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La renovación de contrato
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Tiempo de lectura: 16 minutos

Hola. Ya me conoces seguramente. Soy Carla, de Arequipa, Perú. Esta vez, contaré lo que me pasó cuando accedí a lo que podríamos llamar mi primera relación laboral.

En aquella época, estudiaba en la facultad de derecho, tenía 20 años y había terminado el cuarto semestre (había perdido un año por no estudiar como se debe). Vivía en un cuarto de pensión con una amiga, cada quien en su habitación y desayunando vimos un anuncio en el periódico.

Se trataba de una convocatoria para estudiantes de derecho, economía, administración y contabilidad para cuatro plazas de fedatarios en una institución estatal. La paga no era mala, seiscientos soles mensuales, contrato por tres meses. No lo pensamos más y nos fuimos a inscribir.

A la semana salieron los primeros resultados y estábamos en la relación. Pasamos a la siguiente etapa y finalmente obtuvimos las vacantes. El día que fuimos a firmar nuestro contrato, el jefe de la división donde trabajaríamos era un señor de unos cuarenta años, simpático, no muy agraciado, de buen porte y algo serio. Nos indicó a las cuatro chicas que ingresamos las funciones que debíamos hacer que en buena cuenta era salir a la calle a verificar que los negocios cumplan con sus obligaciones, y nos presentó a nuestros compañeros de oficina. Al final el grupo operativo éramos diez fedatarios, seis chicos y nosotras cuatro.

Para suerte a Susana (mi amiga) y a mi nos tocó los primeras dos semanas hacer trabajo en oficina, llenando información en la computadora (el trabajo estaba atrasado) y formando expediente de cada negocio intervenido, mientras las otras dos chicas a quienes no conocíamos salían a hacer trabajo de campo.

El trabajo en la oficina era súper tranquilo. Salvo las miraditas medio mañosas de los compañeros. Daniel era un fedatario de 28 años, morenito, musculoso y hablador. Desde el primer día me cayó en simpatía. El ambiente era bonito, mucho compañerismo. Lo único “malo” es que los chicos eran muy toquetones. Cada vez que les pedía favor por alguna cosa se me acercaban mucho a hablarme o si estaba sentada apoyaban su mano en el hombro. Al principio me incomoda un poco, pero ya luego me fui acostumbrando. Demás está decirles que la primera semana no gaste nada en refrigerio pues uno a uno me fueron invitando a salir a almorzar. Que mas quiere una que le inviten el almuerzo y pasar un momento en compañía.

Pero luego vino el cambio. Las dos chicas que habían salido ahora se quedarían en la oficina y nos tocaría a nosotras hacer trabajo de campo. El doctor Solis, nos llamó a su oficina. Allí estábamos Susana, yo, Daniel y Alex.

– Chicos, escojan con quien quieren salir en parejas. Necesito que les enseñen todo para no tener inconvenientes. Ustedes (dirigiéndose a nosotras) no se preocupen, cualquier cosa, se la comunican a mis muchachos y no pasa nada. Ok. Bien, vamos a trabajar. Buena suerte.

Salimos y los chicos nos empezaron a explicar lo que tendríamos que hacer. Tenía algo de nerviosismo. Nunca había estado frente al dueño de un negocio y explicándole si hizo bien o mal o dejándole una acta de las irregularidades cometidas. Me dio algo de miedo.

Salimos en la camioneta de la institución y se quedaron Alex y Susana. El vehículo siguió su marcha varias cuadras más y Daniel le dijo al chofer que parara. Aquí nos quedamos Carla. Bajamos.

– Mira, solo en este negocio vamos a entrar juntos. Mira y aprende ah.

– Ok

Entramos, y el con mucho aplomo llevó a cabo la intervención. No me pareció complicado.

– Viste. Nada difícil. Ahora vamos a hacer lo siguiente. Tú estos dos negocios de esta cuadra y yo estaré en la cuadra paralela. Cualquier cosa me buscas.

– Me vas a dejar sola?, pregunté.

– Tranquila. Todo te saldrá bien.

