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La rebelión de mi madre
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Tiempo de lectura: 4 minutos

El día es largo, tengo mucho trabajo acumulado, debo presentar informes y no creo llegar con el plazo, me levanto muy temprano y termino el día muy tarde, apenas como al mediodía y tomo varías tazas de café en el día.

Recibo varias llamadas perdidas de mi madre, pero no las atiendo por la urgencia de mis tareas.

A mis 25 años estoy luchando por un ascenso en una empresa de renombre internacional, que me permitirá tener un crecimiento profesional.

Al caer la noche llego a mi departamento en el centro porteño, pido delivery y aprovecho en la espera a llamar a mi madre.

Me atiende inmediatamente y a los pocos segundos se larga a llorar diciéndome que descubrió que mi papá le era infiel, que estaba manteniendo a una chica de menos edad que la mía, de 20 años aproximadamente.

Al principio no le creí, pensé que eran solo celos de mi madre, siempre los tuvo con mi padre que tenía una pequeña corralón de construcción y constantemente estaba viajando por la provincia en busca de nuevos clientes fijos.

Mi madre lloraba desconsolada y me decía que se había tomado unas pastillas para calmarse y dormirse, que al siguiente día hablaríamos más calmados.

Llega el delivery, pago y comienzo a comer. Mientras llamo a mi padre.

Me atiende y me confiesa que efectivamente era infiel, que está en ese momento en el departamento de quién era su amante. No había querido decirme nada para no preocuparme.

Yo tenía ganas de putearlo a mi padre, pero hacía unos meses que yo había engañado a quien fuera mi novia con una compañera de trabajo, no tenía mucha autoridad moral.

Pasan los días y se concreta el divorcio express. Mi madre le pide la mitad de los bienes a mi padre y llegan a un acuerdo para no llegar a instancia judicial.

Mi padre le deja las dos propiedades que teníamos, el auto que usaba ella y le paga el equivalente en dinero de la camioneta que se quedaría mi padre. Además el 75% de los ahorros que tenían en plazos fijos, dólares y cajas de ahorro, que no era poco dinero, pues era lo que estaban ahorrando para poner otro corralón en otra zona de la provincia y comenzar a ampliar el negocio.

En poco tiempo mi madre se quedó con la titularidad de esos bienes, y comenzó a pensar en que usar el dinero ahorrado, que negocio pondría ya que no contaría de ahí en más con la entrada del corralón.

Mi madre, tenía 50 años recién cumplidos. Nunca fuimos clase alta, pero nunca nos faltó nada, mi madre no necesitaba trabajar, solo lo hacía para tener una ocupación. Por ello es que daba clases de inglés en un colegio privado.

Eso le ocupaba unas 3 horas por día de lunes a viernes. Los ingresos que le daban eran simplemente por remuneración, no eran significativos. No podría vivir de eso. Si no ponía un negocio o se dedicaba a tiempo completo a la docencia no tendría como mantenerse.

Se rodea de sus amigas, muchas de ellas divorciadas, le dan todo tipo de consejos para salir adelante, la acompañan en su duelo.

Voy a comer a lo que sería su casa ahora, y la veo desmejorada, triste, ojerosa, descuidada, vestida como si fuera a hacer una limpieza general de la casa, que de hecho parecía estar haciéndolo, porque estaba remodelando los espacios de la casa, donde antes estaban las cosas de mi papa.

Me cuenta de sus planes, pidió más horas para dar clases, pero no sabe si se lo van a dar. Además dijo que puso en alquiler la casa quinta que teníamos, que esperaba sacar algo de ahí para pagar los impuestos y vivir junto con la docencia.

Aún no tenía idea de qué negocio poner, porque tenía mucho miedo al riesgo de quebrar, había sufrido mucho con las hipotecas, deudas y juicios del corralón de mi padre a lo largo de la vida.

Pasan algunas semanas, y vuelvo a visitarla un domingo.

Esta vez está distinta, tiene ropa nueva, más juvenil, se aclaró el cabello, está maquillada diferente. La casa tiene una decoración totalmente renovada, no queda nada de la casa familiar y de mi padre.

Tiene unas calzas deportivas, la primera vez que veo a mi madre con calzas, tiene unas zapatillas fosforescentes como usan las adolescentes.

Me dice que comenzó el gym, que va con una amiga. También está más tostada, dice que fue a un spa y solarium, cosas que no hacía mi madre docente.

Está usando una remera más escotada, por primera vez veo el escote desnudo de mi madre en mi vida. Resulta extraño verla revolver la salsa para la pasta y ver cómo sus pechos se juntan y se separan en el movimiento.

Mido 1.80, mi madre llega apenas al 1.65, por lo que la diferencia de altura me pone en una visión incómoda al ayudarla a cocinar y preparar las pastas.

El crucifijo que siempre estaba apoyado en un sweater, blusa completa o remera de algodón, ahora estaba descansando entre sus dos pechos. Se perdía entre ellos, que no eran pequeños, sino voluminosos, totalmente naturales.

Mientras me cuenta que con otras dos amigas quieren iniciar un negocio, una cafetería. Entusiasmada me cuenta que cada una pondría un tercio de la inversión y se dividirían las tareas. Que en poco tiempo tendrían todo listo para arrancar y que eso la emocionaba.

La comida está casi lista, así que como buena madre me manda a lavarme las manos al baño, no le importa que tenga 25 años ya, ella aún me trata como un niño pequeño.

Obedezco riéndome, y al salir con mis manos limpias al comedor veo a mi madre, estirándose para tomar unas copas de la alacena.

Al estar en punta de pie y estirando sus brazos, la remera se le sube por encima de la cola.

Eso permite tener ante mis ojos por primera vez la cola redonda y grande de mi madre cubierta por las calzas que revelan su forma y tamaño. Mi madre siempre uso jeans o pantalones holgados. En esas calzas se podía apreciar como la cola de mi madre estaba cubierta con una bombacha chica, no era tanga, porque el relieve mostraba la costura de una bombacha que iba de menos a más hasta su cintura.

No se veía nada, pero el relieve estaba ahí, para la imaginación.

Para romper con el momento me acerco ofreciéndome a tomar esas copas que estaban en un lugar alto.

Nos sentamos a almorzar, y al sentarme noto que debo acomodarme el bulto debajo de mis pantalones.

Miro a mi madre a los ojos, brindamos con vino tinto y tras una sonrisa, comenzamos a comer.

Qué les pareció hasta aquí, hay mucho para contar, vayan dejando sus comentarios, que les gustaría que pase?

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