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La trany más puta de todas
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Aquella noche tenía ganas de todo y estaba dispuesta a todo. Me había pasado dos semanas encerrada en casa y mi cuerpo reclamaba sexo en todas sus formas posible. Estaba cansada de los juguetes sexuales: me los había metido todos, hasta tres al mismo tiempo. Todas las mañanas me desnudaba, pegaba esos dildos tamaño verga de caballo a ambas paredes de la ducha y mientras uno de ellos me perforaba el culo el otro me lo tragaba hasta el fondo de la garganta, todo esto bajo una lluvia de agua tibia que me hacía imaginar un baño completo de semen.

Pero ese sábado tenía otros planes. Temprano en la tarde me di un baño de espuma perfumada; me había depilado el cuerpo completo y me sentía lisa y suave como un pétalo. Pensé en mi atuendo: el más putero que tenga a la mano. Primero, los zapatos de stripper con tacones de 7 pulgadas y correas alrededor de los tobillos. Las medias tipo malla, hasta los muslos, sujetadas con un liguero negro de seda y broches de metal; luego la minifalda, que en realidad era una microfalda, negra, muy apretada, apenas de 25 cm de largo y que apenas llegaba a cubrirme el culo. ¿Trusa? ¿Para qué? Apenas un hilo dental para mantener mi verga en su lugar; un tank top de licra roja súper pegadito, solo hasta debajo del busto de modo que mis tetas se veían inmensas y bien paraditas. Y claro, el pelo suelto sobre mis hombros desnudos, todo acompañado con un maquillaje de pura puta callejera y una correa de cuero alrededor del cuello que decía “puta”. ¿Me puedes imaginar? Tan solo mirarme en el espejo me causaba una erección. Mientras me vestía me tomé unos traguitos así que ahora si estaba más cachonda que nunca.

Como estaba ansiosa por algo rápido decidí ir primero a un sex shop no muy lejos de casa; lo bueno de este lugar era que, aparte de vender juguetes sexuales, tenía una sección ‘más oculta’ – con cabinas para ver porno, salas para masturbar a otros, y, sobre todo, mi favorito: una sección de glory holes. Estacioné el auto a un par de cuadras, para darme el gusto de exponerme en la calle como una verdadera puta; eran más de las 11 de la noche, la hora de las putas callejeras.

Apenas llegué de inmediato llamé la atención de todo el mundo: “qué rica, justo una puta en este lugar”. Luego de pagar, me fui directo a las cabinas; noté varias miradas que me seguían, como diciendo, ¿qué cabina usará esta putita?” Cuando entré a una de gloryhole pude sentir los pasos afuera, alistándose para mí. Me senté en el banquito a ver qué pasaba. La cabina tenía agujeros por ambas paredes laterales de modo que era posible tener dos vergas a la mano al mismo tiempo; todo lo demás estaba cubierto con espejos. Buenísimo.

No pasó ni dos minutos y la primera verga dura apareció a mi derecha; ¡qué rico! Sin mucha espera empecé a mamarla, suave al inicio, pero duro y profundo después; luego apareció otra verga a mi izquierda; tendré que masturbarla primero pensé… o sí amor, que rico se siente ese pedazo de carne dura y cabezona; en los espejos podía verme, mamando una y masturbando otra. Decidí invertir roles para que no se frustren. Mis labios casi habían perdido el rojo fuego que tenían al inicio. No podía aguantar más. El hilo dental que llevaba puesto terminó en el suelo y doblándome en casi 90 grados le ofrecí mi culito estrecho a una de las vergas; empezó a metérmela, lentamente… oh… qué rico que se siente una verga real… sin más poder, empujé con fuerza contra la pared, para que termine completamente dentro de mí; al mismo tiempo, tomé la segunda verga con la mano derecha y la dirigí hacia mi boca, y luego, hasta el fondo de mi garganta. Y así quedé, completamente “enchufada” por ambos huecos, boca y culo, mientras esos pedazos de carne, duras y gruesas entraban y salían de mi cuerpo.