Y Se dio media vuelta dejándome paradita. Respiré y me dirigí al local. Entré y repetí casi textualmente lo mismo que Daniel había dicho antes y para suerte mía, todo salió bien. Salí del local y él me estaba esperando a media cuadra. Fui a su encuentro e instintivamente lo abracé.

– Vez que no era difícil, me dijo.

Y así se fueron pasando los días al lado de Daniel. Me invitó a almorzar todos los días por cierto y compartía casi todo el día con él. Hasta que llegó el viernes.

– Carla, hay arrancamos temprano y lo hacemos al toque ya que debemos cerrar como se merece la semana.

– Ok.

Con la experiencia adquirida, terminamos casi a la una. Nos encontramos en la esquina acordada sonrientes de haber terminado temprano.

– Vamos ahora a llenar los informes y los expedientes antes de ir a la oficina

– Claro, pero a donde vamos

– Es un sitio tranquilo, aquí a tres cuadras.

Entramos a un local, pensé yo que también haríamos un operativo allí, pero no. Daniel saludó con familiaridad al dueño y le pidió una habitación. Pagó diez soles y me dijo vamos. Yo lo seguía sin saber muy bien donde estábamos.

– Dani, dónde estamos?

– Es un hostalito caleta Carla, aquí podemos trabajar sin que nadie nos moleste.

– Un hostal?? pero…

– Tranquila bebe, voy al baño, tú empieza a llenar las actas.

Así lo hice, pero me sentía nerviosa. Fuera de la habitación se escuchaban algunas voces. Dani salió del cuarto de baño, por cierto escuché claramente el chorro en el inodoro ya que ni se molestó en cerrar la puerta. Empezamos a armar los expedientes mientras él me echaba unas miradas ya muy directas que me incomodaban. Para matizar un poco le dije y que será de Su y Alex.

– Ahh ese Alex… nunca ha podido ganarme. De seguro cae en cualquier momento. Susana no es tan pilas como tú pues.

– El también viene a terminar el trabajo aquí?

– Claro. Todos los viernes cerramos la semana. Bien, y eso es todo creo. Firma cada acta y pon tu sello y ya estaría todo.

– Me incorporé de la cama para buscar en la mochila el sello cuando de pronto siento que me toma de la cintura y me jala hacia la cama de vuelta.

– Carla vamos a celebrar nuestra primera semana de trabajo juntos.

– Daniel, nooo… que te pasa…

– Vamos te va a gustar preciosa.

Sentía sus manos apretándome los senos y su boca mordisqueaba mi cuello. Al voltear un poco me encontré frente a frente y aprovechó para besarme. No quité la cara. Dejé que me besara. El chico me gustaba finalmente, pero no era la forma. Total. Correspondí el beso y ya más calmada, seguimos tocándonos.

– Oye, no le dirás a nadie verdad. No contestó.

– Carla lo quieres hacer con o sin jebe.

– Con jebe, le dije. Hace un año atrás ya había salido embarazada por no cuidarme y no pensaba repetir la historia de buscar quien me ayude a solucionar el problema.

Me desvistió y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba desnuda completamente y él también, aunque no se había quitado las medias ni las zapatillas. Me acomodó en perrito y sin más empezó a meterme la verga. Sentía sus muslos rebotar contra mis nalgas, y el sin decir nada, solo haciendo algunos sonidos, seguía y seguía bombeándome, hasta que de pronto un ahhh salió de sus labios y se dejó caer sobre mi espalda.

– Que rico Carla…que rico.

– Si Dani… estuviste bien, atiné a decir.

Mientras me vestía, y él arreglaba los expedientes, siento un gemido inconfundible en la habitación del costado.

– Oye, esa es Su.

– Ese Alex debe estar cerrando la semana también no te dije. Pero nosotros llegamos primero.

No lo podía creer. Susana estaba cachando con Alex, si ella me había comentado que él no era de su agrado. No entendía que pasaba.

