La noche era tranquila, el cielo estaba despejado, con alguna que otra nube; la luz de las estrellas era opacada, por la contaminación lumínica de la ciudad; las calles estaban casi desiertas, por estar a altas horas de la noche; unos pocos vehículos circulaban por las calles, llevando a noctámbulos abordo; los locales nocturnos estaban abarrotados de personas divirtiéndose sin parar.
El taxi estaba en buenas condiciones, carrocería pulida, sin abolladuras, llantas bien infladas, los faroles funcionando bien, todas sus calcomanías, he identificaciones en orden. Iba por la autopista, respetando los límites de velocidad. Trabajaba desde la tarde e iba a seguir en la noche; era un turno duro, pero se hacía buenas ganancias siempre que se moviese bien.
El chófer del vehículo, era alguien fuera de lo convencional. Se trataba de una chica, de unos veinticinco años de edad, caucásica, atractiva, cabellera castaña clara, lisa, bien peinada y arreglada; tenía teñidos algunos mechones de rubio, para darle más brillo. Su rostro era hermoso, pero con un rasgo peculiar, su nariz, que era un poco más grande de lo habitual, desentonando con su cara. Curiosamente, aquel «rasgo imperfecto» no la hacía fea, sino que le daba un toque único. Sus ojos eran castaño claro, con un tono melancólico y hacían juego con su cabellera. Su testa estaba coronada, por un gorra de plato en buen estado, que decía «Taxi». Llevaba un maquillaje sencillo y moderado, que resaltaba su belleza sin exagerar.
Manejaba por la autopista, mirando el camino con expresión neutra. Era como si estuviese en «piloto automático», aprovechaba ese momento para distraerse…
Otra noche monótona aquí en el camino. Estas semanas han sido pesadas, aunque he tenido buen rendimiento…
El taxi continuó por la autopista…
Quisiera poder divertirme un poco, pasármela bien, pero no sé cómo hacerlo en este trajín de trabajo…
Suspiró ligeramente y bajó la mirada. Sus ojos se posaron en el medidor de gasolina. Observó que tenía menos de la mitad de combustible, eso no era bueno si iba estar toda la noche…
Ok, es hora de hacer una parada en la gasolinera…
Afortunadamente, conocía una que quedaba cerca. Espero hasta llegar a la salida y la tomó. Entró en una zona de edificios de oficina y ahí encontró el lugar. Maniobró el auto para estacionarlo al lado de la bomba, apagó el vehículo y salió de este. Las luces de la estación la iluminaron. Caminó hacia el dispensador de gasolina, mientras la brisa, mecía ligeramente su cabello. Ahí se pudo ver con todo su esplendor.
Usaba un uniforme que consistía en una gorra de plato, saco y corbata de color vinotinto oscuro; su saco estaba abotonado, su corbata bien puesta y en el lado izquierdo del saco, tenía el logo de la empresa; debajo del saco, había una camisa blanca, en buen estado; tenía pantaloncillos cortos de cuero negro, que hacían juego con mocasines del mismo material y color; sus piernas tenían medias pantis, de color beige claro.
Todo su uniforme, estaba ligeramente ajustado, lo que resaltaba de más sus curvas. La gorra poseía una visera negra y estaba ligeramente inclinada de lado; aquel curioso detalle, le daba un cierto toque fino. Su hermosa cabellera sobre salía debajo de la gorra y cubría sus hombros por encima del uniforme.
Aunque era poco curvilínea, eso no le restaba sensualidad. Caminaba, con soltura, seguridad y contorneándose disimuladamente. Su mirada estaba cargada de serenidad y superioridad. Divisó al encargado, un hombre joven con un uniforme sucio y se dirigió hacia él. Este apenas la vio, tuvo un ligero sobresalto que trató de disimular. Ella se dio cuenta de aquello, pero lo ignoró con gracia:
–Buenas noches. –dijo el empleado mientras movía su gorra.
–Buenas noches. –respondió sonriendo fríamente, mientras respondía con el mismo gesto. Luego pasó su tarjeta, comprando unos veinte litros. Metió el surtidor en el tanque y se apoyó en el auto a esperar. Tranquilamente, relajó todo su cuerpo, arqueando su espalda y posó su mirada al frente. Esperaba a que se llenara, haciendo cuenta de que él no existía:
–Hmmm… rondas nocturnas, ¿no?… Aguarda una larga noche. –dijo el encargado que estaba a unos metros detrás de ella.
–Ni que lo digas… –respondió fríamente sin voltear.
Aprovechó que ella estaba de espaldas, para disimuladamente mirarla. Comenzó a explorar todo su cuerpo, mirándola con deseo. Observó su trasero, enfundado en sus pantaloncillos de cuero negro ajustados; no era muy voluptuosa, pero su ropa era provocativa y tenía actitud.
