Nota del autor: Está es la segunda parte del relato que empecé anterior mente, dejen en sus comentarios cómo les parece, eso me motiva a escribir más.
–¿Aún no te ha aceptado algún carro?
–No, me vas a tener que aguantar un poco más en tú apartamento –Le respondí.
–Por mí te puedes quedar todo el tiempo que quieras.
Nos miramos fijamente, nuestros ojos decían más que todas las palabras que habíamos cruzado esa noche, observaba sus labios carnosos que me atraían a ella y poco a poco me acerqué sabiendo que ya no había marcha atrás, mis labios aterrizaron en los suyos con delicadeza. Valentina continuaba sosteniendo su vaporizador en la mano, mientras nuestros besos empezaban a acelerar su pasión.
Ella tomó mi cabeza para aprisionarla a su boca, yo puse mi mano en su mejilla para sentir un poco de su piel, el sabor era dulce, su lengua se entrelazó con la mía, un vació se apoderó de mi estomago repentinamente, mis labios soltaron los suyos y recorrieron su rostro para llegar hasta su cuello, Valentina transformaba mis besos en ligeros gemidos contenidos.
Empecé a acariciar su cintura al ritmo de mi boca provocando que ella rodeara con sus brazos mi cuerpo mientras apretaba con fuerza mi espalda. Con cada minuto que pasaba explorando su cuello los gemidos se hacían más intensos, para mí eran el canto de una sirena, un sonido celestial que me obligaba a continuar. Subí mis manos hasta la base de sus pechos que tocaba con delicadeza sobre la tela delgada de su blusa; los tocaba con ternura, con suavidad, controlando ese instinto animal que me pedía desvestirla y poseerla.
Quería llevarla a un nivel de excitación que la hiciera convertirse en mi esclava, que la hipnotizara, que fuera capaz de aceptar cualquier petición mía esa noche, había esperado mucho para estar con ella y quería disfrutarla sin límites.
Mis manos se escabulleron por debajo de su blusa, recorriendo su espalda y liberaron con destreza su pechos del brasier; al quitarlo, noté que sus pezones me llamaban bajo la tela, sus senos parecían más grandes de lo que yo pensaba, se veían hermosos aún cubiertos por esa blusa que se convertía en la última barrera para que su piel se encontrara con la mía.
Los minutos siguieron avanzando y la agitación en la respiración de Valentina me indicó que ella estaba lista para acceder a mis deseos. Me alejé por un segundo de su cuerpo a lo que ella reaccionó con una mirada de confusión, sin embargo, esto duró apenas unos segundos cuando empecé a desabrocharme el cinturón, noté cómo mordía su labio inferior mientras seguía con sus ojos los movimientos de mi mano deslizando la cremallera y liberando mi pene que ya no podía ser contenido, rebotó en el aire mientras mi mano lo sostenía para mantenerlo quieto.
Hasta ese momento ninguna palabra había salido de nuestras bocas y no fue necesario pronunciar nada para que Valentina entendiera lo que yo quería, se arrodilló entre mis piernas sin soltar el vaporizador que mantuvo en sus manos durante todos nuestros besos. Miraba mi pene y luego me miraba a mí, todo indicaba que cumplía con las expectativas que ella tenía.
Estaba esperando con ansiedad cuál sería su primer movimiento, para mi sorpresa, tomó una bocanada de aire con el vaporizados y lo liberó sobre mi pene, el aroma dulce rápidamente me inundó, un vació se apoderó de mí como si estuviera cayendo por un ascensor, sus labios cubrieron rápidamente la cabeza de mi pene y con su mano libre empezó a masturbarme, no pasaron más de unos segundos cuando ella empezó a acelerar los movimientos, yo me derretía en su sofá entregado al placer, intentaba contener mi cintura para permitirle a ella llevar el ritmo de la mamada pero se volvía una labor casi imposible a medida que pasaban los minutos.
Cada movimiento estaba acompañado de pequeños gemidos que quedaban atrapados entre su garganta y mi pene, parecía estar disfrutando lo que hacía, su saliva empezó descender por mi miembro hasta cubrirle la mano, se tomó unos segundos para aspirar una nueva bocanada de su vaporizador y liberarlo de nuevo en mi pene; dejó el vaporizador en una mesita junto al sofá y empezó a masturbarme con sus dos manos, parecía desesperada por darme placer, por tener mi semen, pero la noche apenas estaba empezando.