Yo casi no hablaba para que no me fueran a escuchar. Cogí la mochila y salí primero de la habitación. El me seguía los pasos. Se despidió del señor que nos atendió con un “hasta luego don Luis”. Al salir traté de ver la fachada y nada. No tenía letrero ni nada que hiciera presumir que era un hostal. Durante el trayecto solo me tomó de la mano tímidamente pero no me dijo más nada. Llegamos a la oficina. Él se veía contento. Triunfador.

Los demás chicos lo miraban como preguntándole algo y él solo levantaba el pulgar derecho. Fui a mi escritorio, guardé algunas cosas y me despedí con un hasta el lunes chicos, buen fin de semana y salí de la oficina.

Seguía sin entender. Esperé con ansias la llegada se Susana. Como a la hora y media se apareció.

– Óyeme tú, perrita, le dije- Que hacías cachando con el Alex ahh??

– Lo mismo te pregunto putita… acaso tú no estabas haciéndolo con el Dani?.. Alex ya me ha contado como es la cosa… cada fin de semana tienen que terminarla cachándose a su compañera de trabajo, y el que no lo consigue tiene que invitar las chelas o algo así.

– Nooo… se pasaron. A mi me agarró de sorpresa, pero como me gusta el Dani pues me dejé. Pero tú no decías que el Alex no era tu tipo.

– Pero no sabes la pinga que tiene… es gruesota amibita.

Y así seguimos conversando de nuestra primera semana de trabajo de campo, contándonos los detalles de lo que habíamos pasado.

El lunes, nuevamente el doctor Solis nos reunió y nos indicó que zona nos tocaría intervenir. Siempre nos avisaba en el momento previo. Ustedes, ya se organizan en parejas, dijo.

Tomé mis cosas, y me dirigí al grupo: con quien voy a trabajar esta semana? Alex al toque dijo: Voy contigo Carla. Daniel tímidamente preguntó: Susana, vamos juntos te parece? Bueno contestó ella y así se armaron también las otras dos parejas.

Ya con lo aprendido de Daniel, la semana me la llevé sin contratiempos. Alex era más bien bajo, delgado, charlatán, chistosito, no era mi tipo tampoco, pero era entretenido. Así llegamos al viernes. Era obvio que Daniel le había ganado nuevamente, a pesar que Su no era tan rápida como yo.

– Bueno Carla, imagino que Daniel ya te dijo que antes de retornar a la oficina hay que terminar el trabajo en el localcito.

– Si, lo bueno es que ya he ido avanzando un poco mientras terminabas tu intervención.

– Vamos entonces. Me tomó de la cintura, lo que no me gustó mucho, logrando zafarme al doblar una esquina.

– Que tal Don Luis, una habitación por favor. Dos horitas ya sabe.

Entramos. Tomé los papeles y me puse a ordenarlos. El también hacía lo propio. Pero cada que podía me acariciaba el hombro y me arreglaba el cabello.

– Terminé, y tú?

– Casi, solo me falta que firmes todas las actas.

– Ya está. Todo listo y ahora me vas cachar o que estas esperando, mira que solo has pagado por dos horas.

Le gané el vivo. Se sorprendió. Dentro de mi esperaba ver esa verga gruesota como decía Su.

– Mira tengo unos jebes con espuelas. Lo has probado.

– No. Va a ser la primera vez. Ojala se sienta bien.

Se paró frente a mi. Le bajé el cierre y se la saqué. De verdad era gruesa, negra, maloliente tal vez, igual me la metí en la boca y se la chupé. Me desvistió y me dijo te voy a hacer patas al hombro Carlita. Me alzó una pierna, yo acomodé la otra y me acercó esa cosa fea y gruesa hacia mi conchita. Sin más, me la introdujo. Entendía ahora los gemidos de Su. Realmente esa tranca se hacía respetar. Me tuvo así un tiempo y me pidió que me volteara. Me puse de perrito y así terminó su faena.

Nos vestimos y salimos justo cuando Dani y Su subían a un taxi. Llegamos casi juntos a la oficina, y mientras nosotras acomodábamos nuestras cosas, ellos se reían y cuchicheaban con los otros fedatarios.

