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La última casada decente
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Nieves tenía 43 años, era alta y atractiva, su cabello que llevaba en una media melena era de color castaño. Tenía buenas tetas, buenas piernas caderas anchas, cintura normal y culo redondo. Era una mujer casada y levantaba pasiones, además de por sus encantos por ser la decencia personificada.

En la oficina era la intocable. Su seriedad estaba a la altura de su belleza, pero siempre hay un sobrado, un echado para adelante que le gusta poner los huevos en el nido de otro, y que cuanto mayor era el reto más lo disfrutaba, y Nieves era un gran reto. Este don Juan se llamaba Fidel, estaba casado y tenía todo lo que una mujer busca en un hombre en la cama, era alto, moreno, fuerte, guapo y con fama de mujeriego. Fidel sabía cómo abordar a una mujer que es intocable. Con Nieves usó todas sus triquiñuelas, el roce de las manos al coger una carpeta, la mirada penetrante que la desnudaba, el choque accidental para que sus manos se posaran en sus tetas…, uso todo su repertorio. El ataque final fue en un restaurante a la hora de comer. Nieves estaba sentada a una mesa esperando a que le sirviesen la comida cuando llegó Fidel a su lado y le preguntó:

-¿Puedo sentarme a tu mesa y comer contigo?

Nieves con la seriedad que la caracterizaba, lo miró y le respondió:

-Puedes.

Se sentó y le dijo:

-¿Puedo preguntarte algo?

-Puedes.

-¿Eres feliz en tu matrimonio?

-Sí, mucho.

-Entonces me voy de la oficina.

-No te entiendo. ¿Qué tiene que ver mi felicidad con que te quedes o que te vayas?

-Solo me retenías tú.

-¿Y eso?

-Estoy enamorado de ti.

-¿Qué te pasa con tu esposa?

-La voy a dejar, me metió los cuernos, merecidos, pero eso no la exime de ser una puta.

Fidel mentía más que hablaba, lo que quería era marcar otra muesca en su pistola. Nieves le dijo:

-Pues tienes un problema.

-Uno, no, tengo dos.

El camarero le trajo el pedido a Nieves. Fidel pidió lo que iba a comer. Al irse el camarero, le dijo:

-¿Qué te estaba diciendo? ¡Ah, si! Tengo dos problema y muy gordos, no duermo sin antes hacerte el amor…

A Nieves la cogió de improviso la confesión.

-¡¿Qué?!

-Bueno, no duermo sin hacerme el amor a mi mismo.

Nieves le cambió el tema, no le gustaban los cauces por donde discurría a conversación.

-¿Y para dónde vas a pedir el traslado?

-Para Santiago de Compostela.

-Tenemos oficinas más cerca de Barcelona. Galicia queda lejos.

-Sí, pero quiero poner tierra de por medio. Aunque sé que te voy a seguir soñando, que te voy a seguir deseando. Eres la clase de mujer que una vez se conoce no se puede olvidar.

-Si me conocieras no me hubieras dicho lo que me has dicho.

-¿Te molestó saber lo que sentía por ti?

-No, ya lo sabía, sabía que me deseabas, lo de estar enamorado de mí aunque lo repitas mil veces no te lo creerás ni tú.

-¿Por qué no lo crees?

-Porque eres un mujeriego.

-Eso no lo puedo negar, pero…

-Déjalo, Fidel.

Siguieron hablando, pero Fidel había pinchado en hueso.

Fidel se fue de la oficina y Nieves empezó a echar de menos sus miradas, sus roces…, echaba de menos su presencia.

El punto de inflexión en su aburrido matrimonio fue el día que llevó el coche al taller para hacerle una puesta a punto. Al bajar del coche y entrar en el taller le dijo a una mecánica veinteañera:

-Venía a…

No la dejó hablar, bajando la parte superior de la funda y dejando sus gordas tetas al aire, le dijo:

-Sea lo que sea vuelve mañana. Voy a cerrar, Estoy hasta las tetas de tanto aceite. Vaya mierda de día, el jefe enfermo y yo, yo hasta el mismísimo coño.