–Bueno… por lo menos a estas horas casi no hay tráfico, así que las calles están tranquilas.
–Así es… Es más cómodo…
El empleado comenzó a fantasear con agarrarle el culo, acariciarlo, nalguearlo, entre otras cosas. También quería tomar su cabello, sobarlo y olerlo. Ella se mantuvo mirando al frente, completamente absorta. Lo que no sabía nuestro «estimado empleado», es que ella estaba al tanto de lo que haciendo.
Ella sospechaba que la estaban mirándola con deseo, pero no estaba segura. Así que muy disimuladamente, ladeó su cabeza a la derecha, para mirar por el rabillo del ojo. Fue lo suficientemente sutil, para no ser notada y ratificó que se la estaban «comiéndosela con los ojos»…
Lo sabía… Pensó, pero únicamente se limitó a reprimir la risa.
–Oye, si vas a hacer guardia ahora en la noche, deberías de andar con cuidado… –dijo el empleado repentinamente.
Aquello despertó su atención, tanto, que la sacó del pequeño «juego»:
–Hmmm… ¿Por qué? –dijo girando la cabeza hacia él repentinamente.
El empleado se estremeció, porque lo atraparon in fraganti, en un acto lascivo. Lo único que le quedó, fue bajar la mirada y hacer como si estuviese buscando algo. Ella reprimió de nuevo la risa y solo se mantuvo en espera de una respuesta:
–Eeehh… Escuché que la policía esta intensa… Están poniendo multas y parando a la gente a lo loco. –dijo el encargado tratando de recomponerse.
–Vaya… –reflexionó por un momento, olvidando el pequeño asunto entre ellos. –Gracias, andaré con cuidado…
Él sonrió con seguridad, como si compartir esa información, le «diese puntos» con ella. Ella lo captó, pero definitivamente, no iba a «recibir puntos» con ella. Aunque si la animó a retomar el troleo que hacía con este.
Para retomar su jugarreta, hizo lo siguiente: disimuladamente sacó un llavero que tenía. Lo levantó haciendo el ademán de que iba a verlo, cuando lo dejó caer al suelo. Hizo un ligero carraspeo fingiendo molestia, para luego inclinarse a recogerlo. Ella estaba de espaldas a él, así que cuando fue a recogerlo en vez de agacharse, se inclinó hacia adelante y su trasero quedó expuesto.
Él quedó embelesado con ese trasero, enfundado en cuero negro. Ella se tomó su tiempo con una sonrisa maliciosa, porque era consciente del «espectáculo» que estaba dando. Recogió el llavero, se levantó con calma y fue cuando el dispensador se detuvo. Ella colocó el dispensador en su puesto, colocó la tapa del tanque y procedió a despedirse del encargado. En todo momento mantuvo su actitud fría, haciendo en cuenta que no había pasado nada:
–Bueno, eso sería todo… –dijo. –gracias por el dato, buenas noches.
–Bu… buenas noches. –respondió el empleado.
Volvió a su taxi, lo encendió y salió de la gasolinera. Mientras conducía su rostro mostraba una sonrisa más marcada y con un cierto aire lascivo…
¿Se le habrá puesto dura?… Pensó.
A ella le gustaba hacer esas jugarretas, sabía que algunos la deseaban y aprovechaba para trolearlos. Con una sonrisa alegre continuó manejando y fue cuando le asaltaron algunos pensamientos…
Y hablando de eso, tengo bastante tiempo que estoy fuera de acción…
Últimamente trabajaba mucho y no se daba tiempo para sí. Aquella picaresca jugarreta, le subió un poco su lívido, una clara señal de que necesitaba más «acción». Se visualizó teniendo sexo con él…
Lástima que no me resultara atractivo… Analizándolo objetivamente, era feo y eso no la motivaba lo suficiente. Aunque si empezó a fantasear con sexo.
Su lívido se acrecentó, su corazón se aceleró y sin darse cuenta se estaba acariciándose. Su mano izquierda soltó el volante y se posó en una de sus piernas. Sintió sus medias panties con la yema de sus dedos. Subió a su vientre y la pasó por encima de su uniforme. Su sonrisa se borró, pasando a una expresión disimuladamente lasciva. Su mente se llenó de imágenes sensuales, que contribuyeron a su excitación. Fue cuando vio la luz roja de un semáforo, reaccionó pisando el freno a poco de la vía peatonal…
Dios, por poco pude haber tenido un accidente, tengo que controlarme más…
Por suerte no había casi nadie y lo vio con tiempo. Tenía que tener cuidado, de ponerse a fantasear al volante…
Creo que necesito divertirme y ya… Concluyó en el momento, mientras lanzaba un ligero suspiro de decepción.