Las cuatro semanas siguientes fue lo mismo. Cada viernes terminaba enculada con un nuevo compañero. Pasó con Ernesto, Fernando, Iván y Martin. Los seis fedatarios nos habían aplicado sin mayor esfuerzo. Como era obvio en la oficina empezamos a tener nuestra fama. Y no solo en la división de auditoría, sino que chicos de otras divisiones empezaron a buscarnos e invitarnos a salir.

Yo estaba contenta. Me gustaba tirar y encima el trabajo no era tan pesado y los 600 soles mensuales me permitían pagar la pensión en la que vivía y comía por unos seis meses, sin tener que molestar a mis padres pidiéndoles dinero o estirándolo para poder darme mis gustos, así que no iba a incomodarme por pequeños detalles.

Habiéndonos conocido todos y ya en confianza, nos fuimos de juerga un sábado. Había un festival de música y fuimos en mancha todo el grupo. Bailamos, bebimos, todo chévere. Pero éramos seis chicos y cuatro chicas. No cuadraba el asunto. Para suerte mía, decidieron jugárselo a la suerte. Quien ganaba tenía la posibilidad de escoger. Así los dos últimos se quedarían sin nada. Jugaron al tradicional yan ken po y ganó Fernando. Y obvio, escogió a las más bonita. Volvieron a jugar y ganó Martín. Escogió a Claudia. Ganó Alex y escogió a Bertha. Yo estaba temblando. Pero finalmente ganó Dani y escogió a Su. Ernesto e Iván se fueron derrotados a buscar por ahí.

Alex paró un taxi y Martin otro. Subimos dos parejas en cada taxi y nos dirigimos al hostal de siempre. Creo que me tocó la misma habitación. El olor era el mismo. Inconfundible. Con los tragos encima, y la arrechura a mil, no fue nada difícil para Fernando penetrarme. Ya con más confianza, esta vez, disfrutamos más. Siempre con jebe para cuidarnos. Ese piso era un concierto de gemidos y risas de una y de otra sabiendo lo que estábamos haciendo.

Ya al salir Su me estaba esperando. Tomamos un taxi y nos fuimos a nuestra pensión.

El lunes, todos en el trabajo como si nada, saludándonos con confianza, pero nada más, como si nada hubiera pasado. Era genial realmente. Le llamaban trabajo, pero para mi era una forma fácil de ganarme un dinerito y pasarla súper bien. Lo malo es que ya faltaban solo menos de dos semanas para que venciera el contrato temporal.

Alex soltó la noticia, que era probable una renovación, pero que el doctor Solís era el único que tenía la fija. Nos reunimos con Bertha, Claudia y Su y fuimos a hablar a su oficina.

– Doctor, las chicas y yo estamos preocupadas por que ya se vence nuestro contrato y no sabemos si habrá la posibilidad de una ampliación o renovación. Nos hemos sacrificado estos meses y hemos dado todo de nosotras. Nos gusta mucho nuestro trabajo y la institución que representamos. Usted cree que habrá posibilidad de una renovación?

– Mira Carla, chicas, lamentablemente no nos han dicho aún nada de Lima. Pero es muy probable que así sea. Yo les confirmo el viernes a más tardar. Ahora sigan trabajando muchachas.

Me quedé triste. Algo en mi sabía que ya no nos renovarían. Bueno finalmente nos dijimos con Su, que había valido la pena. Ganamos una platita, nos divertimos mucho, conocimos gente de la institución, y eso nos serviría como curriculum para un siguiente trabajo.

El martes, el doctor Solís nos mandó llamar. Chicas, nos dijo en tono lastimero, lo siento, pero de Lima me indican que no habrá renovación. Lo más que podemos hacer es tomar una plaza por tres meses más como excepción. Pero solo una de ustedes. Voy a reunirme con sus compañeros para que me hagan un informe y según su desempeño una de ustedes se quedaría tres meses más.

Salimos desmoralizadas pero con la duda de quien era la más eficiente en el trabajo y podría quedarse tres meses más. Con Su nos miramos y dijimos. Ya fue. Ya la gozamos y a la mierda. Total, ya estábamos por empezar el semestre en la universidad y ya nuestros enamorados llegarían de viaje para estudiar.

