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La tía Carla entró en mi cama mientras dormía
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Tiempo de lectura: 6 minutos

La tía Carla es una pariente de mi papá, son primos lejanos y que vive actualmente en España. En aquellos años decidió venir a pasar unas vacaciones a Argentina.

Como es costumbre en estos casos, estuvo rotando en varias casas de la familia, agasajada como si de una estrella famosa se tratara.

Justamente para los últimos días que le quedaban, mi padre hizo los arreglos necesarios para que pase por casa antes de su vuelta.

Hasta donde yo conozco la historia, ellos dos eran muy compinches junto a mi tío Eduardo, hermano de mi padre.

Los tres andaban juntos para todos lados.

Después de la adolescencia, Carla se va a vivir a España con su madre (los padres de ella se separaron) y nunca más la volvimos a ver, tan solo en fotos enviadas por correo (no existía internet) o cartas escritas que recibíamos y contestaban mis padres.

Pero volviendo al inicio y después de esta introducción, nos visita y se queda un fin de semana completo en casa.

Fue lindo conocerla y también algo excitante.

Para ser una mujer grande, de alrededor de cuarenta y cinco años, estaba esplendida.

Nunca se casó, no tiene hijos.

Todo casi una ventaja para mantener ese cuerpazo, producto también de la rutina en el gimnasio entre semana.

Era de noche en una de esas noches molestas de verano, donde el calor es insoportable.

Obviamente no podía dormir y ya estaba pasado de sueño.

El maldito ventilador de pie se reía de mí, soplando fuego en lugar de aire.

– Que llevas puesto? Un pantalón corto? (preguntó)

– No, es un calzoncillo, me lo regalaron. (Respondí)

– Pero este modelo lo usaba mi abuelo, jajaja (dijo)- Aunque se nota muy interesante (respondió caliente)

Era justamente un calzoncillo, de esos que son parecidos al pantalón corto, pero con bragueta.

Como la bragueta es simplemente una abertura en la ropa, mi pija erecta salía y se mostraba felizmente ante los ojos de ese mujerón que estaba excitadísima mirándome.

Entonces pronta para la resolución, metió la mano por la bragueta y enseguida toqueteó mi pija que estaba durísima.

– Que grandota (dijo sorprendida)- Lo que deben hacerte las chichis cuando se la mostras

Ni que hablar de lo caliente y mojadas que deben quedar (continuó diciendo)

– La verdad, yo… nunca lo hice (dije sincero)

– Dale! Nunca? Sos virgen? (sorprendida respondió)

– Sí, nunca estuve con una chica (le aclaré)

– Apa! Entonces vas a tener la suerte de estar con alguien más que una chica… hoy vas a estar con una “verdadera mujer” (susurró a mi oído)

Y comenzó a masturbar mi garrote gordo y venoso.

A este ese momento no sabía muy bien de tamaños o gustos de mujeres, más de lo que había hablado con mis amigos o lo poco que se me había ocurrido indagar en libros.

Era algo que no pasaba por mi mente, simplemente por inexperiencia de mi juventud o lo poco y nulo que sabía sobre el sexo femenino y sus gustos.

– Vos que te admiras tanto mirándolas… son naturales 100 x ciento. Tengo que usar un sujetador bien reforzado, porque sino me quedo en lolas al caminar jajaja (confesó)

Y entonces se quitó el corpiño y liberó esa carne mamaria que tanto me enloquece.

Obviamente que la gravedad terrestre hizo que colgaran un poquito nomás, por su propio peso, pero estaban buenísimas.

Yo quede duro y sorprendido mirándolas.

Entonces subida sobre mí y con movimientos propiamente gatunos, refregó suavemente sus tetas por toda mi cara, dejándolas descansar en mi boca.

El perfume que llevaba puesto invadió mis sentidos, endureciendo aún más mi pene.

Yo tímidamente comencé a succionar sus ricos pezones.

