Todos pasamos por épocas más oscuras. Momentos en los que perdemos tanto el sentido de lo que hacemos, que nos olvidamos de reparar en alguno de los aspectos más básicos de la vida.
Aquí hemos venido a jugar, a ser felices; y sin embargo, siempre hay momentos de oscuridad, donde nos olvidamos de buscar el verdadero objetivo para vivir con el piloto automático puesto.
Así que ahí me encontraba yo, en ese punto, con más sombras que luces. Viviendo sin mucho sentido, intentando que los días pasaran rápidos, sin mucho tiempo para pensar. Evitando pensar en el trabajo, el cual ya no me hacía sentir lleno. Aplicando parches día tras día, para evitar encontrar las carencias que me rodeaban.
Un trabajo que en ese momento no me hacía feliz, una relación rota y un estado anímico bajo derivado del desorden diario que practicaba desde la pandemia, fueron hecho más que suficientes como para replantearme todo.
Primero fue el cambio en el trabajo, estaba decidido. El dinero no siempre va por delante, y este era uno de esos momentos. Ese cambio provocó un efecto dominó, un cambio en la rutina que llevo a un camino más recto, riguroso, y enfocado a la salud, física y mental. Cambiar hábitos para cambiar tu vida, volver a lo que te hacia ser feliz. 2 de 3 completados, pero entonces llegaron los pensamientos que faltaban.
En que momento había decidido renunciar a mis gustos? No entendía como había dejado de buscar alguien afín, que me comprendiese. Tras años de relaciones esporádicas, de batacazos sentimentales, de ocultar mis gustos y camuflarlos, llego el momento de replantearse todo… Llevaba mucho tiempo sin practicar bdsm, había cejado en cualquier empeño por encontrar alguien afín, con quien poder ser yo, con quien poder vivir el bdsm. Me había centrado en satisfacer al resto, en ser uno más, que liga de noche, que se va con la primera que pasa. En tener sexo normativo con alguien cuyo nombre desconozco. Pero mi yo interior sabía que eso no funcionaria, que lo que nos llenaba era el conocer, confiar, y pecar. Así que decidí que ahí se terminaría, que esperaría a que ese perfil que necesitaba, se presentase en forma de oportunidad, eso sí con grandes dosis de fantasía y siendo sabedor de la dificultad que entrañaba.
Y sin embargo, cuando menos buscaba, y cuando fui capaz de renunciar a cualquier encuentro que no aportase lo que yo necesitaba, apareció ella. Casualidades del destino, como si un ente, se encargase de tomar decisiones, fue necesario esperar hasta el momento de abrir los ojos, llegar al límite, para que esa oportunidad que uno solo fantasea apareciese.
Todo surgió en una conocida red social bdsm, ahí estaba su mensaje. 1 foto, poca descripción, menos información… no era el tipo de perfil en el que uno se fija de primeras.
– Hola, me llamo Sara. Estoy iniciándome, vi tu perfil y me ha llamado mucho la atención. Te apetece charlar un poco?
A priori, todo caminaba hacia un perfil falso. Nada más lejos de la realidad, en cuanto comenzó la conversación nunca más pudo terminar. Una sola tarde fue suficiente para mudar la charla a una conocida App. Primeras fotos, primeros audios, primeras sensaciones… Como puede aparecer algo así? Como puedes encontrar, sin querer, una mujer que se adecua a ti de una forma tan grande. Tantas cosas en común… que llegas a no creerlo.
– Que te llamó tanto la atención de mi perfil?
– Bueno, un poco todo. Me gustaste tú. Tu descripción me transmitió confianza. Tus fetiches y gustos casan con los míos. Y tu estilo de vida también, eres como yo, no paras, viajas seguido, siempre descubriendo. Eso es lo que más me llamo la atención. Es tan difícil encontrar a alguien que entienda este modo de vida…
Y no le faltaba razón. Llevaba casi 10 años viajando continuamente. Por trabajo, por ocio, por mil motivos, pero siempre en movimiento. Quizás fue uno de los motivos que me llevó a continuos batacazos, a conflictos emocionales, a sentirme condenado a estar solo… pero también a sentirme vivo. Y entonces apareció ella, con una atracción inevitable. Pequeñita, delgada, morena. Amante de los tacones. Sumisa, de las que aman estar sometidas, pero no entregarse, de las que les gusta sentirse forzadas. Una mujer de carácter, que por dentro nada más que deseaba ser sometida a la fuerza.