Se adentró por la ciudad escudriñando las calles, buscando a posibles clientes. Llegó a la zona de los locales nocturnos, ahí podía encontrarlos. Vio los grandes anuncios de neón y a los típicos noctámbulos fiesteros. Lo malo de aquí, es que existía la posibilidad que le tocase un ebrio y le había ocurrido antes. Bajó la velocidad, porque había muchos peatones en la calle.
Llegó a un lugar que conocía bien, se trataba de una construcción; la construcción tenía varios meses y al frente había un edificio de oficinas que estaba cerrado. En consecuencia, la calle estaba desierta, porque nadie tenía necesidad de ir.
Se disponía a aumentar un poco más la velocidad, cuando vio algo que le llamó la atención. Era una patrulla que estaba orillada, tenía las luces encendidas. Al acercarse más notó a un policía vigilando y con actitud desafiante. Le pareció extraño, que un policía se pusiese en ese lugar a vigilar. El oficial estaba erguido mostrándose imponente, su miraba se movía a todos lados escrutando el paisaje. Fue cuando posó su mirada en el auto de ella…
¿Qué hará aquí?… pensó.
Cuando estuvo a un par de metros del oficial, este inmediatamente le hizo una seña de alto. Fue rápido, pero ella lo captó…
–¡QUÉ! –exclamó de repente…
Rebaso al oficial pero había recibido el mensaje, debía orillarse y pararse. Lo hizo de forma inmediata, bajó la velocidad, se orilló y se detuvo. En ese momento se quedó sentada sorprendida…
¿Por qué me mandó a pararme?… Se preguntó extrañada.
Manejaba a la velocidad correcta, acorde a la zona en la que se encontraba, no tenía ningún farol dañado y siempre cumplía con las normas. Si llegaba a recibir alguna amonestación, esa iría directamente a su empresa y le metería en un problema. Se puso a pensar en alguna razón, por la que aquel policía haya decidido detenerla. Se quedó sentada pensativa ante la situación en la que se encontraba.
Miró al espejo retrovisor y vio al oficial caminando hacia su vehículo. Las luces de la patrulla brillaban detrás de él formando su silueta. Tragó un poco de saliva, no estaba nerviosa, pero si un poco sorprendida. La silueta se fue haciendo más grande, mientras se acercaba más y más.
El oficial apareció frente a su ventanilla y ella volteó para mirarlo. Debido a la tenue iluminación no pudo visualizarlo bien. Él se inclinó para verla bien, puso la mano enfrente con el puño cerrado y comenzó a moverlo de forma circular. Ella se quedó pensativa mientras veía aquello…
¿Qué está haciendo?… Se preguntó.
El siguió haciendo aquel curioso movimiento con su mano. Ahí entendió a qué se refería, quería que bajase la ventanilla…
Aaah… claro… Se sintió como una tonta.
Giró la manivela y el vidrio bajó. Una ligera brisa entró por la ventanilla y dándole en el rostro. Pudo ver con más claridad al uniformado. Era de más de treinta años, bien conservado, fornido, un poco pasado de peso, llevaba el cabello casi rapé lo que le daba un aire militar; Tenía un rostro con facciones bien delineadas, hasta podría ser bien parecido, si no fuese porque tenía una nariz desproporcionadamente grande; aunado a eso estaba bien afeitado y tenía un bigote bien arreglado.
El oficial la miraba con una expresión, serena, neutra, aunque también atenta y vigilante. Se podía ver que era un profesional, con amplia experiencia en esto. Ella se asomó en la ventanilla y él se irguió al ver que ya tenía su atención:
–Buenas noches, ocurre algo… –dijo ella.
–Buenas noches, licencia por favor…
Ella se mostró con duda, pero fue a la guantera, sacó la documentación y se la mostró al oficial. Ella tenía todo en orden, así que estaba tranquila y confiada. El oficial tomó el documento y comenzó a revisarlo de manera detenida:
–Hmm… Farmiga, eeehhh… ¿Tesa?
–Taissa. –corrigió ella.
El oficial siguió revisando con calma:
–¿Ascendencia Italiana? –preguntó el oficial.
–Ucraniana.
El oficial continúo revisando la credencial. Ella distraídamente bajó la mirada, viendo involuntariamente el físico del oficial. Vio su pulcro uniforme de color negro, también sus pantalones que estaban algo ajustados y fue cuando vio algo inusual. Se trataba de su «paquete»…
Son cosas mías o es «grande»…
En verdad se veía como un bulto grande, probablemente el pantalón estaba muy ajustado. En ese momento reaccionó…
Espera, ¿Qué haces?… Es el oficial que te detuvo, ¡despierta!…
Se recompuso y se reprendió a sí misma por haberse distraído con eso. Ahora estaba lidiando con un oficial de la ley y no podía distraerse. El oficial siguió revisando la credencial para luego, decir:
–Muy bien, señorita Taissa Farmiga, chofer de taxi, ahora por favor… páseme los papeles del vehículo.
