nuestros deseos reprimidos por la presencia de Kike, me coloque arriba de ella, su posición más natural y casi la única que conocida por ella (hasta que nos conocimos), la típica posición del misionero.

Me abrí camino entre sus piernas hasta que mi verga tuvo libre acceso a aquella vulva estrecha, con las ganas acumuladas de varias semanas sin vernos, controle mi ímpetu para ir entrando poco a poco por su coñito del placer, ella solo suspiraba y se quejaba levemente al sentir el invasor deseado entrar en su delicada gruta mientras la miraba directo a esos bellos ojos verdes como queriendo poder leer su mente de todo lo que no sabía de ella. La sensación ardiente del lubricante nos proporcionó un placer extra.

En esa típica posición casi llegamos al placer máximo, pero antes de terminar la tuve que convencer para probar una nueva posición para ella, la puse en posición de perrito, primero con todo y sabanas, pero era incomodo mantener las sabanas sobre mi mientras la tomaba de las caderas, terminaron resbalando de mi torso para quedar totalmente libres y ella empinada dándome la espalda, con esa hermosa vista de ver su blanco cuerpo contrastando con mi piel morena, la vista agradable de ver ese culito empinado para mi y mi erecto falo de color obscuro entrar entre su cadera blanca como la leche, la tuve así por unos cuantos minutos bombeando en sus interior, mientras ella mordía la almohada que tenía en su cara y se agarraba fuertemente del colchón y las sabanas, oprimiendo fuertemente sus manos al sentir mis embates en su interior. Sus gemidos silenciados como siempre.

Agotada y apenada por esa nueva posición, se dejó caer totalmente sobre la cama boca abajo con la almohada bajo su cadera para poder levantar un poco sus glúteos mientras yo continuaba con mis embates, ella tímidamente movía sus caderas al sentir mi verga en su interior, algo que ella no estaba acostumbrada a hacer, pero eso me indicaba que poco a poco ella iba abriendo su mente en nuestros encuentros sexuales.

Con esa imagen de ella en posición sumisa podía ver su cabellera rubia agitándose al compás de su cabeza que volteaba de un lado a otro para poder morder diferentes puntos de la almohada o la sabana, y ver su delicado y blanco cuerpo con sus nalgas de piel tersa y blanca chocar contra mi pelvis, fue de lo más erótico que había soñado alguna vez vivir con ella.

Mis ganas contenidas se vinieron en un torrente de leche, yo bufaba tomando sus blancas nalgas y ya rojas de tenerla sujetada de ella para no desacoplarse, mis bufidos se sincronizaban al momento de dar la embestida con mayor fuerza, hasta que exhale un gran gemido de placer, indicio de que mi venida láctea era inminente, ella solo movía sus caderas de lado a lado, queriendo exprimir mi verga, como pude en los últimos segundos, saque mi verga y mi leche salió disparada sobre sus blancas nalgas y espalda, aun reponiéndome de esa gran venida, me quede admirando su cuerpo mezclando mi blanco y espeso néctar sobre su piel.

Ella solo volteo y sonrió satisfecha de aquel erótico y sexual encuentro que ambos deseábamos. En sus ojos verdes brillaban aun del placer que habíamos podido extraer, esos encuentros eran fabulosos después de tantos días de no vernos.

Caí rendido sobre su frágil cuerpo como el león macho que toma posesión de su hembra, recargando mi cara sobre aquella melena rubia y besándonos tiernamente al sentir esa paz, que seguía después de aquella batalla sexual.

Me reponía a un costado de ella, entre besos y reclamos de parte de ella, porque según ella quería hablar conmigo y venia enojada según ella, yo seguía acariciándola y refutando sus reclamos, yo quería seguir cogiéndola, y ella también lo deseaba, pero decía estar agotada. De mi parte no le creía del todo, sabía que esa conejita rubia necesitaba más de mi verga, así que no quite el dedo del renglón… pero en eso Kike la llamó, “¡mamaaa!”.

Ella sonriendo en complicidad por la situación y dando entender que hasta ahí quedaría el encuentro, se levantó de la cama y tomó una bata mía, cubriendo su esbelto y blanco cuerpo para ir hacia la sala a atender el llamado de la bendición.

Quedándome en la cama, reponiéndome un poco de aquella sesión de sexo. Pero no iba a terminar así esa tarde, así que me puse otra bata y fui tras ella a la sala.

Continuará…

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