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La perversión de mi suegro
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Tiempo de lectura: 14 minutos

Me llamo Andrea, y ahora tengo veintisiete años.  Hace un año y dos meses que me casé, y la frase adecuada sería “Llevo un año y dos meses felizmente casada” pero la realidad es que llevo un año y dos meses casada y soy bastante feliz desde hace dos meses.

De pequeña era algo gordita y con gafas, y se solían meter bastante conmigo, ya conocéis la crueldad infinita de los niños contra el bajito, el gafótas, el gordito, el diferente, y en el caso de ser chica puede llegar a ser peor. No obstante, me refugié en los libros y acabé la carrera de químicas. Ahora trabajo haciendo pruebas en un laboratorio enfundada en un traje de esos que no se ve quién va dentro.

También mi cuerpo ha cambiado y esos kilos de más, que tenía de pequeña, se han repartido bastante bien por mi cuerpo dejándome unas medidas de ciento diez, sesenta, ciento diez. Quizás me sobre alguno, pero se me han ido a las tetas y al culo de una manera preponderantemente sensual, dejándome una cintura bastante estrecha.

En el último año de carrera conocí a Javier, después de haber tenido un par de cortas relaciones con dos chicos, de esas de polvos rápidos y no muy satisfactorios. Dos años después, cuando ya los dos trabajábamos, nos casamos. Javier era un tío majo y agradable, o por lo menos eso pensaba en ese momento. Es hijo único, y estaba muy apegado a sus padres, sobre todo a su madre. Los dos me parecieron majos y me trataron como si fuera una hija al poco de conocerme.

Las relaciones sexuales no fueron mucho mejor que las que había tenido anteriormente, pero parecíamos entendernos en lo demás. El idilio duró poco tiempo, pues a los pocos meses me di cuenta de cómo es en realidad Javier. Creo que nunca estuvo enamorado de mí, pues el fervor que siente por su madre debía anular a cualquier otra mujer, incluida yo.

Ana, su madre, es una mujer alta, delgada, con un pequeño culo respingón y unas tetas que le encajan en dos tazas de té. Su sonrisa, casi continua, es más falsa que una moneda de plástico, y su carácter es totalmente manipulador del que hace uso con su marido, y por supuesto con Javier.

Roberto, mi suegro, si que es afable de verdad, y su sonrisa es sincera además de ser simpático. A sus cincuenta años se conserva muy bien y siempre ha sido muy atento conmigo.

Todo dio un vuelco al año de casados, cuando en verano Javier decidió unilateralmente que iríamos de vacaciones con sus padres. Mantuvimos una pequeña discusión cuando me lo dijo, pues yo no estaba muy de acuerdo, pero finalmente cedí para no empeorar las cosas.

Los padres de Javier funcionan bien económicamente y habían alquilado un chalet en primera línea de playa con una piscina en la parte trasera. En esto no me podía quejar, con los ingresos que teníamos nosotros no nos podíamos permitir algo así.

Al tercer día de vacaciones ya estaba hasta el mismo coño de Ana y sus manipulaciones, ella parecía decidirlo todo sin dar opciones a los demás. Javier y Roberto eran como dos serviles criados a sus órdenes déspotas. Ya se había metido con mis bikinis en un par de ocasiones insinuándome que eran demasiados descocados. Claro está, yo no la hice ni puñetero caso, además, tenía a Roberto, mi suegro, que me apoyaba aunque nunca en su presencia.

Esa tercera mañana de vacaciones lucía el sol esplendorosamente y la señora, como era costumbre desde el primer día, decidió que había que ir a la playa desde primera hora. Su obsesión por poner morena su decrépita piel era bochornosa, bueno, quizás me he pasado, tampoco estaba tan decrépita, simplemente con alguna arruga por falta de carne. Yo me negué con la mejor de mis sonrisas aludiendo que me dolía algo la cabeza y que me quedaría en la piscina a la sombra. Tampoco quería calentar el ambiente expresando lo que pensaba. Para mi sorpresa, mi suegro también se negó, pero de una manera más sutil. Él es ejecutivo de una multinacional y suele trabajar a cualquier hora y en cualquier sitio, y aludió a que tenía que ver unos datos y contestar unos emails, y que después se acercaría a la playa.

Mi suegra torció el morro, pero sin perder su altanería, y se fue con su servil hijo sin perder la sonrisa cínica que solía llevar dibujada en su cara.