Al día siguiente me llama el doctor Solis a su oficina.

– Carla, mira yo quería hablarte sobre la renovación de contrato. He revisado el file de las cuatro y veo que tú podrías ser la elegida. No he hablado aun con los chicos y la verdad poco me importa. Te veo de pies a cabeza y eres tú la elegida. Pero, tú sabes, siempre hay un pero. Hay un curso en Arequipa este jueves y viernes y ya aprovecho y me quedo el fin de semana. Así me relajo un poco y evito los fastidios de mi esposa al menos unos días. Pero me gustaría relajarme mucho más si es que tú me quisieras acompañar en mi estadía en Arequipa. Que dices?

– Bueno, yo no sé… pero acompañar, es decir?

– Pasarla juntos el fin de semana, como si fueras mi mujer. Así de claro te lo planteo.

– Doctor, yo… Mire es que…

– Te animas o no. Sino para ver con otra de tus compañeras.

– Pero yo trabajo hasta el viernes, como sería. O sea, está bien, acepto su proposición, pero y el trabajo y el viaje?

– Mira mamita, por algo soy tu jefe. Tú sales el viernes de comisión de servicios a las 12 am, vas al terminal y tomas el bus, yo mañana te doy el pasaje y veinte soles para los taxis, y llegas de frente al hotel donde estaré alojado. Así de simple. Pero sé muy reservada por favor.

– Ok. doctor, así quedamos entonces. No se preocupe, Nadie se va a enterar.

El jueves en portería me entregan un sobre. Lo abrí. Estada mi pasaje para el viernes a la 1 pm., 20 soles y una tarjeta del Hotel Presidente con el número de habitación.

Le dije a Su la propuesta del doctor y me dijo, no seas cojuda, son tres meses más de sueldo. Déjalo trapo así tienes chamba por tres meses más. Ok, está bien, no digas nada y más bien cúbreme el fin de semana por si llaman mis padres.

El viernes ya había hecho mi maletín con lo necesario. Salí de la oficina a las 12 pm y fui a mi pensión a sacar el maletín y partí al terminal. En seis horas estaba en Arequipa. Tomé un taxi hacia el hotel. En la recepción pregunté por la habitación 314. El encargado me dice: usted es la esposa del señor Solís, tome las llaves, si gusta va por las escaleras. La habitación está a la derecha del pasillo.

La esposa del señor Solís. No sanaba nada mal. Entré a la habitación y antes de darme un baño revisé el maletín del doctor. Olfateé no sé por qué sus prendas. Me desvestí y me di un duchazo. Justo cuando terminaba de cambiarme, llegó él.

– Hola bebe. Todo bien en el viaje

– Si doctor.

– No pues Carla. Dime Marco, si vas a ser mi mujer llámame por mi nombre.

– Ok Marco.

Mira me voy a dar un baño y nos vamos a una reunión. Ponte bella para mi. Se desnudó sin reparos, y se metió a la ducha. Revisé sus bolsillos, y en su billetera estaba su documento de identidad. 45 años, casado. Parecía menos. Lo volví a poner en su sitio y me cambié. Un vestido ceñido al cuerpo y unos tacos siete suficientes para verme regia. Sin embargo estaba sorprendida de que ni me haya propuesto tirar. Mejor para mi.

Salimos tomados de la mano, dejó las llaves en la recepción y tomamos un taxi. Al llegar al local de reunión, estaban algunos colegas de él con sus respectivas parejas. Eché un vistazo a las chicas y se notaba a leguas que eran del cuento, recontra maquilladas. Me sentí incómoda pero siempre al lado de él, escuchando las conversaciones y tomada de su mano.

Nos sentamos, bebimos, salimos a bailar y la pasamos bien. Sus amigos bailaban conmigo también, y seguíamos bebiendo. Sin querer mientras retornaba a la mesa escuché un comentario de uno de sus amigos: "oye, este pendejo se la ha traído desde Tacna… buen billete debe estar costándole". Tonta no era y caí en cuenta de que se trataba. Me puse el saco que llevé, ya que hacía algo de frío cuando una de las chicas me consulta: amiga tú servicio es por horas o toda la noche? toda la noche, contesté, ahh dijo y volvió a la pista de baile. Ya no había dudas, los chicos habían llevado a sus putitas para divertirse un rato.