La mecánica era más alta que ella, ni guapa ni fea, fuerte, con el cabello negro muy cortito, ancha de caderas, con buenas tetas, buen culo y poca educación.

Nieves le miró para las manos y vio que las tenía negras -acababa de hacer un cambio de aceite-, después le miró para las tetas, unas tetas gordas, con areolas oscuras y pezones cómo dedales. Le entraron ganas de orinar, y le preguntó:

-Tenéis aseos.

-¿Para mear o para cagar?

-Necesito orinar.

-Estás de suerte, ya que el papel se acabó. El retrete está al fondo a mano izquierda.

Acabó Nieves de orinar y se levantó buscando papel higiénico para limpiar el coño, papel que ya le había dicho la mecánica que se había acabado. La mecánica abrió la puerta, vio su coño peludo, sus bragas en las rodillas, y en un tono más amable, le dijo:

-Nunca me propusieron hacerlo en el cagadero mientras me miraban para las tetas.

Nieves se quedó de piedra.

-¿Qué yo, qué?

-Ni jamás imaginé que mi marido me mandaría al taller un bombón cómo tú en el día de nuestro aniversario.

Nieves estaba tan sofocada con aquella situación que ni cuenta se daba de que estaba con las bragas bajadas enseñando el coño.

-No conozco a tu marido. Te estás equivocando conmigo.

La mecánica fue a su lado y le metió la lengua en la boca. Nieves le metió una hostia que le puso la cara del revés y después le dijo:

-¡Puta!

La hostia rebotó y con eco, ya que la mecánica le largó en ambos lados de la cara y se la dejó roja y negra, después le escupió en la boca y le volvió a meter a lengua en la boca. Nieves sacó su genio.

-¡O me dejas salir del inodoro o aquí se va a armar la mundial!

-Me gusta lo que me propones. Escúpeme.

-¡Estás loca!

La mecánica le volvió a escupir y la volvió a besar, después le dio la vuelta, la puso contra la pared izquierda del inodoro, le puso una mano en la espalda, metió la cabeza debajo de su falda y le comió el culo bien comido sin que Nieves ofreciera más resistencia que decir:

-O me dejas o te echo un pedo que te atufo, cerda.

-Siii, suéltalo, cachonda!

Le siguió comiendo el culo. Nieves hacía esfuerzos para no gemir, y se seguía resistiendo sin resistirse.

-Vas a dejar de hacer esa guarrería.

La mecánica le echó la mano al coño y vio que estaba empapada,

-Mata a la mojigata dejando que te coma el coño hasta que te corras en mi boca.

Nieves se hizo la ofendida.

-¿Mojigata yo? Mira que mojigata soy. ¿Quieres que sea tu puta?

-Quiero.

-Pues me tienes que pagar.

-Pide por esa boquita

-Seré tu puta si me haces gratis la puesta a punto.

-¿Y qué crees que te estoy haciendo?

-A mí, no, al coche, y otra cosa, yo no como coños.

-Lo que tú digas.

La mecánica se puso en pie y le volvió a comer la boca. Del culo a la boca era un cambio brutal, pero a Nieves le gustó. Quitó la blusa y el sujetador. La mecánica le echó las manos a las tetas y se las magreó. Nieves sintiendo las manos pringadas de aceite amasar sus tetas y la lengua de la mecánica jugando con sus pezones y sus labios y lengua chupando se fue mojando, tanto se mojó que cuando la mecánica iba a lamer su coño le cayeron en ella una pequeña lluvia de gotitas. Al sentirlas le agarró las nalgas y lamió de abajo a arriba. Lamió su coño y su clítoris sin parar hasta que Nieves se corrió en su boca mordiendo el canto de su mano derecha. Sus piernas temblaron una cosa mala y la otra mano apretó la cabeza de la mecánica contra su coño.