Me salí a la piscina por la puerta del salón y me quité la camiseta larga que llevaba encima del bikini, un bikini de color amarillo, que sé que amargaba la vista de mi suegra, pero también noté que le complacía a mi suegro. Me puse las gafas de sol y tendí mi cuerpo boca abajo sobre una toalla que había extendido sobre el césped bajo la fresca sombra de un frondoso castaño cercano a la piscina. A los pocos minutos apareció mi suegro, con un bañador tipo bóxer y una camiseta.

– Qué, buscando escusas para no ir a la playa? Le pregunté con media sonrisa.

– Bueno, no me gusta alterar a Ana!

– Ya veo que a ninguno de los dos os gusta! Le contesté refiriéndome a Javier.

– Ella es así, le gusta manejar la situación!

Por las palabras sumisas de Roberto no sabía si seguir dándole caña o callarme. Finalmente decidí sondear por otros flancos.

– Te casaste enamorado? Fue mi pregunta casi directa a la yugular.

– Si, claro! Aunque ese tipo de amor solo dura un tiempo!

– Entonces, ya no lo estás?

– Ahora es diferente. Con los años todo cambia!

Había girado mi cuerpo poniéndome de lado para mirarle. Él se había sentado en una silla, de las cuatro que había rodeando una mesa redonda de jardín, tomándose un café. Noté como miraba mi cuerpo, supongo que con lo delgada que estaba Ana no estaba acostumbrado a ver tanta carne. Mi mente estaba rabiosa y volví a atacar de forma más directa.

– Y el sexo, también ha cambiado?

– A qué te refieres?

– Bueno, supongo que tendríais más actividad al principio de casados!

Ahora su respuesta fue más hábil y acabó poniéndome en una tesitura.

– Claro, supongo que como Javier y tú ahora!

– Pues no sé si tenemos una gran actividad para estar recién casados!

– Que pasa, no van las cosas bien?

El muy mamón había cambiado la conversación con dos frases, yo quería hablar de su relación con Ana y él había cambiado el contexto pasándome la pelota. La verdad es que Roberto era una persona que me transmitía confianza y no me importó hacerle concesiones.

– Pues no sé si va bien! Me da la impresión que está más enamorado de su madre que de mí!

Roberto miró al infinito como intentando recordar.

– Javier es nuestro único hijo, y quizás lo hemos mimado demasiado, sobre todo su madre. Hasta bastante mayor ha tenido miedos y acostumbraba a ir a nuestra cama para dormir con nosotros. A mí ya me parecía algo insólito, además de indigno, y me acaba yendo a otra habitación.

Hizo una pausa después del largo speech que me había soltado y decidí atacar de nuevo. La pregunta fue demasiado fuerte y nada más formularla supe que me había pasado.

– Asi que prefiere dormir con Javier a dormir contigo?

– Tampoco es eso, joder!

– Bueno, vale, me he pasado! Pero no me parece ni medianamente normal!

– La verdad es que no, pero nunca he intentado discutir con Ana sobre ese hecho.

Sabía que me había pasado y quise arreglarlo con una gracia.

– Bueno, pues si alguna noche se va a vuestra cama tu te puedes venir a la mía!

Le dije riéndome abiertamente esperando que el también lo hiciera, pero su respuesta me desconcertó.

– Lo tendré en cuenta si pasa! Contestó con una leve risa.

Su respuesta me dejó algo confusa, no sabía si se me había insinuado. Mi mente voló con rapidez intentando buscar una réplica adecuada, “pero adecuada a qué?”, pensé a la vez que me moví inquieta sobre la toalla y pude ver su mirada directa al balanceo de mis tetas. Finalmente opté por volver a su relación con Ana.

– Entonces, al principio vuestra relación sexual era fogosa? Es que no me puedo imaginar a Ana en ese estado!

– Pues te puedo asegurar que así era! Contestó con naturalidad.

Me hice la ingenua como si le estuviera pidiendo consejo.

– Creo que Javier y yo nunca hemos llegado a eso, no sé que fallará!

– No creo que seas tú! Volvió a contestar con la misma naturalidad.

– Por qué?

– Bueno, es sólo una impresión! Eres una mujer atractiva y muy sensual, pero como tú bien has dicho antes, para Javier no debe haber nadie como su madre!

– Que quieres decir con eso, que prefiere follar con ella a hacerlo conmigo?

Mi mente ya se había dislocado y no pensé ni en lo que decía, más bien me salió del mismo estómago. Pero para mi mayor asombro, su repuesta me dejó noqueada.

– Es posible!

– Pero que me estás diciendo?

– Pues lo que me has preguntado!

