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La prima mayor
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Ya estaba cansado, muy cansado de trabajar ese sábado. Eran ya pasadas las tres de la tarde. Debería estar con mi novia en algún estadero tomando cerveza o en un motel cogiendo con ella y no en el trabajo. Maldije un poco toda esa situación en la que me veía avocado, y todo por ayudar a mi prima. Mi prima Laura, la mayor entre mis primos y primas de parte de madre. La hija única de mi tía Rosa. La prima que desde que yo tengo consciencia había estado allí, cuidándome como su hermanito menor.

Yo siempre había estado agradecido con ella por darme cariño como si fuera mi hermana, pero ahora también por darme trabajo en su empresa familiar. Sé que ella no pasaba por un buen momento ni empresarial ni familiar, pues el exceso de trabajo de ella y su marido los mantenían en un stress constante desde hacía un par de años. Las discusiones y tensiones con su marido Manuel eran recurrentes. Laura ahora estaba algo pasada de peso. Lucía más gordita de lo que ya de por si era por naturaleza. Su ropa había tenido que cambiarla por una talla más, pese a los esfuerzos esporádicos por ir al gimnasio. No andaba bien con su autoestima mi prima. La notaba caída, estresada, irritable con facilidad. Se notaba un cambio en su estado de ánimo teniendo en cuenta que ella es normalmente una persona de trato suave. La conocía lo suficientemente bien como para saberlo sin que ella me lo tuviera que decir.

Se acercó a mi oficina y me pidió que la ayudara a clasificar unas facturas. Miró mi rostro de descontento a pesar de que hice un esfuerzo para que no lo notara. Pero ella también me conoce bastante bien.

-Primito, solo esto y ya te vas a descansar por favor. Si esto no queda listo, el lunes voy a tener tremendo lío. Te prometo que te compenso de alguna manera. Solo cuento contigo primito.

Yo noté su voz agónica y desesperada. Sentí pena por ella. Me levanté y le di un abrazo de hermandad, de compasión, de cariño o de no sé qué, pero lo hice espontáneamente porque simplemente intuí que ella lo necesitaba. Le dije que no pasaba nada. Que yo me encargaría de esas facturas. Ella me correspondió el abrazo de una forma cálida, afable, intensa como si no quisiera que la soltara. Supe con certeza que realmente necesitaba ese abrazo. Mi prima estaba agotada.

Sentí el olor de su perfume, su piel tibia y sus senos pequeños aplastarse contra mi pecho. No sé bien a ciencia cierta el porqué, pero por primera vez desde que tengo consciencia erótica, desde mi pubertad, tuve el primer mal pensamiento para con Laura. Tuve ganas de ella. Pero qué estaba yo haciendo por Dios! Me hallé raro mirando a mi prima mayor con ojos de hombre. Tener un pensamiento erótico con ella, no me había sucedido a pesar de los comentarios morbosos de mi amigo Gustavo que no paraba de comentar el culazo y las anchas caderas de mi prima. El mejor culo del mundo lo tiene tu prima Laura, me lo repetía una y otra vez. La voz agradecida de mi prima me extrajo de esos pensamientos.

-Ay primito, gracias por tu ayuda y ese abrazo que necesito tanto- Me miró a los ojos con ternura y me dio un beso tibio y suave en la mejilla.

Salió de la oficina caminando despacio con su elegancia habitual. Le miré el culo grande, amplio, abundante y carnudo que la caracterizaba. Esa curva sinuosa como guitarra que formaba con sus caderas era llamativa ciertamente. Tenía puesto un pantalón negro de bota ancha bien ajustado a sus curvas ahora más engordadas. Seguí mirándola con morbo. Me sentía asqueroso, pero era inevitable no hacerlo. Era una batalla entre mi estatus de primito y el hombre común y corriente que habita en mí. Si mi amigo Gustavo supiera lo que estoy pensando y sintiendo se alegraría de júbilo.