Notaba como disfrutaba verme retorcer de placer, yo apretaba con fuerza la espuma del sofá con la esperanza de contener el orgasmo que podía llegar en cualquier momento si ella mantenía ese ritmo.
–Lo chupas muy bien, eres increíble.
Ella reaccionó con una leve sonrisa ante mis palabras.
–Tienes una verga perfecta, mejor de lo que había pensado. –Me dijo mientras sus manos la recorrían con ansiedad, notaba su excitación en el tono de su voz.
–Esta noche es tuya para que te la comas toda. –Le dije con la aceleración de mi respiración entrecortando mis palabras.
Ella respondió metiéndoselo de nuevo en la boca; me perdí en un abismo de sensaciones; por un momento solo recuerdo estar mirando el techo de su apartamento hipnotizado por las texturas de la pintura mientras mi corazón se aceleraba y a lo lejos podía escuchar los sonidos que generaba la succión de su boca, parecía imposible que mi pene o cualquier otro pudieran contenerse ante sus habilidades, era increíble que una chica de apenas 24 años tuviera tal experiencia en el arte de la felación, por suerte el cansancio hizo mella en su energía y el ritmo disminuyó a un nivel que yo podía soportar. Me puse de pie, pero ella parecía no querer separar su boca de mi miembro.
–Acuéstate en el sofá. –Le ordené como un profesor que guía a una alumna.
Le había permitido chupármela a su ritmo y esta vez yo tenía pensado controlar la situación. Se acostó bocarriba, veía en sus ojos la ansiedad por descubrir lo que seguía, me quité las zapatillas, luego los pantalones y la camiseta para quedar completamente desnudo junto al sofá, como una estatua de mármol que ella observaba estática, analizaba mi cuerpo, mi pene cubierto por su saliva se blandía a la altura de su abdomen, me subí al sofá, ubicando mis rodillas a los lados de su pecho, mis bolas rozaban sus senos, mi pene volvía a estar cerca de su boca, tomé un cojín y lo puse bajo se cabeza para hacer más cómodo lo que se venía.
Me levanté un poco para que mi pene entrara a su boca, ella lo recibió sin ninguna queja, nuestras miradas nuevamente se congelaron, pero esta vez nada nos separaba, sus ojos se apoderaban de mí mientras mi pene penetraba su boca con ligeros movimientos de mi cadera. Ella dejaba que yo controlara el momento, me entregó su boca para que yo disfrutara con libertad, podía leer en su mirada que quería complacerme, que estaba dispuesta a cualquier cosa.
Empecé a hacer el amor con su boca, con movimientos suaves, controlados, miraba atentamente como una parte de mi pene desaparecía en las profundidades de sus labios y como reaparecía con un líquido espeso y blanco, seguramente una mezcla de su saliva y mis líquidos de excitación, sus ojos estaban enfocados en mi cara, trataban de descifrar lo que sentía, querían descubrir qué tanto estaba disfrutando de la escena y eso parecía encantarle ya que en algunas ocasiones respondía a mis gestos con una sonrisa.
El vacío que sentía en mi estómago empezó a extenderse a mi pecho, el placer empezaba a apoderarse de mí, a invadir todo mi cuerpo para desvanecer mi mente, para llevarme a otro lugar, con cada minuto que pasaba mi cuerpo empezaba a dejarse llevar, los movimientos fueron cada vez más rápidos, las penetraciones en su boca más profundas, de mi boca empezaron a salir palabras que yo ya no podía controlar, parecía que mi cuerpo tenía vida propia y mi cerebro solo era un espectador de la situación.
–Mierda, te estoy sintiendo demasiado, puta, que delicia es tu boca, no quiero sacar mi verga de tu boca. –Le decía con la voz entrecortada, ella respondía con sonidos que se ahogaban en su boca llena con mi pene.