– Joder, que estaba vacilando!

– Pues yo no!

Después de reflexionar unos segundos ante esa respuesta devastadora, decidí seguir adelante con el tema. Me parecía muy fuerte, pero a lo mejor no iba a pillar a Roberto en otro momento con esa sinceridad.

– Me estás diciendo que Ana y Javier han mantenido relaciones sexuales?

– Creo que te lo debería haber dicho antes, pero no me he atrevido!

Intenté digerir lo que me estaba contando pero se me hizo un nudo en la garganta. Mi cabeza era como una orquesta en la que sonaban notas estridentes y una nube de rabia pareció nublar el resplandeciente sol de esa mañana. No sabía qué hacer o decir y me levanté para caminar nerviosa sobre el césped como un muñeco al que acaban de dar cuerda.

Roberto me miraba con una mueca en su boca que no sabría decir si era una leve sonrisa. Ya no sé si miraba mi cuerpo o tan solo mi estado de ánimo. Finalmente me acabé sentando en una de las sillas que había a su lado.

– Cuéntamelo todo! Le dije muy seria.

– A veces estas cosas pasan y no se pueden evitar. Ana es muy absorbente en todos los aspectos, y lo que siente por Javier es algo que se escapa de lo racional. La primera vez que los vi fue un simple beso en los labios abrazados en la cocina. Iba a entrar y me retuve hasta que se despegaron. Ese fue el primer y más gordo error por mi parte, tenía que haberles parado en ese momento.

Yo miraba a Roberto con la boca abierta como si no pudiera sujetar la mandíbula. Estaba intentando racionalizar lo que me decía, pero me resultaba difícil.

– Les volví a pillar besándose al día siguiente, pero esta vez era un beso lascivo y lleno de deseo. Seguía sin saber que hacer, era mi único hijo, y pensé que si decía algo podía romper la familia, algo que para mí es muy importante. Viendo la situación, decidí poner más atención a lo que pasaba.

– Vaya, que decidiste espirales! Intervine con cierto cabreo.

– Si, esa es la palabra, aunque la intentaba suavizar.

– Pues no suavices nada, quiero que me cuentes las cosas como son!

– Vale, pues lo dicho, los espié sin que lo supieran!

– Y cómo lo hiciste?

– Coloqué cámaras por toda la casa controladas por el ordenador desde mi despacho.

– Me parece algo cobarde!

– Quizás es que sea un cobarde para enfrentarme a eso!

Me di cuenta que le había afectado lo que le había dicho, y sobre todo mi tono.

– Perdona, no quería decir eso! Sigue, por favor!

– Pues como te decía, instale las cámaras y desde el portátil podía ver prácticamente todos los lugares de la casa, incluso cuando yo no estaba en casa podía verlo a través de un sistema web. Realmente, al principio fue bastante duro, después mi mente fue cambiando, incluso acomodándose a la situación. Al siguiente día de instalar las cámaras les vi en la cocina de nuevo, no habían esperado ni a que yo estuviera fuera de casa. Parecían sentirse seguros estando yo en el piso de arriba, en mi despacho, y ellos abajo. Ana estaba apoyada en la encimera con la bata levantada hasta la cintura y Javier la embestía por detrás contra su pequeño culo como si estuviera poseído. Esa primera imagen me impactó, no porque estuvieran follando, eso ya me lo esperaba, fue la forma en que lo hacían.

Yo le escuchaba impertérrita, con lo ojos abiertos como platos sin dar crédito a lo que escuchaba. Roberto me lo estaba contando de una forma que no sabría definir, pero no parecía que fuera el padre de Javier ni el marido de Ana, más bien parecía una persona ajena contando una historia que hacía brillar sus ojos. Eso solo era el comienzo, y en vez de cabrearme más, lo que hizo fue despertar una ligera excitación en mi mente ávida por seguir escuchando.

– Al día siguiente me fui a la oficina de mi empresa. Nada más llegar, me conecté a la web y se abrieron las ocho ventanas de cada una de las cámaras que había conectado. La cámara del salón los estaba enfocando y pude ver a Javier espatarrado en el sofá totalmente desnudo, y a Ana, tan solo con las bragas puestas, arrodillada entre sus piernas chupándole el pene.

Según le escuchaba la niebla de mi mente se iba despejando y una luz suave parecía aclarar la tormenta en la que me había sumido. De hecho, cuando le oí pronunciar “ pene “, salte de inmediato como la flecha de una ballesta.

