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La ruta hacia el hotel
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Para Antonio, la vuelta a casa representaba la peor parte de su día. Tras largas horas de agotador trabajo, el destino lo obligaba a encarar un autobús atiborrado de pasajeros. Viajar de pie se había convertido en una rutina ineludible para él. La fatiga se aposentaba en su cuerpo, y la masa de gente apretujada parecía arrastrarlo en un flujo constante de desconocidos.

El viaje de retorno se extendía por aproximadamente una hora. Y tras cuarenta minutos de recorrido, una buena parte de pasajeros ya había descendido. No obstante, todos los asientos continuaban ocupados, aunque Antonio agradecía al menos ya no tener que soportar viajar apretado.

De vez en cuando, cerraba los ojos para dar un breve descanso a su vista, aunque sus pies seguían sin encontrar relajación. Hubo un fugaz instante en el que se dejó llevar por un sueño de un segundo, pero afortunadamente, despertó antes de precipitarse al suelo. Decidió entonces mantener sus ojos bien abiertos, asegurándose de evitar cualquier posible accidente.

Su mirada comenzó a explorar el interior del autobús. Observó a personas que dormían con la boca abierta, parejas entregadas a besos apasionados y amigos que compartían animadas conversaciones. Sin embargo, su atención se detuvo de inmediato al toparse con las nalgas más impresionantes que había tenido el placer de contemplar. El dueño de tal atributo estaba de pie a menos de un metro de distancia, vestido con ropa deportiva: un polo, short y zapatillas. Era evidente que acababa de concluir un partido de fútbol, como lo indicaban el sudor seco en su rostro y lo sucio de su atuendo.

Antonio posó la vista durante demasiado tiempo en aquel trasero, lo que hizo que el dueño de tan magnífico atributo se percatara. Miró fijamente a Antonio, quien, al verse sorprendido, volteó el rostro avergonzado.

El transporte hizo una parada en el antepenúltimo paradero, y un grupo adicional de pasajeros desembarcó, liberando varios asientos. Antonio se acomodó velozmente en uno junto a la ventana, suplicando en silencio para que el dueño de aquellas cautivadoras nalgas también hubiera descendido. La vergüenza que sentía era tan abrumadora que optó por fingir que dormía, con la esperanza de evitar cualquier contacto visual con aquel individuo, por si acaso seguía a bordo del bus.

Después de un rato, Antonio percibió que alguien ocupaba el asiento adyacente al suyo, y de inmediato sintió el roce de esa persona en su pierna. Mientras observaba de reojo con asombro se dio cuenta que se trataba del mismo muchacho de las asombrosas nalgas. Entre todos los asientos que estaban desocupados, él había optado por sentarse justo a su lado y le estaba rozando la pierna. Antonio pensó que era demasiado bueno para ser real.

Era claro que ese joven estaba interesado en él. Antonio respondió al roce con otro roce, y al instante, intercambiaron miradas cómplices.

El bus se detuvo en el penúltimo paradero, y esta vez, a diferencia de la parada anterior, Antonio anhelaba fervientemente que su compañero de asiento no se bajara allí. El joven permaneció a su lado, y el vehículo continuó su trayecto. Antonio deseaba entablar una conversación, presentarse, indagar su nombre y, sobre todo, entregarse a la pasión que sentía, pero no podía hacerlo. Una anciana ocupaba el asiento detrás de ellos, así que debía esperar hasta llegar al último paradero para entablar una conversación en la calle. Mientras tanto, seguían jugando de manera sugestiva. Los roces persistieron, no solo con las piernas, sino también con las manos, lo que avivó aún más su excitación.

Finalmente, llegaron al último paradero. Al levantarse, ambos se esforzaron por disimular sus erecciones, aunque al joven de las magníficas nalgas le resultaba más complicado, dado que llevaba un short deportivo. Por suerte, los escasos pasajeros que aún quedaban estaban más preocupados por descender del bus y regresar a sus hogares, por lo que no prestaron atención a la excitación del joven. Antonio y el chico de las notables nalgas caminaron en silencio por un breve trecho, uno junto al otro, hasta que se alejaron del resto de los pasajeros.

Antonio: Hola.

Nalgón: Hola.

Antonio: ¿Cómo te llamas?

Nalgón: Pedro.

Antonio: Mucho gusto, Pedro. Mi nombre es Antonio.

Pedro: Igualmente.

Antonio: ¿Cuántos años tienes, Pedro?

Pedro: Tengo 20 años. ¿Y tú?