–¿Qué? –Ella no daba crédito a lo que escuchaba. –Pero, no entiendo… ¿cuál es el problema?
–¿Qué fue lo que acabo de decirle? –Le increpó el oficial con suavidad pero firmeza, manteniendo su mirada fría y neutra sobre ella.
–Pe… –iba a responder, pero ante la forma en que era increpaba, cedió. Fue a la guantera buscó el papel y se lo dio.
El oficial serenamente, revisó el documento comparándolo con la credencial. Ella se acomodó mejor en el asiento, tuvo el presentimiento de que iba a estar otro rato…
No puede ser, esto en verdad es ridículo, ¿Qué es lo que tanto busca?… Lo que falta es que me pida la partida de nacimiento…
El oficial continuó revisando, para luego tranquilamente entregarle los documentos. Ella lo miró de forma discreta, pero luego bajó la mirada y vio su «paquete»…
Bueno, se ve abultado… ¿lo tendrá grande?… Recuperó su cordura por un momento… No puedo creer que esté pensando en esto en este preciso instante.
Ella levanto la mirada, cuando notó que el oficial no revisaba la documentación, sino que la miraba detenidamente. Se sobresaltó, tratando infructuosamente de disimularlo:
–¿Está buscando algo? –dio él.
–¿Perdón? –dijo ella nerviosa.
–Veo que me estaba mirando el pantalón…
–Eeehh… ¿pantalón? –dijo ella.
–Es una mancha, ¿verdad? –el hizo a un lado la documentación, para luego mirar a su pantalón, justo en donde ella miraba. –No veo nada…
Ella miró a otro lado, para tratar de desentenderse de la situación. Él se revisaba el pantalón, cuando de repente la miró de nuevo y dijo:
–Aaaahhh… Ya creo que sé lo que estaba mirando.
Ella tragó saliva y miró al frente. Esta vez estaba empezando a ponerse nerviosa. Pasaron unos segundos en silencio y fue cuando el oficial continuó charlando:
–Bien, déjeme continuar revisando la documentación… –dijo regresando al documento.
El oficial continuó revisando los documentos. Ella estaba impacientándose, incluso llegó a olvidar que él estaba viendo el «paquete» al sujeto. Fue cuando el finalmente reaccionó y se dirigió a ella con una voz tranquila y calmada:
–De acuerdo, hay un problema… Me temo que sus documentos están desactualizados.
–¿QUÉ? –Taissa no cabía en su sorpresa. –Eso es imposible, yo tengo actualizado todos mis documentos.
–Sip… Es cierto, pero hay un detalle. Faltó ponerle a este documento la nueva forma legal. Aunque efectivamente este actualizado, sino tiene la nueva forma, se toma como si estuviese desactualizado.
–«¿Nueva forma legal?» –No daba crédito a lo que escuchaba. –Esto es ridículo…
–Incluso, este inconveniente puede llevar a la confiscación de la unidad. –agregó el oficial impávido.
Ella no dijo nada, solo se limitó a abrir los ojos, con expresión de horror. Eso la metería en graves problemas con su jefe en la estación. El oficial notó su expresión, aunque tampoco ella no fue discreta en lo absoluto:
–Escuche, no pretenderá confiscar mi unidad…
–Bueno, eso dependerá de algo… –dijo el oficial, pero esta vez mostraba una muy sutil expresión de picardía. Ella lo notó e inmediatamente presintió algo mal:
–De qué… –preguntó con duda e incomodidad.
El oficial bajo su libreta y se puso una pose más cómoda. Luego procedió a mirar a los lados, al parecer se aseguraba de que no hubiese nadie rondando por el lugar:
–De acuerdo, no creas que soy un tonto…
–¿Cómo que un tonto?
–¿Crees que no noté que me estabas viendo el «paquete»? –Luego de decir eso, esbozó una sonrisa maliciosa.
Ella tragó saliva, no podía creer que se hubiese dado cuenta de aquello:
–Yo, yo… yo no… –Ella trataba de negarlo, pero la cosa había sido tan directa que se quedó helada. Solo estaba sentada mirando al oficial con la boca entreabierta.
–Vamos al grano, te llama la atención mi «paquete», de acuerdo… Pues, te doy la oportunidad de darle una… «probada».
Ella lo miró detenidamente por un momento, aún estaba tratando de digerir lo que estaba pasando. El oficial estaba parado esperando una respuesta. Ella tragó saliva mientras miraba al oficial con sorpresa, no podía creer que estuviese pasando eso.