– No seas remilgado, di que le estaba comiendo la polla! Le corté mientras pasaba la mano entre mis muslos ya calientes.

– Bueno, no quería ser brusco, pero si lo prefieres así!

– Lo prefiero! Le volví a cortar.

– Pues le estaba haciendo una mamada impresionante, como nunca me la había hecho a mí. De hecho sentí cierta envidia viendo cómo se tragaba la polla de su hijo por completo mientras el tiraba de su pelo como si fuera a arrancárselo!

La imagen que llegó a mi cerebro me produjo más excitación, aunque no me podía imaginar a Javier así, conmigo siempre había sido bastante remilgado con el sexo.

– Entonces… te excitantes viéndolos? Le pregunté sin rodeos.

– Pues aunque te parezca increíble, no sabes cómo se me puso el… la polla!

– Te entiendo, creo que yo también me estoy calentando escuchándote!

Le dije pasándome los dedos sobre el triángulo de mi tanga amarillo sin cortarme. Miré descaradamente a su bañador y vi como se le había abultado.

– Veo que tú también te estás calentando al recordarlo!

– No te voy a negar que fue una imagen que me excitó mucho, y lo sigue haciendo cuando la recuerdo!

Mi estado era una mezcla de cabreo y a la vez excitación. El morbo había exonerado mi mente de todas las reticencias que lo habían colapsado en un principio, y ahora, al mirar el bañador de mi suegro me entraron ganas de arrancárselo para ver el bulto que lo llenaba. Creo que el también se dio cuenta del brillo lujurioso que desprendían mis ojos, y pasó su mano por encima de la tela como un acto de… “ Aquí está, a tu disposición! “.

No me di cuenta, mejor dicho, no quise saber que me estaba manipulando, pues mis deseos lujuriosos ya invadían todo mi cuerpo. Como no retiré la mirada cuando paso su mano sobre el bañador, lo hizo un par de veces más mientras continuaba hablando.

– Noté como se me ponía la polla dura bajo el cobijo de la mesa del despacho cuando entró una de las secretarias a comentarme unos datos. En vez de cerrar la pantalla, me pareció más excitante mantenerla abierta mientras ella estaba al otro lado de la mesa. Baje la mano hasta el pantalón y comencé a sobarme la polla sobre la tela mientras intentaba escuchar lo que ella me decía, pero la escena cambio, y mi mente casi se desconectó del todo.

Según hablaba, yo no dejaba de mirar su bañador y no puedo decir que fue una sorpresa ingrata cuando tiró suavemente de él y su polla saltó como un resorte fuera de la tela. Abrí aún más los ojos y solo pude articular dos palabras al ver su polla, de buen tamaño, totalmente erecta.

– Sigue! Sigue!

– Ana se incorporó y se llevó a Javier junto a la mesa alta del salón. Se sentó sobre ella abierta de piernas y la escuché decir. “ Se un buen perro y chúpamelo con deseo! “. Comencé a presionar el botón del ratón para bajar el volumen, estaba bajo, pero no sé si la secretaria pudo llegarlo a oír, pues nunca me llegó a decir nada. La despedí arrebatadamente sintiendo que perdía el control. Nada más cerrar la puerta puse el zoom y vi como Javier lamía el coño de su madre en un primer plano. No sé cómo explicar la sensación que tuve viendo a mi hijo con la cabeza metida entre los muslos de mi mujer, pero un morbo cargado de densa lujuria recorrió todas mis venas. Me saqué la polla bajo la mesa y comencé a masturbarme con desesperación.

Yo le oía sin parpadear, con una mezcla de asombro, entusiasmo y excitación. Ya había alargado mi mano hasta el regazo de mi suegro, diría que sin darme cuenta, pero no es así, pues la visión de su miembro erecto mientras hablaba había levantado una tormenta de calor en mi cuerpo que no podía reprimir. Sentí la carne dura, y la piel tersa rodeada de venas de gran calibre recorriendo el duro miembro, y noté como se me mojaba el tanga amarillo. Comencé a pajearle con los ojos clavados en el erecto miembro sin poder parpadear, cuando noté sus dedos sobre el centro de mis piernas. Las abrí como si hubiera activado un mecanismo automático y sentí penetrar uno de sus dedos en mi ya mojada vagina. No obstante, el no detuvo su relato.