Lo único que lograba detener lo que estaba pasando eran sus reacciones de arcadas cuando mi pene se adentraba hasta lo más profundo de su garganta, cuando esto pasaba paraba por unos segundos para dejarla recuperar el aire y luego empezar de nuevo, con el pasar de los minutos se convirtió en una especie de secuencia que repetimos varias veces, primero, se la metía en la boca con movimientos delicados, luego aceleraba el ritmo y por último una reacción de arcada marcaba el fin y el principio de una nueva secuencia.
Un reloj que se encontraba en la pared de la sala me indicó que ya era casi la 1 de la mañana, podía calcular sin tener certeza que llevaba 40 minutos, quizás un poco menos, explorando su boca con mi pene. Valentina no me daba ninguna señal de querer detener lo que estaba pasando y yo estaba absorto en el deleite de su lengua, sentía que el tiempo se detenía, que podía estar horas así y disfrutar durante cada minuto, durante cada segundo ese placer, había encontrado el equilibrio perfecto entre ritmo y satisfacción, ya en mi cabeza no pensaba en evitar el orgasmo, solo podía disfrutar el momento.
Todo parecía perfecto hasta que el sonido de su celular interrumpió nuestra sesión, ella reaccionó un poco asustada, me empujó ligeramente y yo me levanté para dejarla ponerse de pie y correr hasta la mesa donde las vibraciones de su teléfono se fundían con la madera, los dos sabíamos quién era la única persona que podía marcarle a esa hora.
–Hola amorcito. –Valentina intentaba controlar la respiración que se había acelerado un poco más al escuchar el timbre, su cabello estaba desordenado, yo la observaba sentado en el sofá con algunas gotas de sudor deslizándose en mi rostro, con mi mano derecha continuaba masturbándome intentando evitar que diluya lo que estaba sintiendo durante el break inesperado que teníamos.
–Ya se fueron todos, estaba arreglando un poco el apartamento, pero estoy cansada, creo que ya me voy a descansar amor.
Era imposible no excitarme al ver que lo que hacíamos era prohibido. Valentina carraspeó un poco su garganta para tratar de aclarar su voz.
–Creo que me va a dar gripa, me duele un poco la garganta, no sé si es el frío, espero que no, no quiero ir a la oficina enferma.
Yo sabía cuál era la verdadera razón por la cual le molestaba la garganta. Ella parecía no querer verme mientras seguía su conversación, tal vez una ligera sensación de culpa la estaba invadiendo, pero ya era muy tarde para arrepentimientos, me levanté del sofá y me ubiqué detrás de ella, la rodeé con mis brazos y posé mis manos en su cintura, empecé a subirlas recorriendo su piel por debajo de su blusa hasta cubrir sus pechos con mis palmas. Acerqué mis labios a su cuello y ella giró su cabeza para hacer mi trabajo más fácil.
–No sé si mañana nos podamos ver, tengo mucho trabajo, enserio te extraño, estoy muy estresada, en la oficina todo es un desorden –carraspeó de nuevo su garganta.
A unos pasos de nosotros había un espejo que reproducía nuestros movimientos como si ese momento hiciera parte de una película erótica, ella cerraba sus ojos mientras todo pasaba, quizás para concentrarse en lo que estaba viviendo o quizás para ocultar la culpa que sentía ante lo que estaba haciendo.
Levanté su blusa para ver sus pechos en el reflejo, los masajeaba con cuidado, casi con amor, estaban duros. Acerqué mi boca a su oído.
–Quiero saborearte. –Le dije con un susurro mientras desabrochaba su jean, ella liberó un suspiro, parecía entender lo que yo iba a hacer. La tomé de la mano para llevarla al sofá, con cada paso que daba mi pene rebotaba, parecía negarse a perder su rigidez.
–Comimos una papitas, pero la verdad no tengo mucha haaa… Mbre, no te preocupes –ella seguía actuando una obra donde yo era el único espectador.
Con sus pechos al aire se sentó, le quité el jean, ya solo su tanga se interponía entre su sexo y yo, un mapa de humedad en su ropa interior era la prueba irrefutable de que ella estaba disfrutando todo, la quité con delicadeza, mientras ella seguía hablando, abrí sus piernas que se convertían en las puertas que protegían ese tesoro que hace mucho quería poseer, empecé a besar sus muslos lentamente, recorriéndolos con pequeños movimientos de mi lengua, cada beso me acercaba a su sexo, podía notar lo húmeda que estaba y quería saborear ese líquido.
