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La tía Elizabeth (disciplina doméstica)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

En aquella época me había convertido en un completo delincuente juvenil. Ya había superado con creces la mayoría de edad, pero no sentaba la cabeza, todo lo contario, cada día que pasaba me volvía más rebelde, irrespetuoso, desobediente y comenzaba a infringir la ley sin aceptar las consecuencias que ello producía. Todo comenzó el día que murió mi padre, era el único al que le mostraba respeto y obediencia, pero desde aquel día deje de hacer caso a todo tipo de normas y reglas. Mi madre no conseguía que la obedeciese, es más, no tenía tiempo para poder hacerlo, trabajaba a destajo en una fábrica. Había días que realizaba dos turnos seguidos para poder llevar el sustento económico que necesitábamos a casa. Yo sin embargo no sabía apreciarlo, tan solo me preocupaba de mí y no me importaba mi madre.

Ni estudiaba ni trabajaba, ni tenía la menor intención de hacer ninguna de las dos cosas. Me pasaba el día holgazaneando, salía con los amigos, comprábamos cervezas y algo tipo de sustancia para fumar y así pasábamos el día entero. Raro era el día que no nos metíamos en problemas, ya tenía varias denuncias policiales por actos de vandalismo, y una de ellas incluso tendríamos un pequeño juicio donde nos condenarían a pagar todos los daños ocasionados. Mi madre estaba desesperada no sabía qué hacer conmigo, solo me metía en problema tras problema y no la mostraba el menor respeto. Se pasaba el día fuera de casa trabajando sin saber que estaría haciendo en ese momento o en qué clase de líos estaría metido.

La solución llego sin previo aviso. Mi tía, la hermana mayor de mi madre que vivía en un pueblo lejos de donde nosotros residíamos, se ofreció a ayudarla en la casa y ya de paso a echarme un vistazo a mí. Escuché la conversación telefónica donde explicaba a mi tía que me había vuelto un delincuente y me metía en problemas cada vez de mayor índole. Mi tía se ofreció, se vendría a vivir con nosotros una temporada hasta que se solucionasen mis problemas y sentara la cabeza. Mi madre acepto a regañadientes, había algo oscuro que no le gustaba y ocultaba, no deseaba por completo que viniese a ayudarnos mi tía. Había un pasado desconocido entre ellas.

Hacía años que no veía a mi tía, recuerdo que no la soportaba, había dejado de acompañar a mi madre en las vacaciones para ir a visitar a mi tía. Mi tía Elizabeth era una mujer gruñona, mandona y muy estricta con el orden, la limpieza, la educación… con un fuerte carácter. Por supuesto era todo lo que yo detestaba. A mí no me daba órdenes nadie. Me creía el rey del mundo.

Un día antes que llegase mi tía a nuestra casa, mi madre me advirtió que respetase y obedeciese a mi tía. Se sentó a mi lado y me hablo muy en serio:

– Tu tía no es como yo, ella es dura y hace lo que sea necesario para que la obedezcan, utiliza todo tipo de métodos, hazla caso por favor -. Me advirtió.

Por supuesto que no haría caso a los consejos de mi madre, odiaba la idea que viniese a vivir con nosotros mi tía. Me propuse hacer todo cuando fuese necesario para que mi tía se fuese cuanto antes de nuestra casa. Estaba seguro de que no tardaría mucho en echarla, haría todo lo posible para que fuese en pocos días. Iba a conocer el verdeado delincuente que llevaba en mi interior, la haría la vida imposible.

– Hazme caso y obedécela y no la hagas enfadar y por supuesto si la ves ponerse guantes en sus manos, obedece – Aquello me sonó muy extraño y ridículo. ¿Guantes? Aquel consejo me producía risa, mi madre ya empezaba a divagar, no sabía lo que decía, no tenía sentido.

Mi tía, entró cargada de dos grandes maletas con sus pertenecías, que instalo en una habitación sin ocupar de la casa que sería su nueva habitación. Mi tía Elizabeth era enorme de tamaño y corpulencia, alta y con mucho peso. Brazos, caderas y piernas robustas, era como una montaña frente a mí que era un completo escuálido. Era una señora de unos 50 y muchos años pasada de peso y corpulenta, para mí ya era una vieja. Cabello oscuro corto y muy rizado, La bautizó como “Shrek “, ese sería su apodo.