La reunión siguió y de verdad la pasé bien. Pero ya era súper tarde y estábamos algo bebidos. Marco se despidió de algunos de sus amigos, me abrazó orgulloso y salimos del local. Tomamos un taxi con destino al hotel.

– te divertiste amor?

– mucho Marco. Lo besé.

– bueno ahora nos divertiremos solo los dos.

Llegamos a la habitación. Abrió la puerta y alzándome de los muslos entramos como una pareja de recién casados. Reímos por su ocurrencia.

Empezó a comerme la boca. Se sentía rico el aliento a licor. Su lengua jugueteaba dentro de mi boca salivando en demasía. Me corrió el cierre del vestido y este a pesar de ser ceñido cayó al suelo, dejándome con las tetas al aire y en calzones. Te gusta Marco? Eres divina Carla, lo eres, por eso te elegí, dijo, mientras me metía la mano a la conchita introduciendo uno de sus dedos en ella, y a su vez me besaba nuevamente con intensidad.

Se quitó el saco y se desabotonó la camisa. Yo lo besaba por todo el cuello y su pecho velludo. Hasta hoy me encantan los hombres de pelo en pecho. Le mordisqueaba los pezones y él se retorcía gimiendo. Ya verás, ahorita me toca a mi me decía. Me sentó al borde la cama mientras se bajaba los pantalones. Dejó al descubierto su verga. Era normal, algo más grande que las otras que ya he conocido hasta hoy, pero nada excepcional.

Me introduje la verga casi hasta el final. Puse mi lengua como base, como soporte para poder tragármela casi toda. Procuraba ensalivarla para que sea más fácil pajearlo con los labios. El solo gozaba haciendo ruidos y viéndome en acción. Eres una chica con experiencia por lo que veo?, me dijo. No tanto Marco, pero algo ya he vivido. Me tomó de los hombros y empezó a besarme nuevamente. Me gustas, me gustas Carla.

Me recostó boca arriba y acomodó mis piernas en sus hombros. Tomó su verga palpitante y la dirigió hacia mi conchita rosadita. No tardó nada en introducirla, sacándome un gemido de placer. Así inició la interminable penetración.

– Te gusta Carla. Te gusta cómo te lo hago

– Al parecer necesitaba aprobación. Yo no se la negaría. Me encanta Marco, eres mi hombre. Ya quisiera que mi enamorado me lo hiciera como tú.

Él se encendía cada vez más y me penetraba con más fuerza como para hacerme sentir más. Me volteó. Ponte en cuatro patas me ordenó. Obedecí sin chistar. Me puse al filo de la cama con los pies afuera y ofreciéndole mi generoso trasero. Me abrió un poco las nalgas solo para que pudiera entrar más fácilmente su verga en mi raja. Siguió dándome más verga. Yo pensé en exagerar un poco para hacerlo sentir mejor y así cumplir con mi objetivo de renovación contractual, pero no fue necesario, de verdad me estaba haciendo gozar mi jefe. Se sentía bien estando con él. No se apuraba, se tomaba su tiempo, me preguntaba si estaba todo bien. Me daba realmente el trato de esposos.

Mi amor, Carlita, ahora te voy a hacer gozar como no tienes idea, dijo, retirando la verga de mi concha. Soy tuya Marco, hazme lo que quieras.

Sin más, tomó su verga con la mano derecha y la dirigió a mi ano. Intentó, pero no pudo. Mi amor, me dijo, haz como si fueras a hacer tus necesidades, así será más fácil que te entierre mi verga. Obedecí, pujé un poco y él a su vez me la empujaba. Mi ano cedía ante la presión de su glande, pero el dolor era cada vez más intenso y por instinto apretaba el culo y le impedía su tarea. Intentó varias veces, pero dolía.

– la puta mare y justo ahora no tengo vaselina. Óyeme y no tienes alguna crema o algo así, me dijo.