Ella sonriente gozó con aquello, al tiempo que refregaba también sus labios vaginales, húmedos y suaves, sobre la cabeza de mi pilón.

Cerró los ojos y mordisqueó su labio inferior mientras yo mamaba como un bebote grande aquellos deliciosos pezones.

– Ummm chiquito… como me haces sentir. (susurra suave)- Me vas a hacer venir (entrecortada me decía)

Yo me limitaba avergonzado, a mamar sus tetotas que me volvían loco.

– Te estas volviendo loco con mis lolas. Te encantan atorrante! Seguí, seguí así, que me calienta mucho!! Que ganas de coger que tengo papu!!! (Me dijo caliente)

Y enseguida me empezó a besar, metiendo su lengua en mi boca hasta la garganta.

Estuvimos un buen rato así.

Ella me acaricia y me pedía caricias.

Yo torpemente la tocaba.

Tomo mi mano, se la llevó a su boca y lamió mis dedos.

Después la dirigió hasta su conchita y me pidió que “juegue con ella”.

Yo estaba loco.

Mi corazón acelerado.

Trataba de meterle los dedos en la chuchi, pero de forma torpe y creo que le estaba doliendo.

– No, para para… mejor vení acá, que yo solita me toco (dijo)

Se notaba que muy bien no lo estaba haciendo yo.

Entonces estando los dos acostados, quitó mi mano de su vagina húmeda y me pidió que me sentara contra el respaldo de mi cama.

Al hacer esto mi pene estaba casi a la altura de su cara, con lo cual no se le dificultó poder metérsela en la boca para saborearla.

Ella bien abierta de piernas, se acariciaba golosamente su clítoris y mamaba mi sable duro.

Me pidió entonces que acaricie sus pezones, que estaban parados y duros.

Yo me entretuve jugando con sus tetas mientras recibía una calurosa mamada de parte de Carla.

Así estuvimos un buen rato.

Hasta que no pude más y casi que no alcance a avisar.

Pronto los espasmos cubrieron mi cuerpo y comenzó a salir de a chorros de líquido caliente.

Por primera vez me hacían una felatio y era exquisitamente rico.

La experiencia de Carla le avisó de mi prontitud y aceleró los movimientos para que dé lugar a la acabada.

Mientras le llenaba a borbotones de leche la boca, la muy putona se la tragaba toda.

Yo no paraba de larga jugo blanco y ella golosa no dejaba de tragar al mismo tiempo que se frotaba con frenesí su clítoris, introduciendo algún dedo en la vagina y por el orificio del ano.

Dejó de mamarme tan solo para gemir fuerte al conseguir su orgasmo.

De a poco comenzó a calmar su cuerpo, que también temblaba al ritmo de los espasmos victoriosos que entrega un buen y correcto orgasmo.

– Ufff, que rico… tu lechita tibia y el pedazo de carne que tenés por pija me volvió loca, por favor!! (dijo exhausta)

– Tía sos hermosa, quisiera que fueras mi novia (le dije muy cholulo)

– Ay bebu! Te llevaría conmigo y te tendría en la mesita de luz. Que rico estuvo esto (me dijo al oído)

Era obvio que yo me enamoré por la falta de mujer que tenía.

Ella por supuesto, solo disfrutó el momento por la experiencia de hombres que tenía.

Con ternura y abrazados, me miró y me dio un beso; luego preguntó:

– Te gusto a vos el regalito? (me pregunto)

– Siii, por supuesto (yo estaba desencajado de feliz)

– Bueno, calladito eh? Que no se enteren tus papis ni nadie (me advirtió)

– No, no descuida. No voy a decir nada (juramenté)

– Entonces podemos seguir? (me dijo)

Y besándome nuevamente, jugando su lengua en mi boca, me confesó lo caliente que la ponía mi torpeza virginal.