Me acordé de pronto de cuando por accidente durante unas vacaciones de muchos años atrás la vi de espaldas desnudita en el baño de su casa. Recuerdo la imagen penetrante de sus nalgas grandes y morenas. No tuve mucho morbo tal vez en esa ocasión, pero no dejó de ser una imagen impactante que se me quedó en mi memoria. Ahora que la vi caminar saliendo de mi oficina, me imaginé ese culo aún más grande. Debía verse provocativo. Qué suerte tiene Manuel, me dije.

Ahora soy yo un chico joven de veintidós y mi prima de treinta y tres años cumplidos, casada y con hijos. Intente recobrar mi prestancia y concentrarme en las facturas, pero me costó trabajo no pensar en las nalgas de Laura. Seguramente hacía mucho rato que Manuel no le hacía el amor como debía ser. Trabajaban mucho por mantener a flote la empresa y Manuel viajaba a menudo. Sería una mujer insatisfecha en la cama seguramente.

Terminé a duras penas las facturas. Las organicé en una carpeta y salí exhausto de mi oficina para llevárselas a la de ella. Toqué la puerta y escuché su voz decirme que entrara. Al abrir la puerta, la vi sentada con una mirada angustiosa y una voz estresante. Estaba al teléfono hablando irritadamente con su marido Manuel quien se encontraba en otro punto de la ciudad en un asunto de negocio. Colgó molesta, se puso las manos en su rostro, tomó un respiro, recuperó su compostura y por fin alzó su mirada. Me miró con la carpeta que yo sostenía en las manos.

-Terminaste primito?

-Si, Lau. Ya todo está en el sistema, incluyendo los pagos a proveedores del último mes.

-Ah también los hiciste. Qué bien primito. Gracias no sabes cuánto te agradezco que estés un sábado a esta hora ayudándome. Discúlpame por ponerte en estas, pero a un empleado normal no podría pedirle esto así no más. Ya sabes cómo es esto. Perdona si abuso de que seas mi primito.

-No pasa nada Lau. Tranquila.

-Puedes irte. Tu novia te debe estar esperando. Le dices que la culpa es mía. Ya veré como te compenso.

Me le acerqué yendo por el espaldar de su silla. La abracé inclinándome desde atrás. No sé si lo hacía por morbo o por compasión, pero me sentí bien haciéndolo. Quería que ella sintiera mi apoyo pero también que sintiera que hay un hombre allí, ya que Manuel no estaba. Era loco lo que me pasaba por la mente. Al menos yo mismo me eché ese rollo en la cabeza para justificarme ese abrazo un tanto atrevido.

Ella sentada en su silla, yo de pie desde atrás la rodeé con mis brazos posándolos por encima de su pecho. Mi mejilla rozó la de ella y sentí su perfume nuevamente. Le estampé un beso en la mejilla suave y delicadamente. Ella me puso una mano en mi cabellera e hizo un gemido de ternura y regocijo

– ay primito

La abracé más fuerte. No sabía bien hasta donde yo quería ir, no sabía bien como iba a pasar todo. Pero quería que ella me sintiera allí. Interrumpió mi abrazo, me quitó los brazos de su cuello y se puso de pie. Pensé que iba a enfadarse, a rechazarme o algo así. Simplemente abrió sus brazos frente a mí y me dijo ven primito ven aquí necesito un abrazo.

No desperdicié la oportunidad al verle su cara bonita de boca carnosa musitar esas palabras. Me balanceé hacia ella y le di un abrazo como Dios manda. La apretujé por la espalda. Su pecho se aplastó contra el mío muy cálidamente. Mis manos las recorrí por su espalda y le di un beso en la mejilla casi llegando a la oreja. Ella se escurrió al sentirlo.

– primito hay es peligroso, porque no respondo.

Laura me había dado pie para pasar a otra cosa. No le hice caso. Sonreí y sencillamente la volvía besar en la misma zona pero ahora con más intensidad sin dejar de abrazar su cuerpo ancho.

-ay primito noooo… ahí nooo por favor

Pero yo no paré. No sabía si todo eso iba a culminar en una bofetada, en un despido, en un quebranto de relación familiar. Lo cierto es que ya no podía parar. La deseé tanto ese instante. La vi tan frágil, necesitada de afecto y yo con el morbo revuelto que simplemente saqué mi lengua y se la comencé a pasar sutilmente por el lóbulo de su oreja. Abiertamente le estaba enviando un mensaje contundente, implacable y descaradamente atrevido de lo que yo quería.

