Conocí a Mauro en mi primer día en la universidad. Como foránea que era, me había instalado en una casa de estudiantes cerca de la facultad y a pesar de que les dije a mis padres que todos mis roomies eran señoritas, la verdad es que también había chicos, dos para ser exacta: Mauro y Javier.
Sería una mentirosa total si negara que desde el primer día sentí atracción por Mauro y, no es que fuera guapo, es que era jodidamente sexy, todo su cuerpo emitía un aire de masculinidad difícil de explicar. Era alto sin llegar a sobresalir por ello, su cuerpo definido y ligeramente musculoso estaba bronceado por el sol y las incontables horas que pasaba realizando actividades al aire libre. Su cabello negro le llegaba un poco mas abajo de los hombros, pero siempre lo traía sujeto en una holgada coleta y su incipiente barba resaltaba aún mas sus rosados y carnosos labios. Creo que esa era mi parte favorita de él, sus labios, en especial desde aquel viaje de prácticas donde jugando a la botella alrededor de la fogata me besó por primera vez. Ya anteriormente nos habíamos coqueteado un poco, lo normal, vivíamos juntos y aunque estudiábamos diferentes carreras, al ser similares algunas clases eran compartidas, por lo tanto pasábamos bastante tiempo juntos y al parecer él disfrutaba haciéndome sonrojar al ponernos en situaciones incomodas (no es que no disfrutara de la vistas que me regalaba cada que salía de ducharse y se paseaba por la casa en ropa interior, solo que en aquel entonces yo era muy tímida y no hablaba con casi nadie, así que verlo en ese estado siempre me producía un cierto bochorno).
Pero a partir de ese beso todo cambio entre nosotros. No salíamos ni nada por el estilo, de hecho, él era novio de una chica de su carrera que vivía a unas cuadras en otra casa de estudiantes y que ocasionalmente lo visitaba. Pero empezamos a besarnos cada que se presentaba la oportunidad, cuando nos cruzábamos en la cocina, en la sala y a veces en el pasillo, no pasábamos de eso y un poco de manoseo debido a que compartíamos la casa con cuatro personas más y a que casi todo su tiempo libre lo dedicaba a su novia y yo a mi servicio como voluntaria en la cafetería de la uní. Hasta que un viernes, el destino conspiro en nuestro favor pues de algún modo, nos habíamos quedado solos, él sin planes de salir, y yo sin poder visitar a mis padres en el pueblo como cada fin de semana.
Decidimos cenar juntos viendo una serie que habíamos comenzado a ver con otra compañera poco tiempo atrás y que nos había dejado bastante intrigados, todo marchaba tranquilo cuando de pronto me gire a comentarle algo sobre la serie y lo descubrí mirando fijamente mi busto. No era la primera vez que lo hacía y de hecho en algunas otras ocasiones incluso las había apretado un poco, pero en ese momento, denotaba un ansia que no le había visto antes y en cuanto nuestras miradas se cruzaron, él sin decir nada, se inclinó a través de la mesa y con su mano derecha sujetó con firmeza el cabello de mi nuca y atrajo mi rostro a él para besarme con rudeza. Al principio me desconcertó un poco pues solía ser un poco mas delicado y su actitud me tomó por sorpresa, pero a medida que su lengua se enroscaba con la mía y el beso se fue profundizando yo comencé a relajarme y hasta a disfrutar de esa nueva faceta que él me mostraba de sí mismo.
Se levantó y con cierta brusquedad hizo que me levantara y sin soltar mi pelo, me llevó hasta el sillón que estaba al otro extremo de la habitación. Se sentó en él y de un tirón me sentó en su regazo con las piernas abiertas, yo notaba como su miembro crecía y se endurecía bajo mi peso mientras volvía a besarme y ahora con ambas manos apretaba mis nalgas hasta ser doloroso lo que provocó que un ligero quejido saliera de mi boca pero Mauro, en lugar de parar siguió apretando con su mano izquierda mientras la derecha hurgaba con fuerza en mi sostén bajo mi camiseta y apretaba mi pecho mientras me besaba el cuello y me decía lo rica que me veía y las ganas que tenia de hacérmelo hasta hacerme gritar como la puta zorrita que sabía que era.
En este punto, yo ya estaba muy mojada y era extraño pues a pesar de que me lastimaba con su rudeza, la verdad era que me estaba gustando mucho que me tratara de esa forma y me hablara así. De modo que, sin casi darme cuenta, movía mis caderas al frente y atrás restregándome mas contra el ya bastante notorio bulto de su pantalón. Al ver esto, él me preguntó si me gustaba que me dijera que era una puta, pero yo no pude responder pues al tiempo que lo decía me tiraba del pelo para hacerme bajar de encima y arrodillarme delante de él.
Y bueno, hasta aquí dejó la primera parte que es creo más para poner en contexto con los personajes, si quieres saber que pasó a continuación por favor házmelo saber, ten en cuenta que es mi primer relato y mi primera vez escribiendo en realidad.