En muy poco tiempo, se hizo dueña y señora de la casa, empezó a dar órdenes, tanto a mi madre como a mí de lo que debíamos de hacer. Haz esto… haz lo otro, no paraba de dar órdenes. Mi madre cuando no estaba trabajando y estaba en casa la obedecía en todo, era su hermana mayor y la tenía un gran respeto, además de ser conocedora de su carácter. Yo desde el primer día que entró por la puerta no la presté la menor atención ni respeto e hice todo lo necesario para que se sintiese incomoda en casa.

Al día siguiente de instalarse en mi casa, me entregó una hoja con una lista de tareas que debía de hacer en casa todos los días. Arreglar mi habitación, hacer el baño una vez a la semana, ayudar en la cocina, ir a la comprar… y horarios que debía de cumplir tanto para levantarme como para irme a la cama a dormir, y finalmente que debía buscar trabajo para ayudar en casa económicamente. Cogí la lista y la rompí en pedazos delante de ella y me burlé, no iba a obedecerla en lo más mínimo, más bien haría todo lo contrario, la desobedecería por completo para que se marchara cuanto antes y me dejase en paz.

– Aquí tienes tu lista Shrek – La dije haciendo una pelota a su papel y tirándolo al suelo mientras me burlaba de ella.

Pasaron varios días y observaba tumbado en el sillón como mi tía no paraba de limpiar la casa, iba de un lado para otro enfundada con sus guantes de goma domésticos limpiando la casa al milímetro. No toleraba la suciedad y el desorden, y mi casa llevaba mucho tiempo abandonada. Mi madre no podía hacerse cargo por los horarios excesivos de trabajo y yo no movía un solo dedo, todo lo contrario, ensuciaba más y más, dejando todo tirado en cualquier lado. Mi tía Elizabeth no se quitaba sus guantes de goma rosas de goma en todo el día, continuaba limpiando y fregando cualquier estancia. Me daba órdenes de lo que yo debía de hacer, pero no la obedecía en nada, hacía todo lo contrario. Si me ordenaba fregar el suelo, yo lo ensuciaba aún más con mis zapatillas embarradas y me burlaba de nuevo. Ella se plantaba frente a mí y con su dedo enguantado amenazante me señalaba:

– Mi paciencia se empieza a acabar, te aseguro que vas a obedecerme, por las buenas o por las malas -Me amenazaba señalándome y malhumorada.

El colofón llego una semana más tarde. Yo salía de casa todas las noches, había llegado el verano y el buen tiempo y me encontraba con mis amigos en el parque para beber y fumar marihuana mientras reíamos y nos lo paseábamos genial. Esa noche me dispuse a salir de casa de nuevo, hasta que mi tía se puso delante de la puerta y me ordeno que no podía salir. Mi madre estaba trabajando, uno de sus turnos dobles y ella no quería que saliese, le daba miedo en los líos y problemas que pudiese meterme y más con juicios pendientes. No la hice el menor caso, me volví a burlar de ella, la aparté, la insulté llamándola “vieja, gorda, shrek“ y me dispuse a abrir la puerta de casa para encontrarme con mis amigos una noche más, no sin antes escuchar una nueva amenaza absurda por parte de mi tía:

– Si se te ocurre salir por esa puerta y desobedecerme, te aseguro que lo vas a lamentar, te enseñare a obedecerme, se me ha acabado la paciencia – Me dijo con tono muy serio y amenazante.

La hice una peineta y seguí burlándome de ella mientras me marchaba de casa riéndome e insultándola. Estaba seguro que se marcharía al día siguiente, iba a ganar estaba batalla y nos dejaría en paz a mi y a mi madre. Esa noche llegue más tarde de lo habitual, algo borracho y con los ojos vidriosos de fumar y beber alcohol. Entré en casa y me encontré a mi tía Elizabeth sentada en el sillón del salón esperándome. Iba vestida con un camisón negro, que dejaba al descubierto sus robustos brazos y piernas, calzada con unas sandalias de tiras de goma que rodeaban sus grandes pies. Sobre su regazo a la altura de las rodillas tenía apoyado sus guantes de goma rosas. No los llevaba enfundados, solo situados sobre sus rodillas.