Cuando por fin estuve frente a ella, mi lengua le dio una pincelada suave que generó un ligero espasmo en su cuerpo, la miré a los ojos y empecé a jugar con mi lengua.
–Sabes increíble, me encanta tu sabor. –Le dije suavemente como agradecimiento por permitirme chupar su sexo. Ella mordía sus labios mientras sostenía el teléfono.
Continué chupándola con un movimiento que recorría de arriba hacia abajo su húmedo tesoro, ella puso sus piernas en mis hombros para atraparme, para no dejarme escapar, yo apreté sus nalgas con mis manos para que la fricción con mi lengua fuera más placentera.
–Amor ya voy a descansar, estoy a punto de caer por el sueño, mañana hablamos, te amo. –Valentina colgó el celular y lo tiró a un costado del sofá.
–Qué malo eres, cómo me haces eso mientras hablo.
Continué con mi trabajo, me excitaba sentir cómo se retorcía de placer, mi pene seguía rígido esperando para entrar al ruedo. Valentina empezó a guiarme con sus manos revolviendo mi cabello y apretando mi cabeza. Empecé a cubrir con mi lengua su clítoris y parte de sus labios, apreté mi boca contra su sexo y empecé a mover mi lengua con rapidez, podía sentir como este movimiento estimulaba su clítoris.
–¡Dios mío!, qué estás haciendo aaaah. –Los gemidos de Valentina fueron aumentando rápidamente, su respiración se aceleraba y yo empecé a buscar con mis manos sus pechos, parecía estar a punto de estallar.
–¡Nooo! Qué haces, estás loco. –Decía con su voz entrecortada, moviéndose con desesperación, hasta que con un movimiento repentino me alejó de ella, puso sus manos en su sexo, intentando calmar los espasmos que mi lengua le había generado.
–Dios mío, casi me haces venir. –Me dijo jadeando con sus ojos cerrados, tratando de recuperar el aliento.
Luego de unos segundos se levantó y me tomó de la mano, caminamos hasta una puerta café, cuando la abrió descubrí que era su habitación, era pequeña pero acogedora. Prendió una lámpara que estaba junto a su mesita de noche, una luz amarilla y tenue envolvió nuestros cuerpos, nuestros labios volvieron a encontrarse, yo recorría sus pechos con mis manos mientras ella me masturbaba con desesperación, la tomé con mi mano derecha por el cuello con agresividad.
–Hoy vas a ser mía, hoy te voy a disfrutar toda la noche.
Ella sonrió y se mordió el labio mientras me miraba fijamente.
–Me gustas mucho. –Me dijo sin dejar de masturbarme, note por su voz y su mirada que lo que ella sentía por mí era algo más que físico, yo solo quería disfrutarla, hacerla mía como siempre había soñado, para mí, sus palabras eran una oportunidad para hacer realidad todas las fantasías que tenía; quería penetrarla hasta el cansancio, venirme en su boca, en su cara, hacerla gemir, pero debía seguir su juego.
La empujé suavemente a la cama y me acosté sobre ella mientras la besaba, el aroma de mi perfume se mezcló con el aroma frutal que había dejado su vaper. La besé con ternura, quería que se entregara completamente a mí, quería enamorarla esa noche y que ella no pusiera excusa a nada de lo que yo tenía en mi cabeza.
–Métemelo por favor, ya no aguanto más –me dijo con un tono de súplica, esperando para que por fin llegara ese momento que los dos habíamos deseado.
Guie con mis manos mi pene a su sexo, el calor de su vagina abrazó mi miembro para darle la bienvenida, ella gimió y tensó su cuerpo apenas entré, lo hice con movimientos suaves, mi cintura se desplazaba suavemente como los movimientos de las olas en un día soleado, ella puso sus manos en mi espalda y se convirtieron en la expresión de su deseo, con cada penetración profunda, la presión que ejercían en mi cuerpo era más fuerte, yo cubría de besos su cuello y sus pechos para complementar los movimientos de mi pelvis.
