Es el último sábado del mes, como de costumbre fui a comer con un grupo de vecinos del edificio frente a la playa donde vivo. A diferencia de otros sábados me tocaría ir solo pues llevo varias semanas en completa soltería.
Cenamos mientras escuchábamos los cuentos fantasiosos de David mi vecino del apartamento de al lado quien fue allí con Elena su guapa esposa. David es el tipo de hombre que todo lo sabe y todo lo tiene. No es mi persona favorita y creo que tampoco el de su esposa a juzgar por lo que sé de su relación. Ella y la otra vecina que allí estaba se empeñaban en presentarme a una amiga que acababa de divorciarse. Toda la noche ella puntualizaba que yo no era hombre para estar solo. Yo le había dado consentimiento para que le hablaran de mí a su amiga y hasta se le hizo un acercamiento para que ella cenara con nosotros esa noche. Lamentablemente no pudo cenar con nosotros, mi encuentro con ella no sería ese día.
La cena se terminó y una pareja y yo nos quedamos charlando. David se retiró temprano pues se había pasado de copas esa noche. Su esposa Elena lo llevó, pero volvió pues quería seguir un rato más con nosotros. En el fervor de la amena conversación surgió la idea de ir a un nuevo club de desnudistas que había abierto recientemente. Para mí no era una idea descabellada pues estuve en el lugar la noche de su inauguración a invitación de su dueña que es mi clienta en la firma. Las chicas estaban nerviosamente contentas pues nunca habían ido a un lugar así. Le pregunte a Elena si estaba segura de ir pues no estaba David. Ella me indicó que si quería ir aprovecharía a que su esposo no estaba pues él pensaba que esos lugares eran solo para hombre. Yo les expliqué de mis conexiones y les dije que no se preocuparan por el lugar pues lo consideraba de muy buena clase y muy seguro.
Una vez llegamos nos sentamos en una mesa privada cerca de la tarima. A nuestro encuentro vino la dueña personalmente a atendernos y nos ofreció una botella de champagne de cortesía. Las bailarinas se vieron atraídas a las chicas como abeja al polen. He visto que ellas se sienten especialmente atraídas a otras mujeres. A cuenta de que en nuestra mesa había chicas pude disfrutar de las bellezas de esa noche sin tener que moverme de mi asiento. Pasaban y hacían sus rutinas mientras los caballeros mirábamos como las chicas ponían billetes en las tangas de las bailarinas. La dueña del local me llamo aparte y me dijo que tenía cuartos separados para quien quisiera tener algún baile privado. Ella me invito el primer baile cortesía de la casa a lo que no pude negarme. También me aclaro que las chicas lo hacían para pagar sus estudios y que no tratara de entablar otros negocios con ellas. Yo nunca pagaría por sexo, pero fue bueno saber con quién estaba tratando esa noche. La primera que me bailo fue una chica finlandesa cuyo español era limitado pero sus movimientos de cadera eran tan latinos como el de cualquier otra chica allí. El baile tuvo dos canciones de duración, pero confieso que a pesar de sus movimientos no me sentí llamado a seguir más.
Salí y le propuse a mi vecino que fuera por un baile privado. Este ya estaba notablemente entusiasmado y le lanzó un reto a su esposa. Le propuso que fueran ambos a experimentar el baile y para su sorpresa su esposa estaba más emocionada aún. Sin pensarlo fueron con la finlandesa a probar con un baile. Luego de ver un poco del espectáculo de ellos llegue a la mesa donde aún estaba Elena con cara de emoción por la experiencia. Conversamos y me confeso de lo mal que lo estaba pasando con su esposo. No sabía si me lo contaba como amigo o buscando asesoría de un abogado. Como consejo le dije que si no veía nada positivo en la relación que debía tomar una decisión drástica. Ella me hablo de como la costumbre era cómplice de que siguiera resistiendo la vida que llevaba con su esposo. También me dijo que llevaba mucho tiempo sin hacer algo que ella sintiera fuera una aventura. Yo eso lo sospechaba pues nuestros apartamentos son contiguos y nunca escuche ninguna noche de pasión en su apartamento. Ella me comento que sabía que estaba solo pues no había escuchado nada en semanas. No me extrañaba su comentario pues nunca he tenido problemas con los volúmenes en mi apartamento. Nuestra conversación fue interrumpida por nuestros vecinos. Habían salido del baile y se veían muy emocionados. Su lenguaje corporal delataba su excitación. Poco rato después se despidieron de nosotros. Se podía saber que su noche seguiría en su casa.