Cerré los ojos… solo quería gozar la sensación… estaba en el cielo de las putas…era como siempre me lo había imaginado. Sentía mi cuerpo “lleno”… lleno de carne, de deseo, de pasión… y no pasó mucho tiempo hasta que sentí mi cuerpo también lleno de semen… Así es: casi al mismo tiempo ambos tipos dispararon chorros inmensos de semen caliente por ambos lados de mi cuerpo. Me tomaron por sorpresa, pero los acepté complaciente. Era esperma de completos extraños, solo un par de vergas. Yo hacía todo lo posible para que ambas piezas estén lo más profundo de mi cuerpo; quería hasta la última gota.

El semen empezó a derramarse por mi mentón y sentía que chorreaba por mis piernas. De pronto ambas vergas desaparecieron y de manera instantánea aparecieron dos nuevas, esta vez, ambas eran negrísimas y con el tamaño suficiente como para coger un caballo. Era lo que necesitaba: vergas grandes de negros. Sin dudarlo, repetí el plato: una verga en el culo, otra para mi boca; por momentos giraba para darle a cada uno el placer de violar mi culo. Estas si eran grandísimas; al inicio me hizo doler un poquito, pero ya sabes cómo es, luego de un rato tu pussy te estira y pueden meter un par de brazos si es necesario.

Sin descansar dejé que me perforaran una y otra vez; me veía en los espejos y no lo podía creer: al cabo de tantos años de ser una travesti de closet, con mis tímidos inicios en casa, ahora lucía como una verdadera prostituta, siendo cogida por dos vergas de completos extraños, en público. ¡qué tal transformación! ¡Era como haber cumplido mis deseos! Mientras pensaba en todo eso, sentí un mar de esperma que me llenaba la boca… ¡me agarró de sorpresa! Era tanta que casi me atoro; antes que se pierda, saqué su pieza de mi boca, ofreciendo mi rostro con los ojos cerrados y la lengua afuera: OMFG… el tipo de dio un baño facial de esperma caliente por todos lados mientras eso pasaba, mi recto gozaba otra inundación de leche caliente… Me volvía loca.

Esta rutina se dio por casi una hora que estuve en la cabina; calculo que al final de ella debo haber tragado la verga de al menos doce tipos ¿o más? El semen de todos ellos, completamente mezclado, corría por mis piernas, cuello, rostro. Cuando salí de la cabina apenas podía caminar: había estado en posición de 90 grados por todo ese tiempo, colectando esperma. Fui al baño para hacer lo humanamente posible para estar pasable. Con papel toalla limpié el semen que me cubría, arreglé mi maquillaje: labios rojo fuego, párpados azul metálico, pestañas larguísimas y bien negras. Había algo de semen en mi top, pero no me importaba pues era como un trofeo de guerra. Me miré al espejo, de pies a cabeza y solo pensé: “sí, aun luzco como una puta”. Recién era la 1 am, así que tenía más tiempo. Salí del sex-shop; era verano así que afuera corría un viento cálido y agradable; por la hora, el lugar lucía ya algo desierto; pensé que perdería mi tiempo. Me paré al borde de la acera, como puta que era, y esperé. No tomó de 5 minutos y se detuvo un carro con un par de tipos dentro: “hola amor, ¿eres puta verdad?” “Claro” respondí, ¿qué creen?

“Tenemos una pequeña “fiesta” (lo interpreté como orgía) con unos amigos que necesitamos una putita para pasarla bien. ¿Te animas? Te vamos a pagar bien”

Sin pensarlo, me subí al carro; aún tenía energías para más cogidas. Minutos después llegamos al departamento. ¡Joder…había más gente de lo que esperaba! Había unas 20 a 25 personas, entre 30 a 40 años, todos hombres; el ambiente estaba lleno de música ruidosa, cigarros (y quizá hierba) y alcohol; al fondo, en una pantalla gigante pasando porno. “Con razón están todos arrechos pensé”. Cuando me vieron llegar, todos enfocaron su mirada a mi cuerpo, casi comiéndome con los ojos. Les sonreí y luego les pedí un trago fuerte… si me van a coger todos estos entonces necesito algo fuerte les dije.

