Han pasado exactamente una semana desde que Silvia le dijo a Andrés se vaya de la casa, pero seguían viviendo juntos. Como será el destino que ella tuvo un accidente con su carro el cual quedó inservible y ahora tenía que compartir el carro con su ex para ir a trabajar, dejar a los niños y poder verme. No podíamos vernos en mi casa, ni en su departamento, no nos quedó otra en acordar de vernos en un estacionamiento de un centro comercial que estaba en quiebra. Era buena opción para evitar ojos familiares. Les hago recordar que para el mundo, ella seguía “casada”.
Era domingo, ella se escapó de una reunión de amigos y dejo al ex con sus hijos para verme. Quedamos vernos en un estacionamiento techado del centro comercial, pero estaba cerrado. Yo le insistía mucho en verla porque a ella le excitaba sentirse deseada, la ponía cachonda cuando la presionaba. Tenía tendencia a ser sumisa pero había algo que no la dejaba ser en su totalidad. Esa era mi fantasía, que fuese mi esclava.
Estaba sentado en mi Toyota negro en un estacionamiento casi vació, miraba a las mamás saliendo de compras de una tienda de bebés. Mi carro era uno de 15 carros en un lote con capacidad de 2 mil autos o más. Era un buen sitio, no había calles aledañas y estaba rodeado de vegetación. Mi teléfono sonó y era ella, ya venía en camino… La vi llegar y bajar nerviosa de su van gris, caminaba riquísima con su jean de twill color pardo y blusa blanca. Le pedí que viniera con falda, pero no le dio chance de cambiarse, pero si de cepillarse los dientes 2 veces después de comer pescado… era semana santa.
Silvia solía vestir siempre pantalones o faldas largas. Ella se avergonzaba de una de sus piernas por haber sufrido un accidente que se la dejo “deformada” y siempre la escondía bajo una pierna de una pantaloneta cortada. Desde que la conozco tuvo ese problema y siempre me dio morbo saber cómo lucía y cuál de las dos piernas era.
Entró a mi carro con su blusa blanca y podía ver su sostén, se sentó y como dos tontos no supimos como saludarnos ni entablar conversación. Pasaron unos segundos y entre sonrisas y preguntas cortas, nos besamos intensamente sin preocuparnos de dónde estábamos, me dejó poner mi mano en el interior de su pierna. Silvia se concentraba en acariciar lentamente mis dientes con su lengua mientras su pasión aumentaba y su calor corporal iba aumentando notoriamente. Al besarla podía verle sus senos por el escote de su blusa, unas tetitas blancas que nunca pensé tener tan cerca de mí, me las quería comer si me dejaba en pleno estacionamiento.
Ella me trababa de niño o de bebé por ser menor que ella por 10 años.
– Estás terrible hoy niño – dijo Silvia toda coqueta y mordiéndose el labio.
– Hubiese querido que vengas sin sostén, pero, así como estas, estas para comerte toda – Le respondí serio para que sepa que no era juego.
Puse mi mano otra vez en la parte interna de su pierna y ella mirándome abrió lentamente su piernas, mirando picara por las ventanas a ver si alguien nos veía. Me dejo subir hasta su vagina, respirando hondamente y agarrándose del respaldar del carro. Cuando llegue a su chucha, ella cerro sus piernas atrapando mi mano, estaba caliente y me dio otro beso apasionado. No podía mover mi mano, pero ella si se movía en su asiento rítmicamente como si estuviese follando mi mano.
Nos separamos por instante, abrió sus piernas y le subí la blusa lentamente como como niño travieso y ella con respiros profundos supervisaba que tan lejos llegaba. Por debajo de su blusa, acaricié su teta izquierda, se la saque de su sostén, me acerque a sus labios, pero no la bese.
-Quiero tetita- Le dije mirándola a los ojos mientras le apachurraba el pezón.
-Toma tu teta bebé- queriendo morderme la boca, dejando ver su lado perverso.
Su seno cabía en una sola mano, lo tenía fuera de la blusa y visible a cualquiera que se aproche a la ventana, la estaba probando si este tipo de exhibicionismo la excitaba y sí que lo hacía. Me mandaba instrucciones que no sea tan avezado y notorio, pero no me detuvo cuando pasaba mi lengua lentamente por alrededor de su areola marroncita y caliente. Luego succionaba su pezón como si besara su boca girando mi lengua en forma de remolino que la volvía loca, arqueando su espalda y empujando mi cabeza hacia su seno.
-¡Muérdelo bebé, duro, muérdelo duro! Si, si asi! – Estaba poseída, se olvidó de dónde estábamos. No importaba quién podía vernos.
-Vamos al asiento de atrás, estoy incomoda- me dijo abriendo las piernas.
Hubiese querido estar bajo la oscuridad de la noche para penetrarla o me de una mamada, su mirada baja me lo indicaba, pero no se atrevía a tocar ninguna parte de mi cuerpo. Ella quería que la manosee, quería sentirse como una chica mala.
Ella se recostó en todo el asiento trasero reposando sus piernas en mi falda, dándome acceso fácil a su chucha, sus senos y sus labios. Ella podía sentir mi erección en todo momento, entre conversaciones mundanas y calientes, sonreía porque siempre estaba duro. Se estaba siendo tarde, ella tenía que volver donde sus hijos, nos quedaba poco tiempo. En cada estimulo que le daba, ella nunca expresaba su placer en voz alta, ella era silenciosa porque viviendo en apartamento, siempre le dio pena que los vecinos la escuchasen, le daba orgullo ser silenciosa.
Quiero dejar en claro, que Silvia me atraía, pero la idea de quitarle la máscara de mujer decente, me excitaba más que mi propio placer. Antes de terminar nuestra sesión de ese día y echada en el asiento de atrás, le sobe su clítoris sobre su apretado pantalón de Twill. Eso la calentaba más y más al aumentar las revoluciones, pero seguía callada. Comencé a manosear sus tetas y besarla en los labios con mordiscos. Seguía gimiendo a voz baja, no podía bajarle el pantalón así que le metí dos dedos en su vagina con todo pantalón y calzó incluido. Silvia, toda perra, abrió los ojos y perdió el aire. Quiso decir “OH” pero no encontraba su aliento.
-¡Más rápido niño!!! ¡Muerde sin miedo! – La descarada me pedía maltratarle sus pezones.
Le metía el índice y el dedo medio hasta donde la tela me permitía, cada vez más rápido y brusco. Silvia me miraba empapada de pasión y casi gritando.
-Que rico bebé! Me estas metiendo todo el calzón, no pares! – Estaba loca y cerca del orgasmo.
Soltó un grito de “ahhh” pidiéndome que pare… Quería venirse lento y prolongar el placer. Le hice caso y su chucha estaba mojadita. Puse mis dedos húmedos en su boca y me los chupo como si fuesen mi polla. Nos dimos un beso de despedida para después ponerse un polo más largo que tapase su venida…
Continuará