Al acabar de correrse dijo:

-¡Madre mía que corrida!

La mecánica la besó y le dijo:

-Me alegro de que te gustara, regalito mío.

Nieves se vistió, subió las bragas y le dijo a la mecánica:

-No soy ningún regalo, soy una cliente.

-Ni yo estoy casada. Pero me volvió loca tu carita de mujer responsable. Gracias por correrte para mí, Me voy a duchar. ¿Te gustaría ducharte conmigo?

-Ya te dije que yo no como coños.

-¿Probaste alguno?

-No, ni estoy preparada para probarlo.

-Tú te lo pierdes. Me voy a duchar y a hacer un dedo pensando en ti.

-Que te preste.

-Prestará, prestará. ¿Volveremos a vernos?

-Nunca se puede decir…

-¿De ese coño no beberé?

-Algo así.

Nieves salió del taller, subió al coche y no volvió por allí, pero la semilla de la infidelidad ya estaba sembrada. Nieves buscó a Fermín en el Facebook. Lo encontró, y lo que empezó como un. "Hola. ¿Cómo estás?", derivó en conversaciones subidas de tono, en pajas y en la necesidad imperiosa de encontrarse con él para follar. La decente se había vuelto una zorra de cuidado que se moría por follar con Fidel.

Dándole la disculpa a su marido de que la mandaban a Santiago de Compostela por un asunto importante, del que no le dio explicaciones se fue a Galicia.

Al llegar a Santiago de Compostela cogió un taxi en el aeropuerto para ir al motel gallego donde habían quedado. El taxista al verla se le puso cara de estar pensando. "Esta viene a follar". Estaba en la habitación escuchando música cuando la llamaron por teléfono, era Fidel, estaba dejando el auto en el aparcamiento subterráneo del motel. Fue a buscarlo. Al encontrarse se besaron con pasión. Subieron las escaleras besándose. Al llegar a la habitación se siguieron comiendo las bocas, luego Nieves lo empujó encima de la cama y le dijo:

-¿Sabes lo que me muero por hacerte, verdad?

Lo sabía, habían hablado mucho de sexo oral. Nieves le quitó los zapatos, le abrió el cinturón, le bajó la cremallera del pantalón, se lo bajó, le sacó la polla, lamió desde la base hacia arriba hasta el glande, despacito y con intensidad… Llegaba a la punta del glande, lo miraba a los ojos, apretaba los labios contra el glande, hacía una profunda y potente mamada y volvía a empezar. Fidel estaba muy excitado. Al ratito agarró con fuerza la base de la polla y subió y bajó la mano por el tronco mientras su lengua lamía el frenillo y lamía el glande, después sus labios apretaban el glande por la corona y se la mamaba. Continuó haciendo círculos con la punta de la lengua en su meato. Su mano subió y bajo con más rapidez. No perdía el contacto visual. Vio cómo se le ponían los ojos vidrios, cómo se le cerraban de golpe y oyó cómo le decía:

-¡Me corro, Nieves!

Salió un chorro de leche que casi llega al techo. Nieves metió el glande en la boca y se tragó la corrida, eso antes de haberse dado los buenos días.

Luego se desnudaron. Nieves se abrió de piernas, le puso el coño empapado en la boca, y le dijo:

-Saca la lengua que tengo para ti un pastelito de crema.

Fidel sacó la lengua. Nieves frotó el coño contra ella. Eran tantas las ganas que tenía, que en un visto y no visto se corrió en su boca, diciendo:

-¡Hártate!

Al acabar de correrse entre convulsiones y gemidos se echó a su lado. A Fidel no le llegara aquella inmensa corrida, era un obseso de los jugos vaginales. Nieves lo sabía, así que cuando metió la cabeza entre sus piernas, flexionó las rodillas y le dijo:

-A ver si eres tan bueno comiendo un coño como me dijiste.