Me acerqué a ella y comencé a reírme y burlarme de ella, más de lo habitual debido a mi estado, me burlé de ella, de su vestimenta y de sus inseparables guantes de goma rosas que iba a todos los lados con ella. Mi tía Elizabeth sin abrir la boca y haciendo caso omiso a mis burlas comenzó a enfundarse los guantes de goma en ambas manos. La quedaban terriblemente apretados a sus manos y brazos ya que era bastante corpulenta y carnosa. Se terminó de ajustar los guantes rosas de goma a sus dedos mirándome fijamente con increíble odio y se levantó del sillón. Se abalanzó sobre mi sin mediar palabra y metió una mano enguantada por detrás de mi pantalón, como hacía calor llevaba un pantalón cortó de tejido suave y fino de mi equipo de futbol preferido. En un principio quedé extrañado ¿pretendía meterme mano y tocarme el culo? pero pronto comprobé como introdujo su mano de goma por mi culo y agarró mis testículos por detrás con fuerza, los apretujó y retorció y tiró de ellos, provocando un dolor que me dejó paralizado.

– Vamos, camina estúpido, se han acabado las tonterías – Me dijo mientras seguía retorciendo fuertemente mis testículos cogidos por detrás con su mano enguantada entre mi culo. No tuve más remedio que obedecer, me provocaba un daño increíble, apretaba con una fuerza brutal mis huevos retorcidos y me obligaba a caminar delante de ella agarrado. Caminaba a duras penas soportando el dolor mientras me condujo al interior de su habitación.

– Ahhhh ¡¡suéltame zorra ahora mismo!! La grité mientras continuaba agarrándome por detrás mis testículos!!! Noté como aumento la presión, estrujo de nuevo mis testículos con su mano enguanta, los retorció sin compasión, el dolor aumentó considerablemente. Escuché el crujido de la goma de sus guantes al apretar con más fuerte.

– Ahggg – Una mano me estrujaba severamente mis testículos por detrás y su otra mano enguantada la metió dentro de mi boca. Metió sus dedos de goma en mi boca impidiendo pudiese quejarme, gritar y hacer tanto ruido. Saboreé un sabor repugnante de sus guantes de goma, ya que apenas se los quitaba, limpiaba y limpiaba con ellos, incluso el wc. Era un sabor muy humillante, de esta manera continuaba estrujándome por detrás los huevos y a la vez que no pudiese armar jaleo y estar en silencio.

Entramos al interior de su habitación y cerró la puerta mientras seguía conduciéndome a través de mis testículos. Se sentó sobre la cama y me tumbó sobre su regazó mientras continuaba sujetando y estrujando con su mano mis testículos sin compasión. Tumbado sobre su regazo me bajo el pantalón corto y pasó una de sus grandes piernas por encima de mi cuerpo para sujetarme. Continuó estrujando dolorosamente mis testículos provocándome un gran dolor mientras noté su otra mano enguantada en mi culo. Levantó su mano y la estrelló contra la piel de mi culo dándome un fuerte azote. Rápidamente volvió a levantar su mano y la descargó con gran fuerza contra mi trasero. Su guante de goma se estrelló una y otra vez fuertemente sobre mi piel provocándome un fuerte escozor. Comprobé como la goma en el culo puede escocer y mucho.

Traté de resistirme pero no podía levantarme de su regazo, mi tía es corpulenta y con gran fuerza y para colmo me tenía bien sujeto por los testículos mientras su pierna me rodeaba, pero mis manos estaban libres. Traté de tapar mi culo con mi mano para amortiguar sus azotes y protegerme, ella intentó agarrarme la mano y seguir azotándome descargando su pesada mano enguantada sobre la piel de mi culo. Mi tía Elizabet no tenía sufriente manos como para agarrarme los testículos, azotarme y agarrar mi manos, así que zarandeaba y cada vez la resultaba más difícil. Mantuvimos una gran batalla, en donde ella no paraba de azotarme pero yo me intentaba tapar con una mano para amortiguar el impacto. Finalmente, ella se enfadó aún más de tanta batalla y resistencia.