Elena me comento que le estaba llamando la atención el experimentar un baile privado. Nunca se vio en una situación similar y quería aprovechar la noche pues no sabía cuándo volvería a disfrutar otra igual. Le comenté que ellas la tratarían bien pues toman su trabajo en serio. Me dijo que había una de nacionalidad colombiana que la había mirado toda la noche. Yo ya había notado las miradas de la bailarina. Elena es una mujer muy guapa, pero la seriedad que su relación impone sobre ella opacaba los hermosos ojos verdes y su esbelta figura. Llame a la chica para ver si esta convencía a Elena de irse en un baile con ella. Elena dijo que accedía con la condición de que yo fuera con otra bailarina para no estar sola y que fuésemos al cuarto más privado del local. No quería que ninguna otra persona presenciara esa experiencia tan privada para ella.
La bailarina la tomo por la mano y la llevo al local mientras yo iba con otra bailarina que reciente comenzaba su turno. La chica colombiana de nombre Dolores comenzó su baile mientras mi bailarina comenzaba el mío. Ambas bailarinas desnudaron sus pechos y se envolvieron sobre nuestros cuerpos en lo que parecía una competencia de quien seducía mejor. Definitivamente la atracción de Dolores se hizo sentir pues sus movimientos opacaron los de la mía. Poco a poco comencé a mirar el espectáculo que le daban a Elena quien estaba entrando en confianza. Ya los movimientos de la bailarina eran acompañados por caricias de Elena. Parecía que se había olvidado de que yo estaba en el lugar.
Las dos canciones de mi espectáculo ya habían terminado y mi bailarina desistió de seguir al ver que yo disfrutaba más de ver a Elena. Me dejo solo mirando el baile que se extendía otra ronda más. Me senté en posición de espectador mientras veía que Dolores le robaba un beso a Elena. Ella, para mi sorpresa lo consintió devolviendo otro más apasionado. Pensé que lo había visto todo cuando Dolores desnudo el pecho de Elena. Ya aquella escena había pasado de un sensual baile a un juego erótico. Ya no se bailaba más, los movimientos pélvicos invitaban el contacto de sus cuerpos mientras se extendían los besos. Yo incrédulo veía como ellas comenzaron a besar sus pechos intercambiando el mando en aquella coreografiada escena. Ya yo estaba tan excitado como ellas, mi cuerpo no lo podía esconder. El ver a aquellas dos damas en su juego de placer había logrado más que el contacto con las bailarinas esa noche.
El siguiente paso en la escena lo dio Elena quien movió sus dedos dentro del panty de Dolores. Ella comenzó a jugar con sus dedos con la seguridad que años de tocarse ella misma habían logrado. Dolores liberó su primer gran gemido el cual fue opacado por la música. Ella hizo lo mismo con Elena, pero rosando su mano por encima de su pantalón. Dolores siguió con tanta intensidad que Elena se recostó a disfrutar el placer. En ese momento perdí el control y me dirigí hacia ellas. Elena estaba sumergida en el placer con los ojos cerrados así que no noto mi llegada. Con poco tiempo para pensar tomé la decisión de unirme a ellas y comencé también a tocar a Elena. Dolores cuando se dio cuenta me dejo un lado y ambos comenzamos a frotar a Elena quien por la diferencia en presión se dio cuenta que me había unido. Elena mirando con ojos entreabiertos me dio consentimiento de seguir, lo cual hice. Continuamos frotando los dos a Elena quien contestaba todo el placer que ambos le entregábamos a son de gemidos. Por primera vez besé a Dolores quien ya se había entregado a nosotros en ese cuarto. Seguimos los tres unidos hasta que Elena suspiro profundo en señal de un orgasmo. Dolores nos advirtió de que ya la dueña debía sospechar pues llevábamos mucho rato en el cuarto. Nos separamos y Elena se vistió justo a tiempo pues las luces se encendieron poco después. Ya otros clientes requerían el cuarto. Mis deseos por continuar hicieron que les propusiera movernos a mi apartamento. Por un instante Elena lo dudo, pero el deseo de vivir una noche a plenitud hizo que cediera. Salimos del local y esperamos que Dolores terminara su turno.
