Nota del autor: El siguiente relato está basado en una experiencia real que viví hace un tiempo, espero que disfruten leyéndolo tanto como yo disfruté escribiéndolo, este relato puede tener una segunda parte, si la quieren leer déjenmelo saber en los comentarios.
Quiero confesarles una aventura que tuve hace algunos meses, llevo varios años con mi novia y quienes están o han estado en una relación larga deben saber que el tiempo suele desgastar la pasión, no quiere decir que no la ame, pero algunas veces es bueno vivir eso que ya no se vive en casa.
Todo empezó a mediados del año pasado; trabajo en una agencia de publicidad y para esa época empezaron a contratar practicantes en distintas áreas, yo estaba inmerso en el trabajo y no prestaba mucha atención a las personas nuevas que entraban a la oficina, sin embargo durante esa temporada llegó una chica que me haría explorar mi lado más oscuro, se llamaba Valentina.
La vi un par de veces y noté que había entrado a un equipo con el que no tenía mucha relación, así que seguramente mi contacto con ella sería mínimo, me pareció una chica linda, sin embargo no hubo una conexión inmediata; la atracción no siempre llega a primera vista, en algunas ocasiones la interacción y descubrir la personalidad de alguien puede hacer que esa persona se vuelva completamente irresistible, eso fue exactamente lo que me sucedió.
Mi primer contacto con ella se dio un día después de almorzar. Suelo sentarme en una silla junto a un parque con mis compañeros para hablar un rato antes de volver al trabajo, en esa ocasión Valentina estaba sentada a varios metros con sus compañeros; la miraba de reojo y pude notar que en un momento se levantó de su asiento y se acercó a nosotros.
–Hola chicos, ¿alguno de ustedes tiene un encendedor? –Estas fueron las primeras palabras que le escuché.
Tenía una voz dulce, casi tierna, aunque noté que era una chica con mucho carácter, no había estado tan cerca hasta ese momento, así que la analicé disimuladamente, su cabello era negro y largo con un flequillo, podía asegurar que ella misma se lo cortaba; tenía una cara sexy, era alta, no más que yo, pero sí, más alta que el promedio de las mujeres en Colombia; era delgada y solía resaltar este aspecto de su cuerpo con pantalones apretados y blusas que dejaban ver su abdomen, no era un abdomen trabajado en gimnasio, diría que era más bien el resultado de una buena genética, sumado a que tenía apenas 24 años, su edad le jugaba a favor; tenía unos pechos pequeños que no le restaban nada a su belleza y unas nalgas medianas, acordes a su cuerpo.
Ese día habló con todos, nos reímos un rato y me pareció una chica agradable, divertida y risueña, algo que todo hombre agradece ya que hace más fácil cualquier conversación. Desde ese momento empezó a compartir más tiempo con nosotros, algo que no era usual ya que como lo dije antes, trabajaba en otra área y además era practicante, sin embargo encajó perfectamente. El tiempo siguió pasando y la amistad de ella con el grupo se hizo cada vez más íntima, podíamos hablar de todo, incluso de sexo.
–Yo prefiero hacerlo con la luz apagada, es que no sé mmm, me da un poco de pena –Comentó Valentina en una de nuestras primeras conversaciones sobre el tema con nuestro grupo de la oficina.
–¿En serio? ¿por qué? Si tienes un cuerpo muy lindo. No creo que tengas nada que esconder, todo lo contrario jaja–le dije sin ninguna intención de coqueteo.
Hablar de estos temas era común entre nosotros, por eso, no sentí que mi comentario pudiera interpretarse de otra forma, sin embargo noté como se ponía roja, parecía sentirse avergonzada con mis halagos.
Poco a poco fui descubriendo las cosas que Valentina disfrutaba en la cama. Para ella que un hombre tome la iniciativa es importante; le gustaba que la guiaran, que la llevaran a probar cosas nuevas, también las nalgadas y que la apretaran del cuello, aunque aclaró que dependía de qué tan excitada estuviera; también nos contó algunas historias; lo había hecho en un par de lugares públicos… Baños, piscinas, etc.
No solo se limitaba a contarnos sus aventuras, también nos hacía preguntas “¿Qué les gusta en la cama?” “¿Cuál es su pose favorita? ” “¿Qué les gusta de una chica?” eran algunas de sus dudas que nosotros resolvíamos entre risas. Me encantaba tener ese tipo de conversaciones, sus respuestas me abrían la mente y me hacía verla con otros ojos.
Con el tiempo empecé a notar que se acercaba a mí de una forma diferente al resto de mis compañeros. La primera vez que percibí esto nos encontrábamos en el mismo parque en el que habíamos hablado por primera vez, estábamos unos pocos pasos alejados del grupo.
–¿Saldrías con una chica que fuma? –me preguntó Valentina mientras encendía un cigarrillo y lo ponía en su boca; fumé un poco en mi época de colegio y le había tomado fastidio a ese hábito, pero debo aceptar que ver su cara de picardía mientras encendía ese cigarrillo y me preguntaba eso, me excitó mucho.
–Si es una chica como tú, no lo pensaría un segundo. –Le respondí con la misma picardía con la que ella me había hecho la pregunta.