No se cuanta información nos intercambiamos en los siguientes días, pero en breve tiempo nos habíamos conocido, y convertido en inseparables. Hablando cada día, en diferentes momentos. Sobre la vida, sobre el trabajo, escuchándonos, dando consejos… y también con sus momentos subidos, fantasiosos y eróticos. Todo subió de tono y temperatura durante la madrugada de un lunes. Una llamada, y dos horas de continua fantasía. Su yo más privado aflorando, diciendo cosas que solo había llegado a pensar, abriéndose ante un ''desconocido'', reconociendo aquello de lo que había huido. Ella, mujer fuerte e independiente, deseando ser atada y follada, a la fuerza, sin poder negarse. Ese día la noche acabo con una de las mejores relaciones a distancia nunca realizadas. Y fue ahí donde decidí que tocaba dar el siguiente paso.
– Hola, como estas? Escucha, me gustaría verte, voy a ir a casa mañana así que no se si te parece bien, pero había pensado en hacer noche ahí y nos podemos tomar un vino…?
-La verdad me encantaría
Así que comencé a preparar el equipaje. Será capaz de que pase algo en la primera cita? La verdad que desde el primer momento estaba convencido de llevar juguetes. Ella era novata en el mundillo, y estaba deseando probar, más allá de la fachada dura que trataba de mantener. Nunca había sentido tal confianza con alguien y no lo iba a dejar pasar.
Así que llegó el día y allí me plante. Check in en el hotel, ducha, y material preparado. Me bajé al bar y allí estaba ella. Vestido azul, escotado. Cuñas azules altas. Y esos ojos de infarto que ya había visto en fotos.
El click fue instantáneo, pedimos dos vinos y comenzamos a charlar de todo. Fluía esa química que consigue nublarte el imaginario, que te pone en modo avión mientras te imaginas con esa persona. Miradas directas a los ojos que duraban una eternidad, que hablaban por si solas. Hasta que llegó el momento:
– Te apetece subir? Te puedo enseñar algún juguete?
– No sé si confió tanto en ti jiji
– Sino no estarías aquí
– Me puede más el morbo
– Pues no se a que esperamos
Montamos en el ascensor, donde ya no fuimos capaces de reprimir más el morbo. Comenzamos a besarnos como dos adolescentes, mientras palpaba cada rincón de su anatomía. Ella me intento agarrar la cara, pero siendo yo más veloz, agarré sus muñecas fuerte y las lleve a su espalda. La gire bruscamente y la apoye contra el espejo:
– Mírate! Te ves? Que ves? Ves esa cara que tienes? Te tengo como quiero, y no puedes más que chorrear. Ahora vamos a la habitación y vas a obedecer como la perra que eres. Si?
– Si, mi señor…
Llegamos al cuarto y la senté al borde de la cama:
– Si tienes algún límite es momento de que lo digas…
– No tengo señor. Como sabe me estoy inici (la interrumpo)
– Háblame de tu!
– Como sabes, me estoy iniciando. Desconozco muchas prácticas. No me gusta el dolor extremo ni la sangre. Me gusta dar guerra, y la voy a dar. Asumo el castigo que eso conlleve.
– Escoge la palabra de seguridad. La que quieras. Si estas amordazada, sacaras aire por la nariz 3 veces muy rápido
– Mmm rojo, esa será la palabra
– Muy bien. Desnúdate!
– No pienso hacerlo. Hazlo tú si quieres…
– Le tienes cariño a esa ropa? Yo te voy a atar desnuda, de ti depende si lo hacemos fácil, o tengo que arrancártela a tiras…
– Prométeme una cosa. Prométeme que vas a hacer lo que te plazca, sin juzgar si es correcto o no. Que me vas a forzar sin piedad, y que vas a hacer lo que te apetezca y te haga gozar, y no vas a parar salvo que escuches la palabra.
– Prometido!
Ella se desnudó de cintura para arriba, a sabiendas de que el resultado final sería el mismo. Pero yo había ganado la primera batalla. Me acerque lentamente, preparando las esposas en mi mano. Se fue moviendo por arriba de la cama, como un felino que se prepara para luchar, aunque sabía que no podía hacer nada por evitar su destino. Fue un pequeño forcejeo el necesario para tenerla tumbada boca abajo, con las manos en la espalda. Se movió y protestaba, intentando zafarse, pero en cuanto escucho el cierre metálico, fue consciente de su destino. Todavía asimilaba la situación, cuando un aro hueco se alojaba entre sus mandíbulas impidiendo articular palabra ni cerrar la boca. Era un cumulo de sensaciones el que se apoderaba de ella, sintiendo el frio del metal, la presión de las esposas, la mandíbula durmiéndose y la baba comenzando a recorrer su cara.
