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La noche que fui a Pinar de Rocha (II)
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Ya había pasado varias semanas desde aquella vez que nos conocimos en Pinar de Rocha. Justo estaba terminando de lavar los platos cuando sonó el celular.

Luego de guardar los platos, apagué la luz de la cocina y me dirigí hacia el baño para estar sola y responder el mensaje.

-Hola como estas? -me puso.

-Muy bien!, que lindo recibir tu mensaje, -le respondí colocando un emoji sonriente.

-Estuve muy ocupado, por eso no hice tiempo a mensajearte antes.

-Tranqui, yo también estuve a ful con mis cosas, el trabajo, la casa, mi pareja, le puse, tratando de sonar lo más natural posible.

Luego de mi aseo bocal, me saqué toda la ropa y antes de meterme a la ducha le escribí otro WhatsApp…

-¿Me voy a pegar un baño y luego seguimos hablando, querés? -le escribí temiendo haber sido un tanto directa.

A lo que rápidamente respondió, ¡¡¡quién pudiera estar ahí para enjabonarte la espalda!!!

-Mmm estaría bueno no? Jaja unos buenos masajes debajo de la ducha no me vendrían mal… jaja pero no tengo quien me enjabone la espalda.

-¿Pero cómo, tu pareja no te enjabona la espalda?

-No, no puede, además, estamos bastante distanciados. Cosas del tiempo y la rutina que van desgastando a la pareja.

En ese momento hubo una larga pausa y yo me quedé mirando el celular. En realidad, solo lo miraba, pues mi cabeza estaba en otra parte. Recordaba esa noche cuando bailamos abrazados al ritmo de los lentos y ese perfume que me había cautivado por completa.

Al salir de la ducha y tras un momento de revolución hormonal, intercambiamos varios mensajes calientes por WhatsApp. En ese momento, me tomé una foto subida de tono que fue acompañada de un texto igual de sugerente.

Mi pareja dormía plácidamente, sin siquiera advertir, que me estaba mensajeando con la persona que había conocido semanas atrás en el boliche de Pinar de Rocha.

Con la tenue luz del velador, me coloqué boca bajo en la cama para que la cámara del celular enfoque mis glúteos bien formados. A penas la tanga animal sprint, cubría la línea divisoria de mis nalgas.

Tras la foto que le había enviado, surge otra vez una seguidilla de mensajes morbosos entre ambos que despierta unas ganas de cogernos infinitamente en cualquier cuarto de hotel de Once. Esos hoteles que tienen un pasillo larguísimo, con un cuarto que tiene una luz amarillenta en el medio del techo y una cama enclenque por tanto sexo acumulado.

Al rato él me envía una foto de su miembro bien erecto, fruto de la reacción que tuvo al ver la foto que le mandé. Abro la foto y gratamente me sorprendió, me muerdo los labios carnosos al ver su miembro grande y bien tieso.

Mientras me pierdo entre las imágenes que proyecta mi mente, resbalo lentamente mi mano derecha buscando mi vagina salpicada de pensamientos húmedos.

Vuelvo a mirar la foto en la galería del celular. Ese pene me volvía loca. Así que lentamente comienzo acariciar mi vagina caliente de deseos.

Mordiéndome los labios y cerrando brevemente los ojos, introduzco mis dedos en mi vagina totalmente depilada, imaginándome esa pija bien dura y caliente dentro.

Con una mano me toco en silencio y con la otra sostengo el celular que ofrece el estímulo perfecto para esa ocasión.

Él lanza otra seguidilla de mensajes acompañado de fotos muy insinuadas. Eso despierta en mi mayor intensidad en mis dedos.

Momentos después, colmada de placer, acabo arrojando un chorro de secreción en la sábana, pero no me importa. Solo quiero más. Solo quiero que me penetre por todos los agujeros de mi cuerpo hasta acabar infinitamente.

Nos quedamos hablando hasta las 6 de la mañana. Y aunque a partir de ese momento ya fui suya, aun dormía en cama de otro.

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