Una vez llegamos entré al edificio con Dolores y luego llego Elena pues no podíamos despertar ninguna sospecha de nadie. Llegue a mi apartamento y poco después llego Elena. Les pedí que se pusieran cómodas a lo que yo me daba un baño y buscaba protección. Tome un rápido baño pues estaba muy ansioso por saber cómo terminaría la noche. Al salir me topé con la sala vacía. Por un segundo pensé que se habían ido, pero al ver la cartera de Elena fui a mi dormitorio. Al llegar vi que había ropa en el piso, pero ellas no estaban en la cama. Me dirigí a la puerta que da hacia el balcón de mi cuarto y las encontré desnudas en el mueble que tengo allí. Me detuve a admirarlas y a sonreír sabiendo que solo una pared dividía la acción de mi apartamento de los ronquidos de David el esposo de Elena.
Dolores estaba sobre Elena besando su pecho mientras ella le acariciaba el pelo. Yo fui por encima del mueble y besé a Elena. Sus gestos mudos expresaban el placer que cada beso dejaba en su cuerpo. Alternamos besos Elena, Dolores y yo hasta que me moví a besar los pechos de ambas. Poco después Dolores comenzó a besar el abdomen Elena hasta llegar a su húmeda entrepierna. Acaricio el área suavemente mirando la reacción que creaba. Comenzó a hacerle sexo oral de tal manera que pudimos notar que no era su primera vez. Elena comenzó a moverse demostrando su placer y sus gemidos eran solo silenciados por mi boca. Yo seguí besando a Elena mientras alternaba entre su boca y sus pechos.
Elena entre besos me quito mi pantalón y comenzó a tocar mi miembro que ya estaba completamente erecto. Ambos comenzamos a darnos placer mutuamente, yo besaba sus pechos y ella me masajeaba el pene. Dolores siguió su ritmo hasta que Elena termino por segunda vez esa noche. Fue tan grande el orgasmo que estuvo minutos temblando en el mueble. Mientras ella se componía vio como yo me había arrodillado a practicarle sexo oral a Dolores quien estaba tan excitada que llego a su orgasmo en pocos minutos. Yo seguí mi ritmo pues un segundo orgasmo llego casi seguido. Elena quien ya se había levantado del mueble me levanto del suelo con un beso. Yo me senté en el mueble mientras mis dos acompañantes comenzaron a practicarme sexo oral alternando protagonismo. No podía resistir la sensación de ver dos bocas saborear mi pene, una por cada lado. Elena tomo el primer turno sola mientras Dolores se acomodó a mi lado a besarme. Con tanta excitación yo sabía que no iba a durar mucho más así que saqué un condón y con ayuda de Dolores me lo puse. Tomé a Elena por los hombros y la dirigí hacia mí. Ella sola se acomodó encima de mí y comenzó a galoparme. Volvimos a envolvernos en un triple beso que ayudaba a silenciarla. Elena se movía lenta pero tan firme que rayaba en lo agresivo. Su cara se había transformado completamente y sin importar que su esposo la escuchara comenzó a gemir sin control. Yo tomé el control y sujetándola por las nalgas empecé una embestida sin misericordia que hacía que nuestros cuerpos resonaran por toda aquella playa que teníamos frente a nosotros. Mis movimientos siguieron aumentando hasta que poco después de anunciarlo termine. Elle abrazada a mi gemía pues en el furor de mi clímax no había notado que ella también había terminado.
Poco después se puso de pie y saco un cigarrillo el cual se fumó mirando a la playa sin decir palabra. Cuando termino el cigarrillo tomo su ropa y uso mi baño. Cuando salió del baño me dio las gracias, y un beso. Le dio un beso a Dolores y se fue. Pude ver cuando la luz de su cuarto se encendió y pocos minutos después se apagó. Yo le pedí a Dolores que se quedara conmigo esa noche. Nos dimos un baño juntos para luego tener un maratón que duro hasta que salió el sol. Por la mañana desayunamos y la acompañe hasta su carro.
Cuando volvía del aparcamiento del edificio me encontré a David el esposo de Elena quien me comento que no lo había dejado dormir con mi última aventura. También me dijo que me envidiaba porque su esposa no era tan caliente y atrevida como mis parejas. Me sonreí y le dije que toda mujer tiene fuego por dentro pero lamentablemente algunas vivían con bomberos.