Estiró una mano hasta el cajón de su mesilla, lo abrió y sacó algo metálico entre sus manos. Me giré ligeramente y comprobé como eran unas esposas de metal. ¿Pero porque tenía unas esposas de metal en su mesilla? me pregunte completamente intrigado y asustado a la vez.

La tía Elizabeth agarró mis manos fuertemente, envolvió mis muñecas de las manos con el metal de las esposas pegadas a mi espalda. Escuché el sonido metálico apretando el metal a mis manos y sentí una fuerte presión. Las cerró fuertemente, tanto que el metal ejercía una fuerte mordedura sobre mis muñecas, ahhh, ¡¡me hacían daño!! Estaban muy apretadas, pero a ella no la importó. Se descalzó de un pie soltando la hebilla que sujetaba la tira de goma de sus sandalias a su tobillo y agarró con una mano la sandalia de goma de tiras y esta vez comenzó a azotarme con ella. La suela de goma se estrelló contra la piel de mi culo con fuerza, su poderoso brazo descargó con ira la sandalia contra mi culo.

PLAF Resonó en la habitación donde me encontraba esposado y bocabajo sobre su regazo y grandes muslos.

AHHH esta vez el dolor fue mucho más intento y a medida que comenzó a azotarme una y otra vez con su sandalia de goma el dolor se hizo más y más intenso.

PLAF continuó azotándome duramente sin parar. El dolor comenzaba a ser insufrible y no podía hacer nada para evitarlo, salvo quejarme.

– AHHH, suéltame inmediatamente, ¡¡para ya maldita zorra!! – La reproche gritando.

– Caaallate – Me ordenó la tía Elizabeth levantado ella más aún la voz.

– Aaah, sueltame ahora mismo -Continúe gritándola.

La tía Elizabeth enojada volvió soltar la zapatilla en el suelo y metió su mano por debajo de su camisón negro. Agarró sus bragas y las deslizó por sus piernas hasta sacarlas por sus tobillos y pies. Las agarró y estrujó fuertemente acercando su mano rosada enguantada a mi boca. Forzó sus bragas al interior de mi boca para silenciarme. Fue muy humillante, no solo por el hecho de ser amordazado con su ropa interior sino porque estaban completamente sucias y desprendían un fuerte sabor a orines. Agarró de nuevo su sandalia de goma y continuó azotándome usando toda su fuerza.

– Hhhmmm – Se escuchaba proveniente de mi boca amordazada debido al dolor que producían sus azotes o sandaliazos.

Tras propinarme 5 o 6 zapatillazos o azotes de sandalia conseguí escupir sus sucias bragas de mi boca, ejercí toda la fuerza que pude con la lengua hasta expulsarlas.

– Aaah, ¡¡suéltame maldita puta!! -Grité y grité completamente enojado con mi tía por lo que me estaba haciendo. Me di cuenta que al gritar tendría que parar de azotarme o se despertaría todo el vecindario. No podía mover las manos debido a las apretadas esposas, pero si gritar, su mordaza no había sido efectiva, ya que la había escupido. A mis gritos le sume insultos muy graves hacía ella debido a mi cólera y humillación.

Mi tía suspiro completamente enojada, nuestra batalla continuaba una y otra vez. Había conseguido inmovilizarme, pero no silenciarme. Estiró su brazo, completamente enfadada, y sacó algo de su mesilla. Eran unas medias negras de lycra. Se inclinó sobre mí, agarró sus bragas que había escupido y de nuevo las metió dentro de mi boca, esta vez utilizó su fuerza bruta y las forzó con la yema de sus dedos enguantados para que entraran por completo dentro de mi boca. Ejerció su fuerza una y otra vez hasta que consiguió meterme sus sucias bragas hasta la campanilla de la boca. Sentí nauseas debido al sabor, sabían repugnantes, estaban completamente sucias y malolientes. Agarró la media negra de lycra y la abrió con sus manos acercándola a mi cabeza. Envolvió sus medias oscuras en mi cabeza y las bajó hasta el cuello. Sentí una fuerte presión en la cara, las medias aprisionaban mi rostro produciendo una sensación de agonía. Traté de escupir sus bragas de mi boca, pero esta vez fue imposible, la media oscura impedía que pudiese escupirla. La presión elástica de la lycra oprimía mi rostro y cabeza y sujetaba sus bragas bien dentro de mi boca sin posibilidad de poder escupirlas.