Antonio: Yo tengo 27 años. ¿Vienes de jugar fútbol?

Pedro: Sí, hoy tuve un campeonato con mis compañeros de la universidad.

Antonio: ¿En serio? ¿Y qué estudias?

Pedro: Farmacia y Bioquímica.

Antonio: Interesante. Yo estudié administración. Por cierto, ¿vives cerca de aquí?

Pedro: En realidad, mi parada es la penúltima, pero al ver que tú no te bajabas, decidí continuar el trayecto contigo. Quería conocerte.

Antonio: Y yo a ti. Estaba rogando para que no te bajaras hasta el paradero final.

Pedro: Jejeje… Bueno, no lo hice, y aquí me tienes.

Antonio: ¿Sabes? Pensé que te habías molestado cuando te diste cuenta de que miraba el trasero.

Pedro: Jajaja… No, más bien me sentí halagado al ver la cara de imbécil que pusiste.

Antonio: Jajaja… Pero tienes que reconocer que tienes unas buenas nalgas. Y como dices tú, me quedé imbécil al verlas.

Pedro: Sí, lo sé. Mis amigos bromean de eso en la universidad. Y creo que uno de ellos tiene un interés especial, pero prefiero no involucrarme con personas de la universidad para evitar problemas.

Antonio: Me parece bien. Y bueno, como me gusta ser directo, y dado que parece que nos agradamos mutuamente, ¿qué te parece si nos dirigimos a un lugar más tranquilo?

Pedro: ¿A un hotel?

Antonio: Conozco uno cerca de aquí.

Pedro: Vamos entonces.

Ya una vez dentro de la habitación del hotel, Antonio no pudo contenerse.

Puso a Pedro contra la pared para besarlo, sin hacer caso de su solicitud de que lo dejara ir a tomar una ducha primero. Le dijo que le excitaba su sudoroso aroma mientras lo besaba.

Su traviesa lengua exploraba la boca de Pedro con pasión, sus manos apretaban firmemente las nalgas que se erguían sobre el short. A pesar de que las manos de Antonio eran de buen tamaño, parecían no ser lo bastante grandes para aquel imponente trasero. Luego, se arrodilló y logró que Pedro girara sobre sí mismo, deslizando el short hacia abajo para revelar esas impresionantes nalgas.

Era, sin duda, un trasero maravilloso: redondo y completamente lampiño. Antonio abrió las nalgas de Pedro y enterró su nariz con desesperación. La cálida respiración sobre aquel lugar hizo gemir a Pedro, y la lengua ondulante de Antonio lo hizo gemir aún más. De vez en cuando, dejaba de lamerlo para mordisquear sus nalgas. Antonio parecía estar decidido a saborear cada centímetro de ese trasero.

Pedro estaba claramente excitado y ansioso por la siguiente fase. Le dijo a Antonio que deseaba sentirlo dentro suyo y no tuvo que pedirlo más de una vez. Antonio se puso un condón que había comprado en la recepción del hotel y penetró a Pedro sin contemplaciones. Esto era exactamente lo que a Pedro le gustaba, y Antonio estaba más que dispuesto a satisfacer sus deseos. Mientras lo embestía con intensidad en posición de perrito, tiraba de su cabello con una mano y le daba fuertes nalgadas con la otra.

Pasados unos cincuenta minutos, con los cuerpos bañados en sudor y Antonio aún dentro de Pedro, ambos estaban al borde del clímax. Entre jadeos, Antonio le susurró a Pedro, preguntándole dónde quería su leche. Con una mirada lasciva, Pedro le respondió que la quería en su cara. Antonio se quitó el condón apresuradamente y, con precisión, apuntó hacia el rostro de Pedro, cubriéndolo con una espesa capa de semen mientras un gemido ahogado escapaba de sus labios, culminando así un encuentro sucio, pervertido y deliciosamente placentero.

Después de aquella experiencia, Antonio y Pedro nunca volvieron a coincidir en el transporte público, pero para Antonio, el regreso a casa ya no era la peor parte del día. A partir de entonces, buscar un compañero para hacer la ruta hacia un hotel, como lo hizo con Pedro, se convirtió en su pasatiempo favorito.

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MrMorbo
MrMorbo
Soy un entusiasta escritor de relatos cortos con temática gay a los que le doy su buena dosis de erotismo para que disfrutes al máximo. Tus comentarios siempre serán bienvenidos, así que no dudes en dejarme saber lo que piensas. Por cierto, sería genial que puedas seguirme en Instagram 😉

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