Y así fue, un par de copas de wiski puro, una breve fumada de hierba, y estaba completamente lista para todos ellos. Arrastraron un colchón hasta la sala principal y al mismo tiempo empezaron a desnudarse; mientras formaban un círculo alrededor del colchón yo solo atiné a pasar junto a ellos mientras tocaba suavemente todas esas vergas duras, ardientes y repletas de esperma salada. Al ritmo de la música me saqué primero el hilo dental y luego, lentamente, la minifalda; pensé que sería un escándalo cuando viesen mi verga, pero nada, al contrario, creo que les encantó tener una tranny a su disposición (será porque las trannies siempre estamos más dispuestas a ser más salvajes que las mujeres). Apreté mi verga para que esté tan dura como la de ellos. Todo lo demás era un cuerpazo de hembra.

La orgía estaba a punto de empezar.

“¿Cómo lo quieren hacer chicos?” Pregunté

“Bueno, para no esperar tanto turno, ¿puedes con doble penetración anal?” Preguntó uno.

“Por supuesto amor” Acababa de pasar casi una hora siendo cogida por una docena de vergas; a estas alturas podía meterme de todo por el culo.

Para eso le pedí al más pingón de todos que se eche boca arriba en el colchón; lo quería metido todo el tiempo. Ese tipo, digamos que se llamase Cesar, tenía una verga del grosor de una lata de coca cola, un monstro. Cubrí su mazo con lubricante, y a la vista de todos, y con una sonrisa de perra, abrí mis piernas y lentamente me agaché, llevando la cabeza a la entrada de mi culito, hasta que poco a poco, como un mástil esa rica verga desaparecía en mi culo.

Mientras entraba, cerré mis ojos, mi boca entreabierta, mi espalda arqueándose de placer, mis brazos acariciando mi cabello…y todos ellos celebrando como locos lo buenaza que era yo. Finalmente estaba arrodillada y la verga entró por completo en mi cuerpo; sentía sus bolas inmensas acariciando mi culo. Por un momento solo era él cogiéndome, mientras que yo movía mi cuerpo de arriba abajo lentamente. Ahora sí estaba completamente abierta.

“OK; ¿quién sigue ahora?” Pregunté, de nuevo, con una sonrisa pícara.

Automáticamente, como buenos escolares, formaron dos líneas, una detrás y otra delante mío. El lubricante hizo su trabajo con todas esas ricas vergas, mientras que, aun con la verga de César dentro de mí me puse en cuatro, completamente lista para recibirlos.

Uno por uno, empezaron: primero alguien me tomaba de las caderas y lentamente, como un saca-corcho, metía su cabeza dura en el pequeño espacio que apenas dejaba la verga de Cesar. ¡Oh dios, esto va a ser rico, pero va a doler! Pensé… no me importaba; el alcohol y la hierba me había dejado completamente dispuesta a todo. Poco a poco, centímetro tras centímetro, la segunda verga empujaba, tratando de hacerse su lugar; una vez que la cabeza estaba dentro, el resto era más sencillo, solo empujar duro. OMG, OMG… esto era mucho mejor de lo que esperaba. ¡era riquísimo!

La gruesa verga de César hacía que la pieza de mi otro “cliente” se sienta mucho más apretada aún, y la sensación era deliciosa. Podía sentir roce de las venas hinchadas contra las paredes de mi recto. Una vez que ambos estaban dentro empezábamos una danza sincronizada: mete y saca, mete y saca; cada vez me sentía más y más abierta. Mientras tanto, en el otro extremo otros clientes no podían seguir esperando, había que complacerlos, así que sin esperar más, empezaron a violar mi garganta. Y digo violar porque eso es lo que pasaba: cada uno de ellos ponía su verga en mi boca, me agarraban la cabeza con ambas manos y casi de un tiro, sus miembros terminaban en mi garganta; terminaba con una y seguía con otra; de pronto aparecían dos vergas en la entrada de mi boca así que empecé a mamarlas ambas. ¡Atendía 4 pingas al mismo tiempo! Mientras mamaba, mi culo empezaba a recibir dosis de esperma caliente; uno tras otro, tomaban turnos para penetrarme, perforarme y dejar su cuota de semen dentro de mi cuerpo.