– Después de chuparle el coño como un perro sediento, ella tiró del pelo de Javier para que se elevara. Recostó la espalda sobre la mesa levantando las piernas como si fuera una acróbata de circo, y Javier le insertó la polla de un solo empujón haciendo que su espalda se curvara a la vez que emitía una especie de alarido. Le sujetó las piernas en alto, y comenzó a bombear a un ritmo lento, pero constante, mientras ella se retorcía sobre la mesa. Dejo que las piernas de Ana descansarán sobre sus hombros y se empleó sobre sus pequeñas y puntiagudas tetas.

Yo le escuchaba frenética, me sentía al borde de un colapso vaginal. Empape sus dedos un par de veces mientras ya los metía profundamente en mi coño.

– Quieres follarme? Le dije con una voz que sentía que no era mía.

El accedió con una sonrisa extrañamente diabólica.

– Solo te pido una cosa! No pares de contarme la historia! Le dije con la boca medio desencajada.

Me levanté para apoyar mis manos sobre la mesa e incliné mi cuerpo. Noté sus manos pasar por toda mi espalda hasta llegar al culo, y sentí como lo apretaba con ganas. Yo ya no estaba excitada, más bien desesperada por sentir su polla dentro, mientras me seguía susurrando la historia tras mi espalda. En unos segundos, había bajado mi tanga y noté una profunda penetración que llenó por completo mi vagina. Comenzó a bombear con lentitud, e inquisitoriamente le pedí que siguiera la historia.

– Vi como apretaba las pequeñas tetas con sus dos manos llegando a hacerla gritar! – continuó Roberto con ese mismo tono que me había puesto tan caliente – Sus embestidas aumentaron, en velocidad y potencia, haciendo que todo el cuerpo de su madre se arrastrará por media mesa. Pude ver su cara desencajada, y su cuerpo retorciéndose cuando se corría como una perra, y cuando pensaba que había acabado, Javier sacó la polla empapada del coño de su madre y buscó el agujero ligeramente amarronado de su pequeño culo.

– Joder, dame más fuerte! Le grité después de haberme corrido – Quiero que me folles como se folla tu hijo a tu mujer!

Me sentía totalmente fuera de mí. Era la primera vez que me corría y a la vez me quedaba insatisfecha. Era tal el morbo y la excitación que recorría mi cuerpo, que todo me sabía a poco.

Mi experimentado suegro no me hizo caso, y siguió al mismo ritmo sabiendo que me crearía mayor desesperación. Parecía un director de orquesta marcando el ritmo de la melodía a los músicos, y en este caso, los músicos eran las diferentes partes de mi cuerpo. Alargó sus manos y me agarró mis grandes tetas, esas que ya le había visto desear con sus ojos vivos y chispeantes. Sentí como las apretaba para sentirlas sin que pudiera abarcarlas con sus manos. Creo que echaba de menos una tetas grandes viendo cómo eran las de su mujer. Sentí como tiraba de mis pezones llegando a hacerme gemir en una mezcla de dolor y placer.

– Acerqué más el zoom – continuó hablando – y vi en plena pantalla como la atravesaba el pequeño culo con su polla dura y muy tiesa. Lo penetró tan profundamente que la espalda de su madre dibujo un arco imposible sobre la mesa! Ya me había puesto los cascos y había subido el volumen para poder oírlos bien. El gritó fue tremendo, supongo que una mezcla de dolor y placer, pues al segundo siguiente le gritó “ Mas fuerte hijo! Más fuerte!! “.

Yo jadeaba sobre la mesa como una puñetera perra, pensaba en el cabron de mi marido fóllandose así a la zorra de su madre, cuando conmigo había sido tan púdico y estricto con el sexo. Cuántas veces había deseado que me follara así, cuando lo hacíamos a media luz y siempre en la misma postura sobre la cama. La rabia, la lujuria y la desesperación me dominaban de una forma incontrolada.

– Métemela por el culo! Le grité después de haberme corrido de nuevo.

Era la primera vez que me iban a meter una polla en el culo, pero ni pensé en que sentiría, tan solo quería recibir lo mismo que estaba recibiendo Ana en esa historia. Noté el gordo capullo de mi suegro apretando sobre mi culo hasta que consiguió entrar. A pesar de estar empapado de mi propio flujo noté dolor, si, dolor, porque la primera vez eso duele, pero poco a poco fue penetrando sintiendo como arrastraba la carne interior de mi esfínter. A la tercera penetración me lo había abierto por completo y sentía su polla entrar con suavidad. El siguió con el relato y volvió a ponerme más caliente que el aceite hirviendo. Metí dos dedos en mi coño y lo bombee al mismo ritmo que él me empalaba el culo. Sus pollazos últimos fueron bestiales haciéndome gritar como una loca. Creo que me corrí y me mee a la vez mientras gritaba como como si estuviera poseída, pues cuando mire al suelo había un buen charco.

