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La putita del vecindario (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Después de mi encuentro con Don Julio me di cuenta de lo putita que podía llegar a ser. O por lo menos, lo que podía llegar a ser hasta ese momento.

Terminando ese fin de semana en que Don Julio me hizo su putita quedé sumamente caliente, lejos de calmar mis ganas de ser usada por un hombre ese encuentro solo avivó esas ganas y despertó aún más el deseo. Tenía más confianza pues me di cuenta que podía satisfacer a un macho de verdad en la forma que él lo quisiera, y además recordar a todas las personas que me veían cuando regresaba a casa y sus miradas de lujuria me hicieron darme cuenta que realmente me veía bien y le gustaba a los hombres. Pase toda la siguiente semana pensando en esto, recordando la sensación. La idea de volver a salir no se apartaba de mi mente, apenas y me dejaba concentrarme en mi trabajo.

Llegó la tarde del viernes y yo estaba más que decidida en lo que iba a hacer. Llegando a casa me di un baño y me depilé por completo. Me unté una crema corporal con brillos dorados que olía divino y me perfumé. Mientras tomaba un par de vasos de whisky me pinté las uñas de mis pies y manos de color rosa pastel, me maquillé en tonos rosa neón y rosa pastel, usando un labial neón súper llamativo. Ese día no quería pasar desapercibida. Saqué de mi cajón de lencería una tanga y un bra de encaje rosa pastel, con algo de transparencia, y me decidí por un vestido blanco, de satín, extremadamente corto y ajustado, con unos tirantes delgados que subían por los hombros y se cruzaban por la espalda. Finalicé con unos tacones de charol color rosa, y mi peluca rubia ondulada. Eran aproximadamente las 10:30 p.m. y sabía que era la hora en que encontraría más personas en la calle y que probablemente mis vecinos estarían fuera de sus casas. Tomé mi bolso con algunos condones, cigarrillos y un poco de dinero, y salí de casa.

Mi plan era caminar un poco, mostrarme ante los hombres que pasaran por la calle, solo eso. Salí y efectivamente un par de vecinos estaban fuera de sus casas, revisando sus coches, escuchando música y tomando cerveza. Cerré la puerta y caminé justo en dirección a ellos, quería pasar justo frente a donde se encontraban. Al acercarme me vieron de arriba abajo, voltearon a verse y escuché un poco de lo que decían entre ellos:

-“Mira Carlos, es la putita que vimos la semana pasada, está bien buena”

-“¿Cómo piensas eso Juan? ¿Qué no ves que es un travesti?” le contestó Carlos.

-“Pues sea lo que sea, se ve mucho mejor que tu esposa o la mía”, insistió Juan, quien después levantó la mirada, me miró fijamente y sonriendo dijo: “Buenas noches vecina, que guapa se ve hoy”

-“Gracias vecino” le contesté, “solo iré a pasear un poco y me encontraré con algunos amigos”

-“Qué afortunados son de tenerla vecina, solo tenga cuidado, así como va vestida no la vayan a confundir y pensar que anda trabajando”

Su comentario me confirmó que había elegido correctamente mi outfit y que me veía justo como quería. Aunque estaba tentada a quedarme platicando con ellos yo tenía otros planes para la noche, así que les sonreí, me despedí y seguí mi camino, mientras sentía sus miradas clavadas en mi trasero al alejarme. Me dirigí hacia el parque por mi ruta de costumbre y, para mi mala suerte, no encontré muchas opciones. Pasaron solo un par de coches que sonaron su claxon y un taxista que se detuvo un poco para silbarme, pero nada más. Llegué al parque y era muy temprano, así que seguí caminando, alejándome un poco más, hacia una de las avenidas principales donde pensaba podría mostrarme un poco más. Aunque no sabía qué hacer ni cómo reaccionar si alguien se acercaba a mí, la idea me excitaba bastante.

Mientras más me acercaba a la avenida, más se escuchaba el ruido de los coches y camiones que pasaban por ahí. Veía a lo lejos que pasaban muchos tráileres, supongo que debido a que había menos tráfico a esa hora lo tomaban como una de sus rutas. Sentía que mi corazón palpitaba de nerviosismo y, a menos de media calle de llegar a la avenida, un coche se detuvo junto a mí, el conductor me llamó con un gesto de la mano y bajó la ventanilla del lado del copiloto. Me acerqué y pude observarlo mejor, era un hombre maduro, de unos 60 años, de barba y bigote, bien vestido con camisa y saco de color negro, calvo y gordito.

-“Hola guapa, ¿necesitas que te lleve? ¿O apenas estás empezando la noche?” Me dijo sonriendo mientras se acariciaba el pene sobre su pantalón.

