Llevaba una semana en mi nueva casa. Mi vida se había descompuesto. MI pareja se fue con mi mejor amigo, y no me quedó otra opción que marcharme a otro pueblo a vivir.
Llevaba una semana en mi nueva casa, y después de terminar la mudanza decidí tomarme una cerveza en la terraza. Vivía en una casa de pueblo adosada a lado y lado por otras casas. Todas tenían dos pisos con su patio trasero.
Yo estaba en la terraza, en el segundo piso. Tenía una panorámica de todos los alrededores a la vez que veía los patios de los vecinos.
Me encendí un pitillo mientras disfrutaba de la cerveza, con la satisfacción de haber terminado de la mudanza. La primera cerveza desapareció en un santiamén y fui a buscar otra. El calor era sofocante, así que decidí sacarme la camiseta. Estaba disfrutando de la mañana pensado que todo era perfecto, no esperaba lo que estaba a punto pasar.
De repente oí una puerta cerrándose, era en la casa de al lado. Curioso, me asomé por la barandilla para ver quien sería. Todavía no concia a mis vecinos. Mi sorpresa fue al ver una muchacha de unos 30 años. Enseguida me escondí detrás de la barandilla, no sé porqué lo hice, pero me salió.
Era una chica perfecta. Llevaba una toalla atada al cuerpo, por encima de su pecho. Se fue directa a una tumbona que tenía en el patio. Mi suerte es que me quedaba a la vista. Intentando que no me viera, yo no me perdía detalle. Se sacó la toalla y la estiró. Un cuerpo perfecto apareció ante mis ojos. Tenía una figura curva, unos pechos enormes sobresalían de su figura. Llevaba puesto un bikini amarillo que resaltaba su piel morena. Enseguida se tumbó para tomar el sol.
Yo me quedé alucinado, vaya vecina tenía. Sin querer empecé a notar como mi polla empezaba a ponerse morcillona. Ella se tumbó de cara a mí, pero no podía ver si me veía porque llevaba la gafas de sol puestas. Al poco empezó a ponerse loción bronceadora. ¡¡¡Que vista!!! No podía creérmelo. Mi polla ya estaba totalmente dura. Empezó por los hombros, con suaves movimientos iba esparciendo la crema, después los brazos. Poco a poco iba moviendo las manos hacia sus pechos. Sin dejar verlos pasó sus manos por debajo del bikini, dejando asomar esas voluptuosas formas que me estaban volviendo loco. Mi nerviosismo hiso que sin querer tirara la cerveza al suelo, y ella lo escuchó. No sé si me vio, pero giró la cabeza hacia mí. Como si nada ella siguió con su masaje, moviendo sus manos primero por la barriga y luego bajando a sus piernas. Me estaba volviendo loco, mi mano ya tenía mi polla agarrada y como no me podía ver nadie la movía sutilmente masturbándome suavemente.
Cuando acabó de ponerse la loción se tumbó y durante unos minutos se quedó quieta. No sabía que hacer, seguir mirando, ir a por otra cerveza, pero no quería que ningún ruido me delatase, aunque no tenía claro si ya me había descubierto. Decidí no moverme a ver que pasaba. Estaba tumbada con la piernas medio cruzadas, quieta, sin moverse. El espectáculo era increíble. Yo seguía tocándome poco a poco para no correrme.
Al rato empezó a moverse. Abrió sus piernas dejándome imaginar cómo sería su coño. Se insinuaba que lo tenía con vello, pero bien arregladito porque no asomaba ningún pelo por los lados. Sus movimientos me parecían sensuales, era como si estuviera inquinándose. Poco a poco sus manos empezaron a acariciarse, primero sus lados, la barriga y poco a poco las subió hacia sus pechos. Se los masajeaba por encima del bikini y poco a poco pude ver como se erizaban sus pezones. Eran enormes, los podía ver como apretaban esa tela amarilla cada vez que sus manos me lo permitían.
A veces metía las manos por debajo del bikini dejándome ver parte de sus pechos, pero al poco se volvían a esconder. Yo cada vez me masturbaba más rápido. Notaba como su respiración se aceleraba, igual que la mía. Su mano derecha dejó de jugar con sus pechos para dirigirse a su coño. Sin preámbulos se la metió debajo de su braga y empezó a masturbarse. Veía como asomaba su negro vello por encima de la braga, mientras se masajeaba su monte de venus. Su cuerpo de arqueaba, moviéndose acorde a su mano. De repente se incorporó y sin pensárselo se desnudó.
Guau no podía creer lo que estaba viendo, tenía la vecina desnuda enfrente mía. Tenía un cuerpo de escándalo. Yo ya me había desprendido de mis pantalones y también estaba desnudo, pero a mí no podía verme nadie, solo ella podía ver como asomaba la cabeza por encima de la baranda, aunque no tenía claro si me había visto o no.
Una vez desnuda se volvió a estirar y continuó tocándose. Con una mano acariciaba sus pechos, mientras que con la otra se frotaba su coño. Al principio acariciaba su clítoris suavemente, y poco a poco empezó a moverse más y más rápido. De repente escuché un gemido. Había tenido su primer orgasmo. A mí me costaba mucho frenar mi mano para no correrme, pero lo estaba consiguiendo. Después del primer orgasmo suavizó sus movimientos, centrándose otra vez en sus pechos, pero poco a poco empezó otra vez a moverse más rápido. Ahora tenía una mano en su clítoris y dos dedos metidos en su vagina. Se notaba que quería metérselos hasta el fondo, pero su posición no se lo permitía. Así que se sentó. La tenía de cara a mí, con las piernas abiertas dejándome ver todo su rosado coño.
Empezó a masturbarse muy rápido, sus dedos entraban y salían de su coño dejándome oír el "chof chof" que hacían sus fluidos, la velocidad que vez era más rápida, igual que la mía. De repente levantó sus piernas y de su coño salió un chorro enorme con un grito de placer que hizo que me corriera yo también. Siguió masturbándose un rato más, emanado líquido sin parar. Poco a poco sus espasmos fueron disminuyendo y se tumbó a disfrutar del éxtasis que estaba sintiendo. Yo hice lo mismo, pero sin dejar de observarla.
Al cabo de unos minutos se levantó y se envolvió con la toalla y se dispuso a entrar a su casa. El espectáculo se había acabado. Justo antes de entrar a su casa se quitó las gafas de sol y me miró. Me escondí como pude esperando que no me hubiera visto. Pero escuché:
-¡Espero que la próxima vez vengas a ayudarme!