– Se acabó. Ahora estarás quieto y callado, te voy a dar una lección que no olvidaras, aprenderás a obedecerme y respetarme – Agarró su sandalia de goma, pasó su pierna sobre mi cuerpo sujetándome fuertemente contra ella inmovilizándome y de nuevo noté su guante de goma apretando mis testículos, los retorció fuertemente, tanto que se escuchó el grujido de la goma de sus guantes produciéndome un dolor insoportable. Esta vez no pude quejarme ni gritar, estaba bien amordazado con sus bragas en mi boca y la media en la cabeza para no poder escupirlas. Aaah se me saltaron las lagrimas debido al dolor y acto seguido descargó la suela de su sandalia de una forma brutal, con tal fuerza que me producía un dolor inaguantable en la piel de mi culo. Me dejó marcada la suela de sus sandalias de goma en la piel de mi culo.

Continuó estrellando su sandalia una y otra vez produciéndome un dolor terrible. Ahora no podía hacer nada para evitarlo, ni podía moverme ni podía gritar o quejarme, seguía amordazado en la agónica media de lycra Estuvo diez largos minutos azotándome con fuerza mi trasero hasta que se detuvo. Creí que había terminado pero no era así. Alargó su mano hasta la mesilla de nuevo y agarró una correa de cuero.

– Voy a romperte el culo a correazos imbécil, aprenderás a respetarme, no vas a poder sentarte durante una larga temporada, así recordaras que sucede cuando me desobedeces – .Levantó la correa de cuero entre su mano enguantada y la descargó contra mi culo provocándome un dolor inaudito. Recibí un primer correazo que me hicieron saltar las lágrimas de nuevo por mi rostro de dolor. Volvió a levantar su poderosa mano de nuevo y volvió a descargar la correa con todas sus fuerzas aumentando mas y mas mi dolor. Recibí muchos correazos brutales sobre la piel de mi trasero, no se detuvo hasta dejarme el culo morado y magullado.

– A partir de ahora me obedecerás en todo, harás todo lo que te escribí en la lista y olvídate de holgazanear con tus amigos. Si me desobedeces volveremos a esta habitación e insistiré con tu comportamiento. Te romperé el culo las veces que sean necesarias hasta que aprendas estúpido ¿has entendido? -Me recriminó furiosa la vez que continuó azotándome una y otra vez sin piedad.

No pude sentarme en varios días, tuve el culo completamente magullado y no podía olvidar la terrible lección que había recibido debido al dolor. Al día siguiente mi tía me devolvió la hoja de papel que había hecho una bola, llena de mis labores. La cogí educadamente bajo la sonrisa de mi tía Elizabeth.

– Me obedecerás, respetaras y harás todas tus labores diarias, si las haces mal o desobedeces… – Me dijo mi tía a la vez que sacaba los guantes de goma de su bata y me los enseñaba.

Ahora comprendía lo que me advirtió mi madre sobre los guantes, siempre los usaba para castigar. Desconocía el motivo, pero era realidad.

Desde el día siguiente mi tía comenzó a darme una orden tras otra y rápidamente la obedecía sin rechistar, y si notaba que trataba de esquivarla o hacer mal lo que ordenado, ella me amenazaba levantando su dedo enguantado señalándome:

– No se te ocurra desobedecerme más, cada vez que tenga que enseñarte modales será mucho peor, duplicaré tu castigo las veces que sean necesarias hasta que aprendas – Me amenazaba de forma muy seria mirándome fijamente.

¿La obedecería o quizás querría más de sus castigos?

Continuará.

FIN

Agradeceré sus comentarios en: [email protected].

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