-“Apenas voy empezando” le dije mientras mi mirada se clavaba en su prominente bulto, “veo que necesitas algo de ayuda”

-“Así es nena, dime, ¿cuánto me cuesta un poco de tu ayuda?”

-“Solo estoy buscando diversión, la verdad no trabajo en esto”

-“¡Vaya! Me parece increíble. Sube y vamos a un lugar un poco más privado”.

Subí al coche y dio una vuelta, se dirigió a un par de calles a una zona donde había unas bodegas y donde las calles estaban prácticamente solas, mientras acariciaba su bulto sobre el pantalón. Se estacionó en una calle oscura y sola, apagó el coche y me pidió que pasara al asiento trasero. El hizo lo mismo y al entrar ya llevaba el pantalón a medio muslo con su pene de fuera, completamente erecto. Se sentó y me indicó que se la chupara, así que me puse en cuatro en el asiento trasero y me llevé su verga a mi boca, dando unas lamidas leves. Olía tan divino, el olor de su loción corporal combinado con ese olor característico de un verdadero hombre que impregnaba por completo mi nariz mientras sentía el sabor salado de su líquido preseminal en mi lengua. Me levantó el vestido para manosear mis nalgas, soltando una nalgada fuerte y sonora de vez en cuando.

-“Estas deliciosa mi amor, y pensar que iba a gastar contratando a una chica, qué suerte que te encontré a ti”, y empujó mi cabeza hacia abajo, haciendo que su pene llegara hasta mi garganta.

No tenía un pene muy grande pero sí bastante grueso, por lo que de inmediato hice el intento de sacarlo un poco, lo que fue en vano porque seguía haciendo presión sobre mi cabeza. Al parecer mis intentos por quitarme hacían que se excitara aún más pues sentí como se ponía mucho más duro y se movía de arriba abajo como cogiéndome. Se detuvo y me dejó levantarme y tomar algo de aire. Estaba agitada, el maquillaje un poco corrido por las lágrimas que me ocasionó el esfuerzo, y mi labial marcado por completo en la base de su verga.

-“Voltéate, quiero saborear ese culito apretado”, me ordenó. Me bajé la tanga y di la vuelta, dejando mis nalgas a la altura de su rostro.

Mientras buscaba un condón en mi bolso sentí cómo su lengua jugaba hábilmente en mi apretado hoyito, subía, bajaba, formaba círculos y entraba de vez en cuando; combinado con la sensación de su barba rozándome mientras jugueteaba con su lengua, era una absoluta delicia. Yo no paraba de gemir de tanto placer.

Una vez que se sintió satisfecho con lo humectada que estaba me pidió el condón, se lo puso, escupió en mi hoyito y empujó para meterla de golpe. Como la tenía muy gruesa sentí dolor, como si me estuviera rompiendo el culo, y traté de empujarlo hacia atrás pero me tenía bien sujetada de la cintura y con todo su peso sobre mí. La dejó clavada completamente dentro por un momento en lo que me acostumbraba a su tamaño, la sacó y volvió a meterla toda, ahora con mayor facilidad, y empezó a cogerme con un ritmo frenético. Sentía como sus piernas golpeaban con mis nalgas, sus huevos chocaban contra mí y a cada embestida apretaba más mi cintura para no dejarme ir. Yo no podía evitar gritar de placer, me estaba cogiendo un completo desconocido en su coche, en una calle vacía, después de haber salido vestida como puta. Estaba tan excitada y a punto de correrme cuando ´sentí que me la enterró toda, y sentía como se vaciaba dentro de mí y su verga palpitaba, chorro tras chorro. Me la sacó y tiró el condón por la ventanilla del coche.

-“Eso fue maravilloso nena, tienes un culo muy rico y apretadito. Deberías pensar en trabajar de esto, tendrías muchos clientes, aunque por ahora agradezco que no cobres.” Se limpió y se subió el pantalón, salió del coche, tiró el condón usado en la calle y me preguntó “¿Quieres que te lleve a algún lado? ¿Al lugar dónde te recogí?” Yo estaba muy caliente y me había quedado a poco de terminar, y decidí explorar la zona para ver si tenía suerte de nuevo.

-“No gracias, aquí me quedo, solo dame un momento para retocar mi maquillaje” Me acomodé mi tanga, el vestido y la peluca, retoqué un poco mis labios y limpie el maquillaje corrido de mis ojos. Bajé del coche y me despedí de él con una sonrisa, y lanzándole un beso vi como su coche se alejaba y yo quedaba ahí, de pie al lado del condón usado que había tirado, pensando que quizás no había sido buena idea quedarme en una zona así de sola y oscura.