Su cerebro estaba tratando de procesar toda la situación en la que se encontraba, la cosa fue tan intensa que por un momento pareció como si todo el tiempo se hubiese congelado:
–¿Y bien? –dijo el oficial mostrando una ligera impaciencia.
–Eeeeh… yooo… eeeeh…. –La verdad es que no tenía una respuesta para la situación en la que se encontraba.
–Bien… –el oficial se cansó de esperar. –En tal caso, voy a llamar a la grúa para el remolque.
Eso la hizo despertar:
–¡No!… No, espere… –dijo ella.
El oficial se detuvo y en el acto la miró:
–De acuerdo… –El oficial suspiró mostrando impaciencia. –¿entonces?
Taissa tragó saliva y dijo:
–De acuerdo… de acuerdo. –Luego asintió nerviosamente.
Ella lentamente bajo la mano, quitó el seguro y abrió la puerta. El oficial cambió la expresión de su rostro a triunfo. Trató infructuosamente de mantenerse serena, fue imposible…
No puedo creer que esté haciendo esto… Pensó mientras abría la puerta.
Ella se bajó lentamente del auto, estaba tensa, aunque también excitada. Se puso de pie enfrente del oficial, su respiración estaba acelerada, pero trataba de mantener la compostura. El oficial recorrió su cuerpo con su mirada, lo hizo sin pena alguna:
–Eeeeh… yo…
–Shhh… –El oficial le interrumpió, poniéndole el dedo índice en la boca.
Ella se cayó.
–No hables… –dijo el oficial con suavidad. –Déjamelo todo a mí.
Taissa no sabía qué hacer, solo se quedó parada en silencio. Él pasó, lentamente, su dedo índice por sus labios, palpándolos suavemente. Fue cuando, poco a poco, algo comenzó a despertar en ella. Su corazón palpitó, su respiración se aceleró y el deseo fue creciendo en ella.
El policía continuó, se acercó más y su respiración también se aceleró. Él también estaba entonándose en esto:
–Muy bien, así me gusta…
Ella se encendió, mientras el policía continuaba. Pronto, ella cerró los ojos, abrió un poco la boca exhalando un ligero gemido. Ya se entregó a lo que acontecía y el oficial lo notó:
–Bien… –dijo suavemente él.
Luego con cuidado, introdujo el dedo en su boca. Ella abrió poco a poco la boca, el dedo fue entrando explorando su boca. Ella reaccionó instintivamente y empezó a chupárselo con suavidad. El empezó a mover el dedo con suavidad, metiéndolo y sacándolo:
–Eso es… –dijo el oficial sonriendo maliciosamente.
Ella terminó de entregarse, cerró los ojos, comenzando a chupar con más energía y pasión. Él no desaprovechó la oportunidad y metió otro dedo:
–Eres hermosa… Me gustas. –Exclamó emocionado.
Sacó los dedos y se le quedó mirándola. Taissa gemía ligeramente, mientras lo miraba. Todavía estaba algo nerviosa, pero la lujuria terminó de poseerla. Él la tomó de la cintura, la trajo hacia sí violentamente:
–Ughh… —Gimió ligeramente de la sorpresa.
La besó, conectando su boca a la de ella. Ella se incomodó en el momento, pero al momento cedió. Ambos se besaron apasionadamente, sus lenguas se entrelazaron y sus bocas se succionaban mutuamente. Ella acarició la espalda del oficial con pasión. Él fue más atrevido, bajó sus manos hasta su culo, el cual manoseó, sintiendo el cuero negro de los pantaloncillos. También besaba su cuello con desespero.
Se detuvo, la tomó por la cintura y la volteó suavemente poniéndola de espaldas a él. La abrazó por la cintura, manoseándola por encima de su ropa. Ella se relajó, recostándose en él, extendió un brazo atrás, abrasando su cabeza. Contorneó con suavidad su cuerpo, moviendo su pelvis rítmicamente hacia atrás y frotando su culo con la entrepierna del oficial. Él recorrió todo su cuerpo, con sus manos, sintiendo la textura de su uniforme:
–Vaya… –estaba complacido y ella, oficialmente, había perdido sus inhibiciones.