Sonrió y miró al suelo con un poco de vergüenza, por un momento su irreverencia y rebeldía se transformó en inocencia, un contraste que hacía crecer esa atracción que empezaba a sentir por ella.
Hasta ese momento no había notado ningún interés de ella hacía mí, pero desde ese día sus insinuaciones continuaron y yo las correspondía en forma de juego, parecía que de forma indirecta nos estábamos confesando lo que sentíamos, sin embargo como en cualquier historia, había un pequeño detalle que se convertía en una barrera o quizás solo en leña que aumentaba la llama del deseo; ambos teníamos pareja. Ella me abrazaba y muchas veces nuestras miradas se congelaban tratando de decir lo que nuestras palabras no se atrevían a hacer.
Un día, mientras almorzábamos todos en una enorme mesa redonda que se encontraba en el comedor de la empresa, me senté junto a ella, habíamos hablado un par de veces de música y teníamos algunos grupos que nos gustaban a los dos.
–Te voy a mostrar una de mis canciones favoritas. –Le dije mientras sacaba mis audífonos. Le compartí uno de los auriculares y ella se acercó para escuchar junto a mí una canción de León Larregui llamada “Como tú”.
–Uuuf, esa canción me encanta. –Me dijo mientras ponía su cabeza en mi hombro.
–Te la dedico. –Le dije con un tono de humor, como si fuera un chiste, aunque ambos sabíamos que era en serio. La canción describía exactamente lo que sentía por ella y cuánto la deseaba.
Por unos segundos el silencio nos invadió, pero no era un silencio incómodo, era un silencio cómplice, dejé que esa canción hablara por mí, ella puso su mano sobre mi pierna sin que nadie lo notara y empezó a acariciarla con ternura. En ese momento supe que quería hacerla mía, que quería descubrir su cuerpo, que quería conocer su lado más sensual.
Los meses pasaron rápidamente y a Valentina le empezaba a quedar poco tiempo como practicante, así que ideé un plan para hacerla mía y no solo para estar con ella sino también, para liberar mi lado más salvaje, un lado que pocas veces me he atrevido a mostrar…
Habíamos salido un par de veces con todos los del trabajo, en estas salidas solíamos llevar a nuestras parejas; para despedir a Valentina nos reunimos en su apartamento a tomar unas cervezas, era una noche para hablar un poco, nada fuera de este mundo. Vi en esta ocasión la oportunidad perfecta para estar con ella así que como un jugador de póker, lancé mi primera carta para intentar concretar esa noche lo que por varios meses había deseado.
–Voy a ir solo a tu apartamento, mi novia no me puede acompañar ese día –Le dije a Valentina esperando que ella tampoco llevara a su novio.
–Ash, qué lástima, espero que a la próxima pueda ir –me dijo, aunque yo estaba seguro que esas palabras no eran lo que ella realmente pensaba. Las cartas estaban sobre la mesa y solo quedaba esperar que mi jugada surtiera efecto.
El día de la reunión llegué unos minutos tarde esperando que algunas personas ya hubieran llegado al apartamento; eran las 7 de la noche, toqué el timbre y Valentina abrió la puerta, una luz de fondo parecía iluminarla, como si fuera una diosa que me atraía hasta lo más profundo de su reino, me recibió con un abrazo y un beso efusivo, yo solo atiné a decirle que estaba hermosa, se sonrojó y me agradeció por el cumplido. Entré con un poco de nerviosismo al no saber si me encontraría con su novio.
Crucé el pasillo; en un sofá negro junto a una gran ventada que daba a la calle pude ver a un par de amigos del trabajo, a unos cuantos pasos de ellos había otro grupo que me saludado con alegría desde la distancia, recorrí con la mirada todo el lugar y para mi felicidad puede notar que mi jugada había funcionado, Valentina le había dicho a su novio que esa noche la íbamos a celebrar solo con los del trabajo, una excusa que yo también le di a mi novia.
El tiempo siguió avanzando; entre cervezas y risas llegaron las 12 de la media noche y muchos empezaron a irse, cuando quedábamos solo 2, actué como si estuviera solicitando un carro desde mi celular para irme.
–Parece que ningún carro me quiere llevar, me va a tocar quedarme en tu apartamento. –Le dije de forma juguetona, sabiendo que esa noche ella iba a ser mía.
–Dale, por mí no hay ningún problema. –Me respondió con una sonrisa, esa noche ella había reemplazado el cigarrillo por un vaporizador que inundaba la sala con un aroma dulce.
El último de nuestros compañeros por fin se despidió y Valentina lo acompañó hasta la puerta, yo seguía con el celular en la mano actuando un papel que pronto cambiaría de argumento. Regresó sola luego de dejar a nuestro compañero en la puerta y la vi recorrer el pasillo, acercándose lentamente hasta el sillón donde yo estaba sentado, eran los últimos pasos de algo que llevábamos meses esperando.
uffff, manda la segunda parte yaaaa
Un relato genial! Me gustaría leer la segunda parte, estoy emocionado 🙂
Quiero la segunda parte por favor