– Sos tan virgen, que me vuelve loca. Tengo ganas de cogerte todo el fin de semana, querés mi amor? (dijo en tono bajo)

– Si, si quiero (salte de alegría)

– Shhhh que se van a enterar tus papás y me van a sacar a patadas de la casa. (dijo burlándose)

– Tía quiero que sigamos cogiendo (le dije deseoso)

– Que atorrantito que sos!! Tan mosquita muerta que parecías y mírate lo cabrón caliente que sos! Y encima me encanta mucho tu vaina (dijo)

Acariciando mi falo que ya comenzaba nuevamente a erguirse, continuó con los besos húmedos y yo a manosearla de arriba abajo.

Le metías manos por todos lados.

A pesar de mi torpeza, mi inexperiencia con las mujeres, no quería perder ni un segundo y ya no me daba vergüenza hacerlo.

Por el contrario, todo me había dado algo de valor para avanzarla.

– Ayy pendejo, que caliente que sos! Me pones cachonda (dijo)

– Te quiero poner mi pícha adentro (le pido)

– Por favor, no le digas a nadie. Ni una palabra a tus padres (Dijo)

– Tranquila tía querida (le respondí)

– Claro, ahora que estoy en bolas comiéndote la verga soy la mejor tía (repitió burlona)

– Daaale tiiia, déjame que te la ponga… así acabas vos también (le comenté)

– Así? Bueno… vamos a ver cuánto resistimos cogiendo. (dijo sobrando)

Y montándose sobre mí, se ensartó mi pija en su lechosa vagina y comenzó a cabalgarme.

Jadeaba como loca y el vaivén de sus tetas me enloquecía.

Pronto comencé a comérselas y ella me ofrecía ese manjar para su placer.

– Siii, seguí así bebe. Haceme acabar otra vez!! Y esa boca, por Dios!!! Trágate mis tetas duras, dale!!! (Imploraba montada en mí)

Con los ojos cerrados, saltando sobre mi falo, seguramente en su cabeza pasaba la película correcta sobre esa escena que estábamos actuando.

Pronto llegó a un nuevo orgasmo, y siguió disfrutando sentada en el chupete, pero ahora de espaldas a mí y dejando que acaricie su cuerpo.

Me pide que le bese el cuello y yo por poco se lo devoro.

Me pide que apreté sus pezones y yo obediente, lo hago.

Me mira gimiendo y me pide que acabe… adentro.

Me volvió loco, me aceleré y largue mi segundo polvo.

Ella entonces aulló de placer y calló rendida a mi costado.

– Aaah, cuanta leche!! Me llenaste la cueva pichón!! Que rico eso (dijo señalando mi pija)

– Es que estas imposible de buena!! Te quiero seguir cogiendo (le dije)

– Dale, que te saqué toda la lechita pendejo. No te dejé ni una gota (dijo la muy putita)

Obviamente que tenía razón.

Me había agotado hasta sacarme todo el jugo, y yo hice lo propio con ella.

Entonces nos abrazamos y nos quedamos dormidos.

Ya de madrugada casi con el despunte de los primeros rayos de sol, Carla se fue de mi habitación sin que me despierte yo.

Jamás mis padres sospecharon algo ni yo les conté nunca.

En el desayuno nos cruzamos miradas cómplices, de esas que están cargadas de imaginación y misterio.

Claro que antes de irse trate de montarla otra vez, pero la experiencia puede más que la juventud.

Me dejó bien caliente, argumentando que ya tendríamos oportunidad en otro momento.

Al final se fue.

La tía volvió a España, haciéndome prometer que viajaría algún día y la visitaría.

La verdad, viaje al año siguiente fruto del ahorro de dinero obtenido en unos trabajos informales que estuve haciendo durante todo ese tiempo.

Pero claro, esa es otra historia… la del viaje a Europa.

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vaganauta
vaganauta
No debe ser el sexo una situación de compromiso, a desgano o sin la pura necesidad de disfrutar en pareja, en grupo, solo o como cada momento nos permita hacerlo. No es el deseo de piel una prisión sino por el contrario, un motivo de liberación.

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