Mirándola a los ojos lamió lentamente una docena de veces de abajo a arriba y después le dijo:

-Tienes un coño delicioso -lamió su clítoris de abajo a arriba con la puntita de la lengua-, y un clítoris precioso.

-Me gusta que te guste.

Fidel le levantó el culo y lamió desde el periné hasta el clítoris varias veces, después lamió el periné, del periné pasó al ojete, hizo círculos con la punta de la lengua sobre él y después metió y sacó la punta de la lengua más de una decena de veces, del ojete pasó a coño, lamió sus labios externos, los internos, y le folló la vagina con la lengua unas veinte veces, luego subió al clítoris, lamió de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor, lo chupó… Volvió a bajar al ojete, estuvo haciendo el recorrido largo rato, parando para follar los orificios. Nieves había cerrado los ojos, gemía y de vez en cuando levantaba la pelvis buscando apretar la lengua contra su coño. La lengua se apretó contra el coño al sentir sus gemidos pre orgasmo, subió y bajó a toda hostia por él hasta que Nieves se corrió, diciendo:

-¡¡Me matas!!

Fidel dejó la lengua quieta y Nieves retorciéndose y frotado su coño contra ella le dio a Fidel lo que buscara, los jugos calentitos de otra inmensa corrida.

Al acabar de correrse, Fidel siguió lamiendo. Nieves le dijo:

-¿Nunca te cansas?

-De comer coños, no.

Le metió dos dedos dentro del coño, y acariciando su punto G le lamió el clítoris de abajo a arriba. Nieves cerró los ojos, puso las manos en la nuca, giro la cabeza hacia el lado izquierdo y le dijo:

-Ni yo de que me lo coman.

Pasado un tiempo dejó de lamer su clítoris, y le dijo:

-Sigue jugando tú con la perlita.

Nieves puso dos dedos sobre el clítoris y lo frotó haciendo círculos… Al rato, con los dedos de Fermín frotando su punto G sintió cómo el coño se le encharcaba. Frotó el clítoris a mil por hora y se corrió eyaculando cómo un hombre. Al orgasmo vaginal se unió otro "made in the clit" y casi se muere de placer, sus gemidos parecían ladridos de perra. Por un instante se sintió desfallecer con el inmenso placer que recorría su cuerpo.

Al acabar de correrse Fidel lamió su coño y tragó los últimos jugos de las tremendas corridas. Nieves le dijo:

-Eres increíble, Fidel.

Le dio la vuelta, la puso a cuatro patas, la cogió por la cintura y le comió el culo, con lamidas y besos negros… Nieves volvió a acariciar el clítoris cuando le frotó la polla en el ojete, ojete que se abría y se cerraba esperando ser penetrado, pero el culo tuvo que esperar. La polla entró cómo un torpedo dentro de su coño, y comenzó una follada épica. Le dio cómo un conejo, cómo un lobo, a toda hostia, sin parar. Nieves no tardo en correrse. Fidel sentía cómo se corría en su polla, pero no paraba, le siguió dando. El coño salpicaba los jugos de la corrida cada vez que la polla llegaba al fondo. Nieves estaba atómica, sí atómica, ya que en la segunda corrida sintió dentro del coño una explosión que casi la derrumba sobre la cama. No se derrumbó porque Fidel le echó las manos a las tetas y le siguió dándole a mazo. Aquello no era una polla, era un taladro. En segundos grito como una coneja y se corrió por tercera vez. Fidel sudando cómo un cerdo se corrió y le llenó el coño de leche.

Al acabar tiraba Fidel del aliento y tiraba Nieves. Tuvieron que descansar, luego él fumó un cigarrillo mientras Nuria se la volvía a levantar mamando cómo solo ella sabía mamar. Fue una mañana inolvidable.

Por la tarde la llevó al aeropuerto y Nieves volvió a casa, allí la esperaba su marido, que decía de su mujer que era "La última casada decente".

Quique.

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