A medida que la fricción de su sexo acariciaba mi pene me perdía más y más en el placer, era como un astronauta flotando en la infinidad, la excitación me devoraba y sus gemidos solo alimentaban el morbo, empecé a acelerar los movimientos, el calor cubrió la habitación, nuestros cuerpos empezaron a sudar, podía sentir las gotas recorrer mi rostro y caer en su pecho mientras saboreaba sus senos, la luz tenue no impedía que notara como su rostro y su cuerpo se enrojecían.
Me levanté sin sacar mi miembro hasta quedar arrodillado sobre la cama, las piernas de Valentina estaban alrededor de mi cadera, tomé sus pechos con mis manos y empecé a embestirla con el mismo ritmo que tenía antes de cambiar de pose, esta vez la perspectiva que tenía me permitía contemplar todo su cuerpo, aún no me saco de la cabeza esa imagen, esa cara de placer, su cabello suelto cubriendo la cama, sus manos sosteniendo las mías para que no dejara de tocarla, estaba completamente entregada a la pasión. Los minutos seguían corriendo y yo no quería detenerme.
–Dios, eres una mujer increíble, te estoy disfrutando mucho, no quiero que esto pare. –Le confesé mientras mis palabras se mezclaban con sus gemidos.
–No pares por favor, no pares, te deseaba tanto.
El ruido de nuestros cuerpos chocando era cada vez más fuerte y la sensación de eyacular también; intentaba controlar ese impulso que me obligaba a entregarle todo mi néctar, pero era cada vez más difícil, decidí cambiar de pose para darle un pequeño descanso a mi miembro.
Saqué mi pene que estaba cubierto por sus fluidos y me puse de pie a un lado de la cama.
–Ponte en cuatro –le ordené a lo que ella obedeció sin objeciones.
De nuevo, la vista era un verdadero paisaje. Entré en ella de nuevo a un ritmo un poco más suave pero constante, me impulsaba sosteniendo sus caderas con mis manos, mientras ella ponía su cabeza sobre el colchón.
Pasaron varios minutos y las caricias de su vagina se hacían cada vez más intensas, podía sentir cada parte de su interior, una ola de placer empezó a cubrirme, sentía como mi miembro se hinchaba y pequeños espasmos parecían darle vida propia, Valentía empezó a gemir de una forma que no había escuchado en toda la noche, sus movimientos eran bruscos, y se conectaron con los míos.
–Qué rico, qué rico, no pares, no pares –me decía ella, la tensión en mis músculos daba cuenta de que ya había pasado mucho tiempo desde que empezamos, Valentina estaba a punto de llegar al clímax así que resistí con entereza para liberar esa energía que habíamos acumulado por tanto tiempo.
–¡No pares por favor!, ¡no pares que me vengo!, ¡mierda no pares, no pares!, ¡¡¡mierdaaa me estoy viniendo!!! –repetía una y otra vez subiendo el volumen de su voz hasta terminar gritando, una cascada empezó a descender por sus piernas que brillaban a medida que este fluido las acariciaba, sus gemidos y sus fluidos me hicieron enloquecer, contenerme ya era imposible.
Saqué mi pene con rapidez y teniendo su trasero como blanco expulsé todo mi semen en un orgasmo que sentí en todo el cuerpo desde mis pies hasta mi cabeza, un hormigueo empezó a envolverme, por un segundo perdí la fuerza de mis piernas y tuve que lanzarme a un costado de la cama junto a Valentina, que parecía también haber perdido toda su fuerza.
–Nunca me había hecho venir de esa forma, no puedo creer que lo hayamos hecho, esto tiene que ser un sueño –me dijo ella mientras recuperaba su voz
–En serio eres increíble, ¡Dios! Va a ser difícil no querer repetir esto jeje –dijo Valentina con una sonrisa pícara.
–Esto lo vamos a repetir, te lo prometo.
Nos abrazamos un rato, ella puso su cabeza en mi pecho y empezamos a hablar de lo que acabábamos de vivir; ya eran casi las 2 de la mañana, yo planeaba recuperar energías para lo que se venía, lo que yo quería hacer con ella seguramente no lo imaginaba, la noche todavía era larga y no iba a perder la oportunidad para liberar con ella mis más oscuros deseos.
Continuará.