– déjame ver. Me pare y busqué en mi bolso. Mira tengo una crema de manos Hinds. Marco, es que yo no lo he hecho aún por ahí, me excusé.

– no te preocupes, siempre hay una primera vez. A ver la cremita esa, ven.

Tomó la crema y se untó la verga, me echó una cantidad en mi anito, y me indicó que volviera a pujar, Así lo hice y esta vez, mi culito cedió dando paso a que esa verga entrara lenta pero dolorosamente.

– Auuu, me duele, Marco, sácamela por favor…

– tranquila Carla… ya va a pasar, relájate amor.

No podía. El dolor era simplemente intenso. Mientras el gemía y me la introducía y me la sacaba rítmicamente generándome chillidos de dolor. Por más que le suplicaba que la sacara, no me hacía caso. Seguía y seguía, lento sí, pero igual me dolía. No pude más y las lágrimas brotaban de mis ojos. No se dio cuenta. El seguía en lo suyo. Me dolía tanto que no sólo eran lágrimas, sino que un ligero sollozo empezó a oírse entre los bramidos y el sonido del catre.

– no llores amor, no llores…

– me duele demasiado Marco…

– ya va a pasar, te lo prometo princesita, así es al comienzo, ya después te pasa el dolor, mientras me secaba las lágrimas de mi rostro. Lo estás haciendo muy bien, me estás complaciendo como nunca lo han hecho.

Yo no contesté más… sólo mordía las sábanas para no gritar ante cada embestida que me daba, seguía llorando y sollozando bajito, hasta que se vino dentro.

Tenía el culito destrozado, cuando me la sacó sentí como si tuviera un agujero enorme que no cerraba a pesar de no tener ya su verga. Obviamente me había desgarrado un poco porque sentía una ardencia al contacto de mis dedos y vi algo de sangre en uno de ellos.

Fue tanto el dolor que sin querer me quedé dormida, mientras Marco acariciaba mi pelo y me susurraba al oído lo linda que era y que por esa faena lo recordara siempre, que me había portado muy bien.

Al medio día nos despertamos. Me dijo lo mucho que le gustó. Él ya se había bañado.

– vamos, báñate. Vamos a salir a pasear un poco mi amor.

Intenté pararme de la cama, pero me dolía no solo el culito sino la pierna y casi tambaleando del dolor entré a ducharme. Ya se te va a pasar me dijo una vez más.

Disfrutamos la tarde, almorzamos en un restaurante típico de la ciudad, conocí varios lugares turísticos. Siempre de la mano, como pareja, sin necesidad de escondernos de nadie. Me sentía bien. Me sentía como si realmente fuera su esposa. Me seguía doliendo mi potito, pero era más la alegría de estar con él.

Ya cerca de las 11 pm fuimos de vuelta al hotel, conversamos como iba a ser mi regreso. No te preocupes, ya tengo reservado tu pasaje de vuelta y los veinte soles para la movilidad. Yo me voy al aeropuerto temprano y tú viajas al mediodía.

Así que estando todo planeado, me dijo una vez más: para que me recuerdes siempre Carla; y empezó a desvestirse, mientras yo hacía lo propio.

Esta vez, ya con precaución había comprado no sé qué en la farmacia, pero me dijo: ya no habrá dolor amorcito, ya verás. Asumí que tendría que sacrificar mi agujerito otra vez. Y así fue. Pero esta vez, él se echó boca arriba y me ordenó que me sentara como haciendo sentadillas del gym. Poco a poco yo me iba introduciendo su verga, era yo quien manejaría el ritmo y la cantidad de verga en mi culito. Tú, mi amor, tú decides cuanto quieres comer y se ría a carcajadas. Al principio, manejé la situación, pero quienes lo han hecho así, saben que esa posición cansa demasiado, y terminas sentándote del todo, con lo que te comes la verga en su plenitud.

Me dio como unos veinte minutos. No sé si no era suficiente rapidez o si se estaba aguantando, pero no se corría. Veinte minutos con la verga adentro. Podre anito, pero se sentía bien. Me dolía sí. Mucho menos que la noche anterior. Pero también esta vez sentía placer en cada empujón que me daba. Si lo estaba gozando.