Ella hizo un leve intento por alejarse, pero yo la así con mis brazos apercollados y mi boca comenzó a comerse su oreja y su cuello.

-ay primooo… ayy… nooo

Pero sus brazos estaban vencidos, caídos a lado y lado de sus caderas. Mis manos habían descendido y estaban en el inicio de sus nalgas. No le di tiempo de reflexión. Sencillamente busqué su boca y le estampé un beso intenso. Ella no lo correspondió del todo en un inicio, pero después sus labios fueron cediendo y se abrieron dando paso mi lengua, a mi beso, a mi morbo.

El beso lo selló todo. Era un beso sexual, muy sexual. Ya todos los empleados se habían marchado. No podía dejarla escapar. Bajé mis manos aún más y posé cada una en una nalga. Su culo lo sentí como gloria en mis manos. Ella gimió dando un respingo en su cuerpo. Su boca disfrutaba de mi beso que se había clamado y vuelto un beso suave, húmedo, largo y profundo.

Deshice el botón de su pantalón y bajé su corredera. Ella hizo el resto sin parar el beso. Sus manos fueron bajando su prenda y una vez sus perneras estaban en el suelo envueltas en sus pies yo puse mis manos en su prenda interior por encima de sus nalgas. Las acaricié, las recorrí, las apretujé, las agarré con todo le morbo del mundo sin descanso, siempre besando a Lau vencida y entregada al goce erótico inesperado de un hombre once años menor que ella.

Se montó un poco en su escritorio y mi verga abultada debajo de mi blue-jean se notaba. Ella hizo lo mismo. Me deshizo el botón y me bajó la cremallera con ansiedad entre respiros cortos e intensos. Metió su mano desesperada de verga y la tentó. Me agarró mi bulto. Yo sin dejar de besarla solté su culo para bajarme mi pantalón y mi calzoncillo. Ella agarró mi verga con su mano y al acariciarla se separó de mi boca. Me miró la verga sin dejar de acariciarla

-ay primo porque hacemos esto? No sé qué me pasa, la quiero, la quiero, pero no debo.

Yo la tomé por sus brazos incitándola a que se arrodillara. Ella lo hizo entre negativas hasta que su rostro se halló a la altura de mi pene duro, palpitante y brillante.

-que palo que te gastas primo. No pensé que lo tuvieras así de grueso, si tú eres flaco. Uno se engaña.

Se lo metió a la boca y comenzó a mamar. Lucía sexy Laura allí arrodillada con su blusa aun puesta y su maquillaje. Lo chupaba rico con ternura, cadencia, ganas. Se notaba que hacía rato que no disfrutaba de una verga. Me la masturbaba por ratos para descansar y luego la volvía a engullir. Mi prima la chupaba muy bien, delicioso. Yo gozaba mirándola con morbo. Después se puso de pie. Se sentó al borde del escritorio justo encima de la carpeta con las facturas y yo me encargué de deslizarle su tanga oscura de encajes por sus muslos gruesos. Su concha estaba afeitada con un poquito de vellos oscuros y brillantes en forma de moño. Me agaché para sorpresa de ella. Le abrí las piernas con mis brazos.

-me la vas a… ahh ahh

Puse a mi lengua en su raja e inicié unas lamidas intensas.

-ay primooo… ayy

No se lo esperaba, pero una vez encontré su clítoris la puse a volar. Se lo lamí despacio pero sin perder intensidad. Mis manos acariciaban sus piernotas. Su cuca olía a hembra y estaba muy lubricada. Parecía que toda la retención acumulada había salido en un minuto. Mi lengua estaba literalmente enjuagada de sus flujos. El olor era penetrante, muy agradable. Olía a sexo. Mi boca no paraba de comer y comer esa melcocha rojiza y carnosa. Lamía y comía, chupaba con seguridad y serenidad. Laura gemía, gritaba, me ponía sus manos en mi cabello, abría sus piernas como alas de mariposa y las cerraba apretando mi cara hasta casi asfixiarme con su sexo amplio y carnudo. Ella pasaba por todos los estados emocionales.