Tanto fue así que ni consciente fue de que, en cuestión de segundos, ya estaba desnuda de cintura para abajo. Cuando se quiso dar cuenta, eran las cuñas la única prenda que adornaba su cuerpo. Se movía, miraba en todas direcciones, con esa respiración agotada característica de aquel que está experimentando ese cúmulo de sensaciones. Excitación total, a la par que miedo a lo desconocido. Una situación realmente incomoda que la tenía loca.
Procedí a inspeccionarla, comprobando con mi mano derecha que la humedad de su vagina era ya más que palpable. Saqué una capucha negra, que impedía cualquier paso de luz, y se la puse. Protestó por la situación, sin obtener nada a cambio, más que otras esposas en los tobillos
– Me voy a duchar, no te vayas lejos…
De fondo, se escuchaban murmullos insonorizados. Me duche con calma mientras preparaba su primera prueba. Para ella iba a ser una noche larga, así que la quería bien limpia y preparada. Termine la ducha, y procedí con su parte. Llene una pera lavativa de agua templada, y fui a buscarla a ella. Capucha quitada, pies liberados de calzado y esposas, y procedí a llevarla hacia la ducha. Su cara se estremeció cuando vio ese aparato en mi mano. Sin darle ni una explicación, la puse de rodillas, con su cabeza apoyada sobre la bañera, e introduje el principio del conducto. Su cara cambió, aunque tras mi explicación, cuya única función era evitar que sufriese daño, se mantuvo en posición. Comenzó a notar el agua caliente fluyendo intestino arriba. Calambres recorrían su estómago, pero tenía que aguantarla en su interior. La vergüenza hacia que la aguantase el mayor tiempo posible, lo cual era bueno para mi intención de dejarla bien limpia, aunque llegado un punto, su capacidad se desvanecía y tenía que soltarlo todo. Yo aprovechaba ese tiempo entre evacuaciones para forzar su boca y obligarla a realizarme una mamada. Su cuerpo se debatía entre atender a mi pene rozándole la campanilla, y apretar el esfínter. Hasta en 4 ocasiones repetimos maniobra, momento en el cual comprobé que, tras casi una hora, su intestino estaba más que limpio. Así que solo quedaba un pequeño baño de agua fría y secarla.
La lleve hasta la cama, y decidí que por ser su primera vez, iba a ser un buen chico. Necesitaba engancharla, que nunca olvidase esa noche, que después de esas sensaciones, no quisiera nunca más volver al sexo vainilla. Así que ese día iba a ver la cara afable del bdsm. Tumbada boca abajo, comencé a jugar con su culo. El lubricante corría perineo abajo hacia su vagina, mientras estimulaba su ano, sintiendo como cada segundo que pasaba, se iba preparando. Entró un dedo, luego dos, luego tres. Sus ojos se cerraban, mezclando gusto, morbo y una pizca de incomodidad, pero empujando sus nalgas hacía mi, pidiendo que eso no cesase. Así que prepare un plug vibrador, lo introduje y lo active. Un calambre recorrió su cuerpo, bailando al ritmo del vibrador, que no paraba de moverse en secuencias que se repetían, y que tenía pila para horas.
Sin perder más tiempo, le di la vuelta. Me miraba a los ojos pidiendo que eso no terminase nunca, pero no le iba a dar el placer de controlarme con la mirada. Le quite el aro de la boca, que le dejo un rastro de saliva por toda la cara. Aproveche esa lubricación natural para follarle la boca durante un par de minutos. Estaba tan cachondo que la primera corrida se alojó por su boca, provocándole casi un atragantamiento. Ella esperaba paciente a que retirase mi miembro de su boca, y poder esparcir mi semen a lo largo de su cuello y cara, pero no sabía que mis planes eran otros. Así que en un movimiento rápido, le tape la boca haciéndole tragar todo. Antes de poder escuchar su voz, le puse otra mordaza, una de bola esta vez, que consiguió que solo pudiese emitir algún gruñido. A esto le siguió un pasamontañas, con el hueco de los ojos cosidos. Dos agujeros en la nariz y el hueco a través del cual se veía la bola roja que cerraba su boca, eran los únicos orificios de la prenda que adornaba su cara. Lo ajuste bien abajo al cuello, y por encima le puse un collar, el primero que recibía con esa connotación, y que a día de hoy conserva. Cerrado con un candado el broche, sus sentidos se veían limitados a escuchar a duras penas, y sentir, sobre todo sentir…
Me baje hacia sus piernas, no sin antes dejar dos pinzas en los pezones. El dolor que causaban se fusionaba con el estremecer que el plug en su ano causaba. No paraba de bailar al son del automatismo, sintiendo que un calambre recorría su interior cada segundo, causándole placer como nunca antes. Mientras, mi lengua se enredaba entre los dedos de sus pies, disfrutando de una pedicura de 10, y gozando de un fetiche que me acompañaba desde que tengo uso de razón. Pasaron minutos lamiendo piernas, muslos, plantas de los pies, viendo cómo se retorcía de placer. Cogí un rollo de cinta y ate sus tobillos a sus muslos, de forma que sus piernas ya no podían ser cerradas.