Siguió por un momento, para luego desabotonar su saco y abrirlo. Puso sus manos sobre ella, manoseando sus senos, por encima de su camisa y el contacto fue más directo. Palpó la forma de sus senos, su consistencia, Taissa gimió ligeramente ante aquello. Luego de manosearlos un poco, retiró la corbata, desabotonó la camisa, metió su mano adentro y tocando su piel. Sus gemidos se acrecentaron más, a la par que su respiración se aceleraba. No llevaba sostén, por lo que el contacto fue directo, acarició y manoseo sus senos con suavidad. Él movió la cabeza a un lado, para buscar su boca, mientras sacaba la lengua. Ella correspondió, ladeando su cabeza a un lado también, para buscar su boca. Ambos se besaron apasionadamente y luego él le susurró al oído:
–Ahora te voy a encender…
Ella no entendió, hasta que él hizo su movimiento. Colocó su mano derecha, en su abdomen, para luego con suavidad, bajarlo mientras la acariciaba. Ella captó a donde iba la cosa y eso le hizo sonreír:
–Tranquila. –dijo el policía. –Vas a pasarla bien, lo garantizo… –Luego le lamió la oreja con suavidad.
Siguió deslizando su mano, hasta los pantaloncillos de cuero y metió la mano con suavidad. Ella cerró los ojos y su respiración se aceleró. Los dedos de él, tocaron sus bragas, para luego meterlos en estas. Se mantuvo con los ojos cerrados y su respiración prolongada. Su mano acarició su vagina, la cual estaba bien depilada. El contacto fue superficial, era algo introductorio, las yemas de los dedos acariciaban los labios mayores, la parte de afuera. La caricia era suave, producía ligeras cosquillas que ella disfrutaba.
–Bien… –dijo el oficial. –Así me gusta, solo déjate llevar…
Estuvo por un rato más, hasta que pasó a la segunda fase. Con mucha delicadeza, metió su dedo entre los labios vaginales y entró en su sexo. Todo esto lo hizo sin mirar, claramente este sujeto tenía habilidad y experiencias en esto.
El dedo entró en la vagina, con suavidad y comenzó a deslizarlo por el área. El dedo fue desde el prepucio, pasando por el glande del clítoris, la uretra y terminando en la vagina. Paulatinamente, fue produciendo un cosquilleo, el cual se hizo agradable. Se lubricó, mientras, su excitación iba en aumento, soltando pequeños gemidos suaves.
Ella tomó iniciativa, metiendo su mano atrás, manoseando la entrepierna de él. El oficial, no puso objeción, ella lo acarició por encima del pantalón. Rápidamente, pudo sentir como el paquete empezó a hincharse y ponerse duro. Ella continuó acariciándolo y el siguió metiendo dedo. La vagina se lubricó más, el placer aumento más para ella. Ella comenzó a gemir con más sonoridad, mientras acariciaba la entrepierna del oficial:
–Vaya… –dijo el oficial, mientras disfrutaba la acaricia. –Ahora estás más cooperativa, ¿no?
Ella lo miró con deseo, sin decir nada:
–Estas más lubricada… –Lanzó una ligera risotada. –Ahora va a empezar la «embestida»…
Él comenzó a sacudir más enérgicamente su vagina con su dedo. Ella entre gemidos, continuaba acariciando el paquete:
–Ahora si quieres el «machete»… ¿no? –él rio con gracia. –Ya vamos para allá.
Le metió el dedo, un poco más, para luego tomarla por la cintura y con suavidad empujarla al auto. Ella se apoyó en este, con sus brazos separados y a espaldas de él:
–Ahora voy a hacer un cateo más profundo…
Ella soltó un profundo suspiro, sus pulsaciones se aceleraron, intuyendo lo que venía a continuación. Él posó sus manos en su espalda, encima de su saco y la acariciarlo:
–Voy a retirarte el saco, para proceder con más… «Comodidad».
Le retiró el saco, lo puso sobre el capó y comenzó a acariciarle por encima de la camisa. Metió la mano, por la parte adelante de la camisa, que estaba abierta, tocando su piel y sus senos. Luego de ello, fue agachándose mientras continuaba las caricias.
Taissa cerró los ojos, mientras respiraba agitadamente, sentía sus manos encima. Aquello le producía gozo, a pesar de que era por encima de su ropa. Él se puso de rodillas, contemplando su trasero enfundado en aquellos sexis pantaloncillos de cuero. Luego de unos segundos, se lanzó a lamerlo…
Pero, qué coño… No quiso decir nada para no interrumpir, pero estaba sorprendida.
Continuó lamiendo el cuero, en verdad disfrutaba de aquello. Aprovechó también para acariciar las piernas de la chica. Luego agarró el cierre de los pantaloncillos, los jaló y bajo la prenda de ropa. El culo quedó al aire, ella vestía unas bragas negras, que hacían juego con los pantaloncillos. El oficial lamió las nalgas, luego empezó a mordisquearlas, controlaba su fuerza, para no ocasionar daño. Taissa apretó los ojos, mientras su respiración se aceleraba. Él posó sus manos sobre el trasero y con cuidado bajó las bragas. Su culo estaba expuesto con todo su esplendor…
¿Va a hacer lo que yo creo?… Guauuu…
Él se quedó acuclillado, contemplando su culo con calma. Lo tenía tonificado, sin cicatrices, con la piel lozana y bronceada:
–Tienes un culo bonito… –el cumplido sonaba extraño.