-sigue primo asi hmmm ayy ammm aahhh ricooo

Me levanté de un tajo sin avisar. Puse la punta de mi verga en su raja y se la hundí de una sola embestida hasta el fondo. Su cuca estaba cálida, rica, sabrosa, suave, húmeda, reconfortante. Comencé a bombear. Penetraba duro y mi pelvis se chocaba con sus carnes jugosas. El sonido de sexo era invasivo, plap, plash, plap. Me excitaba oír el golpeteo de mi vientre contra el suyo. Le fui quitando su blusa y pude tener sus senos al aire. Eran chicos de aureolas ovaladas y oscuras. Provocaban. Se los lamí mientras la embestía. En ese instante se lo pusieron duros sus pezones y mi prima se contrajo toda. Creo que estaba teniendo un orgasmo en ese momento, así que yo no paré mi ritmo ni dejé de lamerle los pezones. Cuando la sentí relajada le pedí lo que yo quería. Lo que estaba deseando desde que la vi salir de mi oficina.

-Lau, voltéate.

Me complació. Se puso en cuatro apoyando su cuerpo en el escritorio ahora desorganizado por el sexo improvisado. Su culo estaba a todo dar. Sus nalgas eran increíblemente amplias, redondas y eróticas. Eran poderosamente lujuriosas allí completamente desnudas. Imposible no morbosear con ese culo. Que privilegio tenía Manuel. Mi amigo Gustavo tenía razón. Otra vez la sorprendí. Me arrodillé y puse mi lengua en su cuca pero mi nariz rozaba su ano. El olor era intenso, olía a todo, a mujer, a sexo, a vagina, a culo. Mi morbo no tenía fin. Mis ganas no cedían y a ella eso parecía excitarla. Yo lamía su cuca y pasaba mi lengua hasta rozarle el ano. Laura jadeaba y gemía. Mis manos manoteaban sus nalgas. Que morbo, que rico eso de culear con alguien prohibido.

Me puse de pie y otra vez sin avisar de un tajo penetré su vagina desde atrás. Mi pelvis golpeaba su culo y a ella le produjo morbo. Comenzó a gemir más intensamente hasta decir vulgaridades.

-primo así, mas verga, dame duro tu verga, asi, cógeme, mi chocha es tuya, soy tuya, tu puta rica…que verga rica tienes primo.

Yo con la vista de su culazo explayado y mi verga entrando y saliendo de su vagina no pude contenerme más y supe en ese instante que mi orgasmo era inminente.

-Lau me voy a venirrrr…

-primo sácala

Lo hice en el último instante. La puse entre sus nalgas y dejé que mis chorros mojaran su cadera, sus nalgas, y canal de las entre nalgas grandes. Mi semen salía a borbotones. Una vez los primeros pálpitos pasaron puse mi pene dentro de sus nalgas apuntalado sin penetrar su ano. Allí dejé que los chorros más débiles mojaran su culito y comencé a deslizar mi verga entre sus nalgas sin penetrar su ano. Era una sensación física muy rica gozarme el culo de Laura. Por un momento quise intentar meterla en su hoyito menor pero me contuve. Ya habría otra oportunidad, me dije. Ella gemía aun. Yo agarraba sus senos y procuraba darle besitos en su espalda.

-ay primito… ay hmmm

Nos quedamos así, abrazados, desnudos y en silencio mirándonos. Ella no sé si avergonzada con sentimiento de culpa, pero al menos se notaba feliz y satisfecha. Yo mirándola con ternura reconociendo con mi mirada su cuerpo desnudo, encontrándolo atractivo y bello a pesar de lo mayor y gordita.

-que me perdone tu novia

-que me perdone Manuel

-ahh Manuel, ni me coge ya casi, así que nada que perdonar.

Había comprobado mi tesis de que mi prima estaba necesitad de afecto y de sexo. Y yo su primo mimado se lo había dado. La había hecho sentir mujer al menos por un momento.

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