Llevo días observando tus hábitos. Y siempre bajas la basura a la misma hora.
Hemos coincidido alguna vez en el ascensor, o al entrar o salir del portal. Nuestras miradas se han cruzado y el fuego de nuestros ojos nada ha tenido que ver con ese cortés saludo que nuestras bocas se han cruzado. Te escondes bajo un escudo de mujer de su casa, abnegada y fiel, que nada tiene que ver con lo que hierve en tu interior.
Desde que viniste a vivir a este bloque, que me fijé en ti. No tengo prisa, pero creo que mi análisis y mi estrategia ya están suficiente maduradas y preparadas para pasar a la acción.
Miro la hora. Un par de minutos y oiré tu puerta cerrarse y llamar al ascensor.
Bingo. Así es.
La situación actual que nos toca vivir a todos no es la más apropiada, pero el momento ha llegado y no voy a esperar más.
Espero que el ascensor llegue a la planta baja, y pulso llamada. Tengo todo calculado. Vivo debajo de ti y sé lo que vas a tardar en ir y volver al contenedor.
Ya llega el ascensor a mi rellano. Llevo un pijama corto, y me cubro con un batín fino de color gris.
Bajo a la planta baja y espero en los buzones…
Ahí estás, de vuelta. Adivino debajo de tu bata de seda la escasez de ropa que pueda cubrir tu desnudez. Te he oído muchas noches retozar en vuestra cama con ese que vive contigo, y que, por la rapidez con que vuelve el silencio, no me equivoco al pensar que no te llena.
-Buenas noches, vecina.
-Hola, buenas noches -Tu voz suena amortecida por la mascarilla que te cubre la boca y nariz.
Ambos nos dirigimos al ascensor. Yo disimulo mirando unas cartas que he recogido en el buzón. Pulsas y se abren las puertas, nos miramos…
-Cabemos los dos, y aunque yo no lleve mascarilla, no estoy infectado. Me han hecho el test en el trabajo. Soy sanitario.
Sonríes, y bajas la mirada, al tiempo que entras en el ascensor. Hago lo propio, y pulso el botón de mi piso. Te miro.
-Vives arriba ¿verdad?
-Sí -me respondes aguantando la mirada.
El ascensor se pone en marcha. Tu bata no está abotonada hasta el final, tanto por abajo como por arriba. Adelantas un pie y sale a la luz una pierna torneada, con una evidente desnudez. Sigues mirándome fijamente.
Primer piso… Empiezo a mirarte con descaro, y se acelera mi respiración. Abro la boca aunque mantengo los dientes cerrados.
Sigues mirándome y percibo que tus latidos también se aceleran. La cabina no es demasiado grande.
Segundo piso… El próximo es el mío.
Un rápido movimiento de mi mano sobre el teclado de mandos, y mi dedo pulsa el stop. La cabina se detiene.
Lejos de sorprenderte ni de decir nada, mantienes tu mirada, y abres la boca para respirar en jadeos.
Ya estoy sobre ti, aplastando tu cuerpo contra la pared de la cabina, y de un tirón hago saltar los botones que mantenían la bata cerrada en escasa medida.
Tu mascarilla vuela por los aires, y mi boca se lanza a devorar la tuya. Nuestras lenguas se enzarzan en una guerra sin armas, solo a golpes.
Me bajo el pantalón del pijama y asoma mi verga dura y en erección. Me entretengo en pasearla por encima de tu piel mientras te abrazo con fuerza y tú clavas las manos crispadas sobre mi espalda, clavando tus uñas.
Dejamos un momento de besarnos para tomar aire, y luego me lanzo a lamer tu cuello mientras tú echas la cabeza hacia atrás.
Mis manos bajan por tu espalda y se posan en tus nalgas que masajeo y palpo con ímpetu.
Te levanto en volandas y te aplasto contra la pared. Te agarras a mi cuello y de tu boca se escapa un susurro afirmativo.
-Siii.
Rodeas mi talle con tus piernas para mantenerte en esa posición y paso mi polla por tus labios vaginales, sin tocarla con las manos. Sabrá encontrar el camino.
Y lo encuentra. Tus pechos quedan a la altura de mis labios. Mojo con mi saliva tus pezones y empiezo a chupar con fuerza.
-Siii
Ya estoy dentro de ti. Estás empapada y ha entrado del tirón, sin detenerse hasta tocar el fondo.
-Ahhh
Empiezo el bombeo. Entro, salgo, entro, salgo. Tú te acompasas conmigo y clavas aún más fuerte los pies en mi espalda.
Siento el sabor de tu leche mamar de tus pechos. Has estado hasta hace bien poco amamantando a tu hijo y aún tienes ese elixir que chupo y bebo con lujuria. Casi con obscenidad.
Acelero el compás. Los dos estamos muy excitados.
-Siii, ahhh
Entramos al unísono en unos breves, pero intensos espasmos, y mi leche caliente se estrella contra las paredes sensibles de tu coño.
No hablamos. Tan solo nos afanamos en recomponer nuestras prendas, y aprieto el stop de nuevo. El ascensor reanuda su trayecto.
Tercer piso. Se abren las puertas. Estás colocándote el cabello bien con un gesto muy femenino, y levantas la mirada.
-Mañana, cuando tu pareja salga, deja un momento a tus niños solos y baja a por sal.
-Mejor sube tú, que ellos estarán jugando en su habitación. Ya me ocupo yo.
Bajo del ascensor y te lanzo una deseosa mirada de arriba abajo.
Con tu dedo recorres el escote de la bata y me guiñas un ojo.
Mañana tenemos algo que hacer juntos…