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La toma de muestras
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Mi nombre es Juana, tengo 23 años y soy estudiante de enfermería. Recientemente en la universidad me dictaron una clase la cual implicaba práctica y acercamiento con los pacientes, hasta el momento he hecho curaciones y suturas de heridas profundas. Sin embargo, mis labores no se limitan a ciertas actividades, por lo que seguramente en próximas prácticas deba realizar algún procedimiento diferente.

Era miércoles, como es de costumbre me preparé para la lección de práctica, esta vez me indicaron que debía estar en el consultorio donde de practican las citologías. Entré a dicho lugar, me recibió la ginecóloga encargada, con mucha paciencia y detalle comenzó a explicarme cómo se hacía el proceso de toma de muestra, luego de aprender toda la teoría, comenzamos la práctica; al cabo de unos minutos entró la primera paciente de la cual se encargó la ginecóloga, estuve muy atenta de cómo hacía el procedimiento, debo reconocer que a pesar de todo me sentí nerviosa y un poco avergonzada, pues era la primera vez que veía una vagina diferente a la mía y tan cerca de mí.

Había llegado mi turno de práctica, entró la paciente, se quitó su ropa, se puso la bata y se recostó en la camilla, en ese mismo instante, miré a la ginecóloga y con un gesto de afirmación me dio a entender que debía hacerlo. Le pedí a la paciente que por favor abriera sus piernas, relajara sus músculos y respirara profundo cuando sintiera el espéculo entrando en su vagina. Mientras terminaba de decir mis palabras, por breves segundos me quedé mirando la vagina de la paciente perfectamente depilada, con labios menores que resaltaban por su tamaño, pues eran un poco largos y su clítoris sobresalía de manera notoria de sus labios mayores, extrañamente mientras hice esa rápida exploración visual sentí como mi vagina se puso húmeda, no le di mucha importancia al asunto y seguí con el procedimiento, debía ser lo más profesional posible. Aunque mi cuerpo no pudo contener las reacciones físicas, tanto así que justo cuando introducía el espéculo en la vagina de la mujer, sentía que mi entrepierna tenía fuego, ni la ginecóloga, ni la paciente se imaginaban que debajo de mi ropa interior tenía una inmensa humedad y un clítoris que sentía palpitar descontroladamente.

Ese mismo día estando en mi casa, no podía dejar de pensar en lo que me había sucedido en el consultorio, si bien sentía curiosidad por las mujeres, jamás había sentido deseo sexual por alguna, el interactuar con el sexo femenino me hizo descubrir una forma fantástica de sentirme excitada, deseaba con ansias poder llevar a cabo otra práctica, pero debía esperar hasta mi siguiente clase de práctica.

Por fin era miércoles nuevamente y estaba impaciente por llegar al consultorio para hacer mis prácticas, me encontré con la ginecóloga en el lugar, ella me manifestó que por motivos de fuerza mayor debía ausentarse toda la mañana así que me dejaría a cargo de la toma de muestras, confiaba en mi criterio y conocimientos, así que sin pensarlo mucho la doctora me dejó sola en su consultorio. Me sentía extraña, asustada, pero feliz de estar sola, así tendría más privacidad de disfrutar la variedad de vaginas que me esperaba. Pasó una paciente, era una mujer bellísima, era muy alta, tenía el cabello oscuro, trigueña y con cuerpo envidiable, cualquier mujer desearía tener tales curvas y atributos con los que contaba dicha paciente. Procedió a desvestirse, hasta finalmente estar en la camilla recostada, con las piernas abiertas dejando expuesto su sexo a toda mi vista, otra vez sentí esa excitación, todo gracias al ver su vulva con vello de más o menos 4 mm de largo, unos labios carnosos, bien definidos y un clítoris grande, quizá el más grande que había visto en el momento, me generó tanta curiosidad y a su vez tanta excitación que no pude parar de mirarlo por unos minutos. La paciente notó mi curiosidad y me dijo:

– Es un poco grande, verdad?

– Lo es, simplemente me generó curiosidad su tamaño, espero no se moleste! Respondí.

– No se preocupe, noto que es muy joven, es estudiante?

– Así es, llevo poco tomando muestras.

– Entiendo, posiblemente no habías visto un clítoris como este.

– Realmente no.

– Puedes tocarlo, añadió la paciente.

Al escuchar esas palabras sentí una gran excitación, no perdí oportunidad y con mis dedos cubiertos por guantes de látex empecé a tocarlo, se sentía tan grande entre mis dedos y a medida que más lo tocaba notaba que mi paciente respiraba agitadamente, su clítoris se puso duro y un poco erecto, no podía creer lo que veía, ese maravilloso clítoris excitado se asemejaba a un pene muy pequeño. Seguía tocándolo, lo masajeaba y la paciente ya jadeaba de excitación, me pidió que me quitara los guantes para sentirme mejor, accedí y al tocarlo sin guantes, sentí su caliente y resbaladizo clítoris entre mis dedos, no pude evitar tocarlo más rápido, las dos nos estábamos muriendo de excitación, en un momento de intensa locura olvidé por completo que era mi paciente y pegué mi boca en su clítoris y empecé a lamerlo rápidamente moviéndolo de lado a lado con mi lengua, también olvidé por completo la toma de muestras y dos de mis dedos entraron a su vagina húmeda, los metía, los sacaba. Una vez mis dedos adentro, los movía de manera circular y aquella mujer trigueña no podía contener su pasión, se retorcía como animal salvaje acompañado de los gemidos más sensuales que hubiese escuchado, de un momento a otro mi paciente llegó a un rico orgasmo acompañado de un chorro de líquido que calló en toda la sábana de la camilla. La mujer descansó unos segundos se vistió y se dirigió hacia mí, tocó mi sexo encima del pantalón y sintió que mi humedad traspasó toda mi ropa, ella me bajó el pantalón y metió su mano en mi ropa interior con el objetivo de masturbarme, estaba tan excitada que le dije que parara un instante, me quité el panty, me subí a la camilla y abrí mis piernas para que tuviera toda mi vagina a su disposición, ella se quedó mirándola unos minutos y sin decir nada pegó su boca a mi clítoris, empezó chuparlo y succionarlo tan rico, podía sentir como me lo estiraba levemente con sus labios y luego me lo presionaba con su lengua, siguió haciendo lo mismo hasta que no aguanté y alcancé el clímax con esa manera tan deliciosa de hacerme sexo oral.

Fue una experiencia maravillosa, actualmente soy enfermera profesional y tengo novio, pero no puedo olvidar lo deliciosas que son las mujeres, de vez en cuando en medio de mi toma de muestras, me espera una amante para saciar mi necesidad.

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