Él se lanzó a disfrutar, metiendo su lengua, en el ano y degustándolo. Ella no sintió nada inicialmente, pero se mantuvo ahí. Él continuó el «trabajito», pacientemente, su lengua, acariciaba el ano y pronto surtió efecto. Ella sintió cosquilleos placenteros, pero sin llegar al clímax. El policía puso su mano, en la cintura de ella y suavemente la empujó haciéndola inclinarse más. Eso hizo que su vagina estuviese a la vista y la pudiese contemplar.
Se veía limpia, depilada y con buena forma. Contempló aquello extasiado, le pasó el dedo índice con cuidado, como si estuviese palpándolo. El dedo pasó entre los labios vaginales, gracias al trabajo previo, todo estaba humedecida…
Mierda, ahora si viene lo bueno…
Ella soltó un ligero gemido, mientras miraba a los lados, viendo que no hubiese nadie. La calle estaba vacía y en absoluto silencio, por lo que podían continuar la faena. Entonces, el oficial, lanzó su segunda arremetida, empezando a lamer su vagina. La lengua pasó por entre los labios vaginales, recorriendo todo su sexo. Gracias a los estímulos previos, había cedido bastante y eso facilitó mucho el cunnilingus.
El estímulo anal le sentó bien, pero ahora en la vagina, la cosa subió al clímax. El oficial continuó lamiendo, la vagina fue poco a poco ablandándose, y el cosquilleo se hizo más intenso. Taissa gemía con más intensidad, dejándose llevar por el placer. Después de un par lamidas, comenzó a intercalar con el ano. Adicional, usó sus dedos, para ayudarse en la faena.
Sus gemidos comenzaron a intensificarse y su vagina terminó de lubricarse. Estuvo un rato más dando, cuando de repente se detuvo y se incorporó. Taissa volteó a mirar atrás, porque no sentía nada, se encontró con el oficial mirándola:
–Ahora me toca a mí…
La tomó por un brazo y la jaló suavemente hacia sí. Ni siquiera pudo subirse sus pantaloncillos y bragas. Se sorprendió por esa acción, la tomó por los hombros y la miró directo a los ojos:
–Supongo que debes saberlo hacer. –repitió.
Ella comprendió, él suavemente presionó sus hombros haciéndola arrodillarse. Ella miró el paquete, pudo ver que estaba «abultado»…
Debe tenerla grande… Pensó, se acomodó y procedió a acariciar el paquete.
El cunnilingus había logrado encenderla, así que estaba dispuesta a todo. Abrió la correa, desabrochó sus pantalones y bajó la cremallera. En ese momento, el paquete, se vio mucho más abultado. Ella posó su mano, acariciándolo y luego bajó los calzoncillos.
El pene salió proyectado hacia adelante. Debido a los calzoncillos, este estaba doblado hacia atrás y sujeto por la ropa interior. Una vez libre de sus «ataduras», pudo mostrarse con todo su esplendor. Debía de tener unos quince centímetros de largo, lucia robusto, bronceado, su cuerpo estaba lleno de venas, su glande se mostrada redondo y morado oscuro. Ella bajo la mirada, vio al escroto contraído por completo. Todo estaba listo para la acción.
Taissa contempló aquello con sorpresa, aquel miembro se veía muy bien. Lo tomó con su mano derecha y empezó a masturbarlo un poco:
–Aahhh… –El oficial gimió un poco ante esa acaricia.
Ella lo masturbó un poco, para luego con cuidado metérselo en la boca. Empezó a chupar el pene, con suavidad:
–Uuughh… –El policía entrecerró los ojos, el placer lo inundaba.
Ella empezó a chupar, pero fue incómodo, porque necesitaba lubricación. Ella se lo sacó, acumuló saliva y con cuidado escupió sobre el glande. El gargajo se quedó en el glande, ella rápidamente le puso el dedo y lo regó sobre todo el miembro.
El oficial la miraba desde arriba:
–Ugghh… Tienes experiencia en esto… ¿no?
Ella sonrió con una mirada maliciosa, para luego volver a la carga. Comenzó a chupar el miembro, esta vez fue con comodidad y vitalidad. Hundía la verga en su boca con confianza, sus labios y lengua, acariciaban el miembro desde el glande hasta el final:
–Oh, mierda… –El oficial cerró los ojos, respiraba agitadamente mientras subía el rostro.
Ella disfrutaba el miembro, después de chupar un poco, con delicadeza lo levantó, para luego comenzar a chupar los testículos, afortunadamente, estaban bien afeitados y limpios:
–Ok… eehh… espera. –El oficial la detuvo. –No acabes todo rápido… Todavía falta la embestida.