Ella, que ya estaba al límite, comenzó a gemir como nunca antes cuando mi lengua comenzó a recorrer cada esquina de su vagina. Cuando mi respiración caía directamente sobre su clítoris, al que mi lengua acompañaba. Atada, sin que nadie le hubiese preguntado, por la fuerza, y comida de arriba abajo. Una sensación que no aguanto más cuando un vibrador acompaño a mi boca en las obras que se estaban llevando a cabo sobre su sexo. Fue así que en cuestión de unos segundos, y tras varios espasmos, emitió una corrida, la cual confeso a posteriori que había sido la primera de su vida así, que inundo mi cara y pecho en sus fluidos.
Sin tiempo siquiera de recuperar la respiración, boca y vibrador seguían trabajando sin descanso. Detrás de la mordaza, gritos que por momentos parecían más de dolor, pero que venían de un placer inigualable nunca antes recibido. Minutos y minutos de un vibrador en el culo, uno en el coño, y una lengua haciendo estragos. Por momentos, los dedos se unían a esta fiesta provocando más y más fluidos a presión, y una mujer retorciéndose de lado a lado, cada vez que, en medio del placer, todos los miembros implicados cesaban actividad, dejándola a medio sentir, para volver a comenzar después. Paradas que suponían un infierno momentáneo, pero que implicaban un clímax digno de otra galaxia.
No sé cuántas veces llego a eyacular, pero ver a alguien de esa manera, retorcida de placer, entregada por completo… no hay mayor placer. Así que una vez que se atisbaba el final, que la excitación mía era también máxima, procedí a culminar con un encuentro frente a frente que dibujase la esencia de la noche. Pasamontañas fuera, mordaza fuera. El glande a punto de estallar, rozando la entrada de su lugar secreto. Sus caderas empujando con la intención de sentir dentro a la persona que más placer ha logrado en ti nunca. Empecé a entrar, lentamente, sintiendo el calor de sus paredes invadiéndome, y una vez dentro me recosté sobre ella. Comenzó un bombeo agresivo, acompañado de mis ojos mirándola de forma fija como hacíamos horas antes con una copa de vino en la mano. Mi mano derecha sobre su garganta y la izquierda agarrándole el pelo, mientras nos fundíamos en besos interminables, que solo se interrumpían por mi lengua lamiendo toda su cara, mordiendo cada rincón de su cuello. Una corrida con un final exhausto, tumbados uno al lado de otro. Ella, inamovible, todavía atada, luchando por recuperar las fuerzas.
Ya desatada, y totalmente sometida, me pidió permiso para abrazarme. Fue un rato grande de cuidarse, de mimarse, de mirar por el bienestar de la persona que se había entregado a ti por completo, entregando incluso su seguridad e integridad. A veces, solo unas caricias hacen más que mil palabras. Fue vivir todo aquello que nunca antes había hecho, renunciar al sexo rápido, vacío, sin sentimiento… no se trata de buscar una relación, lo nuestro no lo era. Se trata de que te entregas por completo a alguien y ese alguien a ti, y esa confianza se ve reflejada. Se trata de la complicidad, de la química, no se reduce al amor. Esa persona, que antes dejaba que le follases la boca, ahora es tu mejor amiga, y eso has de cuidarlo. Una ducha juntos culmino esa complicidad. Ella, sumisa como nunca antes, decidió arrodillarse para darme una última mamada, exprimiendo las últimas gotas de mi ser. La noche terminó, los dos nos acostamos, abrazados, como dos amigos que se habían entregado al otro, que habían puesto de su parte para que la otra persona pudiese experimentar sus placeres, con la gran suerte de que ambos se complementaban.
No sé como terminará esto, qué nos deparará el futuro, pero lo que si supe desde el primer momento, es que era ella lo que faltaba, y que quizás me enseño ella más a mí, de lo que yo nunca le voy a enseñar a ella.