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La primera vez que espié en una puerta
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Aquí voy con otra anécdota de mis experiencias. En ese entonces yo tendría 19 años, y mi familia era muy unida con la familia de mi tío hermano de mamá. Su esposa, mi tía Lucía, era una señora de unos 35 años. Ahora que lo pienso, no tenía el típico cuerpo que en algunas historias describen, pero tenía cara bonita y se arreglaba muy bien.

Era común que nos visitáramos muy seguido, y al vivir a solo unas casas, el nivel de intimidad había crecido.

Un día mis tíos vinieron a casa de visita y pidieron a mis papás poder venir a bañarse pues en su casa tenían reparaciones. Mi tía, aunque gordita, me encantaba mirarle las nalgas pues las tenía paradas y redondas.

Mi cabeza comenzó a imaginar como la podría ver en calzones y quizá hasta desnuda. Es así como se me ocurrió ver la manera de hacer un agujero en la puerta para poder mirarla.

La puerta era de tambor, por lo que el reto era hacer los hoyos picando hacia adentro de manera que no se notara o sería descubierto. Finalmente lo logré e hice pruebas hasta quedar seguro y conforme.

Llegó el día, y por la tarde llegaron mis tíos. Afortunadamente el baño estaba de tal forma que un pasillo protegía de la vista directa de cualquier punto de la casa hacia esa puerta.

Mi tía entonces dijo: “entonces con permiso me iré a dar un baño”. Se dirigió al cuarto de baño, y se encerró.

Yo estaba en mi cuarto al pendiente, así que esperé hasta que comencé a escuchar la regadera. Me dirigí a la puerta con esa adrenalina que da cuando haces algo a escondidas, y me agaché a mirar.

Con desilusión, solo vi la cortina de baño cerrada. Era lógico. Aun así, sabía que era cosa de tiempo. Así que varias veces regresé a mi cuarto para disimular por si las dudas.

Finalmente mi suerte cambió, y cuando escuché como lentamente cerraba al agua, fui a espiar.

Esa primera vez fue maravillosa. Aún la tengo tatuada en mi cerebro.

Su cuerpo desnudo de frente, que por la altura a que hice el hoyito, daba justo a su vagina, fue espectacular. Su zona púbica en primer plano, fue lo que atrapó mi atención.

Comenzó a secarse, y al agacharse pude observar esas tetas grandes colgando, y meciéndose suavemente.

Después en el culmen de mi suerte levantó una pierna para apoyarla en el inodoro, y abrirse por completo de piernas, mientras con una punta de la toalla, comenzaba a secarse ese coño peludo de pelos ligeramente largos.

Ver como se tallaba con la toalla vigorosamente mientras abría sus labios vaginales, fue hermoso. Duro varios segundos que me parecieron detener el tiempo mientras me preguntaba si acaso se estaba masturbando.

Mi suerte era tanta, que no pude resistir y me retiré de ahí con el miedo que da de no escapar a tiempo y ser descubierto por mi tío o mis padres. Con pesar me alejé mientras sentía el rush de tanta emoción.

Mientras sentía a la vez el no poder verla colocarse sus panties y así matar dos pájaros de un tiro.

Con todo y todo, descubrir la intimidad de una mujer y explorar sus actos y partes más íntimas, da una sensación de conexión con esa persona, sin la mala vibra que implica un acto tan invasivo.

No entraré en debates moralinos ni éticos porque creo que mirar sin causar daño, es como un acto delicado de amor y pasión.

Fueron varias veces las que vi a mi tía. Pero ninguna como la primera vez. Incluso una vez la vi en calzones, traía una pantaleta de corte completo azul cielo. Nada sexy. Y es curioso porque jamás la consideré poco sexy. Siempre tuve la sensación de que por ahí tendría algún bikini o calzón sensual. Pero la realidad es que simplemente nunca fue ella así.

Dedicado en memoria de mi tía Lucy.

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