Ella lo miró con duda y él agregó:
–Pon el preservativo. –Se metió la mano en un bolsillo y lo sacó.
Ella lo abrió, para luego dar un par de mamadas más y con cuidado ponerlo.
Luego de eso volvió a dar una mamada, el preservativo tenía un sabor dulce:
–Te gusta… ¿eh? –dijo sonriendo. –Sabor a patilla.
A Taissa dio unas probadas más, entonces él la tomó del brazo con suavidad y la levantó. La trajo hasta su rostro y la miró detenidamente:
–Estas humedecida y yo duro… Ahora viene la embestida.
La volteó poniéndola de espaldas, llevándola al taxi y apoyándola contra este. Sus bragas ya estaban abajo, por lo que estaba lista. La tomó por la cintura, empujó su espalda, para hacerla inclinar más hacia adelante.
El policía, con cuidado, metió un dedo en su vagina, asegurándose que estuviese lubricada. Luego metió suavemente, el glande en la vagina y empezó a penetrar. Al principio, costó un poco, pero poco a poco se fue facilitando, permitiendo la penetración. Ahí el oficial aumentó el ritmo, haciéndolo más enérgico y haciéndola gemir de placer. El pene cubierto por el preservativo, entraba y salía por la vagina, produciendo aquel curioso ruido, que se veía en las películas para adultos: «chuk… chuk… chuk».
Él puso sus manos en su cintura, para tener un buen agarre y continuar con la faena. Taissa gemía con fuerza con los ojos cerrados. El aumentó más la intensidad, puso expresión agresiva y su respiración se aceleró. Ella entre gemidos dijo:
–Aaaaghh… Agárrame por el pelo…
Él la tomó por su cabellera castaña, tumbando su gorra. Domaba a su «yegua», tomándola por sus «crines». Eso lo encendió de una forma inesperada, eso le hizo embestir con más fuerza. Tomo sus cabellos con sus dos manos y continuó embistiendo con más fuerza. Luego de unas embestidas más, la abrazó por detrás. Taissa excitada, se recostó en él con los ojos cerrados y gimiendo. Luego, comenzó a besarle la mejilla con pasión. Luego, subió hasta la oreja y comenzó a lamérsela. Se introdujo el lóbulo en la boca y comenzó a succionarlo. Luego, puso su mano en su rostro, para con cuidado moverlo a un lado y encontrarse cara a cara con ella. Ambos se miraron para luego empezar a besuquearse. Abrieron sus bocas, sacaron sus lenguas y las entrelazaron.
La penetración continuó, ambos estaban llegando al clímax. Este fue creciendo, hasta que finalmente alcanzaron el orgasmo. Lanzaron un último y largo gemido, el cual se apagó lentamente. Ambos se recostaron en el auto, estaban sudoroso y jadeantes. Se quedaron por un momento así, necesitaban recuperar fuerzas. El oficial se fue a un lado mientras, se subía los pantalones y cerraba la cremallera. No sin antes sacarse el preservativo y lanzarlo a la calle.
–Oficial… Creo que acaba de ensuciar la acera. –dijo burlonamente.
–Ya terminé mi turno… –respondió mientras, se acomodaba los pantalones. –Estuvo bien…
–¿Vas a multarme? –Ella se subió sus bragas y pantaloncillos.
–Creo que llegamos a un «buen acuerdo» –dijo el oficial bonachonamente, mientras se terminaba de arreglarse. –Estuvo genial… Pero mi turno ya terminó, así que fue un placer.
Taissa se terminó de acomodarse y se despidió:
–Un placer. –Luego volvió a entrar al taxi.
Taissa se terminó de arreglar torpemente, para luego entrar en su unidad de nuevo. Ella quedó sentada en el asiento, estaba cansada, sudada y desarreglada. Estaba sorprendida por lo que hizo, pero fue el mejor sexo en mucho tiempo. Respiró profundo para recuperar el aliento y relajarse…
Vaya, no puedo creer que haya hecho eso…
El policía llegó hasta su patrulla, se montó, encendió el motor, para luego irse. La patrulla se fue por la calle y desapareció en la oscuridad de la noche. Ella se quedó un rato más sentada, recuperaba el aliento. Se terminó de acomodar más, la camisa, el saco, la gorra, se trató de peinar torpemente con las manos. Una vez terminó, se recostó, haciendo un recuento de lo sucedido.
Recordó cada parte, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Tenía un buen rato, que no se divertía de esa manera. Había sido una experiencia entretenida, suspiró de satisfacción, prendió el auto y arrancó. El taxi siguió a toda velocidad por el callejón en la noche.