Cada vez que alguien se vaciaba, ya sea en mi culo o en mi boca, todo ellos celebraban y me hacían tragar un shot de wiski. Había tanto semen alrededor: por toda mi cara, garganta, cuello, chorreando mis piernas, derramándose de mi culo. Mi pussy anal estaba ahora completamente abierto – aguantaba de todo. Cesar sacó su mazo (luego de dejar su rico semen adentro), y ahora otros tomaban su turno. Veía chorros de semen que venían de todas direcciones – disparaban sobre mi cara, mis orejas, mi vientre…me había convertido en un pedazo de carne con dos huecos, en una simple colectora de esperma. Estaba llena de wiski, mareada pero aún con resistencia. Mientras unos tomaban un descanso en el bar otros me arrastraban al sofá, clavándome sus vergas mientras me hacían saltar sobre ellas, al mismo tiempo que no dejaba de mamar. Mi pelo, mi maquillaje y mi ropa eran todo un desastre. Había leche caliente por todos lados. El semen y el alcohol seguían entrando a mi cuerpo sin parar.

Cuando ya parecía que ellos no daban más (¡yo sí!), me llevaron de nuevo al colchón, boca arriba, con la boca abierta; alguien se aparece con un embudo y oh sorpresa… un tazón de vidrio a medio llenar con semen. En lugar de descansar habían estado colectando su leche salidita para hacérmela tragar toda. Como muchas tranies, lo había visto en porno muchas veces, pero claro, nunca imaginé que me pasaría. Y lo haría con todo gusto. “Sin embudo” pedí, con una sonrisa. Wow.

Así que, mientras unos filmaban y tomaban fotos, alguien empezó a verter toda esa leche… y yo, deseosa, abrí completamente la boca… OMG, OMG… me quiero morir, ¡¡¡pero de placer!!! Era puro jugo de semen, aún calientito, saladito. Empezó a entrar a borbotones a mi boca… no me daba abasto para tragármelo lo más rápido, tampoco quería asfixiarme… Había casi un litro de leche. Cuando esta empezó a rebalsarse de mi boca, el chico empezó a esparcir el resto sobre mi cara… estaba empapada en esa leche deliciosa… me volví loca: con mis dedos empecé a sobarme la cara, tratando de llevar el semen a mi pelo, mi cuello, mi pecho, tratando de meterlo a mi boca para que nada se pierda.

Con las manos tomé un poco y lo untaba a mi verga, y luego lo que quedaba traté de meterlo, con mis dedos, a mi culo súper abierto. Cuando terminaron, me quedé como adormecida. Para entonces ya me habían desnudado por completo. Era suya, completamente suya. Serían las 3 o 4 de la mañana. Aún estaban todos en la fiesta (luego me enteré que eran 31 tipos en total). Cuando parecía que ya no pasaría nada más, alguien me ponía en cuatro, me penetraba hasta vaciarse y se iba. Me había quedado en cuatro, con la cara contra el colchón, los brazos extendidos hacia adelante, piernas abiertas y mi culo bien arriba, ofreciéndose a cualquiera. Era como un mueble, como la mesa central: quienquiera que me necesite, podía usarme.

Mi pussy estaba completamente expandido, y lubricado con esperma. En algún momento sentí un puño cerrado que se metía por mi culo violado; sentía cómo se movía dentro de mi cuerpo, girando, sentía el brazo entero; luego de un rato ya no era un puño, sino dos manos, pegadas en posición de oración, que hacían esfuerzo por meterse, con éxito, dentro de mi culo. Una vez dentro con ambos brazos, estos se separaban, abriendo cada vez más mi pussy. Sentía una ráfaga de aire entrando a mi cuerpo. Yo estaba muy mareada pero completamente consiente de lo que pasaba, y lo dejaba pasar por que lo gozaba a las mil maravillas. En serio NO hay forma que esto no te guste. Si no te gusta es porque estás muerta.

Y así siguió la noche: hicieron lo que quisieran conmigo: triple penetración, puño, dos brazos, dos vergas en mi boca, cogida con los ojos vendados, ni recuerdo que más. Eran como animales que no había tenido sexo en meses.

Así llegamos a las 6 de la mañana. Yo, aún desnuda sobre el colchón, estaba, literalmente cubierta de pies a cabeza de semen. No había pedazo de piel libre de esa rica sustancia. La leche incluso brotaba de mi culo al pararme. Me ofrecieron una ducha, pero pedí solo lavarme la cara; me maquillé un poco, aunque sea para pasar; como tenía el cuerpo lleno de semen, les pedí me dieran una bata. Metí no ropa a una bolsa y así, aún con semen encima, salí a la calle en búsqueda de mi auto. Era realmente la puta más puta del barrio.

Claudia Hooker

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