Roberto sacó la polla de mi culo y el líquido blanco y denso comenzó a chorrear entre mis muslos. Todavía jadeante, se subió el bañador y se marcho a la playa como le había prometido a su mujer mientras yo recuperaba la respiración sentada sobre la silla con las piernas empapadas.

Volvieron cerca de la hora de comer y Ana se subió directamente a su habitación. Yo charlé con Javier unos minutos de cosas banales mientras en mi mente le veía reventándole el culo a su estirada madre. Decidimos subir a cambiarnos y al pasar por la habitación de Ana, la puerta no estaba totalmente cerrada. Javier la abrió para preguntarle si se ponía a preparar la comida y la oí gritar con enfado “ Cierra la puerta que estoy desnuda! “ Javier, sumiso y apocado cerró la puerta pidiendo perdón.

– Tanto le molesta a tu madre que la veas desnuda? Le pregunté con sorna mientras la imagen follándosela no se me iba de la cabeza.

– Es que ella es muy púdica, y no le gusta que la vean ni en ropa interior!

Me quedé traspuesta “ Joder, aquí hay algo que se me escapa! “ Pensé mientras activaba todas mis neuronas intentando descifrar lo que me había dicho. Parecía no cuadrar nada con lo que me había contado mi suegro.

– Pero de pequeño la habrás visto alguna vez desnuda!

– Si, pero ni lo recuerdo, creo que tenía seis años cuando deje de ir a dormir a su cama. Esto no te lo he contado, pero a esa edad tenía sueños que me daban miedo y me iba a la cama de mis padres, pero como te decía, solo tenía seis años.

Caminamos hasta la habitación a cambiarnos para comer mientras empezaba a sentir que mi suegro me había engañado. El muy cabron me había contado esa historia para conseguir cabrearme, excitarme y finalmente follarme como lo había hecho.

Me vestí con rapidez y baje hasta el jardín donde estaba tomándose una fría cerveza. Me acerque hasta dos metros de su cara.

– Eres un punto cabron! Me has engañado! Le solté con palabras, aunque lo que me apetecía es darle una buena ostia.

– Bueno, yo te he contado una historia, pero has sido tú la que me has pedido que te follara!

En el fondo llevaba razón el muy cabron, pero me sentía totalmente estúpida y manipulada. Me serene y me senté en una silla abriendo una cerveza y dando un buen trago. Necesitaba enfriar mi cuerpo y mi mente. Mientras pensaba en lo ocurrido el volvió a hablar.

– Se cómo es mi hijo, y se que no se follaría como te he contado ni a la mujer más sensual del mundo. También había supuesto que te excitaría pensar que el podría follar así aunque sabes que él nunca lo hará, es tan púdico para el sexo como su madre.

– Pero te has aprovechado de mi como un cabron sin pensar que ahora podría contárselo a Javier.

– Y que le vas a contar, que te he contado una historia que te ha puesto muy cachonda y me has pedido que te follara? No creo que le cuentes nada. Tómatelo como una experiencia y piensa si realmente te ha gustado. Piensa que sigues casada con el, y que lo que has experimentado en la cama hasta ahora con Javier es lo que tendrás para el resto de tu matrimonio. Reflexiona sobre ello y cuando lo hayas pensado , tranquila y fríamente volvemos a hablar del tema.

La verdad es que sus palabras no me indignaron, tuvieron el efecto de serenarme. Pasó una semana de playa con la rigurosa monotonía del primer día, haciendo siempre las mismas cosas y con los mismos horarios hasta que al décimo día ya no podía más. Volví a alegar que me dolía la cabeza para no ir a la playa y le hice un guiño a Roberto.

Cuando nos quedamos solos, después de que el pusiera la misma escusa que la primera vez, nos sentamos a tomar una copa mañanera, pero esta vez de whisky.

– Lo he pensado bien, y quiero saber si eres capaz de ponerme tan caliente sin contarme historias! Le dije sin rodeos.

Os puedo decir que lo hizo. Esa mañana follamos como conejos, no solo me puso caliente, me puso más salida de lo que había estado en toda mi vida. Me follo por todos lados y en todas las posturas imaginables demostrándome una pericia exquisita para el sexo.

Realmente fue algo genial, y desde entonces aprovechamos un par de días a la semana para follar como locos mientras mi marido y mi suegra siguen llevando su vida monótona y equilibrada.

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