– mira te voy a hacer la puntada del zapatero, pero tienes que ponerte de perrito.

– como es eso Marco, pregunté?

– Sin más, me la metía por el culito, la sacaba y me la empujaba por la conchita y de nuevo al culito. Así mi amor, puntada adelante, puntada atrás, y se reía.

– me pareció ocurrente el nombrecito, y entre que la sacaba de un lado y la metía en el otro, descansaba de alguna manera y el dolor menguaba.

En esa posición habría de acabar. Lo presentía, pues el intercambio de agujeros se hacía más veloz, me tomó del pelo y me jalaba hacia atrás, se notaba que estaba a punto de acabar. De pronto el semen calentito desparramándose por mis nalgas confirmaban el fin de aquella sesión.

– sería lindo ser tu esposa, le dije.

– no lo eres, pero eres una chica maravillosa.

Me besó y así sudorosos, desnudos y yo llena de semen, me tapó con la sábana y nos dispusimos a dormir. Mañana debo levantarme temprano. Lo besé y con un hasta mañana amor, me acurruqué entre su pecho y me quedé dormida, estaba cansada de la noche anterior, del paseo y de esta última cogida.

– Amor… Carla… despierta…

– Abrí los ojos y Marco ya estaba bañadito y vestido a punto de marcharse. Miré la hora. Las 8:15 am. Ya estaba el desayuno en la mesita (ni cuenta me di cuando lo trajeron). Su vuelo salía a las 9:20 am. Me senté sobre el filo de la cama, y solo le dije: No te pensarás ir así no más, al menos déjame que te de los buenos días. Mientras le decía ello, le iba bajando el cierre y una vez liberada esa verga que me hizo sufrir un par de noches, la tomé con las manos y empecé a mamarla. Sabiendo que no tenía mucho tiempo apretaba lo más que podía sin causarle daño, con los dientes se la rasgaba de vez en cuando para que sintiera algo de dolor también, y así en poco más de tres minutos ya sentía los primeros líquidos que brotaban. Seguí incesante disfrutando de la verga y mientras me la acomodaba ya no pudo más y se vino el chorro de semen gomoso compacto sobre mi mejilla y mi boca. Disparó como unas tres veces. Tomó una fresa de la mesita, con ella juntó el semen que había en mi rostro y me la metió en la boca. Cogió mi calzón que estaba sobre la cama y se limpió la verga como pudo. Se subió el cierre, dándose vuelta hacia la puerta, me dijo: nos vemos mañana en la oficina. Eres una mujer preciosa. No me equivoqué contigo, y sólo espero que me recuerdes siempre.

Lo vi marcharse, mientras disfrutaba el agridulce sabor de la fresa mezclado con la deliciosa crema de leche que me había procurado mi jefe.

Me bañé, desayuné, arreglé mi maletín y salí para el terminal. Ya en el bus, sonaba en mi cabeza, su “para que me recuerdes siempre”.

Y vaya que lo recordé y muchísimo, cuando a mitad de semana nos comunicara que no habría renovación de contrato para nadie, que de Lima no habían autorizado y que el viernes hiciéramos la entrega del cargo y dejáramos el fotocheck en vigilancia. Claro que lo recordé. A pesar que el viernes al despedirse me regaló unos aretes en forma de corazón que aún conservo. Lo recordé varias semanas más, hasta que ya estudiando y con los amigos, el enamorado y las clases poco a poco me fui olvidando de todo.

Pero hoy lo volví a recordar.

Por esas cosas de la vida, conversando con unos amigos, tomé conocimiento que el doctor Marco Solís no había podido con este virus hijo de puta y había fallecido a los setenta y seis años. La noticia me cayó de sorpresa. Lo recordé. A mi memoria vinieron todos estos recuerdos. Me disculparán, pero lo mínimo que podía hacer es dedicarle estas líneas.

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Autor
Astrid Carolina
Astrid Carolina
Una mujer que disfruta de lo que la vida le ofrece.

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