La zona de los almacenes se encontraba a un par de calles de la avenida principal, por lo que resultaba extraño que estuviera tan oscura, pero ciertamente de lo más normal que no se encontrara por ahí ni una sola persona. Era un edificio enorme tras otro, con entradas muy amplias, cámaras de seguridad en cada una de ellas, algunos tráileres y camionetas estacionadas por fuera. Caminé un poco, resignada a estar en esa solitaria zona, pensando que seguramente en esos lugares habría algún guardia de seguridad y deseando que alguno saliera para saciar mi calentura. Pensaba en esto cuando al pasar por una de las entradas vi a un hombre orinando detrás de un camión. Era un hombre de aproximadamente 50 años, gordo, de brazos fuertes, alto, con cabello canoso, muy moreno; me detuve en seco pensando si evitarlo y esperar a que se fuera para seguir mi camino o acercarme a él, pero quedé tan inmersa en ese pensamiento y observándolo a lo lejos, tratando de ver su pene, que no me di cuenta que ya me veía fijamente. Me chistó, dio un par de pasos hacia la acera, y con su verga en la mano se dirigió a mí:

-“Hola guapa, ¿qué haces tan solita por aquí amor? ¿Estás buscando algo como esto? ¿Te gusta lo que ves?”

No supe qué responder, me sonrojé por haber sido sorprendida y sonriendo bajé la mirada por un segundo, para después devolverle la sonrisa y, sin decir una sola palabra, caminar hacia ese desconocido que me ofrecía su verga mientras jugueteaba con ella. Llegué frente a él y sin decir una palabra tomé su verga con mi mano, me agaché y me la llevé a la boca. El sabor era completamente opuesto a la que había probado al inicio de la noche, era un sabor penetrante a macho, a sudor, con un olor bastante fuerte como si se hubiera masturbado ya algunas veces en el día, pero me encantaba.

Ese olor, combinado con el sabor de las últimas gotas de orina que quedaban aún en él, la sensación de su verga creciendo poco a poco dentro de mi boca y endureciéndose, con la excitación de estar en plena calle haciéndole un oral a un perfecto extraño a quien ni siquiera le había dirigido la palabra, me ponía súper caliente. Aceleré el ritmo y metía y sacaba ese pedazo de carne de mi boca; mi saliva escurría sobre mi barbilla mientras el sonido de mi mamada resonaba por toda la calle. Escuchaba que mi macho gemía de placer mientras sujetaba mi cabeza y embestía por ratos, en ese momento no podía apreciar el tamaño completo de su pene pero por más que lo intenté no podía meterlo por completo a mi boca.

-“Uff, que rico la chupas mi amor, se notaba que eras toda una zorra pero no pensé que te gustara tanto la verga. Respira profundo porque lo que sigue te va a gustar más amor” Diciendo esto puso una mano detrás de mi cabeza, otra en mi frente, y empezó a moverse hacia adelante y hacia atrás, cogiéndome durísimo hasta la garganta. Se escuchaba mi esfuerzo por resistir sus embestidas, mis arcadas de vez en cuando por sentir cómo invadía mi garganta fuerte y velozmente, sus gemidos, y su voz diciéndome lo puta que era. La sacó de pronto e ingenuamente pensé que era para dejarme respirar, cuando sentí una descarga de semen caliente y espeso sobre mi rostro. Un chorro tras otro salieron disparados hacía mí, cubriéndome casi por completo el rostro, mientras algunas gotas caían dentro de mi boca y otras resbalaban a mi vestido. Sacudió su verga en mi vara dando algunos pequeños golpes y me la ofreció para limpiarla, lo cual hice con mucho gusto. Me levanté mientras limpiaba el semen de mi rostro con mis dedos para después llevármelo a la boca, era demasiado espeso y su sabor muy salado y un poco agrio, pero me encantaba porque era de mi macho. Le dije “gracias amor, me encantó” y di un paso hacia la acera para alejarme de ahí cuando sentí su mano tomarme fuertemente del brazo y tirar hacia él.

-“¿A dónde crees que vas amor? ¿Crees que me va a bastar solo con una mamada?” Y sacando su celular hizo una llamada mientras sonreía:

-“¿Hola? ¡Compadre! Le tengo una sorpresa, no va a crees lo que me encontré. Despierte y venga a mi camión pero rápido, le va a gustar lo que tengo aquí” y finalizando la llamada volteó a verme de arriba abajo. “Estás hermosa, y la chupas muy rico amor. Dime ¿cómo te llamas?”

-“Me llamo Adriana”, respondí nerviosa pues no esperaba que las cosas estuvieran resultando así.

-“Qué bonito nombre Adriana, yo soy Julián. Mi compadre y yo nos vamos a divertir mucho contigo. Saliste a la calle vestida como una putita deseosa de verga y nos encargaremos de que quedes satisfecha. Esta noche apenas está por comenzar.”

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